sábado, 9 de septiembre de 2017

CAPITULO 52 (PRIMERA PARTE)




Por fin estoy sola en la biblioteca. Leo un libro animadamente. Ya son las tres de la tarde y solo debo esperar a que Pedro y Laura regresen con la ropa de la niña para que el caos comience. Sé que todo se saldrá de control, pero solo deseo poder soportarlo. No quiero escándalos, ni llanto ni nada de eso. Es solo una niña y sus padres están de luna de miel por no sé cuantos días, imploro a quien sea que no se quiera quedar todo el tiempo con los dos. Eso si me molestaría. También sé que Pedro va a ignorarme por completo. Ella será la reina de la casa durante su estadía y yo pasaré a un segundo plano.


Me siento patética, estoy celosa de una niñita de cinco años. 


De verdad que no tiene sentido.


El coche de Pedro se detiene en la entrada de la casa y sé que el caos se aproxima. Me pongo de pie y decido ir a recibirlos. Bajo las escaleras y la puerta se abre. Oigo un ladrido y gritos. El corazón se me congela y veo como el perro de Laura corre hacia mi dirección y se pone de pie apoyando sus patas delanteras sobre mis hombros, luego de que la puerta se abriera. Cierro los ojos, la boca y hago la peor mueca de disgusto cuando siento su mojada, asquerosa y sobre todo desagradable lengua sobre mi mejilla derecha. No me agradan los animales. Oh mierda, esto no puede estar pasando. Que asqueroso.



– ¡Sal, sal, fuera! –Grito de manera histérica e intento tocarlo lo menos posible. Es un perro peludo, feo y además de eso repleto de gérmenes y enfermedades. El animal se aparta de mí corre hacia la sala de estar. Laura se ríe sin control y corre detrás de él.


– ¡No, Charlie, espera!–Chilla la niñita. – ¡No te subas al sofá, a tía Paula no le gustará eso!


Pedro me mira desde la puerta de entrada de la casa con una sonrisa burlona y llena de satisfacción en su rostro. 


¿Qué planea, ahora? Trae una pequeña maleta rosa con dibujitos de princesas y creo que ese tamaño amerita a demasiada ropa para un solo día. No quiero tenerla aquí más de lo necesario. Eso sería irritante. ¿Cómo se le ocurre traer un perro? ¿En mi casa? ¡Olvídalo!


–Esto será muy divertido. –Canturrea corriendo rápidamente detrás de su sobrina.


–No lo creo. –Me digo a mi misma.


Sé que le encantan los juegos, le encanta sentirse como un niño y me gusta verlo sonreír. Al menos de esa forma no me siento tan culpable. Solo debo de tolerarlo todo y combatirme a mi misma y mi mal humor.


Me dirijo hacia la sala de estar y los veo a los tres jugando animadamente sobre mi hermoso sillón costoso y limpio. 


Frunzo el ceño y al paso de los segundos mi atención se concentra en la hermosa sonrisa de Pedro. Se ve feliz, emocionado. Sé que no debo de arruinar su felicidad. Me gusta verlo así, me hace sentir bien oírlo sonreír. No quiero darle hijos aun, pero al menos puedo dejar que él y su sobrina se diviertan. A la Paula malvada de mi interior no le agrada esto, pero decido ignorar sus muecas y berrinches. 


Soy yo la que tiene el control y no ella. Al fin estoy empezando a sentir algo especial dentro de mí, un cambio diferente. Sé que si lo intento todo resultara de maravilla. Me costará y tendré que luchar con mi mal humor pero debo intentarlo. Necesito remediar este remordimiento que me consume por dentro.



– ¡Ven a jugar, tía Paula!–Grita Laura moviendo su manito de un lado al otro para que los acompañe.


Muevo mi cabeza a modo de negación y recuesto mi peso sobre el ancho y frío marco de la puerta. Pedro comienza a hacerle cosquillas a Laura y más gritos resuenan por la habitación. Una sonrisa se me escapa sin que pueda detenerla. Todo el enfado y la molestia que sentía, se esfumo de un segundo al otro.


Laura se acerca a su tio y le dice algo al oído. El perro ladra y ambos corren hacia mi dirección rápidamente con una sonrisa malvada en el rostro. Mis pies se mueven por instinto propio y comienzo a correr por el pasillo hacia cualquier dirección. Están persiguiéndome y si se trata de cosquillas no podré soportarlo.


– ¡Corre, tio!–Grita la niña emocionada. Acelero el paso y agradezco no llevar tacones el día de hoy.


Voy al comedor y luego rodeo la mesa. Pedro y Laura se colocan al otro lado y me miran expectantes. El can está de su lado y me ladra como advertencia.


–Tienes que rendirte, preciosa. Tenemos el control. –Me informa Pedro sonriendo ampliamente.


– ¡Tienes que divertirte, tía Paula!–Exclama la pequeña niña.


Me muevo alrededor de la mesa y ellos hacen lo mismo. Me acerco lentamente hacia el umbral y cuando menos se lo esperan salgo disparando hacia las escaleras. Laura chilla porque aun no logran atraparme y luego los oigo correr detrás de mí. Entro a mi habitación e intento buscar algún lugar para esconderme, pero soy demasiado lenta y cuando intento escapar, Pedro me toma de la cintura y ambos caemos a la cama rápidamente. Suelto un gritito por el susto y luego percibo como sus labios me besan apasionadamente durante unos segundos. Su sobrina nos ve, se lanza a la cama con nosotros, ambos comienzan a hacerme cosquillas y me retuerzo de un lado al otro para que se detengan. Debo admitir que no creí que podría tener en mi vida un momento tan perfecto como este…


–Te quiero tía, Paula. –Dice abrazándome fuertemente. –Te quiero mucho. –Murmura colocando su cabeza en mi hombro. Cierro los ojos y dejo que todo el afecto que ella siente por mi me afecte. Me vuelvo sensible y por un momento me siento completamente plena. Ya no me siento vacía como alguna vez dije que lo estaba.


–Yo también te quiero mucho, Laura. –Expreso con sinceridad. Si, la quiero, la quiero mucho. Es solo una niña, una pequeña como yo lo fui alguna vez.


La televisión está encendida para hacer algo de ruido. Todos estamos un poco más calmados y mi dolor menstrual comenzó a disminuir. Laura está costada entre su tio y yo y de vez en cuando nos hace alguna que otra pregunta para romper con el silencio, mientras que su perro duerme plácidamente a los pies de la cama. No tengo porque fingir, no necesito ni una máscara, no tengo que estar enfadada, de verdad estoy muy bien así.


– ¿Qué haremos ahora? –Pregunta la pequeña con fastidio. – ¡estoy aburrida! ¡Quiero jugar!


Está más que claro que ya se aburrió de no hacer nada y estoy buscando en mi mente algo que hacer para poder entretenerla y que sea divertido para los tres.


– ¿Qué quieres hacer, pequeña? –Pregunto.


Se encoje de hombros y frunce el ceño.


–No lo sé. Algo divertido. –Responde. No tengo idea de lo que para ella pueda significar divertido y eso lo hace todo más complicado.



Me siento en la cama con una malvada sonrisa en el rostro. 


Se me acaba de ocurrir la idea perfecta y sé que cometeré una locura, porque jamás he hecho algo así, pero por primera vez estoy dispuesta a saber que se siente. Siempre quise hacerlo y este es el momento perfecto.


Tomo la mano de Laura y la arrastro hacia mi tienda de ropa individual. Pedro frunce el ceño y cuando quiere seguirnos para saber qué pasa, lo detengo. Le indico que ponga música y que nos espere a ambas. Esto sepa épico.


– ¡Toma tu celular! –Grito para que me oiga, mientras que desvisto a laura con cuidado. – ¡tendrás muchas fotografías que tomar!


Cuando ambas estamos listas, le ordeno a Pedro que coloque música. Laura sonríe y coloca su manito en su cintura. Bruno Mars comienza a cantar Treasure y abro las puertas de mi tienda individual de par en par para el desfile.


Pedro se queda con la boca abierta cuando Laura y yo caminamos como si estuviésemos en una pasarela hasta la mitad del cuarto. La pequeña luce un elegante moño como los que suelo hacerme para salir, una blusa color salmón, que jamás he utilizado, que le queda como un vestido, tiene mis tacones y los labios rojos a combinación con sus mejillas maquilladas. Le di mis anteojos para completar su look y sé que ella se siente como toda una diva. Pedro se ríe y luego toma su teléfono. Yo sigo luciendo igual con la única diferencia de que solté mi cabello y pinte mis labios. Laura posa una y otra vez como toda una súper modelo para la cámara del celular de Pedro. Me rio al verla y veo como su cachorro la mira extrañado. Solo le hace falta el perrito en manos y una boa de plumas en el cuello para que sea una celebridad por completo.


– ¡Preciosa! –Grita Pedro una y otra vez. Laura no sonríe, finge seriedad y me pone de espaldas y voltea su cabeza en dirección al flash como si estuviese hecha para esto. Mi esposo aplaude y le deposita un beso en la mejilla. Laura sonríe, se acerca y toma mi mano. Ambas le lanzamos un beso a Pedro en el aire y luego regresamos a mi tienda individual.


Vuelvo a vestirla y así pasamos un excelente rato. Laura se prueba la mayoría de mis prendas y dejo que ella escoja la que quiera. Le maquillo nuevamente y le cambio mis zapatos. Todo es perfecto. Pedro se ve divertidísimo y no deja de tomar ninguna fotografía, se acerca a nosotras y nos tomamos selfies una y otra vez haciendo todo tipo de muecas y caras graciosas, los dos besamos las mejillas de la pequeña y luego la abrazamos para las fotos.


– ¡Ven aquí, Charlie! –Grito golpeando mi palma en mi muslo derecho. El cachorro corre en mi dirección. Cierro las puertas de la tienda individual, mientras que Laura se viste de nuevo. Tomo una corbata de Pedro y la coloco en el cuello del cachorro. Se ve completamente adorable. Abro las puertas, Laura y el can salen a la pasarela. Pedro estalla en risas y toma fotografías. Tengo la suerte de contemplarlo desde donde estoy.


–Con esa corbata, conseguirás muchas chicas, Charlie. –Le grita mi esposo al cachorro que parece más que feliz.


Somos como una familia. Comienzo a pensar que así podría ser mi vida si de verdad decidiera pensar en lo que Pedro quiere. Si resuelvo aceptarlo, si logro estar lista, tal vez, en algunos años, tenga a una hermosa mini Paula en la casa, como Pedro lo desea y lo anhela. Tal vez si eso sucede, mi vida sea diferente, sea mejor, tal vez es eso lo que necesito para que mi vida tenga sentido por completo.


Un bebé… ¿de verdad estoy pensando en la idea de tener un bebé?


Cruzo la habitación y me uno a su sesión de fotografías.


–Eres hermosa. –Musita Pedro besando mi mejilla en medio de otra fotografía. –La más hermosa. –Sonrío y dejo que me bese. –Eres mi preciosa Paula. –Dice en un susurro. –Eres solo mia.



Me rio y luego acaricio su barbilla.


–Y tú eres mío. –Aseguro.


–Completamente tuyo. –Me responde con dulzura.


–Eso ya lo sé. –Respondo con altanería. Me besa de nuevo hasta que un abrazo de su sobrina nos obliga a separarnos momentáneamente.



CAPITULO 51 (PRIMERA PARTE)







Llega la hora del almuerzo y los cuatro pasamos al comedor. 


Pedro y su madre hablan plácidamente y escuchan atentamente los comentarios de Laura que es el centro de la atención en el salón. Yo permanezco en silencio oyendo todo detenidamente. De vez en cuando mi suegra me lanza alguna que otra frase que me saca de quicio, pero decido ignorarla por completo y eso la hace enfadar más.


–Hijo, querido. –Murmura con un evidente y fingido tono de preocupación cuando Pedro prueba su comida. – ¿estás alimentándote correctamente? ¿Almuerzas en el trabajo, tesoro? –Cuestiona preocupada mientras que observa de manera paranoica a mi esposo como si intentase buscar algo fuera de lo normal. Oh dios, que no moleste, Pedro se ve igual que siempre, come bien, lo hace todo bien.


–Sí, madre. Me alimento bien. –Responde intentando no parecer grosero. Sé que el a veces tampoco puede lidiar con ella del todo. Es irritante. Hasta cólera me da de solo pensar en ella.


–Que bueno, tesoro. –Dice con una sonrisa. –Tú cocinas para mi hijo ¿verdad, Paula? –Interroga hacia mi dirección. ¿Qué? ¿Cocinar? Esa palabra no está del todo en mi vocabulario y ella lo sabe. Lo hace propósito. –Cuando mi querido esposo, que dios lo tenga en su gloria, llegaba del trabajo, yo tenía toda su comida lista, querida. –Murmura insinuando la perfecta esposa que era. Pedro se ríe por la bajo y luego toma mi mano por encima de la mesa y me acaricia los nudillos con dulzura.


–A Paula no le gusta cocinar, madre y no necesito que lo haga. –Responde con dulzura clavando su mirada hacia mi dirección provocando que no me sienta como una inútil. –Ambos nos alimentamos muy bien.


Daphne me mira de mala manera y luego regresa su mirada hacia el plato de comida.


–No debes de preocuparte por tu hijo, Daphne. Él y yo estamos muy bien. –Digo para ver si logra cerrar su maldita y detestable boca de una buena vez. Espero que mis vagas esperanzas no se desvanezcan fácilmente.



Sé que jamás nos llevaremos bien, ya asumí eso y sinceramente no me importa. Ella no me interesa, yo no le intereso, no es necesario esforzarnos demasiado por sostener este teatrito inservible.


– ¿Qué clase de madre sería si no me preocupara por mi hijo? –Pregunta volviendo a fastidiarme. –Una madre que no trate mal a su nuera, no quiere a su hijo. –Afirma como si su palabra fuese santa. Ah, ya no la soporto, estoy empezando a ponerme nerviosa y en cualquier momento haré una escena.


–Puedo asegurarte que mi madre no trata mal a Pedro. –Le digo secamente y comprendo que no debí de haber dicho semejante estupidez. Bebo un poco de agua y luego dejo mi vaso a un lado y me encuentro con su mirada cargada de frialdad.


Se ríe levemente como si disfrutara de lo que acabo de decir. Si, acaba de encontrar una nueva arma con la que puede intentar hacerme daño.


–Tal vez tu madre no te quiere, querida. –Sugiere sin contenerse.


– ¡Madre! –Exclama Pedro haciendo que la pequeña Laura se exalte, pero simplemente no hago nada, ella no hace nada tampoco. Acaba de vencer esta pequeña batalla, me dejé vencer sin sentido alguno y eso es detestable. Me siento patética y lo peor de todo es que ella tiene razón porque mi madre no me quiere, nunca me quiso y eso me duele muy en el fondo de mí ser, pero nadie puede verlo ni tampoco saberlo. Es un intimo secreto mío que intento reprimir. Soy fuerte, Paula siempre es fuerte ante todo y todos.


–No te permitiré que le faltes el respeto a mi esposa y tampoco dejaré que la hagas sentir mal en mi propia casa, delante de mí. –Dice duramente mi esposo en mi defensa. 


Oh, es aquí en donde hago el papel de esposa pobrecita. Sí, claro. Me coloco mi máscara y finjo estar completamente dolida. Ahora haré que pague por lo que me hizo.


–Ah, abuela, que mala eres. –Cuchichea la niñita con mala cara en dirección a su abuela.



–Pero hijo, querido, solo bromeaba. –Se excusa sonriente y simpática como siempre.


–Pídele disculpas a Paula, madre. –Ordena inmutable mientras que mi Paula malvada sonríe ampliamente y aplaude a los cuatro vientos una y otra vez.


–Pero, hijo, yo…–Balbucea una y otra vez.


–Hazlo ahora, madre, o te pediré que te retires de mi casa en este instante. –Murmura con autoridad.


Daphne se pone seria, parece avergonzada y veo como se traga el nudo de su garganta y también su orgullo. Endereza su espalda y me mira fijamente. Titubea e intenta decirlo, pero nada sale de su boca. Oh, como voy a disfrutar de esto, será memorable. Se lo merece por maldita.


–Lo lamento mucho, querida. –Dice finalmente. Observa a su hijo en busca de su aprobación. Pedro parece relajarse y luego de soltar un suspiro, toma mi mano por encima de la mesa nuevamente y la besa levemente. Sonrío porque conseguí lo que quería, luego me acerco a mi esposo y besos sus labios apropósito. Esto le dejará muy en claro que es mío, solo mío y que me pertenece por completo. Ella al fin entenderá que yo tengo el control aquí.


Minutos después el ambiente de tensión se disipa. Laura juguetea con la comida, luego hace berrinche por no comer sus estúpidos vegetales y Pedro consiente cada uno de sus caprichos. Solo deseo que no se quede en casa, que regrese con su abuela y que ya no me fastidie, no tendré suficiente paciencia como para tolerarla.


Comemos el postre en silencio hasta que la niñita abre su preciosa boquita y arruina un hermoso momento de paz, el único momento que tenia para poder controlarme.



–Tio Pedro ¿puedo quedarme a dormir contigo y con tía Paula? –Pregunta con inocencia. Me atraganto con la ensalada de frutas y bebo un poco de jugo para poder calmarme ¿acaba de preguntar eso? ¡Mierda!


Pedro parece tan sorprendido como yo. La abuela de la niña no hace ni tampoco dice nada para detenerla y me sonríe con malicia. Sabe lo que está haciendo y aprovecha la situación para utilizar a su nieta como peón en su estúpido juego. Esto realmente no tiene sentido.


– ¿De verdad quieres quedarte? –Pregunta Pedro.


– ¡Sí! ¡Quiero jugar contigo y con tía Paula! –Exclama elevando sus bracitos hacia arriba.


Mi esposo me lanza una mirada para preguntarme en silencio que creo de todo esto. Intento ser amable, pero tolerar algo así ya es demasiado. Le digo que no disimuladamente para que nadie lo note. No quiero a nadie fastidiando en mi casa. Quiero paz, silencio y no gritos y risas. La niña parece comprender la situación y voltea su cabecita hacia mi dirección. Se mueve de su silla y luego se sienta en mi regazo sacudiendo todo mi interior. Me abraza y comienza a tambalearse de un lado al otro. Eso solo hace que me altere aun más. De verdad que no tengo deseos de manchar mi ropa por culpa de la niñita fastidiosa.


– ¿Puedo quedarme, tía Paula? ¿Puedo? ¿Puedo? ¡Me portaré bien! –Asegura con desesperación. – ¡Di que si, di que si, di que si! –Grita jaloneando mi blusa de seda de un lado al otro. Suspiro en mi interior, pero sonrío en el exterior. 


A mi Paula malvada no le agrada la idea y se cruza de brazos y hace pucheros, pero no puedo hacer nada al respecto. Es la hora del show. Tengo que fingir, como siempre lo hago.


Paula, prepara tu máscara porque esto será intenso.


–Puedes quedarte, Laura.



CAPITULO 50 (PRIMERA PARTE)




Comienzo a sentír sueño, pero dos leves golpecitos en la puerta de la alcoba me despiertan por completo. Pedro da la orden de que pase y la tal Andy se presenta en la habitación con una amplia sonrisa en el rostro que se borra cuando la miro de mala manera. Ella no me tolera, de verdad que no lo hace y yo tampoco la soporto. Otra insignificante con la que tengo que fingir.


–Señor Alfonso, tiene visitas. –Dice en dirección a MI esposo. Pedro frunce el ceño y luego me mira confundido. ¿Quién mierda viene a interrumpir mi momento de paz?


– ¿Quién ha venido, Andy? –Pregunta con curiosidad, mientras que deja de abrazarme y se pone de pie.


–Tengo órdenes de no decirle nada, la visita me ha dicho que quiere sorprenderlo. –Murmura con una sonrisa. Me pongo de pie luego de que Pedro lo haga, aliso mi blusa de seda y acomodo mi cabello. Tengo que estar lista y hermosa para lo que sea. Algo me dice que una vieja arpía ha venido a visitarnos y debo estar preparada.


Bajamos las escaleras y ahí están ellas. Sonriendo falsamente. Bueno al menos Daphne si lo hace porque Laura sonríe de verdad. Corre y entre grititos se lanza en brazos de su tio provocando que Pedro deje de tomar mi mano para cargarla y hacerla voltear por toda la habitación. Me coloco delante de mi suegra y le sonrío falsamente como ella a mí.


– ¿Cómo estás, querida? –Cuestiona con arrogancia y fingido interés.


–Muy bien, Daphne. –Digo de la forma más amable que puedo. Laura se lanza en mis brazos tomándome por sorpresa y me rodea con sus bracitos y sus piernitas como si fuese un koala. Finjo que me agrada su muestra de afecto y acaricio su cabello.


Contrólate, Paula. Solo, contrólate. Es una niña, no tiene la culpa de lo que te sucede.


– ¡Vine a verte, tía Paula! –Grita colocando sus manitos en mi mejilla.


–Nos vimos ayer. –Le digo con una sonrisa. Ella se ríe y pide para que Pedro la cargue de nuevo.


–Le pedí a la Abu Daphne que me trajera porque te extrañaba, tía Paula. –Murmura con una sonrisita. – ¿me extrañaste, tía? –Cuestiona con inocencia. Miro a Pedro e intento responder rápidamente, pero no, no la extrañé ¿porque lo haría? Es solo una niñita irritante que logra alterar mis niveles de autocontrol. Definitivamente no seré madre jamás y menos si los niños son así como ella.


–Claro que te extrañé, cariño. –Murmuro acariciando su cabello nuevamente.


– ¿No saludas a tu madre, querido? –Riñe mi suegra en dirección a MI esposo. Pedro sonríe y luego corre hacia su madre a abrazarla. Ella sonríe y besa su mejilla, lo cual no me agrada. Es mi esposo, es solo mío ¿Por qué tienen que venir ellas a robar toda esa atención que es mia? Todo estaba perfectamente bien y ellas vienen a arruinar mi domingo con sus sonrisitas. ¡Mierda! Ahora si estoy molesta, pero tengo que ocultarlo, porque se supone que soy la esposa perfecta y debo aceptarlo todo y ser buena anfitriona. 


Solo espero que se queden a almorzar y luego se larguen de mi casa.


–Tio Pedro ¿puedo quedarme contigo y con tía Paula? –Pregunta con una sonrisita. – ¿puedo, puedo, puedo?


No, no y no. no quiero que se quede, quiero que se largue de mi casa ahora.


Pedro sonríe y luego da un par de vueltas en el aire, mientras que ella grita de felicidad. Al verlo así miles de ideas y pensamientos rondan mi cabeza. Pedro quiere ser padre, se como es con Laura y sé que algún día será un excelente papá, pero yo no puedo cumplir con su deseo ahora. Sé que su sobrina lo hace feliz y también sé que un hijo lo haría mucho más feliz, su vida se completaría, pero yo no estoy lista, tengo que hacer que lo entienda, tengo que entenderlo yo también…


–Las invito a almorzar. –Murmura Pedro hacia la dirección de su madre. Si, ahí está. Tendré que soportarlas a ambas incluso en el almuerzo. Genial.


Minutos después todos nos vamos a la sala y bebemos té con galletas hasta que el almuerzo esté listo. Mi suegra y mi esposo charlan animadamente sobre la boda de Emma y comentan todo lo que yo ya sé que sucedió. No faltan en ningún momento los comentarios filosos y agresivos de mi suegra, pero intento ignorarlos. Soy más que ella, puedo comportarme como toda una dama, ella no es nadie, solo lo hace porque es una dolida mujer que no tiene nada mejor que hacer.


–Veo que todo está reluciente e impecable como siempre, querida. –Murmura observando cada detalle de la habitación. Se ríe y luego niega con la cabeza antes de que responda. –Ah, claro, tienes servicio de limpieza, ya que tú no haces la limpieza ¿verdad?



Pedro se ríe y luego me mira de reojo. Frunzo el ceño y busco una buena respuesta pero nada se me ocurre. Mierda, mendiga vieja, me agarró con la guardia baja.


–No quiero que Paula haga la limpieza, madre. –Responde con una sonrisa cargada de diversión en su rostro. Sabe que los comentarios de su madre me molestan y parece divertirse con eso. –Paula es mi princesa, mamá, no necesita hacer nada, para eso está el servicio. –Musita Pedro.


¡Ha! ¡En tu cara maldita vieja!


Mi suegra se ríe y luego me fulmina con la mirada. Si cree que me pondré a limpiar o algo así está completamente equivocada.


– ¿Yo también soy tu princesa, tio Pedro? –Cuestiona la niñita sentada en el regazo de mi esposo.


–Claro, tú y tía Paula son mis princesas. –Responde acomodando su cabello castaño claro.


Laura sonríe y luego lo abraza de manera exagera. ¿Por qué no deja de abrazarlo? Es mi esposo, se supone que tiene que abrazarme a mí. ¿Por qué siempre tiene que estar encima de él? De verdad que esa niña me molesta. Yo tengo que ser el centro de atención y no ella. La detesto, es solo una niñita, pero la detesto.


–Ah tesoro, a veces creo que haces demasiado por ti, por la empresa, por tu esposa. –Dice despechando el titulo que me pertenece sin problema alguno. –Tienes que encargarte de tu casa, de tu empresa y además de eso de ella. –Musita señalándome con burla. Respiro, respiro, respiro. Todo acabará rápido… –En mi época las mujeres se dedicaban a su casa, a su esposo, a que todo estuviese limpio, que su esposo no pase hambre… –Murmura como si recordara viejos tiempos, pero soy yo la que está muriendo por dentro. 
Ella solo lo hace apropósito. –Ahora solo se preocupan por gastar dinero y verse bien…



–Madre… –Dice Pedro en tono de advertencia.


Respira Paula, respira. Puedes superar esto, puedes mantenerlo bajo control, todo te sale bien, respira. Son solo unos cuantos insultos más y se acabará.


Mi celular suena en mi bolsillo trasero interrumpiendo la conversación. Lo quito de ahí y veo en la pantalla una llamada de Damian. Genial. El que faltaba para completar con toda esta situación. Miro incomoda a Pedro y le indico que debo contestar. Mi suegra me mira con detenimiento, pero luego salgo de la habitación y contesto la llamada en el recibidor.


–Hola. –Digo de mala gana.


–Pero que mal humor tienes. –Dice con una sonrisa. – ¿Qué sucedió con el alemán, ahora?


Suelto un bufido y pongo los ojos en blanco.


–No sucedió nada ¿Qué quieres?


–Bien, si vas a matarme por el teléfono, mejor cuelgo y llamo cuando estés mejor. –Murmura al otro lado. Niego con la cabeza e intento calmarme.


–No, lo siento. No estoy de buen humor el día de hoy, pero no eres el motivo. Ya sabes cómo soy. –Oigo como se ríe al otro lado y eso me hace sonreír. –Mi suegra está en casa y no deja de molestarme. –Le digo para que logré entenderme.


–De verdad lo siento. Espero que puedas tener paciencia para soportarla. –Murmura. –La vi en la boda y créeme que tiene cara de bruja.


–Lo es. –Afirmo. –No me digas lo que ya sé y habla de una maldita vez.


Me muevo de un lado al otro en el pasillo y oigo como me relata lo que sucedió con Tania. Aun no puedo creerlo. 


Pedro se pondrá furioso y lo golpeará de nuevo si se entera. 


Me rio y oigo como todo sucedió. Al parecer la hermanita menor de Pedro no es ninguna santa. Besó a Damian cuando la boda acabó. Oh, eso a mi esposo no le gustará.


– ¿Entonces saldrás con ella? –Cuestiono rápidamente.


–Eso creo. –Responde. –Oye es rubia y es muy linda… ¿estás celosa? –Cuestione entre risas.


–Ni en tus sueños. –Digo secamente.


–Bien, solo quería estar seguro de que no te parezco guapo. 
–Asegura.


–No. –Digo nuevamente.


–Bien, tal vez estés ocupada, así que te dejo tranquila.


–De acuerdo. –Respondo. –Fue un placer matar tus esperanzas de nuevo. –Murmuro con malicia. Lo oigo reírse al otro lado.


–Bien ¿nos veremos mañana? –Cuestiona.


Pienso unos segundos y sonrío.


–Sí, nos vemos mañana.


Cuelgo la llamada después del saludo y luego miro algún punto fijo en la pared. Tania y Damian… ¿Quién lo hubiese imaginado? Espero no tener que soportar otra boda Alfonso en un par de años.