sábado, 2 de septiembre de 2017

CAPITULO 29 (PRIMERA PARTE)






Estoy completamente molesta, disgustada, estoy decepcionada con Pedro y conmigo misma. Todo lo que había planeado en mi cabeza no salió como yo me lo esperaba. Quiero gritar, pero sé que será en vano. Solo debo intentar tranquilizarme. No creí que sucedería esto, pero es obvio que Pedro no cofia en mí, no tiene fe suficiente como para imaginarse que yo hice ese maldito pastel. Eso me molesta por sobre todas las cosas. A veces creo que es como mi madre, jamás haré algo bien.


Creí que todo sería diferente. Se suponía que debía cortar el pastel, él lo comería y luego iríamos a la habitación a hacer lo que tengo deseos de hacer, pero no, en cambio estoy sola en el jardín trasero sintiéndome como una completa idiota por una estúpida rabieta por causa de sus dos palabras tontas y sin sentido. Ocasionalmente creo que es en vano arriesgarlo todo, tal vez no funcionará del todo. Él no tolerará mi carácter por mucho tiempo y yo jamás pienso cambiar mi forma de ser, todo se complicará y esta situación acabará de la peor manera.


–Paula… –Murmura Pedro a mis espaldas tomándome por sorpresa.


–Vete, Pedro. – ordeno sin siquiera mirarlo. –Quiero estar sola.



Percibo que se acerca, está detrás de mí a muy pocos centímetros. Su mano toma mi brazo con delicadeza y hace que me voltee a verlo. Nuestras miradas se encuentran y noto que se siente mal, disgustado, arrepentido. Oh, sí, ahora ya sabe lo que hizo.


–Las chicas ya me lo dijeron. – Comenta implorándome con la mirada que no ignore sus palabras, pero la Paula malvada dentro de mí me dice que no debo hacerlo, que no debo dejar que sea tan fácil. No soy así, nunca lo fui y jamás lo seré.


–Paula, cariño. ¿Podemos hablar? –Me cuestiona con la voz cargada de dulzura. Mi Paula interior sonríe. Oh, sí, justo así lo quiero.


–Estoy muy molesta contigo.


Frunce el ceño.


–Lo sé. ¿Podemos hablar sobre esto? –Musita suavemente mientras que eleva mi barbilla para que lo mire. No sé qué hacer. Siento que todo el enfado se esfumó, pero no quiero hacerlo fácil. Él puede corromper mis emociones con solo una mirada y eso me asusta. Esto está creciendo muy rápido y siento que en cualquier momento ya no cabrá dentro de mí y tendré que soltarlo al mundo. Aun no estoy lista.


–Me levanté temprano, no fui de compras, arruiné tres preparados, rompí cuatro huevos en el piso, me ensucié el vestido, el cabello, casi quemo el maldito pastel, salí en busca de ese delantal, compré la manga de plástico para hacer tu crema favorita, no me detuve en todo el maldito día… –Exclamo a modo de reproche. – ¡me rompí una uña! –Grito enseñándole mi dedo meñique. Veo que sonríe, pero luego su expresión se vuelve seria. –Y tu solo me dices ‘copaste pastel’ ¡Es ridículo!


–Paula… cariño.



– ¡Estoy muy enojada!–Gruño. Él me toma entre sus brazos y luego acerca sus labios a los míos de manera completamente inesperada. Atrapa mi labio inferior, lo muerde y rápidamente comienza a devorar mi boca. Tardo unos segundos en reaccionar, pero luego me dejo vencer. A mi Paula interior no le gusta que sea tan débil, pero no me importa. Muevo mis manos y acaricio su cabello. 


Rápidamente comienzo a sentir como todo el esfuerzo por seguir enojada comienza a cesar. Ahora estoy bien.


–Lamento ser un idiota, Paula. Lamento no haberlo notado, lamento que te hayas molestado y sobre todas las cosas lamento que estas cosas sucedan por mi culpa. –Expresa tomando mi rostro entre sus manos. Con su pulgar recorre mi labio inferior y luego vuelve a besarme.


Oh, sí. Me gusta que lo haga, quiero que me bese, quiero volverme loca y perder el sentido. Siento como cada parte de mi cuerpo comienza a sentir calor. No me importa si necesito respirar, su beso me roba el aliento, pero prefiero morir en su boca a dejar de besarlo. Besa tan bien… jamás me lo había planteado de esta manera. Nuestras bocas encajan a la perfección.


–En estos últimos días, besarte se volvió adictivo, Paula. –Me confiesa y devora mis labios otra vez. Los besos parecen no tener fin, pero no me quejo, me encanta que haga esto. Cada vez estoy menos molesta. – ¿me perdonas? ¿Podrás perdonar a este tonto? –Me cuestiona señalándose a sí mismo.


Sonrío y beso la comisura de sus labios.


–Te perdono.





CAPITULO 28 (PRIMERA PARTE)






Observo mi creación casi finalizada y sonrío ampliamente. 


No puedo creer que lo hice. No puedo creer que luego de cuatro míseros intentos, al fin logré hacerlo de la manera correcta. Estoy cansada, lo admito, he sufrido por muchos minutos intentando hacer la preparación correcta, pero luego de intentarlo una y otra vez, por fin lo hice.


Mis mucamas me miran sorprendidas. Si, lo sé, tampoco se esperaban esto de mí. Ellas estuvieron todo el día limpiando mis desastres. Derramé harina por todas partes, manché la mesada con chocolate más de cuatro veces y rompí tres huevos en el suelo haciendo el preparado. Sigo siendo un desastre, pero lo bueno es que Pedro no está aquí para ver eso. Solo degustará del pastel.


Sé que le gustará mi sorpresa, es algo que jamás creí que haría. Espero que el pastel esté perfecto.



–Aquí están las fresas, señora. –Dice Andy entregándome un tazón con fresas frescas y de gran tamaño. Raramente se lo agradezco con una sonrisa. Las tomo y luego escojo una. 


La observo fijamente y luego de comprobar que es perfecta, la coloco en el centro del pastel repleto de chocolate. Miro con detenimiento mi creación y siento que aún le falta algo. 


Claro, ya lo sé. Corro al refrigerador y lo abro rápidamente. 


Es extraño, jamás había abierto el refrigerador. La heladera está cargada de porquerías que no sé para que sirvan. 


Busco el envase de crema batida, y recuerdo cuando Adrien y yo lo usamos en la cama… mmm… no, Paula, ahora no. Lo tomo y luego hago circulitos de crema batida alrededor de todo el pastel. No salieron tan hermosos como los del chef el día de ayer, pero aun así, se ve perfecto.


Miro el reloj y luego me observo a mí. Mi aspecto es desastroso. Tengo manchas de chocolate por todos lados y mi cabello está enmarañado y para nada suave. Sé que aun tengo tiempo, pero quiero sorprenderlo.


–Ordenen todo este desastre. El señor Alfonso estará de regreso en unas horas. Quiero que todo este impecable. –Le digo rápidamente a las dos chicas. Ellas asienten con la cabeza tímidamente, tomo mi celular y luego salgo de la cocina. Todo tiene que ser perfecto. Subo las escaleras y me dirijo rápidamente hacia mi habitación.


Me doy una relajante ducha, seco mi cabello, me maquillo y luego corro hacia el vestidor. No sé que ponerme y eso me desespera. Tengo cientos de vestidos, pero presiento que el que escoja para esta noche, debe de ser más que perfecto. 


Quiero impresionarlo, quiero que sea mágico.


Observo cada uno de ellos, pero ninguno logra convencerme, no tengo que ponerme. Me desespero rápidamente. Siempre visto de negro, jamás he usado otro color, a acepción del blanco o el color beige. Quiero cambiar al menos por esta noche.



Encuentro lo que buscaba. Es un vestido que no usé aun y es de color rojo. A Pedro le gusta el color rojo, me lo ha dicho muchas veces. Aprovecho y me coloco la lencería que compramos en el centro comercial aquella vez que ingreso al probador y… no, Paula, ahora no.


Intento calmarme, me visto rápidamente y luego me coloco unos tacones del mismo color que el vestido. Utilizo el lema ‘menos es más’ y no me pongo accesorio alguno. Me maquillo levemente y aplico labial rojo sangre en mis labios. 


Ellos serán mi mejor accesorio. Acomodo mi cabello y con mis dedos hago ondas en el, para que se vea más natural.


Me miro al espejo y sé que todo está perfecto. Sonrío y luego corro hacia la ventana de la habitación. Pedro acaba de llegar. Suelto un gritito y bajo las escaleras a toda velocidad. Me pongo de pie a unos cuatro metros de la puerta de entrada y espero a que baje. Oigo como la puerta del coche se abre. Hay voces y luego el ruido de la maleta de mi esposo moviéndose por el pavimento de la entrada. Mi corazón empieza a latir muy fuerte, lo extrañé, mierda que extrañé pelearme y hacer caprichitos. Al fin sé que todo tiene un sentido. Noto como el picaporte de la puerta se mueve y luego de dos segundos lo veo.


Su mirada se clava en la mia por unos segundos. Sonrío y él también. Percibo que deja su maleta con brusquedad sobre el suelo y luego corre hacia mi dirección. Acelero el paso y cuando elevo los brazos recibo su abrazo y con todas sus fuerzas me eleva por el aire y da un par de vueltas por todo el amplio recibidor. Lo oigo sonreír. Sus labios besan mis mejillas desesperadamente y sus manos acarician mi cintura. Cierro los ojos y disfruto del momento especial, romántico, extraño y dulce. Él me suelta y mis pies tocan el suelo. Mis manos acarician su cara y luego abro la boca para recibir su beso. Mi corazón parece que va a salirse de mi cuerpo, mis piernas tiemblan un poco y me siento completamente emocionada. Muevo los labios, encuentro su lengua y la acaricio con la mía. Su mano izquierda me toma con fuerza, mientras que con la otra mueve mi cabeza a su antojo y profundiza un beso que llega a ser completamente perfecto. Me siento diferente, hay mariposas en mi vientre de nuevo y se porque es. Lo extrañé, lo quiero y sé que es mucho más que eso…


–Te extrañé, mi preciosa, Paula. –Dice en un susurro. Me estrecha contra su cuerpo y me abraza fuertemente. –Te extrañé. –Repite.


–También yo. –Respondo con mi rostro oculto entre su cuello y su hombro.


–Te aseguro que la próxima vez, iras conmigo, cariño. –Vuelve a elevarme por los aires y da otro par de vueltas por el salón provocando que yo ría levemente. Beso sus labios y acaricio su cabello. Está aquí, por fin está en casa. –Por dios, mírate. –Musita observándome detenidamente. –Te ves hermosa. –Sonrío ampliamente porque mi plan resultó y luego lo abrazo. Él hunde su nariz en mi cuello e inhala mi perfume. –Me encanta, por dios, Paula, me encantas.


–Te tengo una sorpresa. -Le digo observándolo directamente a los ojos. Frunce el ceño, pero sonríe.


– ¿Una sorpresa? –Pregunta claramente sorprendido. Sonrío y asiento con la cabeza. Estoy completamente feliz de que todo esté resultando.


–Sí, hice algo que te encantará. –Le informo besando la comisura de sus labios.


Tomo su mano y en silencio lo dirijo hacia la cocina. Quiero que pruebe el pastel rápido así tenemos más tiempo para disfrutar de nuestra habitación. Oh, dios. Lo necesito. Mi Paula interior me pide a gritos un poco de sexo. Me implora desesperadamente a Pedro.


Me coloco detrás de él antes de cruzar el umbral y cubro sus ojos con mis manos. Agradezco llevar tacones altos, así puedo tener más acceso a su cara. Él sonríe y luego camina hacia el frente. Lo guio como puedo y sonrío ampliamente aunque sé que no me ve. Llegamos a la mesada y me acerco a su oreja.



–Debes abrirlos cuando yo te lo ordene ¿de acuerdo?


–De acuerdo, preciosa. –Murmura. Me aparto lentamente y observo que no haga trampa. Aun tiene los ojos cerrados y sonríe ampliamente. Sé que se muere por saber que es.


–No abras los ojos. –Le advierto nuevamente.


–No los abriré, preciosa. –Me dice para que me quede más tranquila. Tomo la otra parte de mi sorpresa y me la coloco encima. Me aseguro de que me veo perfecta y luego me paro al otro lado de la mesada enfrente al pastel. Suspiro nerviosa y luego por fin logro hablar.


–Ábrelos. –Le ordeno. Él lo hace y deposita su mirada sobre mí y el pastel. Parece más confundido que antes, pero le enseño mi delantal y creo que por fin sabe lo que sucede. Llevo un delantal blanco con un enorme corazón rojo en la parte del pecho y dice ‘Te quiero’. Si, lo sé, esa fue una excelente idea. Yo también lo creo. – ¿Y bien? –Pregunto hacia su dirección ya que no me dice nada. Parece como si algo le hubiese comido la lengua.


–Compraste pastel –Afirma.


La sonrisa de mi rostro se borra rápidamente. No puedo creer que acabe de decir eso. ¿Es tonto? ¿Se hace? No lo entiendo. Oh, mierda, ya me molesté. Esto no está para nada bien. ¿Cómo es capaz de decirme eso?


–Acabas de arruinar un perfecto momento, Pedro –Le digo secamente. Desato el moño de mi delantal, me lo quito y luego lo arrojo con furia sobre la mesada.


–Pero… ¿Qué hice ahora?


–Vete a la mierda, Alfonso – Le lanzo una de mis peores miradas y luego salgo de la cocina. Él ni siquiera se movió y tampoco intento detenerme, eso me molesto muchísimo. Me dirijo hacia la puerta trasera de la casa y en el pasillo choco con una de las mucamas.



–Señora Alfonso, lo siento.


No logro a ver cuál de las dos es, pero la coloco en su lugar de todas formas.


–Muévete, maldita sea. –Espeto empujándola hacia un lado. 


Recorro el largo corredor y luego salgo hacia las afueras de la casa. El balcón con vista hacia el jardín trasero y la piscina es el lugar perfecto para olvidarme de todo por un maldito segundo. Me acerco al barandal de piedra y luego apoyo mis codos en el, suspiro e intento tranquilizarme. Ya se me pasará…




CAPITULO 27 (PRIMERA PARTE)





–Conseguí una entrevista de trabajo, aquí en Londres. –Me confiesa, mientras que caminamos de regreso al coche con un helado entre las manos cada uno.


– ¿De verdad? –Pregunto sorprendida. Creí que solo estaba aquí de vacaciones, pero sabía que algo se traía entre manos.


–Sí, es para una importante compañía fotográfica de eventos empresariales, bodas y todo ese tipo de cosas. Es el lunes. Tengo que presentar mi portfolio y me gustaría que algunas de tus fotografías estuvieran en el. –Me informa. – Si tú quieres, claro. –Dice rápidamente.


Sonrío ampliamente. Quiere que forme parte de su portfolio y sé que lo haré, gracias a mi conseguirá el empleo, además sus fotos son talentosas, debo admitirlo.



–Entonces… ¿estás pidiéndome autorización para enseñarle a desconocidos mis fotografías? –Cuestiono con un divertido tono en mi voz. Como lo que resta de mi helado mientras que seguimos caminando hacia el coche.


–Exacto. ¿Qué dices?


Finjo pensarlo por varios segundos y luego volteo mi cabeza hacia su dirección. Parece nervioso y sé que mi silencio está matándolo, pero no seré malvada. He tenido esta idea rondando mi cabeza durante varios días y ahora se como la llevaré a cabo.


–Puedes usar mis fotos, pero tendré que pedir algo a cambio. –Le digo.


– ¿Qué quieres a cambio? –Pregunta con curiosidad.


–Quiero hacer algo especial en algún momento, algo para sorprender a mi esposo, y creo que si consigues el empleo, serías el único que podría ayudarme.


–Creo que sé lo que tienes en mente.


Sonrío y luego ambos entramos al coche. Esta vez conduzco yo. Acelero el motor y la música comienza a asonar.


–Si piensas lo que creo que piensas que quiero hacer, entonces… ¿tu respuesta es sí? –Murmuro con una traviesa sonrisa en mi rostro. – ¿Qué dices aceptas el trato?


–Claro que acepto.