miércoles, 18 de octubre de 2017
CAPITULO 66 (TERCERA PARTE)
Miro a mis hijos y suelto un suspiro. Todo es mejor cuando ellos están conmigo.
No importa lo que me suceda, si ambos están a mi lado, no hay nada que pueda destruirme por completo. Es increíble como cambiaron las cosas.
Nunca fui capaz de imaginar a una Paula así, nunca me imaginé siendo madre, y ahora que lo soy, me digo a mi misma que fui una estúpida todos estos años. Ser madre es lo mejor que puede pasarle a cualquier mujer en el mundo, solo necesitas abrir tu corazón y entregar tu alma a ese sentimiento que jamás tendrá una explicación.
Kya está dormida en mis brazos y Ale está cambiando los canales de la televisión. Lo he regañado unas tres veces para que baje el volumen y él lo ha hecho a regañadientes.
No puedo negarlo, soy una mujer afortunada, siempre lo seré si ellos están conmigo. Mi familia.
Solo han pasado un par de horas desde que regresé de ese lugar y lo único que quiero hacer es estar con mis hijos. No he visto a Pedro aún, pero sé que él y Lucas están juntos en alguna parte.
—¿Papá Pedro regresará? —indaga mi pequeño, sin apartar la mirada de la pantalla de plasma. Acaricio la frente de mi princesa y luego sonrío.
—Claro que regresará, hijo —aseguro con la mejor de mis sonrisas—. Él y el tío Lucas deben estar regresando.
—¿Cuándo volveremos a casa?
No sé qué decir, pero tengo que responder.
—Pronto —digo no muy convencida—. Volveremos a casa muy pronto, cariño. Tenemos muchas cosas que hacer. ¿Lo sabes, cierto?
—¡Lo sé! —grita emocionado y luego cubre su boca rápidamente al ver que casi despierta a su hermana—. ¡Comenzaré la escuela y clases de fútbol!—susurra emocionado.
Me rio levemente y me muevo unos cuantos centímetros para acostarme a su lado.
—Sabes que te amo, ¿verdad? —pregunto mientras que acomodo a Kya en medio de ambos. Mi pequeña no se mueve ni un solo centímetro, la cubro con su edredón rosa y luego veo como ese piquito adorable se forma en su boca. Sonrío y acaricio a Ale—. Soy tu mamá pase lo que pase.
—Te quiero, mamá Paula —susurra poniéndose de costado.
Comparte el edredón rosa con su hermana y noto como comienza a cerrar sus ojitos. Es mi niño, es mi hijo y siempre lo será. Ale apareció en mi vida para darle sentido a todo lo que me rodeaba.
—¿Ale? —pregunto segundos después. Ha cerrado sus ojos, pero sé que no se ha dormido. —
¿Qué? —pregunta con el tono de voz apenas audible para no despertar a su hermana.
—¿No crees que soy la mamá más hermosa de todas?
Hay unos cuantos segundos de silencio y luego una sonrisa en sus labios.
—Sí —susurra—. Eres la mamá más hermosa, mamá Paula —asegura.
Sé que solo lo estoy molestando, pero me encanta jugar con él de esta forma.
Apoyo el peso de mi cuerpo sobre mi brazo, me inclino hacia él y beso su frente, ahora si lo dejaré dormir. Beso a Kya también y me acomodo para descansar un poco. Necesito olvidarme de todo por un momento.
Estoy agotada, no he dormido casi nada desde que todo esto sucedió y solo quiero estar así, al lado de mis hijos, aunque sé que todo sería más perfecto si Pedro estuviese aquí...
CAPITULO 65 (TERCERA PARTE)
—¿Estás segura? —pregunta Pedro antes que crucemos las puertas de la sala de estar. No sé si es lo correcto, quiero hacerlo, pero al mismo tiempo tengo miedo. Necesito esto, necesito saber que soy valiente.
—Quiero que regreses a casa con los niños —le pido, acercándome más de lo necesario. Es nuestra burbuja, solo nosotros dos y no quiero que nadie más interfiera. Él me mira con el ceño fruncido, sé que no le gusta para nada lo que le estoy pidiendo, pero no dejaré que se quede aquí. Es algo que debo hacer sin él a mi lado—, quiero que regreses a casa con nuestros angelitos, Pedro.
—No haré eso. —Necesito quedarme aquí con mi hermano. Es algo de ambos y estaré más tranquila si tú estás en la casa con nuestros hijos. Necesito que me entiendas —vuelvo a decir.
Sé que va a escucharme. Sabe que tengo razón.
Suelta un suspiro y luego deposita sus labios en mi frente por más de diez segundos, no quiere irse, pero debe hacerlo.
—Está bien. Prométeme que llamarás si algo sucede.
—Lo prometo —digo en un leve murmuro—. Llamaré si algo sucede. Regresaré a la casa en un par de horas.
—Cuídala, por favor.—dice Pedro en dirección a Lucas que está a unos metros de distancia.
Él asiente y luego Pedro se despide con un beso.
Me quedo unos segundos observando cómo camina en dirección a la puerta y desaparece. Suelto un suspiro. Él no estará aquí, pero Lucas no va a dejarme sola. Necesito esto.
Ambos los necesitamos.
—¿Segura que quieres hacerlo? —pregunta tomando mi brazo levemente.
Asiento con la cabeza y dejo que él me guie entre la gente que viste de negro. Algunos lloran, otros simplemente ven el suelo, pero al entrar al cuarto veo ese ataúd ahí y siento como el aire me falta. Es un miedo que me despierta, que hace que sienta algo helado en mi vientre, pero es algo que puedo superar. Tomo del brazo de Lucas y trato de no mirar demasiado, pero no puedo apartar la mirada aunque quiera.
Ahí está ese hombre, dentro de esa caja está mi padre biológico, el que estuvo con mi madre, el que la conoció, el que tiene recuerdos de ella. Él no me dio nada y al mismo tiempo fue el causante de que yo lo tenga todo.
—¿Cómo te sientes? —pregunta en un murmuro.
—Estoy bien —respondo por lo bajo—. Solo estoy un poco incómoda.
Él se pone a mi lado. Me rodea la cintura con ternura y luego observa a todos los que están en la habitación.
—Si alguien se acerca a ti y te pregunta alguna cosa, no respondas. No hagas nada. Son solo estúpidos, buscan problemas. No saben lo que sucedió realmente.
—No comprendo.
—¿Ves esa mujer que está al lado del ataúd?—susurra.
Busco con la mirada y la encuentro de inmediato. Tiene el cabello castaño, esta vestida toda de negro y oculta sus ojos debajo de unos lentes oscuros—. Ella es mi madre, tu no le agradas en lo más mínimo. Te odia por completo y no debe saber que tú eres Ana, ¿comprendes?
—¿Ella es tu madre? —pregunto completamente sorprendida.
—Ella es mi madre, pero no me llevo bien con ella y esa es otra historia.
Asiento a modo de comprensión. Sé que él no va a querer decirme nada más, y lo acepto. Me sucede lo mismo con respecto a Carla. Cada vez me sorprende lo mucho que Lucas y yo nos parecemos. Tenemos más cosas en común de las que imaginaba.
—¿Cómo te sientes tú? —se me ocurre preguntar.
No sé qué es lo que hago aquí, no sé si es lo correcto, pero en este momento solo estoy siendo fuerte, estoy enfrentando mis miedos y lo más importante: Estoy apoyando a mi hermano en todo esto.
—Como la mierda, Ana… Paula —dice finalmente—. No lo sé, me siento extraño. Sabía que sucedería, él se lo merecía, pero… me tomó por sorpresa.
—Tú lo querías mucho —aseguro—. Me encantaría poder apoyarte y decirte cosas hermosas, pero no soy buena para eso, Lucas.
—No quiero que digas nada —responde. Se mueve rápidamente y me abraza de manera inesperada. Cierro los ojos y descanso mi cabeza en su pecho, mientras que escucho los latidos de su corazón—. Tú eres lo único que necesito ahora…
—Lucas —dice una voz desconocida, suelto un suspiro y me preparo para lo que se vendrá.
—Joder…
Me aparto de mi hermano y miro a esa mujer. No le grado, y aún no sabe quién soy realmente.
—¿Nueva amiga? —pregunta en dirección a Lucas, luego me mira de pies a cabeza con desaprobación.
—¿Qué mierda te importa? —brama él con muy mal humor. Tomo su brazo a modo de advertencia y trato que se controle—. ¿Qué vienes a hacer aquí? ¿Eres la ex viuda dolida y triste?
—Todavía no me has dicho quién es ella, hijo —responde la mujer con una falsa sonrisa.
Me cruzo de brazos y siento como Lucas me rodea la cintura una vez más. Lo hace a modo de protección, quiere sacarme de aquí, pero sé que debemos enfrentarnos a esto.
—Soy Paula Alfonso—murmuro tratando de parecer segura.
—¿Alemana? —pregunta quitándose los anteojos. Veo su ceño fruncido, pero aun así parece segura. No sé qué quiere lograr con todo esto, pero ahora sé que solo quiero salir de aquí.
—Inglesa —le digo—. Mi esposo es alemán.
—¿Qué quieres? —interfiere Lucas con cara de pocos amigos.
—A mí también me duele todo esto, Lucas. Yo amé a tu padre a pesar de que él fue un…
—Vámonos, Paula —me dice, caminando rápidamente hacia la salida más cercana.
No hago preguntas, no digo nada. Solo lo sigo y siento como su agarre se intensifica al paso de los segundos. Salimos al jardín trasero y el suelta un insulto tras otro, mientras que yo cierro las puertas dobles para que tengamos más privacidad.
Es un lugar hermoso, lleno de verde, de flores, de paz… Es lo que él necesita en este momento.
—Cálmate —le pido.
—¡No quiero calmarme, mierda! —grita pasando sus manos por su pelo una y otra vez—. ¡Todo esto es una puta mierda!
—¡No me grites! —reclamo, elevando el tono de voz. Estoy molesta, confundida y cansada —, ¡He bostezado más de diez veces en todo el maldito día, vine aquí para estar contigo y lo único que haces es gritarme cuando algo se sale de control! ¡Puedes irte tú a la mierda, Lucas! —grito antes de caminar a toda velocidad en dirección a la puerta de salida.
No necesito esto, no necesito esos gritos y menos que descargue su furia conmigo.
—¡Vete entonces!
—¡Lo haré, mierda! —chillo a todo pulmón—. ¡Regresaré a Londres y no volverás a verme nunca más en toda tu jodida vida!
—Espera… —dice tomando mi brazo rápidamente. Me volteo para mirarlo a los ojos y ahora si vuelve a ser mi hermano—. Lo siento, joder… No puedo controlarlo —asegura.
Tiene la respiración agitada y parece desesperado.
—Tienes que aprender a controlar esa furia, Lucas. Si no lo haces vas a perderme a mí para siempre y te aseguro que Sofía piensa lo mismo que yo. Tienes que aprender a comportarte, a no descargar tu ira con el que esté delante de ti. Sofía ya te dejó y créeme que no perdonará jamás estas estupideces.
—Lo lamento —susurra mientras que noto como sus ojos se llenan de lágrimas.
Sollozo como toda una estúpida sentimental y dejo que me abrace. A ambos nos afecta esta situación, es un dolor extraño en mi pecho, pero es muy intenso en el suyo. Él conocía a ese hombre, compartió mucho con él, mientras que yo solo sé que ese mismo hombre solo tuvo momentos con mi madre. No sé cómo sentirme exactamente, pero amo a mi hermano y sé que él siente lo mismo.
—Jamás creí que iba a necesitarte tanto —confieso, ocultando mi cara en su pecho.
Siento como él suelta un suspiro, acaricia mi espalda y trata de recobrar la compostura. Lucas no es un hombre de lágrimas, pero sé que soy una privilegiada en este momento.
—Jamás creí que te encontraría —me responde—. Quería encontrarte. Yo te necesito mucho más a ti. Ya no quiero estar solo.
—Eres parte de mi familia ahora…
CAPITULO 64 (TERCERA PARTE)
Cuando preparé mi maleta para venir a Barcelona no se me ocurrió empacar nada de color oscuro. He vestido de negro los últimos diez años de mi vida y hoy, el día en el que es necesario, no puedo, no tengo. Es algo que no tiene sentido, que me parece ridículo. Es como si estuviese prediciéndolo en mi inconsciente.
Evité el negro en este viaje por alguna razón, el negro significa momentos como estos. Me siento patética. Me miro al espejo. Observo mis ojos y las ojeras debajo de ellos.
Paso mis manos por mi pelo lacio para tratar de acomodarlo un poco y luego acomodo el suéter negro que Carolina me ha prestado. Ese vestido que utilicé ayer, ese hermoso vestido no es apropiado para un momento como este, de hecho, ninguna de mis prendas de vestir lo es.
Miro mis jeans claros y mis convers blancas y frunzo el ceño.
No sé qué es lo que encontrare ahí, pero debo hacerlo. La gente me juzgará de todas formas. Acomodo mi camiseta blanca y vuelvo a peinar mi cabello. No me gusta como luzco ahora, pero es lo que soy. Tal vez lo que siempre fui. Pedro abre la puerta de la habitación lentamente y me mira desde el umbral. Quiero hablar, quiero decir algo, pero no puedo. No sé cómo hacerlo. No sé qué es lo que debo decir.
—¿Estás lista? —pregunta suavemente. Asiento con la cabeza y cuando él extiende su mano hacia mí, doy un par de pasos y acorto la distancia entre los dos—. ¿Te sientes bien?
—Sí —logro decir—. No lo sé, me siento extraña —aseguro, mirándolo fijamente.
—¿Segura que quieres ir? —indaga, moviendo su mano sobre mi rostro con delicadeza.
Cierro los ojos y percibo que algo me aprieta el pecho.
Asiento levemente con la cabeza y él besa mi frente. No ha dicho mucho desde ayer, estuvimos toda la madrugada en silencio, mirando el techo de la habitación sin poder cruzar palabra.
Tomo su mano, la prieto levemente y luego ambos nos dirigimos a la habitación al final del pasillo. Oigo las risas de Ale y eso hace que sonría levemente. Mis dos angelitos están con Carolina en el cuarto de Lucas. Abro la puerta y veo a Ale jugando a los videojuegos en la inmensa pantalla de plasma, mientras que Carolina está sentada al borde de la cama, moviendo un juguete a mi pequeña que está completamente despierta y de buen humor. Me acerco a Ale y beso su frente, mientras que él sigue tocando los botones del mando. Sonrío y luego me siento al lado de mi pequeña.
—Despertó hace media hora, señora. Cambié su pañal y ahora está muy contenta —me dice con una sonrisa, pero me pierdo en esos inmensos ojos azules que me ven a mí, solo a mí. Sus labios están cerrados, pero formando ese piquito hermoso que al verlo me dan ganas de besarlo una y otra vez.
Hay algunas burbujitas de saliva, pero a ella no le importa.
—Buenos días, princesa —le digo, tomo el juguete y lo muevo delante de sus ojos un par de veces, pero ella no lo nota, solo está mirándome a mí. Acaricio su manito y la beso unas cuantas veces. Jamás me cansaré de esto—. Mamá regresará enseguida —aseguro hablándole por lo bajo. Es una conversación entre ambas—. Volveremos a casa pronto, cielo —aseguro—. ¿Verdad que si quieres volver a casa?
—¡Quiero volver a casa! —grita Ale, emocionado.
Pedro y yo reímos, luego nos despedimos de nuestros bebés. Le doy unas cuantas instrucciones a Carolina antes de irme, y veo como se ríe levemente. Ya se las sabe de memoria, pero me encargo de recordárselas.
—No preocupéis, señora. Ambos bebés estarán bien —me dice con una sonrisa.
La oigo decir eso y me marcho de la casa de Lucas sintiéndome completamente segura. Mis bebés estarán bien por un par de horas o quizás menos. No sé qué es lo que sucederá cuando llegue a ese lugar.
****
Pedro detiene el coche cuando por fin encuentra algún lugar en el que estacionar. La entrada de esa inmensa casa está repleta de autos por todas partes, es esa misma entrada en la que vi la ambulancia horas atrás, el mismo lugar en el que vi… Cierro los ojos con fuerza y suelto un suspiro. Pedro me observa en silencio, sé que quiere decir y hacerme miles de preguntas, pero no sabe por dónde empezar. No he demostrado nada por todo lo que sucedió, pero la realidad de la situación es que no sé cómo debo sentirme ante esto.
Me duele ver a Lucas sufrir, pero ¿me duele también a mí su muerte? No he encontrado esa respuesta y temo hacerlo.
—¿Estás bien, cielo? —pregunta luego de unos segundos.
Mueve su mano lentamente y la coloca encima de la mía.
Volteo mi cabeza hacia su dirección y me encuentro con esa mirada. No sé qué decirle, pero lo mejor es asentir levemente con la cabeza.
—Estoy bien —aseguro—. Hay que hacerlo.
Nos bajamos del coche y caminamos lentamente sobre el suelo de grava hasta la entrada principal, siento un escalofrío recorrer mi espalda y no puedo evitar voltearme para comprobar que no hay nada ni nadie detrás de nosotros.
Mi mente me traiciona ahora y me traicionará en cualquier momento, lo sé. Recuerdo lo que sucedió con Mariana y mi madre y también recuerdo que sentía presencias cuando estaba sola.
No era mi imaginación, siempre he creído en este tipo de cosas aunque jamás lo admitiría.
Entramos a la casa y vemos gente vestida de negro por todas partes.
Me siento como una pordiosera en medio de tantas gafas y piezas de ropa excéntrica y cara. Mis jeans y mi suéter no dice nada de mí. No me siento cómoda en este lugar. Pedro toma mi mano con fuerza y caminamos por el pasillo hasta llegar a la sala de estar. Veo unas cuantas personas de pie alrededor de algo, doy un brinco, suelto un grito y luego cubro mi cara con mis manos. Me volteo con prisa hacia la salida y siento como las lágrimas comienzan a llenar mis ojos. No podré hacerlo, nunca podré.
—¿Qué sucede? —susurra Pedro espantado. Oculto mi rostro en su pecho y él me abraza sin comprender lo que sucede realmente. Siento sus dudas, sus preguntas, siento su confusión—. ¿Qué ocurre, cielo? —pregunta una vez más, en un susurro sobre mi oído.
Lloro como una estúpida, pero no puedo dejar de hacerlo.
—Hay una cadáver en el medio de la sala de estar, Pedro —lloriqueo como una niñita asustada—. No quiero ver eso, no quiero verlo…
Miles de recuerdos invaden mi mente. Oigo a personas llorar, veo caras repletas de tristeza, siento dolor y un horripilante aroma a jazmines. Es como si estuviese volviendo en el tiempo. Estoy en ese día en el que todo era confuso y nadie quería decirme lo que sucedía, aunque yo entendía ciertas cosas.
—Quiero salir de aquí, por favor… No lo veré, no entraré ahí.
—Cariño… —protesta, tomando mi rostro entre sus manos—, tienes que hacerlo —me dice.
Si, sé que tengo que hacerlo, pero no puedo.
—Esto es diferente, no es igual a lo que le sucedió a tu padre, Pedro —susurro, sintiéndome culpable por hacerlo recordar tan terrible dolor, pero necesito que me entienda.
Me siento extraña, tengo miedo, no podré estar ahí. No puedes obligarme a que lo haga. Pedro suelta un suspiro. Se ha dado por vencido y eso hace que me alivie por completo.
—Voy a hablar con tu hermano y regresare en un minuto, ¿de acuerdo?
—Sí —susurro.
Él me da la espalda y se mete en la sala de estar repleta de gente.
Limpio mis mejillas con la manga del abrigo y luego me cruzo de brazos a la espera de mi esposo.
No puedo evitar mirar a todas partes. No me siento cómoda aquí, observo las escaleras y lo que puedo ver del pasillo del piso superior. Siento como si miles de fantasmas estuviesen revoloteando a mí alrededor. Nunca superé este tipo de cosas.
Cuando el padre de Pedro murió, yo estaba aterrada. Le temía a los ataúdes y a los funerales, pero fingí ser fuerte, fingir ser indiferente y nadie lo noto.
Todo fue una buena actuación, pero nunca fue de verdad.
Soy una niñita, me siento frágil y débil. Elevo la mirada y veo a Pedro y a Lucas asomarse.
Mi corazón se rompe rápidamente al ver a mi hermano así.
Está completamente destrozado y trata de que los demás no lo noten. Luce ese traje negró y… se ve terrible.
No es el mismo de antes, puedo verlo.
Me muevo rápidamente y dejo que el oculte su rostro en mi hombro. Lo abrazo con todas mis fuerzas y acaricio su melena con mis dedos. Él también es un niño, un niño frágil al igual que yo. Tenemos más en común de lo que yo creía.
Él necesita afecto, comprensión, sé que necesita a sus hijas y a Sofía.
—Lo siento mucho —susurro cerrando los ojos—. Me duele verte así, Lucas —confieso.
—Carla Chaves, está aquí —responde, apartándose de mí.
Mis ojos se abren de par en par y otro escalofrío se apodera de mi cuerpo. No puede ser cierto, debo oír mal. Mi madre no puede… No necesito hacer más preguntas, acabo de comprobarlo con mis propios ojos. La veo caminar hacia nosotros. Trae esa impenetrable mirada, ese odio en ella y todo viene directo a mí.
No puedo moverme o tratar de decir algo, solo reflejo sorpresa en mi rostro el ver sus ojos rojos de tanto llanto. Me desconcierto por completo y la veo pasar por mi lado con todo ese atuendo negro.
No me ha mirado más que con desprecio. No perdió su tiempo.
—Espera —digo cuando noto que se dirige a la salida.
Me separo de Lucas y me volteo hacia el lado contrario, pero ella no se detiene, nunca haría lo que le pido o digo. Ella siempre hace lo que quiere.
—¡Carla, espera! —vuelvo a decir, pero ella sigue caminando como si nada.
Mi Paula interior se llena de furia, de coraje, de miedo y también de enfado. Es una mezcla extraña de sentimientos.
Mi cuerpo se mueve sin que pueda evitarlo. Camino a toda prisa detrás de ella mientras que escucho como Pedro y Lucas me llaman.
No me importa, Es momento de acabar con todo esto, llegó la hora de decir todo lo que sé, de enfrentarme a ella como es debido, por primera vez debo de ser valiente.
Por Pedro, por mis hijos, por mi… No va a vencerme esta vez.
—¡Espera —digo, elevando el tono de voz. Estoy a pocos metros de alcanzarla. Corro unos cuantos pasos y tomo de su bazo con fuerza. Carla se voltea con brusquedad apartándose de mi agarre. Esa mirada llena de odio me destroza, porque es mi madre en cierta forma, me destroza, pero no me elimina—. Tú y yo hablaremos —aseguro enderezando la espalda. No me importa la manera en la que me mira o el repudio con el que observa mi atuendo, no me importa. Soy mejor que ella y eso lo sé, lo he aprendido.
—No deberías estar aquí —dice secamente.
—Tu tampoco —contraataco—, ¿o sí? Creo que hay muchas cosas que tienes que explicarme, madre.
—No te debo explicaciones —Acomoda su chaqueta y luego vuelve a mirarme de pies a cabeza.
Admito que mi actitud no es la de siempre, no soy perfecta y no lo seré nunca, pero me siento desnuda, como si ella pudiese ver cada una de mis fallas. No quiero ser débil, no esta vez.
—Engañaste a Marcos… —susurro con los ojos cargados de lágrimas otra vez—. Ya sé todo lo que sucedió con Mariana, finalmente pude comprender por qué tu…
—¿Por qué yo qué? —grita dando un paso al frente—. ¿Por qué siempre te odié? ¿Por qué siempre te desprecié? ¿Por qué nunca fuiste nada de lo que quise? ¡Pues, tienes tu maldita respuesta, Ana!
—¡Me odiaste todo este tiempo por algo que nunca tuvo sentido! —grito para defenderme.
—¡Te odié a ti, como también odie a tu madre!
—No hables de mi madre —interrumpo rápidamente.
—¡Tu madre era una maldita perra que se acostó con cuanto hombre que se cruzó en su camino, querida! ¡Milán, fue uno de los muchos!
Suelto una risita sínica porque sé que no vale la pena. Acabo de notarlo.
—Tú eres la que se acostó con otro estando casada y tuviste una hija fuera del matrimonio, Carla! —respondo sin apartar la mirada—. ¡Le mentiste a papá toda su vida! —grito perdiendo el control de nuevo—. ¿Cómo pudiste hacer algo así?
—Basta.
—¡No, no voy a parar! ¡La única puta aquí eres tú! —grito señalándola. Sé que va a golpearme cuando su mano se dirige hacia mí, pero logro detenerla. No esta vez, no sucederá de nuevo. Tengo una familia, tengo a mi hijo y ese día en mi casa fue la última vez que se atrevió a ponerme la mano encima. El golpe viene cuando la verdad mata. Eso es lo que creo—. No esta vez —aseguro.
Suelto su brazo con brusquedad y se me escapa una risa nerviosa. Veo la furia en su mirada, quiere acabar conmigo, pero no funcionará. Ya sé lo que tengo que hacer.
—Nunca serás todo lo que crees —asegura.
—No —respondo rápidamente—. Soy mejor de lo que crees, madre —digo con desdén—. Todo este tiempo creí que la mejor manera de acabar contigo era tratando de herirte con palabras, pero estaba equivocada —confieso con la voz entrecortada. Llegó el momento—. Todo este tiempo estuve equivocada y lo admito, ¿y sabes por qué? Porque soy una persona, madre. Cometo errores…
—Deja de decir estupideces —ordena, y trata de seguir su camino, pero la detengo una vez más.
—La única manera de hacerte daño es dándote las gracias —susurro limpiando mi mejilla. Ella frunce el ceño y luego me observa con temor—. Tengo que darte las gracias, miles de gracias por todo el mal que me has hecho, tengo que agradecerte cada uno de tus insultos, tus maltratos, tus palabras. Te agradezco absolutamente todo.
—Cierra la boca.
—¡Gracias, mamá! —grito con una sonrisa—. Gracias por poner en mi camino a un hombre maravilloso, por darme un padre dulce y que me ama como si fuera su hija de verdad, gracias por hacerme fuerte incluso cuando era débil… Te debo las gracias, porque tú has encaminado mi felicidad —aseguro. No quiero llorar, pero lo hago. Nunca lo había visto así, pero ahora todo tiene sentido—. Tengo un esposo maravilloso, que me ama, que me trata como una reina… Tengo dos hijos preciosos, Carla… ¿y tú? ¿Qué tienes tú?
—No te atrevas a seguir hablando —pronuncia con la voz temblorosa.
—Tú no tienes nada.
—Basta.
—Te has quedado sin hijos, sin un esposo, sin cariño… ¿el dinero? Si, tienes mucho dinero, pero, ¿de qué te sirve? Estás sola. Me das mucha pena, madre.
Sonrío una vez más, mientras que ella se queda en su lugar viéndome perpleja. No ha cambiado su postura, pero sé que mis palabras fueron ciertas y también sé que le hice comprender muchas cosas.
Puedo decir que me siento en paz conmigo misma, con todos esos fantasmas que alguna vez me han atormentado.
Me deshice de ella dándole gracias por encaminarlo todo.
Ella jugó un papel importante en todo esto y ahora lo comprendo. Ya no tengo más que decir, ni que reprochar.
Ella pagará viéndome ser feliz con mis hijos, mi esposo, mi padre y todos los que quiero que estén cerca.
Ella jamás tendrá nada de lo que tengo y eso me reconforta.
Ella merece un castigo por todo lo que ha hecho. Parpadeo un par de veces y veo a mi hermano y a mi esposo parados al pie de la pequeña escalera de entrada.
Ambos me observan con seriedad, pero le sonrío a ambos y corro a abrazar a mi esposo.
Él baja los cuatro peldaños de mármol y abre sus brazos de par en par.
Me lanzo hacia ellos y cierro mis ojos con todas mis fuerzas cuando siento que sus bazos me rodean.
Me siento nueva, me siento liberada, me siento perfecta en un estado completamente imperfecto. Me siento viva realmente. No sé cómo definirlo, me siento libre…
—Te amo —susurro, abrazándolo con todas mis fuerzas—. Te amo con todas mis fuerzas, Pedro Alfonso —aseguro, y beso su mejilla una y otra vez.
—¿Qué clase de besos son esos? —pregunta, rodeando mi cintura con sus manos.
Me rio levemente, tomo su rosto y beso sus labios por unos cuantos segundos. Extrañaba esto, extrañaba ese tipo de besos. Nunca me sentí tan bien con un beso así.
—Ya, apártate —dice mi hermano, moviendo a Pedro a un lado—. Parece que te la vais a comer —murmura de mal humor.
Me rio de nuevo y lo abrazo a él también. A pesar de todo, es un momento hermoso
—A ti también te quiero —susurro con la cara en su pecho.
—Te necesito, te necesito mucho —asegura. Siento su dolor, su arrepentimiento, y no puedo hacer mucho más. Solo lo abrazo para poder contenerlo, pero soy consciente que no es suficiente—. Necesitas a tus hijas, Lucas. Necesitas solucionar todo con Sofía, la amas y no lo sabes.
—Joder…
—Me quedaré contigo todo lo que pueda, pero tienes que acomodar tu vida. No quiero que sigas así, por favor —imploro.
—Lo prometo —susurra—. ¿Vas a entrar a despedirte? —indaga por lo bajo.
—No —respondo—. Le temo a los cadáveres —confieso como una niñita.
—Está cerrado —me informa—. No verás nada. Solo quiero que no te arrepientas después.
Agacho la mirada y coloco algunos mechones de pelo detrás de mi oreja. Lucas toma mi mano y Pedro acaricia mi espalda dulcemente. No sé qué hacer. Tengo que tomar una decisión, tengo que hacer esto. Acabo de liberarme de mi madre y sé que ahora debo liberarme de este miedo estúpido.
—Está bien…
—¿Qué clase de besos son esos? —pregunta, rodeando mi cintura con sus manos.
Me rio levemente, tomo su rosto y beso sus labios por unos cuantos segundos. Extrañaba esto, extrañaba ese tipo de besos. Nunca me sentí tan bien con un beso así.
—Ya, apártate —dice mi hermano, moviendo a Pedro a un lado—. Parece que te la vais a comer —murmura de mal humor.
Me rio de nuevo y lo abrazo a él también. A pesar de todo, es un momento hermoso
—A ti también te quiero —susurro con la cara en su pecho.
—Te necesito, te necesito mucho —asegura. Siento su dolor, su arrepentimiento, y no puedo hacer mucho más. Solo lo abrazo para poder contenerlo, pero soy consciente que no es suficiente—. Necesitas a tus hijas, Lucas. Necesitas solucionar todo con Sofía, la amas y no lo sabes.
—Joder…
—Me quedaré contigo todo lo que pueda, pero tienes que acomodar tu vida. No quiero que sigas así, por favor —imploro.
—Lo prometo —susurra—. ¿Vas a entrar a despedirte? —indaga por lo bajo.
—No —respondo—. Le temo a los cadáveres —confieso como una niñita.
—Está cerrado —me informa—. No verás nada. Solo quiero que no te arrepientas después.
Agacho la mirada y coloco algunos mechones de pelo detrás de mi oreja. Lucas toma mi mano y Pedro acaricia mi espalda dulcemente. No sé qué hacer. Tengo que tomar una decisión, tengo que hacer esto. Acabo de liberarme de mi madre y sé que ahora debo liberarme de este miedo estúpido.
—Está bien…
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)