miércoles, 4 de octubre de 2017

CAPITULO 20 (TERCERA PARTE)





Abro los ojos cuando Pedro comienza a acariciar el dorso de mi brazo lentamente. Me volteo en su dirección y sonrío. 


—Buenos días —le digo con una amplia sonrisa. 


—Buenos días —responde, moviendo algunos mechones de pelo de mi cara. 


Los dos miramos hacia el mismo lugar y nos reímos levemente. Es el tercer día de Ale en casa y hemos dejado una vez más que duerma con nosotros. Acaricio el cabello de mi hijo, beso su frente y luego me pongo de pie. Hoy no toca un largo día con cientos de cosas para hacer. Rodeo la cama y estiro mi brazo para que Pedro lo tome—. Vamos, no seas holgazán —le digo entre risas. 


Se pone de pie y luego me carga en sus brazos. Hago lo imposible por no gritar y que Ale no se despierte. Aún es temprano y acordamos despertarlo cuando terminemos de vestirnos. 


—¿Qué le parece una ducha, señora Alfonso? —pregunta seductor sobre mi oído derecho. 


Vuelvo a reír, dejo que me deposite sobre el frío piso de mármol del baño y lo observo detenidamente mientras que abre el grifo y deja correr el agua…



****


—¿Cuál crees que es más bonito? —pregunto en su dirección, mientras que le enseño dos vestidos acampanados de diferentes colores. 


Él deja de abotonarse la camisa blanca de lino y mira mis dos opciones con detenimiento. 


—El negro —dice señalándolo—. El blanco es bonito, pero te vez jodidamente sexy vestida de negro, cariño —responde acortando la distancia que nos separa, Kya se interpone mucho más que antes, pero eso no impide que pueda besarme—. Y abrígate bien, hace mucho frío afuera, ¿de acuerdo? 


—Bien —digo besándolo de nuevo. 


Me volteo de espaldas, le entrego el vestido a Pedro y elevo los brazos al cielo. Esa es nuestra rutina desde hace ya unas dos o tres semanas. Él se mueve con agilidad y rápidamente me coloca la prenda. Acomodo la falda acampanada y sonrío al ver como mi Pequeño Ángel se hace notar. Ya no puedo hacer nada para intentar verme como antes, ella está ahí y no hay vestido que oculte esas libras de más que ya no me molestan como antes. Pedro sube el cierre lentamente y luego me voltea en su dirección con cuidado. 


—Perfecta. 


Hacemos contacto visual por unos cuantos segundos y sonreímos sin decir nada. Sé lo que él está pensando y él sabe lo que pienso. No es necesario decirlo, ambos lo sabemos. 


Todo es simplemente perfecto, los dos somos felices, los dos estamos bien con todo esto y los dos sabemos que la familia que estamos formando es simplemente preciosa. Bajo la mirada al pecho de Pedro y sigo abotonado su camisa blanca. 


Luego lo ayudo con las mangas y por ultimo acomodo el cuello de la prenda. Pedro me lo agradece con una sonrisa. 


Se mueve hacia el otro lado de la habitación y regresa con dos corbatas diferentes entre sus manos. 


—¿Cuál crees que es más bonita? —pregunta de la misma manera que yo lo hice segundos atrás. Observo las dos opciones y señalo la que me gusta. 


—La negra —murmuro con una divertida sonrisa—. La gris es bonita, pero te ves jodidamente sexy con una corbata negra —respondo en un susurro.


Los dos empezamos a reír como dos desaforados y cuando por fin nos calmamos, lo ayudo con el nudo de la corbata. 


—Así está bien —siseo viendo mi obra finalizada—. Perfecto. 


—Gracias, cielo. Seguimos moviéndonos por toda mi tienda individual durante otro rato hasta estar casi listos. 


Vuelvo a colocarme los pendientes que Ale me regaló y luego escojo que abrigo usaré hoy para nuestro recorrido por el centro comercial. Ale necesita más ropa nueva y también zapatos de invierno, además la que también necesita de ropa nueva y con dos tallas más soy yo. Entro a mi habitación y veo a Ale despierto con la televisión encendida en el canal de dibujos animados y el control entre manos. 


—Ale… —digo para llamar su atención. Me acerco a la cama y me siento a su lado. Él deja el mando a un lado y luego me da un dulce abrazo de buenos días en completo silencio—. ¿Cómo has amanecido, cariño? —pregunto acariciando su pequeña espalda. 


—Muy bien. 


Asiento levemente y luego peino su cabello rebelde. 


—Hoy tú y yo iremos a muchos lugares y desayunaremos algo delicioso en el centro comercial, ¿qué dices? 


—¿Papá Pedro vendrá con nosotros? 


Hago una mueca y Pedro aparece en la habitación. Oyó la pregunta de nuestro pequeño y por suerte no seré yo quien tenga que decirle que su papá Pero no podrá acompañarnos. 


—Oye, hijo —le dice Pedro para llamar su atención—. Papá Pedro no podrá acompañarte hoy, tengo mucho trabajo que hacer, pero prometo que te compensaré, ¿de acuerdo? 


—¿Cómo? —pregunta de manera inocente y confusa. Yo también quiero saber cómo compensará esto. 


—Eh… —Pedro observa a su alrededor como si estuviese buscando algo que lo ayude a pensar, pero ambos sabemos que nada de lo que hay aquí le dará una gran idea—. Bueno… ¿Qué te parece si el domingo, mamá Paula y yo te llevamos a ver una película, jugaremos muchos juegos divertidos y luego comeremos muchos dulces, que dices? 


Ale parece pensarlo por unos cuantos segundos, luego me observa a mí que sonrío para asegurarme de que todo estará bien, mira a Pedro y luego nos sonríe a ambos. La sonrisa más hermosa de todas, esa que logra iluminar cualquier lugar.



—¡Está bien! —dice completamente seguro. Pedro le ofrece su mano y él se la estrecha para sellar el trato. 


—Ahora tengo que ir a trabajar, pequeño, pero volveremos a vernos en la tarde. ¿Me das un abrazo? 


Ale no demora ni un segundo en lazarse a los brazos de Pedro. Observo como cierra los ojos, muy fuerte mientras que estruja a su padre como si no quisiese que se marchara. 


—Escúchame, hijo —le pide Pedro tomando su carita entre sus manos—. Tienes que cuidar mucho a mamá Paula y a Kya cuando estén de paseo, ¿de acuerdo? Es una misión de espías, ¿comprendes? 


Ale sonríe de nuevo. Vuelve a abrazar a mi esposo y luego oigo como su vocecita dice esas hermosas palabras que Pedro adora escuchar: —Voy a cuidar mucho de ellas, papá Pero… 


Más tarde, Ale reaparece en mi habitación. Ya está completamente despierto y vestido para el paseo. Le sonrío y enciendo la televisión para que se entretenga, mientras que peino mi cabello. 


—No demoraré mucho, cariño. Sólo arreglaré mi cabello y podremos irnos —aseguro tomando el cepillo de mi mesa de maquillaje. A través del espejo veo como Ale se baja de la cama y se acerca a mí, mirándome detenidamente. 


—¿Puedo cepillar tu cabello? —pregunta con timidez. 


—¿Quieres peinar mi cabello? —indago meramente sorprendida. 


Él asiente levemente, me pongo de pie y camino en dirección a la cama. Me siento en el borde y él sube rápidamente. 


Se arrodilla detrás de mí y comienza a acariciar mi pelo desde la raíz hasta las puntas. Cierro los ojos y disfruto de esa increíble sensación, adoro que me toquen el cabello, es extremadamente relájate y más si mi pequeño lo hace. Le entrego el cepillo y él comienza a peinarme con delicadeza. 


Pasa el cepillo una y otra vez por el mismo lugar y luego encuentra otro gran mechón y realiza la misma acción. Es lo más dulce y bonito que Ale ha hecho por mi hasta el momento.



—Me gusta mucho tu cabello, mamá Paula. —¿De verdad te gusta mucho, mucho? —pregunto echando mi cabeza hacia atrás para darle acceso total a la parte superior de mi cabeza. 


—Me gusta mucho, nunca lo cortes —me pide acariciando mi frente. 


Sonrío y luego regreso mi cabeza en su dirección. 


Lo miro por unos segundos y lo abrazo. Tener a Ale conmigo me hace sentir una persona completamente nueva. Soy otra mujer, otra Paula y es mucho mejor. 


—Prometo nunca cortarme el cabello, entonces, cariño —le aseguro acariciando su carita—. ¿Qué te perece si nos vamos ahora? Tenemos muchos lugares que recorrer…




No hay comentarios:

Publicar un comentario