lunes, 2 de octubre de 2017

CAPITULO 12 (TERCERA PARTE)





—¿Tienes todo listo, Pedro? —pregunto desde el otro lado de la cocina. El hecho de que todo salga perfecto es muy importante para mí. Sé qué lo niños adorarán todo esto, sé que amarán los juguetes y, sobre todas las cosas, sé qué abrazaré a Ale todas las veces que pueda. 


—Todo está listo, tesoro —murmura Agatha, terminando de asegurar la caja del pastel de fresas—. No debes preocuparte. 


Es la mañana de año nuevo. En la noche de ayer hicimos una breve cena con papá y Agatha, sólo éramos nosotros cuatro y nuestra pequeña Kya, fue divertido y especial. Nada extravagante y ruidoso. Estuvimos casi todo el día horneando pasteles y cupcakes para los niños. Sólo veo cajas y cajas blancas de pastelería sobre las mesadas. Hay más de doscientos cupcakes de todos los sabores y glaseados. 


Pedro me ha ayudado más de lo que podría imaginar y fue realmente entretenido. Se ha comportado como el mejor esposo. Es realmente comprensivo y sigue todas mis indicaciones. 


—¿Podrías bajar eso por mí, cielo? —pregunto señalando con mi dedo una caja repleta de servilletas de papel con dibujos que sé qué a los niños les encantará. Él se acerca a mí, posa una de sus manos sobre la curva de mi trasero y luego se estira para tomarlo. Cuando me entrega la caja me sonríe con picardía. Puedo saber lo que está pensado y eso hace que me sonroje. 


—Tengo muchos objetos que puedo lanzarte a la cabeza, Alfonso —murmura mi padre intentado parecer distante y frío—. No te pases de listo, porque puede ser tu esposa, pero sigue siendo mi pequeña princesa —asevera sonando realmente amenazante, pero sin perder esa pizca especial que sólo papá puede lograr.


Pedro y yo estallamos en risas, me toma entre sus brazos y me besa por unos pocos segundos. 


—Tu padre y yo llevaremos las cajas al coche —murmura con una amplia sonrisa. Asiento levemente con la cabeza y veo como ambos comienzan a cargar las cajas blancas con lazos de color rosa que las envuelven para que nada se salga del lugar. Hay tres pasteles de diferentes sabores y combinaciones, y los cupcakes son muy pero muy variados. 


Me tomo mi tiempo para llamar al orfanato. Le aviso a la directora que saldremos en unos pocos minutos y oigo sus gritos al otro lado de la línea. Se ve que realmente está muy emocionada. Durante la semana Pedro y yo fuimos a una inmensa tienda de juguetes y compramos al por mayor. 


Todas las niñas tendrán su perfecta muñeca con vestido de princesa mientras que los niños recibirán como regalo un lujoso coche deportivo de juguete. Segundos después de finalizar mi llamada, papá y Pedro regresan a la cocina. 


Toman las demás cajas que quedan y yo atrapo mi bolso.


Estamos listos. Papá sube las escaleras con sumo cuidado, Pedro me detiene antes de que pise el primer peldaño, esperamos a que papá abra la puerta de la entrada y entonces sí, mi perfecto esposo me ayuda a subir. Llevo tacones, he decidido que los usaré unas cuantas semanas más y, además de eso también, llevo vestido. Nos detenemos frente al armario blanco de la entrada que se camufla perfectamente con la pared. Tomo mi gran abrigo, mi pañuelo para envolverlo alrededor de mi cuello y luego Pedro se encarga de cerrar la puerta detrás de mí. Cuando llegamos al coche, papá me da un leve beso en la frente a modo de despedida. 


Él ira en su coche junto con Agatha y yo iré con Pedro


—Nos veremos en un par de horas, princesa —murmura acariciando mi cabello. Sonrío a medias y me muevo de un lado al otro para generar calor en mi cuerpo. Las calles de la ciudad están repletas de nieve por todas partes, hay algo de viento y cada vez que respiro mi aliento parece congelarse en el aire—. Te sigo, Alfonso —proclama papá adentrándose en el vehículo. El motor acelera y rápidamente nos empezamos a desplazar por la ciudad. Desde Kensington hasta la autopista principal. Tenemos un viaje de casi dos horas, pero sé qué todo valdrá la pena, sólo por ver a mi pequeño Ale. 


Tengo que admitir que lo he extrañado más que a nada en todos estos días que se me hicieron eternos. He pensado en ese niño una y otra vez y también he pensado una y otra vez en las miles de forma de abrazarlo y besarlo. Lo quiero conmigo y quiero que todo sea rápido. Quiero que cuando mi Pequeño Ángel llegue a casa, él esté ahí para recibir a su hermanita pequeña. No dejaré de pensar en eso nunca y tampoco me daré por vencida. Ese niño es mi hijo, lo será, ya lo es, no sé cómo explicarlo, pero lo siento mío. Se adueñó de mi corazón por completo y no dejo de pensar en él.


 —Dime que te preocupa, preciosa Paula —me pide Pedro mientras que extiende su mano libre del volante hacia mi rodilla. 


Suelto un suspiro, volteo mi cabeza en su dirección e intento sonreír. 


—Pienso en Ale —confieso en un leve murmuro, pero sin apartar esa triste sonrisa de mi rostro—. Estoy ansiosa por verlo. Cuando hablé con él me ha dicho que hizo muchos dibujos y… 


—Cuando menos lo esperes, ese niño te llamara “Mamá”, Paula. Te lo juro —murmura clavando su mirada en mi por unos pocos segundos para luego regresar su atención a la carretera—. Nuestra pequeña Kya tendrá un hermano mayor… —asegura sonriente. 


Ver su sonrisa me hace sonreír. Logro calmarme de inmediato. Sólo Pedro tiene ese efecto en mí. Me muerdo la legua para no llorar. 


—Vas a hacerme llorar —aseguro mientras que mi mandíbula tiembla por su propia cuenta. Mis ojos comienzan a arder, sé que soy demasiado sensible o al menos me siento así y no es sólo por causa del embarazo. 


Jamás creí que alguien pudiese llamarme “Mamá”, nunca en toda mi vida, y ahora estoy luchado con uñas y dientes para que todo salga bien. Una vez que nos den ese bendito certificado de idoneidad. Sé que cuando todo eso esté resuelto, estaremos adoptando a Ale oficialmente. 


Pedro oprime el botón de piloto automático del Mercedez y luego se acerca, me roba un beso, posando sus labios por mucho más tiempo del que pensaba. Cierro los ojos con todas mis fuerzas y me aferro todo lo que puedo a esas sensaciones increíbles que hacen que millones de mariposas cosquillen en mi vientre junto con los pequeños movimientos que siento de mi pequeña… ¿Qué…?



—¡Pedro, detén el coche! —grito rápidamente—. ¡Ahora! —Él parece completamente perdido en la situación, pero desactiva el piloto automático y frena el coche velozmente, provocando que mi cuerpo se vaya hacia adelante unos cuantos centímetros. 


—¿Qué sucede? —pregunta completamente desesperado—. ¿Estás bien? ¿Qué sucede? —cuestiona completamente desesperado, intentando ver si he sufrido algún daño. 


Estoy completamente en shock. No puedo creer lo que está sucediendo. Ahora si estoy llorando de verdad. Veo como el coche de papá se detiene detrás del nuestro con delicadeza, pero no me importa. Sólo puedo concentrarme en lo que siento. 


—Paula… Por Dios, responde, mi vida —me implora con los ojos cargados de miedo. La sonrisa que tengo en el rostro nadie podrá quitarla. 


Muevo mi cabeza en dirección a Pedro, tomo su mano derecha, luego la coloco sobre mi vientre y espero que suceda de nuevo. Lo miro con los ojos rebosantes de lágrimas, él no parece comprender lo que sucede, se ve realmente asustado y desesperado, mientras que me mira fijamente. Vuelvo a sonreír. Ahí está otra vez. Sé que lo ha sentido. Sus ojos se iluminan, sus labios se curvan en la sonrisa más perfecta que he visto jamás y cuando menos puedo esperarlo, veo como sus ojos se inundan de lágrimas.


—Se está moviendo…— murmuro con la voz entrecortada cargada por la felicidad del momento. He tenido miles de momentos perfectos, pero creo que este logra superar todos los demás. 


Es mi hija, es un pedacito de mí y otro pedacito de Pedro, es nuestra, la hicimos juntos con amor y cariño, con ansias, la amamos desde el primer segundo en el que lo supe y sé que Pedro también lo sabe. Es nuestro ángel… 


—Oh... 


—Kya se está moviendo, Pedro—digo nuevamente, esperando que diga algo—. Nuestra pequeña Kya se está moviendo… ¡Oh, por Dios, Pedro, se mueve! —chillo con un grito demasiado agudo. Pedro parece congelado en el tiempo. Intento hacer que reaccione, pero simplemente nada sucede, hasta que sólo siento sus labios sobre los míos. Sus manos toman ambos lados de mi cara con delicadeza y percibo uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete besos perfectos y dulces cargados de emoción. 


—Por Dios, Paula —dice entre balbuceos. Luego posa su mano sobre nuestra pequeña, me sonríe y vuelve a besarme—. Te amo, te amo, te amo —dice una y otra vez entre más besos. Acerca su boca a su hija y la besa también—. Te amo princesa, te amo, te amo —Luego regresa su boca junto con la mía—. Te amo, te amo Paula Alfonso…





CAPITULO 11 (TERCERA PARTE)





Pedro, papá y yo llevamos más de tres horas de compras en diferentes centros comerciales de la ciudad. Me encanta que estén conmigo. No solo cargan mis bolsas, sino que también son excelentes a la hora de alagar a mi perfecto yo, cuando me pruebo ropa de futura mamá. Me hacen sentir como toda una reina. Sé que deben estar cansados, pero ahora que confirmamos que nuestro Pequeño Ángel es una hermosa niña, ya tenemos miles de cosas en mi lista mental por comprar. Kya Alfonso, mi hija se llamará Kya Alfonso y será completamente hermosa. 


He decidido re decorar la habitación de mi bebé. Es por eso que ya elegimos nuevas muestras de pintura y entramos a una inmensa tienda de bebés en donde había de todo. 


Comenzamos con algunos juguetes didácticos, luego enloquecí con las mantitas, las batitas de baño y ese tipo de cosas, pero cuando vi el departamento de indumentaria, me volví más loca todavía. Casi grito en medio de la tienda por toda la emoción. Solo vi a Pedro sonreír una y otra vez, mientras que iba tomando piezas muy pequeñitas de ropa en mis manos. 


—¿Qué opinan de estos? —pregunto enseñándoles unos hermosos vestidos color lavanda que son preciosos. 


Hemos decidido que la habitación de Kya será lavanda con blanco porque queremos salir del típico rosa. Pedro no deja de sonreír, no dice nada, solo sonríe. Es como si todavía no pudiese creer que de verdad estamos aquí comprando ropa y pañales para nuestra pequeña Kya, y sé que siente eso porque yo tampoco puedo creerlo. 


—Llévalos, princesa. Serán un regalo de mi parte —murmura papá con otra de sus sonrisas. Los coloco entre mis manos y sigo viendo todo lo que hay aquí. Es realmente tierno y adorable. 


Mi padre ha pagado más de la mitad de las cosas que escogí para Pequeño Ángel como modo de regalo, pero Pedro no se ve del todo tranquilo porque sabe que un falta más. Compramos demasiado. Salimos de la tienda con más de siete bolsas de ropa de recién nacido y algún que otro vestido para mi pequeña. Mi padre se ofrece a llevar las bolsas al coche y Pedro y yo aceptamos encantados. 


Tomo la mano de Pedro y nos movemos por el centro comercial, observando tiendas y tiendas que no son precisamente de bebés. Él parece muy callado, no sé en qué piensa, pero ha estado así por casi todo el día. 


—¿Qué sucede? —pregunto deteniéndome a mitad del amplio pasillo. Coloco mis brazos detrás de su cuello y sonrío cuando nuestro Pequeño Ángel impide que estemos cien por ciento cerca. 


—Me gusta verte así de entusiasmada —musita con otra sonrisa. Acerca sus labios a los míos y me besa. 


Sus brazos rodean mi cintura de inmediato y siento al Pedro posesivo y al mismo tiempo dulce. Ese beso logra desestabilizarme por completo. Sé que hay gente viendo porque puedo sentir sus miradas, pero en lo único que puedo concentrarme en realidad es en su lengua junto a la mía. Oh, mierda. Sé lo qué querrá cuando lleguemos a casa y estaré gustosa de dárselo todas las veces que quiera. 


Pedro... —protesto apartándome solo unos centímetros. Cierro los ojos e intento recobrar la respiración—. No hagas esto… —balbuceo aún perdida en todo ese deseo que nos rodea. —Oh… estamos en un centro comercial y… —ni siquiera puedo hablar. 


Él se ríe levemente, luego rodea mi cintura con un solo brazo y hace que sigamos recorriendo las tiendas. Veo una casa inmensa de diseño que debe tener como dos pisos dentro del inmenso centro comercial. Hay mucha gente y es esa típica tienda con las habitaciones de muestras armadas delante de tus ojos. 


—Solo quiero mirar. Estaba pensando re-decorar nuestra habitación —murmuro distraída viendo el lugar. 


—¿Nuestra habitación? —pregunta con el ceño fruncido.



—¿De verdad crees que dejaré que mi bebé recién nacido duerma en su cuna a más de cuatro metros de mí? —cuestiono mirándolo de reojo. Oigo su risa y luego recibo un beso en la frente. 


—Comprendo. Ya entendí —me dice divertido. 


Recorremos el lugar viendo miles de muestras de diferentes tipos de lugares. Hay cosas simplemente fabulosas, pero no me importa la sala de estar o el baño. Solo me importa la habitación de Kya y la mía también. 


—¡Mira esta! —exclamo entre gritos, cuando veo una preciosa habitación para Kya que es más que perfecta. En colores pálidos y dorados. Es una habitación hermosa, para una princesa, una princesa como Kya. 


—Llevaremos esta. ¡Mírala! ¡Me encanta! —Creí que te había gustado la habitación actual de Kya —murmura por lo bajo, y yo cierro los ojos porque sé que lo hice sentir mal. 


Amo la habitación de Kya, pero no tiene ese toque perfecto. 


—Amo la habitación que escogiste para Kya, Pedro. Pero, mira esta. Me gusta mucho... podemos combinar cosas de esta habitación con la que ya tenemos. El suelta un suspiro, pone los ojos en blanco y me sonríe. 


—Está bien, cariño. La llevaremos. Doy un brinco por causa de la emoción y me lanzo a sus brazos. 


—¡Te amo, te amo, te amo! ¡Me encanta! 


Seguimos recorriendo el piso luego de mi ataque de emoción y me detengo en seco de un segundo al otro. 


—Oh, mi Dios… —murmuro deteniéndome en seco. 


Ale invade mi mente de nuevo. Suelto un suspiro y toda esa agonía que sentí en la mañana está invadiendo mi pecho de nuevo. Aprieta la mano de Pedro para intentar sacarme todo esto que siento, pero es completamente en vano.



—Paula… —dice Pedro, estirando mi brazo hacia otro lado. 


Sabe lo que estoy pensando, sabe que lo quiero y también sabe que me lo dará. 


Pedro


 —¿Buscaban algo en especial? —pregunta una joven chica que luce el uniforme de la casa de diseño de interiores. 


Parpadeo un par de veces y luego miro la muestra en tamaño real de un cuarto de niños realmente hermoso. 


—Sí —aseguro, intentando no balbucear. Pedro se coloca a mi lado rápidamente y solo me observa. Sabe lo que quiero hacer y sé que él también lo hará—. De hecho… estamos re-decorando la casa y me gustaría saber más sobre esta habitación —le digo, señalando la muestra. 


Ella sonríe ampliamente y hace que nos metamos en la habitación para ver todo de cerca. 


—Esta es una habitación para un niño de entre dos y diez años. El espacio es adaptable al lugar que ustedes escojan. En la muestra pueden ver la combinación de colores blancos, rojos y celestes, pero hay muchos otros tipos de mezclas para el diseño, como el azul blanco y negro... 


—En realidad, me gusta esta —aseguro. 


Sé por qué mis manos realmente comienzan a temblar. No dejo de pensar en Ale, veo esta habitación y lo imagino a él, en nuestra casa, jugando con los cientos de juguetes que estamos dispuestos a regalarle, me lo imagino llamándome mamá y… Mierda. 


—¿Cuántos años tiene su hijo? —pregunta ella amablemente. Miro por unos segundos a Pedro para ver su reacción, hay una línea en su boca que no expresa realmente nada y no sé qué decir. 


—Bueno… —balbuceo de nuevo. Jamás he balbuceado tanto en toda mi vida—. Cuatro, mi hijo tiene cuatro —digo finalmente. Es mi hijo, bueno, lo será, claro que lo será—. Se llama Ale. 


La chica vuelve a sonreír y nos explica las diversas funciones de los muebles blancos del cuarto, nos enseña los detalles de decoración y demás. Estoy fascinada con esta habitación. Es perfecta. Me encanta. Sé que le encantará. 


Sé qué será mi hijo, sé qué estará conmigo, nunca he estado tan segura de algo en mi vida.



—¿Estás segura que quieres hacer esto? —pregunta Pedro cuando está por entregar su tarjeta de crédito a la vendedora. 


Solo asiento levemente con la cabeza. Puedo asegurar que aún tengo esa mirada asustada, mis manos tiemblan y mis pensamientos divagan en mi mente de un lugar al otro. La chica toma la tarjeta, nos cobra por toda la habitación, instalación y la re-decoración. 


Es una cantidad importante de dinero, pero a Pedro no parece molestarse. Luego él firma el ticket y demás, el típico proceso que odio y que solo me quita tiempo. 


—Nuestro decorador y su equipo irán a su apartamento dentro de diez días para crear las dos habitaciones que han elegido —nos dice con una gran sonrisa. 


Nos despedimos de ella y al salir de la tienda, me lanzo en brazos de Pedro, oculto mi cara en su pecho y comprimo mis deseos de llorar. Pedro es el esposo más dulce, compresivo y tierno de todos. No sólo se preocupa por lo que me sucede, sino también se encarga de hacer realidad todas mis locuras. No sé a dónde estaría si no lo hubiese conocido. 


—Gracias —sollozo. 


—Shh… —me dice e un leve murmuro—. No quiero que llores, preciosa Paula. Acabamos de pagar por la habitación perfecta para Ale, te prometí que será un Alfonso y voy a cumplir mi promesa, cielo —asegura mientras que acaricia mi cabello. 


Si alguien cercano a mi hubiese estado embarazada no le creería sus cambios de humor y de sentimentalismo, pero yo los estoy viviendo y no es actuación. Me siento más sensible que nunca. 


—Te amo, Pedro—susurro abrazándolo más fuerte. Estar entre sus brazos me hace sentir bien, me siento segura, soy única, nadie más existe. Sólo somos nosotros, nuestro ángel y el futuro, un hermoso futuro con Ale en el. 


—¡Al fin los encuentro!—exclama papá interrumpiendo el momento—. ¡Los he estado buscando! —Me aparto de Pedro y elevo la mirada hacia su dirección. No demora ni un segundo en notar que estoy algo sensible. Me sonríe con ternura y luego se acerca a darme un abrazo de esos que tanto adoro. Mi padre y Pedro son los dos hombres de mi vida, pero sé que Ale también lo será—. No llores, princesa. —me pide acariciando mi cabello de nuevo. 


Me río y luego seco mis ojos llorosos con mis dedos delicadamente.



—Lo siento —musito con la voz entrecortada. Papá sonríe, Pedro se acerca y los dos me acarician el cabello y el rostro como si eso pudiese calmarme—. Ya has comprado mucho para mi pequeña Kya, princesa —asegura papá con la voz cargada de dulzura—. ¿Qué dices si te llevo de compras? —pregunta—. Dejaré que gastes todo lo que tú quieras, pequeña. Los tres nos reímos estruendosamente. 


Papá me hace sentir mucho mejor. Asiento con la cabeza una y otra vez. Pedro rodea mi cintura de nuevo y besa mi pelo. Luego los tres caminamos sin parar hasta que encontramos una de mis tiendas favoritas. Papá se ha ofrecido a llevarme de compras y tengo que aprovechar la oportunidad…



CAPITULO 10 (TERCERA PARTE)





Son las once de la mañana para ser exacta. Estoy sentada frente al consultorio. Solo estoy a unos pocos minutos de confirmar que tengo a mi pequeña Kya en mi interior, una mini Paula. Pedro toma mi mano y envía mensajes a no sé quién por teléfono. Parece molesto y me temo preguntar por qué. Mi padre está con la mirada perdida en todos los carteles informativos de las paredes y toma mi otra mano. 


Estoy en medio de ambos, intentando no desmayarme. 


—Mierda… —murmura Pedro viendo su teléfono. Frunzo el ceño y apoyo mi cabeza en su hombro. Eso debe de calmarlo. Soy la luz de sus ojos, tiene que funcionar. 


—¿Qué sucede? —pregunto con voz glacial. 


—Damian secuestró a mi hermana pequeña, ella no contesta su estúpido teléfono —dice apretando la mandíbula. Lo observo por un segundo con una mirada de “¿Es una broma?”. Él suelta otro suspiro y comprimo un ataque de risas. 


—Ella está bien —aseguro acariciando su mandíbula—. Es muy temprano en Estados Unidos, Pedro. Deben de estar dormidos y… —me detengo de inmediato. Acabo de arruinarlo. Oh, mierda. No me gusta esa mirada que tiene ahora. Sabe a lo que me refiero y no parece para nada feliz. 


Nuestra pequeña Kya tendrá que prepararse para el padre más celoso y sobre protector de todos. 


—No digas nada, Paulaa —me pide soltando otro suspiro cargado de molestia. Me río porque ya no puedo contenerme. 


Suelto la mano de papá y tomo el rostro de mi perfecto esposo con ambas manos. 


—No quiero que estés enfadado —le digo moviendo mis dedos por su mejilla—. Será otro de los momentos más hermosos de nuestras vidas. Veremos a nuestra pequeña, Pedro… —digo tomando su mano y colocándola sobre mi vientre. Intenta calmarse, cierra los ojos, guarda su teléfono celular y luego me rodea con sus brazos fuertemente. 


—¿Tienes frío? —pregunta acariciando mi espalda. No, no tengo frío, estoy muriendo de calor. Mi padre y Pedro insistieron en que me abrigue de más antes de salir. 


—Estoy bien —respondo con una sonrisa. Veo a una mujer salir del consultorio con lágrimas en sus ojos. Mis piernas comienzan a temblar. Mi padre sonríe y me mira por unos segundos. 


Pedro me acaricia de nuevo y nos ponemos de pie. Sé que soy la siguiente, no es necesario que el doctor me llame. 


—¿Paula Alfonso, verdad? —pregunta. 


—Así es. 


Nos invita a entrar a la sala. Mi padre parece completamente confundido, pero veo lo feliz y nervioso que está. 


—Bien, Paula. Comenzaremos con el procedimiento —dice preparando los diversos aparatos. Me quito el abrigo con ayuda de Pedro, luego la bufanda, y cuando siento que el frío ataca mi piel me muevo en dirección a la camilla. No fue la mejor idea venir de vestido, pero todos me verán la ropa interior de todas formas. Me acuesto en la camilla. 


El obstetra se sienta a mi lado y Pedro al otro. Toma mi mano fuerte mientras que observa la pantalla en negro. Papá parece de piedra, mientras que me mira a mí con eso ojos cargados de orgullo. Ni siquiera hemos comenzado y ya siento como me arden los ojos. 


—Tienes dieciséis semanas, Paula —murmura el médico, mientras que toma el gel de un costado. 
Elevo mi cuerpo y Pedro ayuda a elevar mi vestido hasta debajo de mis senos. El médico parece realmente profesional y concentrado en lo que hace, pero muy en el interior sé qué a Pedro no le gusta nada esto—. ¿Sabes qué significa eso, verdad? —cuestiona con una divertida sonrisa. 


Coloca el gel encima de mi vientre y doy un pequeño brinco cuando el frío liquido toca mi piel. 


—¿Qué significa? —cuestiona Pedro con esa temerosa voz que advierte que no está de ánimos para demasiadas adivinanzas.



—A partir de las dieciséis semanas ya puedes acceder a un ultrasonido en tres dimensiones. Quiere decir que podrán ver a su bebé dentro del útero —murmura tocando un par de botones. Abro los ojos de par en par y rápidamente detengo mi mirada fijamente en la pantalla. Solo veo diversos tonos de naranjas. El transductor se mueve de un lugar al otro y cuando lo veo, mis ojos se nublan. Ahí está. Es mi Pequeño Ángel . 


—Oh, mi Dios... —musito con un hilo de voz. Pedro sonríe ampliamente y aprieta con más fuerza mi mano. Estoy viendo a mi bebé dentro de mí. Está acurrucado, tiene sus manitos cerca de su cara y las pequeñas piernitas flexionadas—. Pedro… —chillo sintiendo como pierdo la respiración. 


Su pequeño cuerpito, su rostro… Tiene los parpados cerrados y parece estar dormida. Su rostro, su rostro es simplemente hermoso. Pedro no responde, papá no responde, yo no puedo moverme. Estoy en shock. Nunca creí que sería algo así de perfecto y hermoso. Mi Pequeño Ángel está ahí. 


—¿Quieren saber el sexo? —pregunta hacia nuestra dirección. Suelto un sollozo y luego papá se acerca. Acaricia mi cabello y seca mis lágrimas. Él parece realmente emocionado. 


—Claro que sí —respondo con la voz entrecortada. 


—Esperemos que este pequeño se deje ver —dice el médico moviendo nuevamente el transductor de un lado al otro. 


Pedro aprieta mi mano aún más fuerte. Veo su perfil y tiene una lágrima deslizándose sobre su mejilla. Es otro de los momentos más felices de toda mi vida. No puedo explicar todo lo que siento. Es indescriptible. Soy la persona más feliz del mundo, seré madre, intentaré ser la mejor de todas. 


Amaré a mi Pequeño Ángel con todas mis fuerzas. Para siempre… 


—Felicidades, es una niña… 


—¡Oh, por Dios! —grito y comienzo a llorar. Mi pequeña Kya…