viernes, 8 de septiembre de 2017
CAPITULO 49 (PRIMERA PARTE)
Abro los ojos perturbada. Primer día del periodo, mi primera noche de mal sueño como suele ser la mayoría de las veces. Intento tolerarlo, pero me resulta devastador e irritante. Miro a mi lado izquierdo y Pedro duerme plácidamente. Me pongo de pie y miro el colchón para comprobar que todo esté limpio. Suelto un leve suspiro y sonrío para mis adentros, como siempre todo está bajo control, como dije que lo estaría. Todo me sale bien. No debía preocuparme demasiado. Necesito una buena ducha, algo que me relaje y quite toda esta tensión que comienza a apoderarse rápidamente de mi cuerpo. Sé que estaré de mal humor por unos minutos o tal vez horas, pero no tengo la culpa de lo que sucede. Soy así.
Corro al lavado, me quito el estúpido pijama y me doy un baño. No sé cuanto demoro bajo la ducha, pero dejo que el agua corra libremente por mi cuerpo y que el tiempo vuele. Necesito relajarme, necesito pensar con claridad, quiero olvidarme de los problemas y de las estúpidas discusiones con Pedro.
Salgo del cuarto solo en ropa interior de algodón blanco, que no es ni sexy ni atractivo, pero así me siento ahora. Odio estar en estos días, pero por desgracia no puedo evitarlo.
Dejo que la bata de baño me cubra levemente. La toalla de mi cabeza evita que moje el piso con las delicadas gotas de agua que se apoderaron de mi cabello por causa de la ducha. Lo primero que observo es la cama, Pedro no está dormido. Debe de haberse despertado segundos después que yo. Al parecer no quiso siquiera decirme buenos días.
No hay rastro de él lo cual me parece muy bueno. No tengo humor como para tolerarlo demasiado el día de hoy.
Corro de un lado al otro dentro de mi tienda individual, me siento tan mal que ni siquiera tengo deseos de vestirme, mi humor no es nada bueno y sé que tendré que soportarme a mí misma. Todas las veces que estoy en estos días me escapo de todo el mundo, soy completamente intolerable.
Suspiro un par de veces y me miro al espejo. Tengo ojeras y bolsas debajo de mis ojos, luzco diferente y además de eso me duele el bajo vientre. Esto es completamente injusto, es ridículo. Las mujeres tienen que sufrir demasiado mientras que los hombres viven malditamente felices y tranquilos.
Pedro aparece en el umbral de la puerta de mi tienda individual y posa su peso sobre el marco mientras que me observa con los brazos cruzados a la altura de su pecho.
Pongo los ojos en blanco porque sé que no puede verme.
Siempre sé lo que hará. Desde el primer día en el que nos casamos hace eso. Solo me observa una y otra vez, pero mi técnica de ignorarlo nunca funcionó del todo. No le conviene hacerme molestar.
– ¿Te encuentras bien? –Cuestiona rompiendo el silencio que nos invade y al mismo tiempo que nos incomoda a ambos. Sé que debo de decirle que no me siento bien, porque es lógico que con el periodo ninguna mujer se siente bien, pero tengo que ignorarlo por completo. Aun sigo molesta.
– ¿Te importa, siquiera?
–Vamos, Paula, por favor no empieces. –Dice frustrado.
–Sí, estoy bien. –Respondo de modo cortante. –No fastidies.
Quiero que deje de hablarme de inmediato.
Observo las miles de prendas y tomo unos vaqueros, me quito la bata y luego me los coloco. Pedro me observa fijamente y siento su mirada clavada en mi espalda.
–Pedí que te prepararan el desayuno. –Murmura para llamar mi atención, pero ni siquiera me volteo a verlo.
–Sigo molesta, Pedro. Lo que sucedió ayer, fue lo único que me faltaba para hacerme estallar, así que solo te pediré que te vayas. No me interesa tu desayuno ni nada de eso.
Oigo su suspiro cargado de frustración y enfado, pero cuando me volteo no lo veo. Sigo vistiéndome sin preocuparme por lo que el piense o intente hacer. Marcho al baño cuando ya estoy vestida y me seco el cabello. Sigo viéndome desastrosa, pero utilizo un poco de maquillaje para poder ocultar las bolsas y ojeras que toman por completo la atención de mi rostro.
Regreso a la habitación y el murmullo de la televisión me distrae. Miro sobre la cama la bandeja de desayuno y tomo un pedazo de chocolate. No debo de comer esto, pero no me importa. Tendré tiempo de arrepentirme luego. Bebo un poco de jugo y luego me siento en la litera para estar más cómoda. Me doy por vencida y le hago caso a mi estomago que me advierte que no he comido nada en muchas horas y le doy lo que me pide. Todo como me gusta, el jugo, el té, la ensalada de frutas y pastel. No me detengo y como todo lo que está en la bandeja, mientras que intento calmar mi mal humor.
Mi esposo reaparece en la habitación y tiene su laptop entre manos. Me observa, sonríe cortamente y se sienta en la cama sin decir ni una sola palabra. Abre el aparato y con el rabillo del ojo observo la pantalla del computador. Está haciendo cosas del trabajo y parece concentrado en lo que hace. Miro la televisión sin entender nada de lo que la chica de las noticias dice, no le estoy prestando atención. Bebo un poco de té y comienzo a relajarme. No es así como creí que pasaríamos un domingo. Podríamos hacer cosas divertidas y diferentes, pero no, eso no sucederá porque estoy molesta con él.
–Lo lamento. –Dice luego de unos minutos de silencio entre ambos. Me volteo a verlo y le enseño mi peor cara. –Lamento haberme marchado ayer en la noche, lamento todo lo que hice y sobre todas las cosas lamento haberte hecho sentir presionada con algo tan importante como la decisión de tener un hijo. –Murmura pensativo. –Tenías razón cuando decías que te estaba presionando. Lo pensé y comprendí que estaba pidiéndote algo que tú no querías y lo entiendo, Paula.
–Las cosas no funcionarán de esta manera. –Espeto con sequedad. –No podemos pelearnos y reconciliarnos a cada dos segundos. Eso en un matrimonio se vuelve aburrido.
–Jamás buscaría a otra mujer, Paula. –Murmura con dulzura. –Siempre serás tú. –Acerca su mano hacia mi mejilla, pero muevo mi cabeza hacia otro lado, no quiero ceder aun.
Sus palabras hacen que el corazón se me derrita por dentro, pero por fuera finjo que nada me sucede. Necesito hacerlo sufrir un poco más. Sé que jamás ha hecho nada y sé que ayer solo salió a beber algunas copas de más, pero aun así necesito hacerlo sentir culpable.
No sé que responder, por primera vez no tengo palabras para expresarme, solo hay pensamientos, miles de pensamiento, pero ninguno es bueno. No para mí. No volveré a hablar sobre tener bebes, porque eso no sucederá.
No aun. No estoy lista y aunque Pedro crea que si lo está, yo no dejaré que me convenza. ¿Cómo amar a alguien más cuando ni siquiera sé lo que es amarme a mi misma? No seré buena madre, eso lo sé, ni siquiera soy buena esposa, que intente serlo o que finja serlo, no significa que lo sea.
– ¿Podemos evitar hablar de todo esto ahora? –Cuestiono frunciendo el ceño. –No tengo deseos de hablar y tampoco de oír nada, Pedro. No me siento bien ¿de acuerdo?
–De acuerdo, cielo. –Farfulla con comprensión. Se mueve y deja su computadora a un lado. Me rodea en brazos tomándome por sorpresa y me abraza tiernamente. Me quedo dura ente su tacto, esto no me lo esperaba, pero al paso de los segundos comienzo a relajarme. Suspiro y apoyo mi cabeza en su pecho.
–Tenemos que hablarlo, pero lo haremos luego. –Le digo en un susurro. Pedro besa mi frente y no me dice nada. Sabe que necesito pensar muchas cosas. Toma el control de la televisión y sube un poco el volumen. Estira las sabanas hasta la mitad de la cintura de ambos y luego coloca su mano en mi bajo vientre. Lo acaricia una y otra vez con delicadeza. Me mira y sonríe.
– ¿Te duele?
–Solo un poco. –Aseguro.
–Si te embarazas podrás evitar el periodo por nueve meses, cariño. –Murmura fingiendo inocencia. Lo miro con los ojos entrecerrados y frunzo el ceño. No puede estar hablando en serio.
–Pedro… –digo secamente a modo de advertencia.
–Bien, solo bromeaba. –Asegura.
Quiero besarlo y abrazarlo, pero aun sigo molesta, no puedo olvidar que encontré labial en su camisa la noche anterior, no puedo olvidar que se marcho dejándome con la palabra en la boca y tampoco puedo olvidar que aun sigo enojada por todo esto, tal vez lo estaré siempre.
–Anoche fui a un bar. –Susurra evitando mi mirada.
Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos.
–Dije que no quiero hablarlo, Pedro –Le advierto de mal humor.
–Necesito decirte que nada sucedió, necesito que sepas que hubo mujeres intentando seducirme, pero que no hice nada, solo podía pensar en ti, en nosotros, en lo desastroso que somos cuando no podemos hablar, en todo lo que sucede entre ambos. Jamás haría nada que pudiese apartarme de ti, te quiero para siempre, jamás lo arruinaría todo por nada.
–Sé que no has hecho nada, Pedro. –Confieso acariciando su mejilla. Esto es lo malo de estar en días como estos. Jamás sé lo que haré realmente. Ahora me siento completamente invadida por deseos de besarlo y acariciarlo, pero estoy segura que voy a querer matarlo en cualquier momento. – ¿podemos estar así, abrazos durante un largo rato? No quiero enfadarme contigo aun. –Murmuro abrazándolo con ternura. Sonríe y luego hace lo que le pido.
Acaricia mi cintura con una mano y con la otra mi cabello, mientras que miramos las aburridas noticias del reino unido.
–Te quiero. –Musita acercándose a mi oído. Sonrío y luego me aparto de él. No voy a besarlo aun, lo haré sufrir por unos minutos. – ¿tú me quieres? –Pregunta volviéndose a acercarse. Oh, no. Sus tácticas para intentar convencerme no funcionarán.
Me muevo quisquillosa y me volteo dándole la espalda. El se ríe y yo contengo mi risita. Esto es divertido, más de lo que creí.
–Oh, vamos, señorita, no te hagas la difícil. –Escruta a mis espaldas.
–No me hago la difícil. –Respondo inmediatamente. El me rodea de la cintura nuevamente y besa mi mejilla. –Tú lo complicas todo, ese es el único problema.
–Vamos, dime que me quieres, dame un beso y acabemos con tu enfado, cariño. –Sugiere colocando su mano sobre uno de mis senos mientras que mueve su mano juguetonamente. Sabe que me gusta eso y sabe que los besos en el cuello son mi debilidad, por eso lo está haciendo ahora y no puedo resistirme. –Dilo…
Me rio y me muevo de un lado al otro cuando comienza a hacerme cosquillas en el cuello y en la cintura. Es mi punto más que débil.
– ¡Bien, bien! –Exclamo para que se detenga. – ¡te quiero! ¡Ya no estoy molesta! –Grito entre risas. Pedro se coloca encima de mí con suma delicadeza y luego me besa apasionadamente, sin control, sin pensar en el tiempo. Pero debo parar esto, no podemos hacerlo.
– ¿Me perdonas?
Finjo pensarlo por unos segundos. ¿De verdad voy a perdonarlo así de fácil?
–Puede ser…
CAPITULO 48 (PRIMERA PARTE)
Media hora después siento como mi pecho se ve completamente vacío, como si ya no hubiese dolor en el.
Elevo mi cabeza que estaba escondida ente mis rodillas y suspiro un par de veces. Me arden los ojos de tanto llorar y la piel de mis mejillas se sienten tiesas por causa de las lágrimas.
Me pongo de pie y luego corro al baño. Lavo mi rostro y me limpio la nariz varias veces para asegurarme de que no hay evidencias de que he llorado por causa de Pedro. Regreso a mi habitación y me acurruco en la cama. Solo puedo pensar en todo lo que sucedió hasta quedarme completamente dormida. No me importa a donde fue o que mierda está haciendo en este momento. Solo quiero saber que sucederá el día de mañana. Siempre supe que nuestro matrimonio era un convenio de unos años, que no duraría demasiado y ahora sé que si las cosas siguen así, no pasaremos del año y medio.
Me cubro con el edredón hasta la barbilla y luego tomo mi teléfono de la mesita de noche. Desbloqueo la pantalla y nuestra foto hace que mis ojos se inunden de nuevo. ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué tiene que hacerlo tan difícil? ¿Por qué no logra entenderme?
Yo no soy el problema, el único culpable aquí es él. No es mi culpa. ¿Por qué demonios tuvimos que hablar sobre este delicado asunto precisamente en este momento? sentía que por fin comenzábamos a entendernos, pero luego… aparecieron estos miles de obstáculos que no pudimos superar. Sé que si no logramos prevalecer esto que es algo menor, jamás lograremos superar mayores. Nuestro matrimonio acabará en cualquier momento y no quiero que se acabe…
****
Abro los ojos por causa de un ruido en la planta baja. Me siento en la cama rápidamente y miro la hora en el reloj. Oh, mierda, son las cinco de la mañana y hay lluvia fuerte que cae sobre el techo de la mansión.
Me pongo de pie, tomo mi bata de seda y bajo las escaleras de dos en dos. Todo está tenuemente iluminado y solo logro oír golpes hacia algún objeto que provienen del despacho de Pedro.
Cruzo el recibidor, luego la sala de estar y recorro el pasillo hacia su despacho. Abro la puerta rápidamente y me horrorizo el verlo de espaldas a mí, golpeando la pared con su puño izquierdo, provocando que sus nudillos sangren, mientras que con su otra mano sostiene una copa de whisky.
Oh, no, Pedro, no…
– ¡Pedro, detente! –Grito horrorizada, mientras que me muevo velozmente hacia su dirección. Domo mis brazos e intento pararlo. Me coloco delante de él y poso mis manos en su pecho para que reacciones, pero parece perdido en su mundo y en sus pensamientos. Como si no me oyera, como si yo ni siquiera existiese. Comienzo a llorar, mientras que grito para detenerlo pero nada parece hacerlo entrar en razón. Está completamente ebrio, huele a alcohol y a cigarrillos… No quiero ni siquiera saber en qué maldito lugar de mala muerte ha estado.
–Pedro, mírame. –Digo entre sollozos, golpeando su mejilla una y otra vez con la palma de mi mano para que despierte y reaccione de alguna manera. –Pedro, estás sangrando, detente por favor –Suplico una y otra vez. Tomo su cara entre mis manos y hago que me mire, pero sus ojos están perdidos y no puede controlarse a sí mismo. –Pedro, por favor… –suplico.
–Eres preciosa, Paula. Preciosa. –Dice acercándose a mi rostro. Podría oler su aliento a alcohol desde el otro lado de Europa. Por más que esté molesta, furiosa o lo que sea, no puedo verlo en este estado, se me parte el alma. Sé que rompí su corazón en mil pedazos, sé que destrocé sus esperanzas y sé que lo herí de mil formas posibles, pero así soy y no puedo cambiar. –Eres la única que quiero, jamás habrá otra mujer en mi vida si no eres tú, eres la única… –Dice con voz de borracho. Por dentro me rio levemente, pero luego me vuelvo seria.
–Vamos a la habitación, Pedro, necesitas una ducha. –Digo intentando parecer amable. Él se ríe y luego bebe otro sorbo de su copa casi vacía. Se la quito de las manos y la dejo a un lado con desprecio. ¿Por qué tiene que hacer esto?
Luego hago que me siga hasta la sala y cuando llegamos allí ambos nos caemos sobre el sillón sin que pueda detenerlo.
Nuestras miradas se cruzan y aunque este ebrio, en sus ojos veo amor, veo cariño, veo ese algo especial que siempre está ahí cuando lo necesito. Por un segundo quiero seguir llorando, pero sé que no debo hacerlo. Paula Alfonso no llora, al menos no todo el tiempo. Ya he llorado demasiado en menos de veinticuatro horas.
Pedro mueve su mano hacia mi mejilla, la acaricia lentamente, mientras que observa cada centímetro de mi piel y posa sus ojos sobre mis labios. Trago el nudo que tengo en mi garganta y dejo que quite un mechón de pelo que cubre mi rostro. Me siento completamente hipnotizada, sé que va a besarme y así como está –Ebrio y todo– no podré resistirme.
–Eres mi tesoro más valioso, mi preciosa Paula. –Dice acercándose cada vez más. –Eres el único motivo que le da sentido a mi vida, eres la única mujer que yo am…
– ¿Qué yo qué? –Pregunto velozmente. – ¿Qué yo que, Pedro? –Se ríe y luego niega con la cabeza un par de veces.
–No tengo que decirlo si no sientes lo mismo. No tiene sentido. –Espeta clavando su fría mirada en mí. Se pone de pie como puede y camina hacia el recibidor. Demoro unos poco segundos en moverme y lo sigo. Lo ayudo a subir las escaleras a pesar de sus quejas y protestas. Luego llegamos a nuestra habitación y antes de que se arroje a la cama lo arrastro hasta la ducha. Abro el agua fría y así como está, lo meto debajo de ella para que se le quite la borrachera estúpida y sin sentido que tiene.
– ¡Mierda! –Gruñe cuando siente todo su cuerpo congelarse.
Me rio levemente y luego le doy indicaciones para que se quite la ropa.
–Te jodes, por imbécil, Alfonso –Murmuro conteniéndola risa.
Pedro parece querer juguetear y me hace una especia de striptease sensual típico de borrachos. Me rio, luego golpeo su espalda con la palma de mi mano y le ordeno que siga dándose un baño. Cuando acaba lo ayudo a secarse por completo. Tomo la toalla que se encuentra en un rincón y al hacerlo muevo su camisa mojada del piso y veo manchas de labial color rosa sobre la tela negra. Siento como un balde de agua helada cae sobre mi espalda. Miro las manchas una y otra vez y luego se las enseño a Pedro que parece tan sorprendido como yo. ¿Dónde demonios ha estado? ¿Por qué hay manchas de labial en su ropa? Oh, mierda, esto no me gusta para nada, esto no está bien.
– ¿Qué es esto? –Cuestiono enseñándole más de cerca las malditas manchas. – ¿puedes explicarme que mierda es esto? –Pregunto de nuevo elevando el tono de voz. Perdí el control de la situación por completo y ahora estoy más molesta que nunca.
–No es lo que crees, Paula. –Dice rápidamente. –No es lo que estás pensando, te lo juro, nada sucedió, yo nunca…
– ¡Vete a la mierda! –Grito arrojándole su camisa mojada a la cara y salgo del cuarto de baño cerrando la puerta con un ensordecedor estruendo. Siento como Pedro me persigue por la habitación. Me zafo de sus miles de intentos por atraparme y luego veo como corre al armario y se coloca unos bóxer. Se tambalea de vez en cuando y toca su cabeza una y otra vez. Deseo que se muera de jaqueca, se lo merece por idiota. No puedo creer que esto este sucediéndome ha estado con mujeres, ha bebido y seguramente despilfarro mi dinero en un lugar de mala muerte.
Me acuesto en la cama y él lo hace conmigo. Intenta abrazarme, pero me suelto de sus intentos y lo golpeo con el codo cuando quiere envolverme con sus brazos.
–Déjame en paz. –Digo con sequedad, pero me toma de la cintura y me hace voltear hacia su dirección.
–Paula…
–No me hables, no me toques. –Digo apartándome por enésima vez. –Deberías de dormir en otro cuarto. No quiero verte. –Digo con frialdad y molestia.
–Eres la mujer de mis sueños, preciosa Paula. –Dice entrecerrando los ojos como si estuviese a punto de dormir.
–Eres… especial… por eso… te… mucho. –Balbucea sin que pueda entender que quiere decirme y estoy desesperada por saber. Quiero moverme, pero Pedro me rodea con sus dos fuertes brazos y me coloca cómodamente encima de su pecho. Se mueve un par de veces y luego descansa una de sus manos en mi cintura.
–Pedro. –Digo elevando el tono de voz, pero no oigo su respuesta. –Pedro. –Repito, pero no me oye. Sé quedo completamente dormido. Sin poder terminar la frase que quería oír y sin darme una explicación de lo que sucedió. Lo único que me intriga saber es ¿Qué sucederá cuando despertemos en la mañana?
CAPITULO 47 (PRIMERA PARTE)
Por fin el día se acabó, por fin estoy en casa. Nunca había deseado tanto algo como estar en mi hogar. Subo las escaleras rápidamente y Pedro viene siguiendo mis pasos de un modo más lento. No hemos hablado ni una sola palabra desde el lanzamiento de las luces flotantes. Sé que él notó algo extraño y debe de hacerse una idea de lo que sucede, pero no hablaré ahora, no estoy lista.
Abro la puerta de mi habitación, corro hacia mi tienda individual y me quito los zapatos. Pedro aparece detrás de mí y me mira a través del espejo.
– ¿Podemos hablar? –Cuestiona cruzándose de brazos mientras que sostiene su peso en la pared.
–Mejor ayúdame a quitarme el vestido. –Sugiero.
Es mejor tomar el camino fácil.
Él se acerca, acaricia mis hombros y de un segundo al otro la tensión en el ambiente es exclusivamente sexual. Respiro un poco más rápido y dejo que sus manos recorran mis hombros y mis brazos en leves y deliciosas caricias. Cierro los ojos, mientras que él coloca su boca sobre mi cuello, deslizando su lengua por mi piel lenta y seductoramente, como si estuviese disfrutando de cada segundo. Hecho mi cabeza hacia atrás y tomo su mejilla en mi mano. Es malditamente hermoso lo que hace con mi piel.
Desliza el cierre de mi vestido y deja que caiga a mis pies desnudándome casi por completo. Toma mi cintura y me voltea inmediatamente hacia su cuerpo. Me besa con más intensidad y luego rodea mis piernas alrededor de su cadera.
Comienza a caminar hacia la ducha y la abre para que el agua corra. Me aparto unos segundos, respiro intentando recuperar el oxigeno en mis pulmones. Lo miro sorprendida y luego sonrío. Desabrocho los botones de su camisa banca rápidamente, el cinturón y lo demás. El coloca su mano debajo del agua y cuando comprueba que ya está a la temperatura adecuada, arroja sus pantalones hacia algún lugar del cuarto de baño de una patada, me carga en brazos y nos mete a ambos debajo del chorro de agua caliente que moja mi cabello instantáneamente.
Pedro, coloca todo su cuerpo encima de mí, acorralándome, como si fuese un animalito indefenso. Mi espalda choca con la fría pared y gimo sin premeditarlo. El sonríe y luego me carga a horcajadas. Su erección es palpable en la entrada de mi sexo y eso solo hace que me excite aun más. Lo quiero, lo deseo, ahora, lo necesito dentro de mí, ahora.
–Dime que deseas, preciosa. –Murmura con la voz ronca. Él tampoco podrá contenerse por mucho tiempo.
–Follame. –Le digo con la voz entrecortada. –Follame, Pedro, follame. –Imploro una y otra vez como si estuviese suplicando por el oxigeno que necesito para poder respirar. El se mueve rápidamente y me penetra. Gimo cuando siento que su miembro me invade por completo hasta que toca la boca de mi útero. Hecho mi cabeza hacia atrás y dejo que el agua nos empape a ambos.
Pedro me toma por el trasero, se mueve hacia arriba retirándolo de mi y luego hacia abajo introduciéndolo fuertemente.
– ¡Oh, mierda! –Exclamo cuando siento las primeras embestidas.
–Abre los ojos, Paula, mírame. –Me pide en un grito. Lo hago rápidamente. Abro los ojos y acerco mi boca a la suya, mientras que el se mueve dentro y fuera de mi, una y otra vez provocando que mi estomago se retuerza y que mis piernas flaqueen levemente alrededor de su cadera. Gimo, jadeo y suelto algún que otro grito de vez en cuando, mientras que clavo mis uñas en su espalda intentando sostenerme de alguna manera.
– ¡Oh, dios, sigue, sigue! –Exclamo cuando siento que se detiene, pero no me hace caso y sale de mi interior. Me observa con inquietud y luego examina el piso del baño.
–Estás sangrando, Paula. –Me dice con evidente preocupación.
¿Qué? ¡Mierda! No, ahora no, no en este momento ¿porque precisamente ahora tiene que sucederme algo así? Además, es completamente embarazoso. Pienso en la fecha… si, es el maldito periodo. ¡Maldición!
–Es solo el periodo, Pedro. –Le informo para que no exagere la situación. – follame, no le des importancia, hazlo. –Le imploro restándole importancia al asunto, pero por su cara de preocupación sé que eso no bastará. Mierda ¿Por qué ahora?
–No quiero hacerte daño. –Me dice con la voz cargada de dulzura. No, Pedro, sigue, nada sucederá, es solo sangre.
–Pedro… –Le advierto moviéndome para encontrar su erección. –Hazlo, por favor.
Él parece pensarlo y por un segundo estoy segura que me dirá que no quiere hacerlo, pero luego vuelve a penetrarme con todas sus fuerzas y todo el miedo que sentía se desvanece de sus ojos.
– ¡Oh, sí! –Grito. Sexo duro y placentero. Mierda. – ¡mas, mas! ¡No pares!
– ¡Muévete, preciosa! –Me indica. Lo hago y pierdo el juicio de nuevo. Me encanta lo que está haciendo. Comienzo a sentir sus duras embestidas y empiezo a perder el control.
Sé que el primero está cerca, ahora más que nunca debemos aprovechar. Estaremos cinco días sin sexo.
Tenemos que hacerlo todo ahora…
***
Luego de vestirme con un pijama de algodón para nada provocador y secar mi cabello, regreso a la habitación.
Pedro está acostado en la cama y mira algo de telebasura sin percatarse de mi presencia. Cruzo la habitación y me acuesto en mi lado de la cama. Él me rodea con su brazo, apoyo mi mejilla sobre su pecho desnudo, suspiro un par de veces y veo la televisión, hasta que siento que ya llené mi cabeza con porquerías que no quería saber. Apenas son las ocho treinta, pero no pienso cenar nada, no tengo hambre, estoy tan cansada y mi humor es tan cambiante que solo quiero dormir abrazada a mi esposo.
– ¿Quieres cenar algo, preciosa? –Pregunta interrumpiendo el silencio entre ambos.
–No tengo hambre. –Respondo acurrucándome sobre su cuerpo.
–Debes comer algo, no has probado bocado en todo el día.
–Pedro, no empieces. –Me quejo como una niñita. Él besa mi coronilla y luego acaricia mi cintura. Suelto un leve suspiro y pienso una y otra vez si tocar el tema del bebé o no. Necesito decirle lo que quiero y lo que no, pero no quiero que se moleste y tampoco deseo romper sus ilusiones. Sé que algún día sucederá, pero no sé si será pronto y tampoco se a donde estaré dentro de siete u ocho años. No estoy lista para esto, ahora.
Me siento en la cama, flexiono mis rodillas y luego las abrazo con mis brazos. Se sienta al igual que yo y me mira expectante.
–Necesitamos hablar de algo muy serio. –Murmuro evitando su mirada.
– ¿De qué se trata?–Cuestiona claramente preocupado.
Oh, mierda ¿cómo se lo digo?
Muevo mis manos nerviosamente intentando buscar alguna forma de decírselo. Titubeo una y otra vez, pero debo decírselo. No sé cómo reaccionará, pero tengo que sacarme esta presión y este peso de encima.
–Se trata sobre tu deseo. –Le digo frunciendo el ceño. Veo como comprende a lo que me refiero y una sonrisa inesperada se escapa de sus labios.
– ¿Qué intentas decirme? –Pregunta sonriéndome. Acaricia mi mejilla y luego mi cabello. Veo esperanza en sus ojos y no quiero romperle el corazón, pero sé que debo hacerlo. Me siento como una maldita zorra.
–Tú quieres un... un bebé. –Digo en un susurro. Y no es una pregunta, es una afirmación, él quiere ser padre. –Ese fue tu deseo. Tú quieres que tengamos un hijo y…
– ¿Qué sucede con eso?
–Yo no quiero.
La sonrisa de su rostro se borra y aparta su mano de mi mejilla rápidamente. Parece confundido y asombrado, pero aun así sigue manteniendo esa chispa de esperanza en sus ojos. No quiero que tenga esperanzas de nada, porque sé que eso jamás sucederá.
–Paula, quiero tener hijos contigo, pero que lo desee no significa que esté pensando que tú en un mes vendrás y me dirás que estás embarazada, porque sé que eso no pasará. –Me dice intentando mantener la calma. –No quiero un hijo así de un día al otro, pero quizá en un año o dos tu y yo
podríamos tener un bebé… –Eleva su mirada al cielo y sonríe como si estuviese imaginándose algo hermoso. – ¿te imaginas lo hermoso que sería ver a una mini Paula correr por los pasillos de la casa con un vestido rosa lleno de flores, en unos años? ¿Te imaginas lo hermoso que sería que te llamaran ‘mamá’ y a mi ‘papá’?
No, no puedo imaginármelo y tampoco quiero hacerlo. Es por eso que no quería hablar sobre este maldito tema.
Estaba completamente segura que él me diría algo así y lo peor de todo es que no encuentro la manera menos despiadada de acabar con sus ilusiones.
–Pedro, basta. –Digo para que se calle. Ya se está imaginando demasiadas cosas que no sucederán. –No puedes hablarme de algo así, nosotros recién comenzamos a conocernos, recién estamos entendiendo nuestras formas de ser, apenas llevamos un año de casados y…
–No comprendo porque me estás haciendo un escándalo por todo esto, Paula. Solo fue un deseo, nada más. Nunca te pedí nada. –Reclama elevándome el tono de voz.
–No es el hecho de ‘si me lo pides o no’. Yo sé que lo quieres y esto es algo que no podré darte. –Respondo.
–No quieres darme, que es muy diferente. –Dice secamente.
Está más que claro que está enfadado y eso me hace enojar a mí también. Está tomándose las cosas muy a pecho y no puedo lidiar con todo esto sola. Estallaré en cualquier momento.
–Paula, te vi hoy en la boda, vi el cariño que tienes por Laura, la forma en la que la consolaste cundo lloraba. Verlas a las dos juntas, hoy, hizo que mi mente viajara a cualquier lugar… yo me imaginé miles de cosas, incluso me ilusioné con la idea de que tengamos un bebé y es algo que lo vengo pensando dese hace tiempo. Tengo casi treinta años…–Murmura sin saber cómo terminar la frase. Sé que quiere que entre en razón, pero esta conversación no tiene razón alguna.
–Pedro solo tengo veinticuatro años, ya estoy casada contigo y… ¡no puedes pedirme ni exigirme absolutamente nada!
– ¡No te exijo nada, Paula! –Exclama saliéndose de control.
– ¡Entiéndelo! ¡No quiero tener hijos contigo! –Grito poniéndome de pie. Ahí está lo que estaba buscando. Sus ojos que antes se veía cargados de esperanza ahora están completamente vacios, perdidos, dolidos, sé que lo que dije no sonó como lo y él lo interpretó de otra manera, pero es demasiado tarde para intentar corregirlo, sé que acabo de arruinar absolutamente todo.
–Paula… –me dice completamente sorprendido.
–No quiero tener hijos ni contigo ni con nadie, Pedro. –Murmuro sintiendo como mis ojos se llenan de lágrimas en este vago e inútil intento por solucionar las cosas. Sé que lo lastimé, sé que me lastimé a mí misma, pero necesitaba terminar con esto. –Lo siento… –Digo finalmente y un sollozo se escapa.
Él se pone de pie e intenta buscar alguna respuesta. Sé que me dolerá, sé que él no vencerá su orgullo e intentará dañarme.
–Tal vez deba buscar a una mujer que si quiera tener hijos conmigo. –Espeta con frialdad.
Cierro los ojos y siento como esas palabras se clavan en mi pecho como puñales. Intento resistir, pero la Paula malvada que llevo en mi interior no demora en responder.
– ¡Pues entonces yo también debería de buscar a otro hombre, Pedro! ¡Un hombre que no quiera tener hijos! –Grito cuando el corre hacia mi armario y veo que comienza a vestirse.
– ¡Tienes razón, saldré en busca de alguien que si quiera tener hijos conmigo! –Grita a modo de reproche mientras que se coloca una de sus camisas negras. Esas que son especiales para salidas o paseos.
– ¡Bien! –Le digo entre gritos. Que lo haga entonces.
– ¡Bien! –Me dice de la misma manera.
– ¡Entonces ve! ¿Qué esperas?–Grito entre furia y llanto mientras que señalo la puerta de la habitación. – ¡Ve y consíguete a cualquier puta que cumpla tu capricho porque yo no lo haré!
Pedro sale de nuestra tienda individual vistiendo pantalones negros y una camisa negra. No sé cómo logró vestirse tan rápido, pero se coloca su reloj en su muñeca e intenta ignorarme por completo. Está muy molesto y hará esto para molestarme aun más, pero sé que es el fin, no saldremos de esta situación tan fácilmente. Ambos lo arruinamos con algo estúpido y sin sentido alguno. Se coloca su colonia y luego recorre la habitación para tomar las llaves del coche y su teléfono.
– ¿A dónde mierda crees que vas? –Cuestiono persiguiéndolo de un lado al otro.
– ¡Déjame en paz, Paula! –Grita volteándose hacia mi dirección de un modo completamente amenazante que me hace retroceder unos centímetros.
¡Maldito!
Camina hacia la puerta de la habitación y solo puedo gritar.
– ¡Te odio!– chillo.
– ¡No es cierto! –Me responde.
– ¡Tal vez deberíamos divorciarnos de una maldita vez y terminar con toda esta mierda! –Grito fuera de control. Oh, maldición, lo dije…
Pedro se voltea en mi dirección y me sonríe con cinismo.
–No digas estupideces, cariño. –Espeta con sorna. –Eso jamás sucederá. –Luego cruza el umbral y camina por el pasillo como si nada.
– ¡Vete a la mierda, Alfonso! –Grito como un último intento, pero sé que eso no va a detenerlo. Cierro a puerta de nuestra habitación con fuerza provocando un gran estruendo. Luego me recuesto sobre ella, me deslizo hasta que mi trasero toca el piso y cuando oigo que el motor de su coche se enciende, me largo a llorar como una maldita estúpida. Las ruedas rechinan fuertemente y luego escucho como cruza la entrada de la casa. Me dejó sola, se atrevió a dejarme completamente abandonada y confundida en esta situación.
–Esto no es justo. –Me digo a mi misma, pero no logro calmarme. –Mi vida es una mierda.
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