miércoles, 6 de septiembre de 2017
CAPITULO 43 (PRIMERA PARTE)
Los minutos pasan entre copas de bebidas y bocadillos.
Tengo la necesidad de ir urgente al tocador. Necesito un poco de paz. Hay demasiada gente a mi alrededor y demasiado barullo. La cabeza empieza a dolerme, necesito estar tranquila por unos minutos.
–Cariño, iré al tocador y regresaré enseguida. –Le informo a Pedro.
– ¿Todo está bien?
–Todo está bien. –Respondo para que ya no moleste.
Me toma de la cintura, besa mis labios incesantemente y luego me sonríe. No sé que le sucede, pero me ha besado muchas veces en el día de hoy y me siento extraña.
Camino hacia la sección de baños. Mis tacones se hunden en el césped e intento no caerme, pero se me hace imposible. Esto es un desastre.
Tomo las extremidades de mi vestido y lo elevo hacia mis rodillas para no pisármelo. Tropiezo con algo y me imagino cayendo al suelo rápidamente, pero unos brazos me toman con fuerza de la cintura y al elevar la mirada veo a Damian.
Oh, no…
–Al parecer siempre llego cuando estás a punto de caer. –Me dice con una sonrisa burlona. Me enderezo y miro hacia ambos lados para comprobar que nadie haya visto ese desastre.
–Al parecer tú estás en todos lados. –Espeto con sorna. Él se ríe y luego suelta mi cintura.
–Al parecer tú eres algo torpe. –Sisea conteniendo una risita.
–Al parecer tú eres un tonto. –contraataco, moviendo algunos mechones de mi cara de manera exagerada. Clavo mis ojos en su aspecto y observo detenidamente el traje negro que lleva y la cámara de fotos colgando de su pecho.
–Soy uno de los fotógrafos de la boda. –Me dice al ver que observo la Nikon.
–No me dijiste que estarías aquí. –Lo acuso frunciendo el ceño.
–Quería que fuera una sorpresa. –Me dice encogiéndose de hombros. Toma su cámara y me toma una fotografía desprevenidamente. El flash impacta sobre mí y mis ojos se enceguecen por unos minutos. Observa la fotografía y se ríe.
–Es una linda foto.
Siento pasos detrás mí y la mirada de Damian clavada a la persona que se acerca. Estamos debajo de un inmenso árbol y la sombra que produce es algo fría y húmeda. Mis tacones siguen hundiéndose, pero sé que si me volteo, lo veré con mala cara y a punto de cometer una locura. No…
¿Por qué justo ahora? ¿Por qué en un día como hoy? No quiero dar explicaciones, no quiero celos, ni quejas. Todo estaba perfectamente bien…
–Cariño. –Murmura Pedro colocando su mano en mi cintura y atrayéndome hacia si de manera posesiva. – ¿todo en orden? –Cuestiona. Me cruzo de brazos y observo el suelo.
No quiero verlo, no quiero presenciar una batalla de miradas amenazantes que parece interminable.
–Pedro –Murmura Damian a modo de saludo sin moverse de su lugar.
–Damian. –Responde de la misma manera fría y cortante.
Han arruinado lo que empezaba a ser perfecto. Pedro es un tonto celoso y no tiene motivo alguno. No quiero pelear, pero sé que lo haremos de todas formas.
– ¿No tienes fotografías que tomar? –Cuestiona en dirección al pobre chico que lo ve con rencor. Damian, toma su cámara y la apunta hacia nuestra dirección.
Pedro presiona más mi cintura. Me muevo y poso para la fotografía, sonrío lo mas que puedo, pero cuando sé que ya se acabó el estúpido momento de posar, cambio mi cara y hago una mueca de disgusto.
–Te veo luego, nena. –Dice saludándome con la mano.
–Adiós.
Corre hacia la multitud de gente y sigue con su trabajo. Me volteo en dirección a Pedro y antes de que pueda decir algo como protesta por que estaba con Damian me zafo de su agarre e intento seguir mi camino hacia el maldito tocador, pero me detiene tomando mí brazo sutilmente.
–Mira, Pedro, si vas a hacerme una escena de celos o lo que sea, mejor no pierdas tu tiempo. Solo me resbale y me ayudó, nada más. –Espeto duramente sin dirigirle la mirada.
–Lo sé, cariño.
Me detengo en seco claramente sorprendida ¿Qué? ¿De qué demonios está hablando?
Me volteo en su dirección y le demuestro el efecto sorpresa que tiene mi rostro. ¿Lo sabe? ¿Qué sabe? Niego con la cabeza a modo de confusión y me sonríe.
–No comprendo. ¿No vas a hacerme un escándalo?
–Lo vi, Paula. –Sisea con una sonrisa. –Resbalaste y él te sostuvo. No voy a hacerte un escándalo cariño. –Murmura acariciando el dorso de mi brazo con delicadeza. Sonrío abundantemente conteniendo la sorpresa de su reacción.
Coloco mi mano sobre su mejilla y la acaricio también. Es tan perfecto… lo ojeo una y otra vez, contemplo cada centímetro de su rosto y el tiempo parece detenerse rápidamente.
– ¿Hablas en serio? –Indago interrumpiendo mis propios pensamientos.
–Confío en ti, cariño. –Me dice acariciando mi mejilla con la puntita de su nariz.
El enfado y la molestia que sentía segundos atrás se esfuman rápidamente. Es increíble como hace que mi humor cambie de un minuto al otro. Todo es romántico y dulce, pero quiero ir al maldito baño de una buena vez.
– ¿Todo está bien, entonces? –Pregunto para terminar con toda esta confusión.
–Todo está bien. –Me responde. –Ya te lo he dicho, confío en ti, Paula.
–Ahora sí, iré al tocador.
–Claro, nena. –Me responde con ironía, imitando el tono de Damian. Frunzo el ceño y lo regaño con la mirada. Ahora se le ocurre hacer bromas. –Bien, lo siento. –Me indica, claramente divertido por la situación.
Beso sus labios una y otra vez, luego lo veo marcharse de nuevo hacia la multitud de gente que rodea las mesas del banquete. Cruzo lo que me queda de jardín y por fin llego a los elegantes baños ubicados en la parte trasera del imponente y frondoso jardín. Los azulejos son de color piedra y la mesada de mármol se ve adornada con rosas que combinan con el rosto de la decoración del la boda.
CAPITULO 42 (PRIMERA PARTE)
Al fin llego el día de la tan esperada boda. Luego de una semana llena de llamadas, compras de último momento, citas al salón de belleza, encuentros con Damian y Pedro acompañándome a cada segundo, debo decir que los seis últimos días, fueron agotadores. Todo está bien, como dije que lo estaría, siempre sé que las cosas funcionarán y hoy es un día especial. Una hermosa mañana de sábado, ya estoy perfectamente vestida con una bella prenda de diseñador corte imperio color azul marino y pedrería en toda la parte del escote y la espalda. Pedro lo escogió para mí y debo decir que su gusto para el vestido fue exquisito y perfecto. No estuvo conmigo cuando lo compre, pero le envíe tres fotografías de vestidos diferentes y este fue su favorito.
Él lugar que Emma escogió para la boda es hermoso. No es tan elegante y elaborada como la mia, pero será una increíble celebración.
Estamos en el jardín de uno de los hoteles más importantes de Londres. Hay árboles verdes y frondosos que se apoderan de la atención del público por completo. El día es soleado como muy pocas veces en mi amada ciudad y la decoración es sencilla, pero elegante.
Las sillas están ubicadas del lado derecho y del izquierdo.
Son blancas de madera y la combinación de colores verdes y tonos rosas invade por completo el lugar. Hacia el horizonte se puede observar un gran lago artificial con aguas verdes que conforman estanques perfectos y decorativos para el terreno y la ocasión. Todo es muy natural y la sencillez es la presencia máxima de la boda. Es muy al estilo de Emma y Stefan. Son una pareja casi perfecta. Sé que ella será muy feliz y él también. Tienen todo lo que quieren y se aman… ¿me pregunto porque no disfruté al cien por cien el día de mi boda? ¿Por qué me preocupe mas por cómo me veía de lo que sentía? ¿Por qué fui tan tonta? Espero que la hermana de Pedro lo disfrute más que yo.
Todos los invitados se ponen de pie. Stefan, el novio, sonríe ampliamente y no parece para nada nervioso. Estar en primera fila tiene sus ventajas. Mi suegra está a mi lado y parece muy emocionada. No puedo creerlo, la vieja arpía tiene sentimientos después de todo. No le agrado, pero sé que lo haré algún día. Volteo mi cabeza en dirección a las últimas filas de invitados. Veo a Tania, la hermana menor de Pedro, vestida con una prenda rosa pastel y carga el ramo típico de dama de honor en compañía de uno de los amigos de Stefan. Ambos caminan hacia el altar y se posicionan a un lado. Mi suegra le sonríe a su hija pequeña y ella, al vernos a ambas, nos muestra su amplia sonrisa. Le dedico un saludo con la mano y luego regreso mi atención a la novia. Pedro y Emma están tomados del brazo. Mi esposo se ve tan guapo, tan elegante, tan contento. Su traje negro hace que se vea tan deseable… me encanta el arreglo floral que adorna su chaqueta. La combinación perfecta de Pedro, un traje y su sonrisa. Oh, mi dios. Mi mente se llena de pensamientos pervertidos velozmente y sé que debo detenerme justo ahora. Estaremos en presencia de Dios en solo segundos y debo limpiar mi mente al menos durante la ceremonia.
Por un momento me siento mal. Él señor Alfonso, su padre, no está aquí y sé que eso traerá algún que otro triste recuerdo, pero también sé que desde donde sea que este, está muy feliz por su hija. Oh, carajo. Me estoy volviendo demasiado sentimental últimamente y eso me asusta.
Ambos caminan lentamente, mientras que Laura viene arrojando flores de colores delante de ellos con suma delicadeza y ternura. Todos observan a Emma, su vestido es sencillo, pero bonito, es el típico corte princesa con algún que otro detalle no muy llamativo en la parte del escote, su pelo está suelto y solo lo adornan algunas ondas en las puntas. ¡No trae velo! Oh, eso a Pedro le resultará molesto.
Recuerdo la torpe discusión que tuvimos el día de nuestra boda porque no quise usar un velo. ¿Quiero ver qué me dice acerca de eso ahora? ¿Se molestará con su hermana como lo hizo conmigo? Ha, que ironía.
Pedro sonríe, miro a Stefan y me alegro al ver las lágrimas de emoción en sus ojos. Todo es romántico y hermoso…
Quito mi celular del pequeño y delicado bolso que llevo a combinación con mis zapatos y le tomo muchas fotografías a Pedro y a Emma. Ellos siguen su camino al altar, Daphne llora desconsoladamente y por un momento tengo la extraña necesidad de consolarla. No sé que me sucede, pero poso mi mano en su hombro y con la mirada intento decirle que todo estará bien. Sé que le afecta que su esposo no esté aquí. Por un segundo se me cruza la idea de que Pedro podría no estar algún día y eso me rompe el corazón.
–Lo lamento mucho, Daphne. –Murmuro por lo bajo. –Todo estará bien.
Ella parece sorprendida y clava su fría y distante mirada sobre mí, pero no me responde y regresa su atención a su hija. Pedro le dice algunas palabras a Stefan cuando entrega a su hermana a su prometido. Ella lo besa en la mejilla y luego lo veo desplazarse en mi dirección con una sonrisa de oreja a oreja. Laura permanece a un costado con su cesta de mimbre casi vacía y su impecable vestido blanco. Parece un pequeño angelito. Oh, mi dios, estoy demasiado conmocionada el día de hoy. ¿Qué me sucede? Paula Alfonso no es buena, ni amable, ¿Por qué me comporto como si tuviera sentimientos? ¿Acaso me importan los demás?
Pedro se posa a mi lado y toma mi mano sin decir nada. Lo observo de reojo y sonrío. Me siento completamente emocionada. No sé si es por la canción que acaba de finalizar o si es por los miles de recuerdos que tengo del día de nuestra boda, pero estoy completamente segura de que romperé en llanto en cualquier momento.
–Te quiero, mi preciosa Paula. –Murmura besando mi mejilla sonoramente.
Oh, no. Ahora no.
Debo ser fuerte, debo ser fuerte, se correrá el maquillaje, no debo llorar. No debo.
Contengo mis emociones y sonrío hacia su dirección, presiono su mano con todas mis fuerzas y apoyo mi cabeza levemente en su hombro cuando la ceremonia empieza. El reverendo comienza a hablar sobre todo lo que consiste un matrimonio, lo problemas, dificultades, los buenos momentos, los de dolor, la vida que sigue… por primera vez presto atención a esas lindas palabras que logran conmoverme, el día de mi boda no lo hice y ahora entiendo muchas cosas. Solo escuché lo que me era conveniente, pero ahora es diferente. Es como si estuviese casándome de nuevo o algo similar. No sé cómo explicarlo, sigo confundida y sensible.
– ¿En qué piensas? –Cuestiona Pedro en un susurro leve sobre mi oído izquierdo. Acaricio su mano y luego lo miro.
–Recordaba nuestra boda. –Confieso intentando no llamar la atención de los que me rodean. Sonríe y luego me besa castamente en los labios.
–También pensaba en nuestra boda.
–Ellos serán muy felices. –Afirmo viendo le tierna escena de ambos colocándose los anillos el uno al otro.
–Nosotros también, Paula. – musita prometedor. –Te prometo que nosotros también lo seremos, preciosa. –Afirma con una inmensa sonrisa que llena mi corazón de esperanza y provoca que mis ojos se humedezcan velozmente. Sonrío y beso sus labios de nuevo. Terminamos con nuestro cuento de hadas por al menos unos segundos y regresamos la atención a los novios que son el centro de todo esto. Ya se colocaron los anillos, ahora solo falta el ‘si’ por parte de ambos y el esperado beso.
Agarro mi celular nuevamente y tomo fotos del momento, no sé que mas hacer y necesito estar concentrada en otra cosa porque o si no, lloraré sin motivo alguno. No quiero que los demás me vean llorar, no en un momento como este. No lloré en mi boda y no lo haré aquí.
Ambos dan el sí, veo a Laura llorando desconsoladamente por la emoción en un rincón y al verme me sonríe. Se me parte el corazón. Sus padres se besan y Pedro la llama para cargarla. Ella corre y se lanza en brazos de su tio y llora sobre su hombro en medio del mar de aplausos por parte de los demás.
–No llores, princesa. –Le dice Pedro acariciando su cabello. –Tienes que estar feliz por tus padres, Laura. –Se aferra a sus hombros y seca sus mejillas con el dorso de su pequeña manito. –Tienes que sonreír y estar contenta. –Le dice acariciando su mejilla con dulzura. Al ver esa escena mi corazón se dispara. Pedro será un gran padre algún día. Hoy es un día para todo tipo de emociones. No puedo verla llorar.
–Laura, cariño. –Digo para llamar su atención. Ella me mira y sonríe levemente. –No llores.
Intento ser amable, no me gusta que una niña llore, a veces ella es irritante, pero es solo una niñita y su emoción provoca sentimientos encontrados en mí. Laura me sigue viendo fijamente y por un momento me siento incomoda, ¿Qué estará pensando?
Se mueve y extiende sus bracitos hacia mi dirección para que la cargue. Me sorprendo y Pedro también. Laura y yo jamás hemos sido muy cercanas. Esta es la primera vez que me pide que la cargue en brazos. Pedro en la mezcla de confusión y sorpresa me la tiende delicadamente. La tomo y luego la coloco sobre mi torso. Ella sigue llorando y continúa limpiando sus lágrimas de emoción con su manito. Acaricio su espalda y miro de reojo a Pedro que no deja de observarme con una inmensa sonrisa. Le devuelvo el gesto y acaricio la cabeza de Laura que descansa entre mi cuello y mi hombro derecho.
–Ya no llores, princesa. –Le digo en un susurro. Emma y Stefan comienza a caminar por el pasillo en medio de los invitados, pero se detienen para buscar a su pequeña hija.
Mi cuñada me observa sorprendida al igual que los demás, pero sonríe y sigue su curso de la mano de su esposo. ¿Por qué todos se sorprenden?
–Te quiero, tía Paula. –Murmura con la voz entrecortada rodeando mi cuello con sus bracitos a modo de abrazo. Mi corazón palpita dentro de mi cuerpo y la Paula fría y distante deja de existir por un momento. Sonrío y Pedro acaricia mi espalda.
–También te quiero, Laura. –Respondo dulcemente.
Los demás invitados comienzan a desplazarse detrás de los novios para dar inicio a la recepción de la fiesta en el amplio y hermoso jardín. Pedro me guía lentamente entre la gente hasta que dejamos atrás las cientos de sillas blancas y caminamos por el césped hasta el amplio parque en el que las mesas de color blanco con adornos rosas están ubicadas en diferentes posiciones sobre todo el lugar.
Laura me pide para que la baje y lo hago con cuidado, corre hacia sus padres, los abraza a ambos con fuerza y sonríe.
Le toman fotos a los tres y aplauden. Siento mi brazo acalambrado, por dios, la niña pesa demasiado para tener cinco años, o yo soy demasiado débil. Debería de empezar a hacer ejercicio de nuevo.
Hay una inmensa masa de gente que rodea a los enamorados. Todos están dispuestos a dar sus mejores saludos y deseos a la pareja.
Pedro y yo esperamos impaciente a medida que la multitud se despoja. Observo con el rabillo del ojo a mi lado derecho a lo lejos y reconozco el perfil de Harry Lee, uno de los amigos de Pedro y también de Stefan. Ese chico me agrada.
Es uno de los encargados del inmenso Royal Albert Hall en el que siempre tenemos invitaciones exclusivas para la opera. Me sorprende verlo acompañado por una chica, Harry no es de tener chicas o citas.
Oh, mi dios.
Le doy un leve codazo a Pedro y sonrío en dirección a la pareja que parece algo incomoda y distante. Pedro niega con la cabeza y sonríe.
–No sabía que tenía novia. –Digo con una sonrisa malévola en el rostro.
–Tampoco yo. –Me responde con un gesto de sorpresa.
Ambos observamos disimuladamente a la chica que luce un hermoso vestido color rosa vintage, que incluso a mí me gusta y es extraño porque a mí no me agrada la ropa de los demás, pero debo admitir que su vestido es muy adecuado para la ocasión.
– ¿Qué idea macabra está surcando esa cabecita? –Cuestiona mi esposo en un susurro.
–Macabra no. –Le respondo. –Fabulosa, si.
–Saludemos a mi hermana y luego vayamos a investigas quien es esa pobre chica. –Murmura mi esposo sobre mi oído derecho. Me rio levemente y espero impaciente hasta que por fin podemos saludar a los novios.
Abrazo a Emma y le deseos de corazón que sea muy feliz, luego Pedro hace lo mismo mientras que yo saludo a Stefan que aun sigue conmocionado por la ceremonia. Es un hombre un tanto sensible y me da algo de gracia verlo al borde de las lágrimas.
–Muchas felicidades. –Le decimos Pedro y yo al mismo tiempo. Mi esposo saca un sobre color vino de su bolsillo y se lo entrega a ambos. Oh, mi dios. El regalo, ni siquiera me preocupé por conseguir un regalo para esta boda. Que patética me siento. Bueno. Sonrío como suponiendo saber que contiene ese sobre y finjo que nada sucede.
Seguramente es un cheque.
–Esto es para ambos, de parte de los dos. –Dice entregándoselo a su hermana que lo abraza fuertemente.
Sonreímos y luego de más abrazos y saludos, la recepción de la boda empieza y todos corren hacia las mesas en las que hay diferentes tipos de comidas y banquetes inmensos.
Pedro toma mi mano y caminamos hacia el punto de reunión de todos los locos desesperados por algo de alimento. Es demasiado y hay de diferentes partes del mundo. Italiana, alemana, española y las clásicas comidas inglesas. Es una mezcla impresionante de gente y culturas. Es lo único similar a mi boda.
– ¡Paula! –Exclama esa voz a mi espalda. Cierro los ojos y sonrío fingidamente al voltearme. Barent está aquí. ¡Genial! Me acerco a él al igual que Pedro y el viejo me abrasa fuertemente. –Estás hermosa, querida. –Musita abrazándome. Sonrío y dejo que me demuestre su afecto.
– ¡Qué bueno es volver a verte! –Expreso no tan convencida de mis palabras. Él y Pedro se saludan y luego permanecemos unas cuantos minutos hablando sobre diversas cosas sin importancia. Hago presencia al lado de Pedro como la hermosa y perfecta esposa que soy y hablo cuando la situación lo amerita. A lo lejos veo a Laura correteando con sus primas por parte de su padre y sonrío.
Es una niña adorable.
–Come algo, Paula. –Me dice Barent sugerentemente al ver que aun no he tocado bocado de todo lo que tengo cerca.
–No tengo hambre. –Respondo con una sonrisa. –Gracias. –Espero que deje de fastidiar con eso. No quiero comer, no tengo deseos de nada de esto.
– ¿Te encuentras bien? –Cuestiona Pedro en un leve susurro. Asiento con la cabeza y acaricio su espalda.
–Todo está bien, Pedro. –Le digo con una sonrisa.
–Come algo por favor. –Me pide a modo de suplica de manera sugerente. –Solo un bocado y dejare de molestarte.
–Pero no tengo hambre. –Chillo nuevamente.
Pedro se acerca a la mesa y me trae un bocadillo salado. Lo examino durante unos segundos, pongo los ojos en blanco y abro la boca para que le alimente. Me sonríe, luego deposita el alimento dentro de mi boca con delicadeza. Frunzo el ceño, muerdo el bocadillo y lo trago rápidamente. Ya está, no comeré mas nada, ya estoy satisfecha y espero que Pedro también lo esté.
Sé que se preocupara en vano, pero de verdad, nada me sucede, simplemente no quiero comer.
– ¿No estuvo tan mal, cierto?
–No, no estuvo tan mal. –Confieso a duras penas.
CAPITULO 41 (PRIMERA PARTE)
Las puertas metálicas del ascensor se abren y camino hacia el escritorio de la secretaria de papá. Ella al verme me sonríe con simpatía, pero la ignoro por completo. No necesito falso afecto en mi vida. Ya estoy demasiado a acostumbrada a él y no lo necesito.
–Veré a mi padre. –Le digo sin siquiera preguntarle si él está disponible o no. Como ya lo hice miles de veces, veré a mi padre y no me importa quien este ahí dentro con él. Mi mente divaga en recuerdos de un año atrás. Así conocí a Pedro. Sintiéndome la reina del lugar.
–El señor Chaves no está disponible, señorita. –Dice viendo la pantalla de su computador. Frunzo el ceño y la fulmino con la mirada. Es ignorante e incompetente.
–Señora Alfonso para ti. –Espeto enseñándole mi hermoso diamante que adorna mi dedo anular. Ella se ríe nerviosa y luego toma mi abrigo y lo guarda en el armario. Camino hacia el despacho de papá y abro las puertas de par en par.
Él al verme refleja sorpresa, pero al mismo tiempo felicidad.
Si, lo sé, está viendo a su princesa, soy la luz de sus ojos, es obvio que se pondrá feliz de verme.
– ¡Mi pequeña princesa!–Exclama colocándose de pie. Me acerco a él y lo abrazo fuertemente. Lo extrañaba, hacía mucho tiempo que o lo veía. Solo hablábamos por teléfono y eso no era suficiente.
–Hola papá. –Digo con una sonrisa. Él es una de las pocas personas que saben quien realmente soy. No tengo que fingir cuando estoy con él, puedo ser solo yo, no importa si escojo entre Paula o Anabela. Él siempre me quiere por lo que decido ser. Es mi padre…
Me siento delante de su escritorio y ambos comenzamos a recuperar el tiempo perdido. Papá me menciona todo lo ocurrido con mi madre días atrás. Si, supuse que ella le diría lo irrespetuosa y desconsiderada que fui con ella y haría su típica actuación, pero no me defendí. Sé que tuve la razón en todo lo que dije y aunque recibí un mínimo regaño de mi padre no le tome importancia. Siempre tengo la razón. Mi madre no podrá ponerme en contra de mi padre jamás.
Decido cambiar el estúpido tema de conversación. No quiero pensar en mi madre.
Tomo el pequeño recipiente de mi bolso y se lo entrego a mi padre. Es un pedazo de pastel hecho por mis propias manos. Él lo toma y lo abre, al verlo me sonríe en modo de agradecimiento.
–Compraste pastel, princesa. –Espeta sonriente. Oh, mierda, el también me saldrá con esto. No puedo creerlo. ¿Por qué todos dudan de mis habilidades? Frunzo el ceño y pongo los ojos en blanco.
–No, papá. Estoy asistiendo a clases de cocina y ese pastel fue hecho con estas manitos. –Digo enseñándole mis extremidades con manicura perfecta. Papá parece sorprendido y al mismo tiempo feliz. Toma el tenedor de platico y prueba un bocado. A ver sus expresiones sé que le gusta. Es imposible que no le agrade lo que hago. Él pastel está hecho por mí, es perfecto, delicioso, exquisito. Lo hago todo bien, nada me sale mal.
– ¿Te gusta? –Cuestiono fingiendo nerviosismo. Es obvio que ya sé que me dirá que le encanta. Solo quiero oírlo de su boca, necesito elevar un poco más mi ego.
– ¡Está delicioso, princesa! –Exclama tomando otro poco más. – ¡Tienes mucho talento!
Sí, eso ya lo sabía. Papá sigue comiendo el pastel mientras que platicamos y bebemos delicioso té. Pasan unos cuantos minutos y al ver el reloj sé que tengo que irme. Tengo una nueva clase de cocina y luego almorzare con Pedro. Sé que este día será interesante. Jamás hemos almorzado juntos y solo deseo ver la cara de todos cuando vean a la señora Alfonso, entrando a la oficina.
CAPITULO 40 (PRIMERA PARTE)
Suelto un leve suspiro y abrazo el torso de Pedro fuertemente. Esa fue una noche que recordare para siempre. Elevo mi cabeza y sonrío al verlo despiertó, observándome. Beso sus labios y luego me muevo para colocarme encima de él por completo. Acabo de despertar, pero quiero más. Pedro frunce el ceño y se ríe levemente.
– ¿De nuevo, cariño? –Cuestiona con una sonrisa traviesa.
Parece increíble, pero le digo que no con la cabeza y la dejo descansar sobre su pecho.
–Solo quiero estar así por un tiempo. –Le informo en un murmuro. Este es mi lugar. Oigo los latidos de su corazón, el subir y el bajar de su pecho, siento el cálido calor de su piel cerca de la mia… todo es perfecto.
–Me gusta cuando no peleamos ni discutimos. –Susurra acariciando la curva de mi cintura. Sonrío y beso su mentón con una barba de tres días que lo hace ver mucho más sexy.
–Te prometo que no volveré a hacerte una escena de celos, cariño. –Dice con tono prometedor. Me rio incrédula porque sé que eso no sucederá pero finjo que creo en sus palabras.
–Sé que lo harás de todas formas. Siempre has sido celoso.
–Afirmo. Él se mueve hacia un lado y se coloca a horcajadas sobre mí. Comienza a besar mi cuello y hace que me ría debido a las cosquillas que su lengua provoca en mi piel. Ya lo he dicho, no soy muy buena en las mañanas y sé que en solo una hora, Pedro tendrá que dejarme para asistir al trabajo. –No vayas a trabajar el día de hoy. –Digo cerrando los ojos y haciendo pucheros como una niña pequeña cuando me besa la comisura de los labios.
–Tengo que hacerlo, cariño –Musita acariciando mi mejilla. –Si no lo hago, no tendremos dinero para pagar los gastos de tus tarjetas de crédito. –Dice en un tono alegre y juguetón que me arrebata una sonrisa.
–Tienes razón. –Lo abrazo con mis piernas a la altura de su cadera y hago que su despertar haga presión sobre mi feminidad.
Mientras que besa mis labios recuerdo todo lo ocurrido la noche anterior. Sus prometedoras palabras que fueron cumplidas al pie de la letra. Me hizo gritar como jamás creí que lo haría. Ahora sé que el juego previo es una de mis mejores armas y se cómo aplicarlas. Me abrazo a mí misma.
Mi Paula interior está más que orgullosa de ambas. Todo salió a la perfección como dije que saldría. Siempre lo hago todo bien, sabía que ese plan malvado y pervertido funcionaría. Tuve una de las mejores noches de mi vida.
Estamos superándonos en el aspecto sexual y esto se vuelve cada vez más interesante.
– ¿Por qué no te gusta el sexo oral? –Se me ocurre preguntar cuando el silencio invade la habitación. No sé porque demonios pregunte algo así justo en un momento como este, pero necesito saberlo. Cada vez que meto su miembro en mi boca protesta y sé que yo no soy el problema. Lo hago todo perfectamente bien, es imposible que no le guste lo que hago.
Su expresión se vuelve algo pensativa, como si no tuviese la respuesta a esta cuestión. Sus mejillas toman un ligero color rosa y sé que está avergonzado. Es algo íntimo y personal, pero soy su esposa, es normal hablar de esto.
–Oh, vamos, Pedro. Soy tu esposa no tienes que sentirte avergonzado. –Le digo para que hable de una maldita vez. – ¿Por qué siempre que quiero complacerte me dices que no es necesario? –Cuestiono fingiendo estar dolida. Coloco mi mano sobre mi frente de manera dramática y me arrojo hacia atrás. Ríe y luego me besa, pero no responde.
–Hay muchas facetas de ti que no conozco aun, Paula. –Murmura acariciando curva de mis pechos de arriba hacia abajo haciendo que mis pezones se pongan duros. Estúpido Pedro, lo hace apropósito.
Pongo mala cara y me cruzo de brazos. Esa no es una respuesta. Me fastidia cuando le da demasiadas vueltas al asunto.
–Pedro –Espeto fríamente para llamar su atención. –No me cambies el tema.
Suelta un suspiro y luego se debate consigo mismo entre la verdad y la evasión de su respuesta. Me siento completamente desesperada y curiosa por saber el motivo.
–Me gusta el sexo oral, Paula. –Dice con frustración. –A todos los hombres les encanta eso, pero eres mi esposa y a veces creo que hacer algo así es…
Si, ya sé lo que piensa.
– ¿Vulgar?–Cuestiono frunciendo el ceño. No es necesario que pregunte demasiado, puedo ver a través de sus ojos y es eso lo que cree. No tiene sentido, es sexo oral, nada más.
–Exacto. –Responde con la mirada perdida en algún lugar de la habitación.
–Jamás puede ser vulgar tener sexo oral con tu esposa, Pedro. –Digo con obviedad, mientras que tomo su barbilla y hago que me mire a los ojos. Oh, por dios no puedo creer que de verdad pensara algo así. Acaricio su mejilla para que se tranquilice, me sonríe y luego beso sus labios. No necesito generar una discusión por algo así, es mi esposo y le haré sexo oral quiera o no. No me importa lo que piense.
–Te quiero, preciosa. –Murmura acariciando mi cuello con la puntita de su nariz. Me rio y luego nos besamos por varios minutos. Me siento como si estuviésemos en la luna de miel que jamás hemos tenido. Todo es dulce y romántico, pero sé que debemos de regresar a la realidad.
–Vamos a darnos un baño. Tienes que ir a trabajar. –Digo poniéndome de pie. Estiro su brazo y nos dirigimos hacia la ducha.
Una hora después ambos corremos de un lado al otro de la habitación buscando lo que es necesario para terminar de arreglarnos. Aunque no tengo un empleo, hay miles de cosas que debo de hacer. Necesito un vestido para la boda de la hermana de Pedro, zapatos y miles de cosas más.
Visitaré a mi padre, hace tiempo que no lo veo y luego asistiré a una nueva clase de cocina. Me encanta que a Pedro le entusiasme la idea de que cocine. Al fin siento que haré algo realmente bueno.
Me paro delante del espejo y me coloco los pendientes.
Detrás de mi veo a Pedro intentando arreglarse el nudo de la corbata. Termino lo que hago y me acerco a él. Ajusto el nudo de su corbata y luego lo ayudo a colocarse el saco del traje gris que hace que se vea muy deseable. Beso sus labios, tomo mi bolso y él, su maletín. Bajamos las escaleras a toda prisa y antes de cruzar la puerta de la mansión nos damos un beso de despedida. Es momento de que cada quien tome su coche y escoja su camino.
–Cuando acabe con mi clase, pasaré por ti, así almorzamos juntos. –Grito para que me oiga mientras que rodea su coche. Se coloca los lentes y luego me lanza un beso en señal de aprobación. Abro la puerta de mi coche que está al lado del suyo. Bajo la ventanilla de mi bebe y él hace lo mismo. Ambos encendemos el motor y nos sonreímos el uno al otro.
– ¿Jugamos carreras? –Cuestiono con simpatía. Él me sonríe y luego niega con la cabeza levemente.
–Colócate el cinturón y conduce con cuidado. –Me advierte frunciendo el ceño.
–Bien. –Digo haciendo lo que me ordena. Enciendo el estéreo y bajo un poco el volumen. –Te veo luego.
–Te veo luego, preciosa. –Dice antes de marcharse a toda velocidad.
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