domingo, 3 de septiembre de 2017

CAPITULO 32 (PRIMERA PARTE)




Salgo del baño y observo la habitación. Pedro no está. 


Frunzo en ceño. ¿Se molestó de vedad? Oh, mierda se suponía que no debía molestarse, era solo un juego. Bien, en fin, ya regresará. No voy a rogarle ni a él ni a nadie.


Tomo mi celular porque la lucecita tintinea incesantemente, veo la foto que Pedro y yo nos tomamos antes que se vaya de viaje y cuando desbloqueo la pantalla, veo un mensaje de Damian.


*¿Que haremos hoy, nena?*


Sonrío y tecleo mi respuesta rápidamente.


*Me quedare en casa con mi esposo hoy, mañana podemos vernos si quieres.*


Envío el mensaje y su respuesta es casi inmediata.


*Tu esposo regresó… mmm… ¿sexo pervertido?*


Leo su mensaje y suelto una risotada. No puedo creer que haya dicho eso por mensaje de texto. Pienso que responder pero no sé realmente que decirle. Si o no, no lo sé.


*Enserio, no quieres que responda a esa pregunta, pero estoy muy cansada y me quedare en casa. Podemos vernos mañana ¿de acuerdo?*


*Afortunado tu esposo*


*Ya lo sé*


*Presumida*


*TONTO*


*Gruñona*



No respondo a su mensaje y dejo mi teléfono en el mismo lugar, pero antes de que pueda dar un paso, suena y veo que Damian está llamándome. Si será, pesado…


–Hola. –Digo secamente.


–Oye, para haber tenido sexo salvaje, suenas de muy mal humor. –Musita y sé que sonríe al decirlo.


–Estoy de muy buen humor, el problema eres tú. –Espeto divertida. Lo oigo suspirar y luego sonreír.


–Oye, mañana debo verte, tienes que escoger las fotos para mi portfolio, debo imprimirlo así el lunes me presento a la entrevista.


Oh, mierda. Si, la entrevista, casi lo olvido. Su trabajo depende de la perfección de todo mí ser en sus fotografías... 


Claro, no lo olvidaré de nuevo.


–Bien, mañana podemos vernos en la mañana.


–Bien, te veré mañana.


–Bien, adiós.


–Adiós, nena.


Corro hacia mi armario y busco algo que ponerme. Es jueves, no quiero salir de la casa y el día es terriblemente gris y lluvioso, mucho más que los días normales.


Tomo uno jeans de mi armario, una blusa color negó y un ligero abrigo de punto. Miro mis pies y luego la sección de zapatos, ¿de verdad quiero tacones un día como hoy? Niego con la cabeza y busco en medio de todos los modelos alguna zapatilla, sé que debo de tener dos pares en algún lugar, las encuentro y sí, hay dos pares, uno negro y uno blanco. Sonrío y tomo las zapatillas negras, Pedro le sorprenderá verme de esta manera, pero mi plan fue sorprenderlo desde el principio así que funcionará.


Media hora después, bajo las escaleras de la mansión completamente lista. No llevo maquillaje lo cual me hace sentir extraña y caminar sin tacones me hace creer que daré un paso en falso y me caeré en cualquier momento.


– ¡Pedro! –Grito en medio del recibidor. Lo único que me desespera de la inmensidad de esta casa son las miles de habitaciones que tiene, jamás sabes en donde puede haber alguien. Solo hay silencio, él no responde y eso me hace creer que sigue molesto por lo que le hice al despertar y… 


¡Mierda! ¡No quería que se molestara!


Paula, eres una tonta.


Mi Paula interior me mira y niega con la cabeza levemente, claro, ahora resulta que es mi culpa. Corro hacia el despacho, porque de seguro debe de estar ahí y cuando abro la puerta lo veo de espaldas a mí hablando por teléfono animadamente.


–Sí, lo entiendo, sé que esos contratos son muy importantes, pero le prometí a mi esposa que pasaría el día con ella… –Oh, mi dios, está hablando de mi, creo que voy a llorar. –No, descuida, me mantendré al tanto desde mi casa… -Hay silencio, no dice nada por unos segundos. -sí, es hermosa…– ¡Oh, mi dios! ¡Acaba de decirle a no sé quien que soy hermosa! Bueno eso ya lo sabía, pero se lo dijo a alguien más. –Mañana también me quedare en casa, estuve varios días fuera y la extrañé. –Hay otra pausa y escucho a Pedro sonreír, me tomo el tiempo para observarlo de pies a cabeza. Luce zapatillas como las mías, unos jeans azules y camisa playera color gris. Luce diferente y completamente atractivo. Oh, dios, hay calor a mi alrededor y eso no es bueno o tal vez sí. –Bien adiós.


Cuelga el teléfono y cuando se voltea me ve en el marco de la puerta y parece sorprendido.



–Paula… ¿desde hace cuanto tiempo que estás ahí? –Cuestiona rápidamente.


–Solo un minuto. –Le informo. Ingreso a la habitación y me coloco delante de él. Besos sus labios sin problema alguno y cuando pienso que veré su cara de molestia por lo de hoy en la mañana, me equivoco completamente porque no parece molesto.


–Creí que estarías molesto por lo de hoy en la mañana. –Confieso acariciando su mejilla.


–Me gusta lo que llevas puesto. –Musita acariciando la tela de mi suave abrigo de punto.


–Gracias, pero… ¿entonces no estás molesto? –Cuestiono frunciendo el ceño.


–No, no estoy molesto, cariño. – espeta con una amplia sonrisa. –Además encontré una hermosa manera de castigarte.


– ¿Qué? ¿De qué estás hablando? –Pregunto rápidamente.
¿A qué demonios se refiere? ¿Castigarme? ¿Cómo?


Suelta una malvada sonrisa y luego se voltea un poco y toma un papel de su escritorio, lo observa para comprobar que sea el correcto y luego me lo enseña de manera divertida. Puedo ver como disfruta de lo que hace y eso me confunde demasiado.


Tomo el papel y veo una letra algo desprolija escrita en tinta de bolígrafo azul. Comienzo a leer varios nombres de productos y cosas y comprendo lo que sucede aquí. Oh, no. no puede castigarme de esta manera, no en un lugar así, para eso está el servicio. ¡Está loco!


Niego con la cabeza un par de veces. –No puedes hablar en serio.


Se ríe y luego toma su abrigo y jala de mi brazo hacia las afueras de su despacho.


–Iremos al supermercado, preciosa…



El coche se detiene frente al inmenso local Wal–Mart y aun no puedo creerlo. Pensé que bromeaba, pero cuando aceleró el coche comprendí que de verdad estaba de camino al supermercado. Haremos las compras como si fuésemos personas corrientes y me alarma pensar que tal vez pueda parecerme agradable. Yo jamás fui al supermercado.


–Bien, ya estamos aquí. –Dice cuando el coche se detiene. –Tenemos una larga lista de cosas por comprar, señora Alfonso.


–Este es un castigo un poco fuera de lugar. –Espeto mirándolo de lado.


–Este es un castigo muy práctico. –Me responde con una sonrisa. Se baja del coche, lo rodea rápidamente y me abre la puerta. Bajo de mala gana y caminamos por el estacionamiento al aire libre, evitando la lluvia. Él me abraza y se detiene entes de que las puertas corredizas de vidrio se abran.


–Oye, no quiero que estés molesta conmigo. Si lo intentas, pasaremos un hermoso momento, juntos, estamos haciendo algo inusual y creo que será divertido. –Sisea mientras que quita algunos mechones de cabello de mi cara. –Intentémoslo ¿De acuerdo?


Cruzada de brazos lo observo unos segundos, suelto un leve suspiro y luego le digo que si con la cabeza. El sonríe y toma mi mano suavemente. Las puertas se abren y cuando cruzamos el umbral de vidrio y caminamos un par de pasos nos introducimos en el inmenso supermercado.


Pedro toma un carrito de compras de tamaño grande. 


Comienza a andar como si este fuese su lugar habitual, como si caminase por su oficina, observa todo y sonríe para cualquiera que pase. Yo lo sigo con los brazos cruzados y el ceño fruncido. No debería de estar aquí. Tendríamos que estar teniendo sexo en casa o haciendo cualquier otra cosa.


Este no es nuestro lugar…



Él no le quita el ojo la larga lista que tiene entre las manos y animadamente camina hacia los estantes con diferentes productos. Toma el que está buscando y luego coloca varios del mismo tipo en el carrito. Sigo cruzada de brazos y sigo molesta.


–No puedo creer que estemos haciendo esto. –Espeto disgustada con él y con medio mundo. Se voltea en mi dirección, deja el papel dentro del carrito y se acerca a mí rápidamente.


Sus manos toman ambos lados de mi cara y mi mirada se posa sobre sus ojos. Me pierdo por un momento, pero luego recuerdo que estoy molesta y sé que haga lo que haga no podrá hacerme sentir bien conmigo misma. No me gusta este lugar, no me gusta lo que estamos haciendo y me parece completamente patético que me castigue de esta manera.


–Paula… –Murmura provocando que lo mire nuevamente. –Por favor, cariño, intenta ver el lado divertido de todo esto. Jamás hemos hecho algo así y es una de las experiencias que me gustaría compartir solo contigo.


–No sé hacer las compras. –Siseo descruzando mis brazos colocándolos sobre sus hombros. Él sonríe y luego su mano acaricia mi mejilla con suma dulzura.


–Es como la búsqueda del tesoro y lo mejor de todo, es que estamos juntos. Intenta disfrutar ¿de acuerdo?


Su mirada es suplicante y lleva un leve atisbo de esperanza. 


Si, sé que debo cambiar mi actitud, pero mi Paula controladora y posesiva lucha con mi Paula que quiere cumplir el rol de buena esposa y obedecer a su marido. Es difícil todo esto para mi aun, jamás he hecho esto y tampoco creí que a Pedro le gustaría vivir esta rara experiencia…


Suspiro levemente y luego intento sonreír, pero no lo logro. 


Observo a mi alrededor y veo a todas las mujeres corrientes con sus carritos de compras y sus niños encima de él, parecen disfrutar de lo que haces y no parece ser difícil pero… un momento… ¿porque se supone que no lo estoy haciendo? Soy Paula Alfonso, yo lo hago todo bien, esto debe de ser demasiado sencillo. ¿Por qué una mujer corriente y con tres niños puede hacerlo y yo solo protesto? 


Que tonta soy a veces… esto es como un reto y debo hacerlo perfectamente bien como siempre. Ahora comprendo…


Sonrío porque ya sé como es el juego, ahora lo comprendo. 


Me acerco a Pedro y beso sus labios. Últimamente besarlo es uno de los gestos que mas realizo una y otra vez, es completamente adictivo… es lo que necesito a cada instante. 


Él me toma levemente de la cintura y con su otra mano acaricia mi nuca, nos movemos en sincronía y lentamente hacemos que el beso se vuelva completamente mágico y especial, no hay nada que pueda estropearlo. Siento que el calor empieza a invadir mi cuerpo, quiero acabar con esto y llegar a casa de una vez. Sé que lo lograré.


–Lo haré. –Le digo en un susurro sobre sus suaves labios. Él sonríe y luego vuelve a besarme, pero a una corta distancia oímos a alguien hablar y nuestro beso se interrumpe.


–El amor joven… –Musita una anciana con su carrito de compras. Parece feliz al vernos. –Recuerdo cuando tenía su edad, el amor es tan perfecto y hermoso, eres muy afortunada, querida. – expresa sonriente hacia mi dirección. 


Siento que mis mejillas arden por alguna extraña razón y observo de reojo a Pedro que me mira expectante. Tengo que decir algo, sé que debo hablar y no parecer una persona descortés.


–Lo sé. –Respondo con una de mis mejores sonrisa, pero esa sonrisa no forma parte de una máscara, la Paula que no necesita de antifaces habla por primera vez y admite algo que las otras Paulas lo han hecho sin siquiera comprender el significado. –Soy muy afortunada de tenerlo.


La mujer sonríe ampliamente y luego dirige su mirada a Pedro.


–Querido, tus eres joven y alto, ¿crees que podrías alcanzar una de esas latas de arriba para mí? –Pregunta algo tímida.



–Será un placer. –Pedro sonríe y se acerca hacia el alto estante, alarga su brazo y toma tres latas para la señora de diferentes marcas, ella sonríe agradecida y escoge la marca más conocida, luego nos sonríe a ambos y sigue con su carrito hacia otra dirección. Mi esposo regresa su atención en mí –Finalmente– y toma mis manos. Cambio mi mal humor por algo de ánimo, sé que podré con esto, ya he venido al supermercado de pequeña, recuerdo cuando mamá hacia las compras… tal vez por eso no me agradan estos lugares.


Pedro toma la lista y me va diciendo todo lo que debemos comprar para la alacena inmensa que ocupa todo un cuarto en la gran y amplia cocina. Ambos buscando lo de la lista y cuando veo algo que llama mi atención lo lanzo al carrito sin importarme la maldita y condenada lista hecha por las empleadas. Es mi dinero, mi casa, mi comida, mi todo… yo decido que comprar. Caminamos por varios pasillos y Pedro sigue cargando el carrito. Ya tenemos de todo. Queso, verduras de todo tipo, algunos aderezos, azúcar e incluso muchos, pero mucho paquetes de diferentes cosas que no sé ni para qué sirven. Ahora que lo pienso y que puedo sentirlo, no es tan malo, en realidad esto empieza a resultarme divertido y creo que a Pedro le gusta verme de esta manera. Admito que es mejor estar así, que sentirme enfadada todo el tiempo.


Cuando llenamos un carrito completo con comida Pedro va en busca de otro. Aun faltan los productos de limpieza y por lo que veo en ese papel sé que serán demasiado, ¿Cuándo dinero le da Pedro a las mucamas para que hagan las compras? Todo esto saldrá una fortuna y además ¿Cuándo comemos toda esta comida? Yo ni siquiera como en casa. 


Es completamente desconcertante.


Observo las compras y localizo todo lo que es mío. Pasamos por la sección de pastelería y Pedro y yo cargamos gran parte del carrito con ingredientes y todo tipo de preparados para hacer pasteles. Lo veo entusiasmado con la idea de que cocine y creo que lo haré para complacerlo, al fin y al cabo sé que lo haré bien de todas formas.



Lo veo aparecer con un carrito del mismo tamaño que él te sostengo entre manos. Me sonríe a lo lejos y lo veo observar a ambos lados para comprobar que estamos completamente solos. Frunzo el ceño porque sé que hará algo tonto y sin sentido y lo hace. Toma carrera y luego cuando esta lista se sube al carrito y comienza a andar por en medio del pasillo como si fuese un niño pequeño, hasta que llega hacia mí. 


Me rio en su cara y contemplo su inmensa y radiante sonrisa.


– ¿Qué estás haciendo? –Pregunto entre risas. –Nos van a regañar. –Le advierto rápidamente observando a nuestros alrededores.


–Estabas muy lejos y quería llegar lo más rápido posible para besarte, mi preciosa Paula. –Manifiesta acercándose peligrosamente a mí. Nuestras miradas chocan y su mano comienza a recorrer mi brazo provocando una agradable corriente entre ambos.


–Aún no me has besado. –Resoplo clavando mi mirada en el suelo como señal de inocencia, sonríe otra vez y me toma ambos lado de la cara.


–Voy a besarte todo el tiempo, acostúmbrate, porque esto será para siempre.


Cierro los ojos y dejo que me bese de nuevo. Si sus besos fuesen agua, creo que jamás lograría calmar mi sed, me gustan cada vez más, me vuelvo adicta a su manera de besar, me estoy volviendo una adicta a Pedro



CAPITULO 31 (PRIMERA PARTE)




Registro sus caricias sobre mi brazo derecho y comienzo a despertar lentamente. Me siento completamente feliz y renovada. Como si hubiese ido al spa por unas tres o cuatro horas. Todo lo que sucedió fue indescriptible, maravilloso, sorprendente. Abro los ojos y me encuentro con los suyos, está observándome y sonríe ampliamente.


–Hola. –Digo con la voz adormilada.


–Hola. –Me responde dulcemente. – ¿Cómo te encuentras?
–Cuestiona acariciando mi mejilla.


–Bien, ¿Y tú?


–Excelente.


Sonrío y muevo mis piernas ocultas debajo de las sabanas. 


Él me toma en brazos y luego hace que descanse mi cabeza en su pecho. Me acomodo mejor, así permanecemos en silencio por varios minutos. Me alegro para mis adentros y acaricio el leve bello que cubre su pecho. Beso su cuello y luego cierro los ojos de nuevo. Aún tengo sueño. Acaricia mi espalda y besa mi pelo una y otra vez.



–No te duermas. –Espeta con un melódico cantito, Pedro si que está de buen humor esta mañana. Me pregunto porque será. a sí, ya lo sé, porque tuvimos la mejor noche de sexo de todas con casi cuatros horas sin detenernos. ¡Mierda! ni siquiera yo puedo creerlo.


– ¿Qué hora es? –Cuestiono observando con el rabillo del ojo en dirección a la ventana. El día es gris y hay lluvia a fuera, pero no puedo saber en qué hora de la mañana estoy.


–Son más de las diez. –Murmura tranquilamente.


– ¿Mas de las diez? –Pregunto completamente sorprendida. 
– ¿Faltaste al trabajo?


Se ríe y besa mis labios.


–Ayer te dije que me quedaría todo el día contigo.


Sí, eso es verdad. Mientras que lo hacíamos por tercera vez, me dijo que quería quedarse conmigo y cuando lo dijo creí que sería verdad, pero estaba segura de que si me despertaba en la mañana Él no estaría a mi lado.


–No creí que hablabas enserio. –Confieso.


– ¿Por qué no? –Cuestiona frunciendo el ceño.


–Porque es obvio que el trabajo es lo más importante. –Respondo secamente. –Además, estábamos a mitad de un orgasmo. Es normal decir incoherencias. –Él busca mi mirada, pero la desvío rápidamente, hacia cualquier rincón de la habitación. No quiero que sepa que me afecta que no esté todo el tiempo conmigo, pero de cierta forma sé qué él ya lo noto.


–Mírame, Paula. –Sisea tomando mi mentón con delicadeza para que lo mire. Elevo mi rostro y luego veo una mirada llena de promesas, sentimientos y cariño que logra exterminar todo tipo de estúpidas dudas y tontas inseguridades. –Tú siempre eres lo más importante, ¿Entiendes?–Dice completamente convencido. –Eres lo más importante para mí.


Hacemos contacto visual por unos segundos, pero por más que el tiempo pase, no encuentro la manera de responder a eso, no sé qué decir y eso me hace sentir más extraña que nunca y perpleja. Yo nunca me quedo sin habla, pero con él sucede a menudo.


–Bésame. –Le ordeno en un susurro.


Es lo único que puedo decir, lo necesito, lo quiero, quiero que se quede conmigo y me siento aterrada, porque creí que esto jamás sucedería. Estoy completamente enamorada de mi esposo y eso no estaba en ninguno de mis planes. 


¿Cómo haré para resolver esto ahora? Todo se volvió un poco más complicado y aunque quiero pensar que no funcionará, sé que él también siente lo mismo. Ambos lo sentimos y solo debemos esperar el momento correcto para decirlo.


Se acerca para besarme, pero lo alejo.


–No, espera. –Le digo colocando mis manos sobre su pecho. 


–Aún no me he lavado los dientes.


Se ríe y luego niega con la cabeza levemente.


–Está bien, cielo. ¿Qué te parece si nos damos un baño y luego comemos pastel?


Sonrío ampliamente y luego me coloco a horcajadas sobre su cintura. Oh, la Paula de siempre ya despertó del todo y algo me dice que haremos mucho más que comer pastel. Él se lo buscó, ahora que resista. Quiero más.


– ¿De verdad te gustó el pastel?


–Sí. Es delicioso. –Me responde.



–Estaba pensando tomar clases de cocina. –Le informo para ver cómo reacciona. –Todos los días en la mañana, ¿Qué opinas?


Una hermosa y perfecta sonrisa se forma en sus labios y sus ojos expresan orgullo y felicidad, pero sorpresa al mismo tiempo. Sí, quiero sorprenderlo más a menudo y sé que lo haré. Soy Paula Alfonso, yo lo hago todo perfectamente bien.


–Creo que jamás creí que dirías algo así, pero me encanta que quieras hacerlo.


Suelto un gran y profundo suspiro. Es tan… perfecto.


–Sé que funcionará. –Le respondo.


–También lo creo.


–Aunque tú tendrías que pagar las clases. –Le digo entre risas. –Pero ahora que lo pienso, eres tú el que paga absolutamente todo, así que…


–Hazlo, cielo. –Musita colocando algunos mechones de pelo detrás de mi oreja. –Esteré orgulloso de lo que sea que hagas, ¿De acuerdo?


–Bien.


Oh, esta situación es extremadamente dulce y tierna, mi Paula malvada me pide a gritos ser liberada y lo hago.


Muevo mis dedos sobre su pecho y sus hombros, lo miro fijamente y luego beso sus labios castamente. Muevo mis caderas apropósito y siento su erección justo en donde la quiero. Una sonrisa malvada se escapa de mis labios, mis manos se mueven por debajo de las sabanas y lo tomo con fuerza. Él cierra los ojos y gime. Oh, sí. Me encanta verlo de esa manera. Tengo el control, siempre lo tengo.



–Paula, cariño, ¿de verdad quieres hacerlo otra vez? –Cuestiona apretando la mandíbula. Mi Paula interior se muere de la risa. Esto será muy divertido.


– ¿Por qué no? –Pregunto en un seductor susurro sobre sus labios. Tomo su miembro y lo rodeo con toda la palma de mi mano. Oh, mierda, esto es genial. – ¿No quieres que lo haga, Pedro?


–Claro que quiero.


–Es tan grande y duro… no puedo resistirme… –Siseo para provocarlo. Muerdo mi labio inferior y luego me quito las sabanas que cubren mis tetas.


Pedro me observa detenidamente y siento como su miembro se pone más duro entre mis manos. Sonrío porque me encanta ser mala, me acerco para besar sus labios, pero no lo hago. Volteo mi cara hacia otra dirección y pongo en marcha mi plan.


– ¿Quieres que lo haga? –Cuestiono una vez más.


–Hazlo, Paula. –Responde con la voz entrecortada. Oh, justo la respuesta que esperaba.


–Creo que tienes razón, ya hemos hecho mucho ayer en la noche. –Me muevo y me pongo de pie. –Voy a darme un baño. –Le informo. Parece sorprendido y creo que no le gusta que juegue de esa manera, pero ya se lo dije, siempre tengo el control.


Cruzo la habitación y antes de introducirme al cuarto de baño me volteo y veo su cara de pocos amigos.


–Paula, regresa aquí y termina lo que empezaste. –Me ordena.


Oh, sí, se enfurecerá y luego me follará a lo bestia, justo como quiero. Sonrío y le lanzo un besito, se pone de pie, corro hacia el baño antes de que me atrape y pongo seguro a la puerta. Así estaré a salvo por unos minutos.





CAPITULO 30 (PRIMERA PARTE)




Regresamos a la cocina tomados de la mano, luego de unos largos minutos de reconciliación. Sus besos me idiotizaron y la manera en la que sus manos recorrieron mi cuerpo con desesperación hizo que quiera apresurar las cosas. Quiero cortar el pastel, que lo pruebe y luego subir a nuestra habitación. Lo necesito, lo anhelo…



Tomo el cuchillo mientras que el se sienta en la silla de la barra de desayuno. Apoya sus codos sobre ella y luego me observa detenidamente. Debo recordar las instrucciones para hacerlo, no puedo leerlas ahora. Por dios, no debe de ser tan difícil cortar un pastel.


–Eres completamente hermosa. –Sisea mientras que estira su brazo y coloca un mecho de cabello detrás de mi oreja. –Jamás me cansaré de decírtelo.


Percibo como mis mejillas arden, sé que soy hermosa, pero que él me lo diga con esa dulzura y ese cariño, me vuelven extraña. No suelo sonrojarme por nada, es solo con Pedro que esto sucede. Hay mariposas en mi panza de nuevo y eso debe de ser una buena señal, debo aprovechar este tipo de momentos.


–Espera. –Me dice cuando voy a hacer el círculo en medio del pastel. Si, ya recordé como debía cortarlo. Me siento presuntuosa. Será sencillo. Todo saldrá a la perfección. –Déjame tomarte una foto.


Busca su celular en el bolsillo de su pantalón y luego lo apunta hacia mi dirección. Ya estoy más que acostumbrada a que me tomen fotografías, Pedro lo hace todo el tiempo y en solo tres días me acostumbre por completo.


–Mírame, preciosa.


Elevo la mirada hacia la cámara y sonrío. Él toma la fotografía y luego observa la pantalla táctil del celular orgulloso. Si, lo sé. Soy lo más hermosos que haya visto jamás, pero eso ya lo sabía desde antes.


–Ahora colócate el delantal.


Lo hago y luego obedezco como la buena esposa que quiero ser. Me toma todo tipo de fotografías, luego le toma un par de fotos a mi perfecta obra de arte y cruza la barra para que nos tomemos fotos, juntos. Yo lo hago encantada. Sonríe en cada una de ellas, creo que ya tiene como veinte fotografías en menos de cinco minutos. Nos besamos, foto, le abrazo, foto, me besa, foto, muecas, foto, cara seria, foto.


– ¿Estás tomando fotografías para evadir el momento de probar mi pastel? –Cuestiono fingiendo estar enfadada. Él eleva sus manos en gesto inocente y me sonríe.


–Jamás haría eso, cariño. –Espeta divertido. Tomo la cuchara de madera y golpeo su hombro, juguetona. Se ríe, luego me toma de la cintura y me coloca en su regazo. –Debe de ser el pastel más delicioso de todos.


–Pruébalo entonces. –Lo reto.


Tomo el cuchillo, hago el círculo en el centro del pastel con sumo cuidado, luego comienzo a cortar una porción. Me alcanza un platito de porcelana blanco y con la misma lámina de cuchillo lo tomo y lo coloco sobre él, como el chef me enseñó. Todo ha salido a la perfección. Observo con disimulo el interior del pastel por si acaso. Todo parece perfecto. Bizcocho, chocolate, bizcocho, chocolate, cobertura. ¡Excelente!


–Cómelo. – ordeno intentando no parecer desesperada.


Comerá mi pastel, estoy aterrada.


Él agarra la cuchara y luego observa el pastel detenidamente. Oh, que no empiece con tonterías, por favor. 


Todo está tan bien. No quiero que lo arruine. Toma un poco y luego se lo mete rápidamente en la boca con el ceño fruncido. Debo admitir que verlo es divertido. Su mala cara se suaviza y percibo como comienza a saborear. Quiero que logre percibir las diferentes texturas, me esforcé mucho porque todo fuese diferente. Si hubiese querido que sea fácil, podía batir el pastel en la licuadora y dárselo como jugo.



– ¿Qué te parece? –Cuestiono muerta de la intriga. Intento sonar segura, pero no lo logro del todo. La verdad es que estoy asustadísima. Su expresión facial no me dice nada y eso me desespera. ¿Y si el pastel no tiene sabor?


Oh, mierda. ¡Habla, Pedro!


–Creo que es el pastel más delicioso que he probado en toda mi vida, Paula. –Musita con una amplia sonrisa en su rostro. Mi pecho se hincha de orgullo y luego suelto una risita liberadora. ¡Le gustó! ¡Le gustó mi pastel!


Intento contener mis emociones, pero no lo logro, me lanzo en sus brazos y lo abrazo fuertemente.


–Oh, Pedro. ¡Acabo de hacer un pastel! –Grito eufórica. Él se ríe y me sienta sobre su regazo.


–Y es delicioso. –Me informa.


Estoy muy feliz. Si pude enfrentarme a la cocina y preparar un pastel, puedo hacer cualquier cosa. Ya nada me detendrá. Oh, si la Paula que no le teme a nada ha vuelto.


Pedro toma otro poco de pastel del plato y lo introduce en su boca. Por sus caras, puedo ver que de verdad le gusta, lo está disfrutando y eso me hace mucho más feliz. Al fin creo que encontré una actividad en la cual destacarme. Si, lo haré, tomaré más clases de cocina, la sonrisa que veo en su rostro vale cada vestido arruinado por preparado, todo esto vale la pena.


–Pruébalo. –Me dice colocando la cuchara delante de mi boca.


– ¿De verdad sabe bien? –Cuestiono dudosa. Yo lo hice y no estoy segura de que a mí me agrade.


–Sabe delicioso.



Abro la boca y él coloca la cuchara sobre mis labios, luego la mueve apropósito y la crema del pastel mancha mi boca. Sé lo que hará. Sonríe y deja la cuchara a un lado, me acuna entre sus brazos y luego me besa dulcemente. Los sabores del chocolate y la crema comienzan a mezclarse en mi boca, siento un ligero sabor extraño y sé que es mi lápiz labial. Él mueve su lengua y yo la mía. Sincronizamos excelentemente bien. Me pierdo por unos minutos y siento que me voy a otra parte. Solo somos el y yo.


Tomamos un receso y respiramos un poco. Abro los ojos y comienzo a reír. Él me observa dudoso, pero ríe conmigo sin saber la razón. Tomo su celular de encima de la mesada y luego lo coloco delante de su cara para que él lo utilice como espejo. Se observa y luego comprende porque ríe. Tiene la mitad de su cara cubierta por labial rojo. Utilizo mis dedos y comienzo a quitárselo. Observo su boca todo el tiempo, me siento completamente idiotizada y excitada… sus labios son tan…


– ¿Te gustó tu pastel, preciosa? –Cuestiona con una sonrisa. 


No puedo dejar de verlos. Se sienten suaves y me gusta besarlos todo el tiempo. Él me lo dijo, pero yo también lo admito, besarlo se ha vuelto adictivo.


–Me gustan tus labios. –Siseo acariciándolos con mi dedo índice.El ambiente ya no es divertido. Todo se volvió más intenso y especial. –Me gustan tus hombros…


Acaricio sus hombros y luego poso mi mirada sobre los primeros botones de su camisa desabrochada. Contemplo su pecho, idiotizada, paso mi dedo lentamente sobre su tórax y luego desabrocho otro botón. Me observa con detenimiento y respira un poco mas agitado que antes.


–Me gusta besarte…



Muevo mis labios y los poso sobre su cuello. Deposito un leve beso, muevo mi mano hacia el dorso de su brazo y le clavo las uñas apropósito. Me encanta hacer eso, sus músculos son duros y trabajados…


Paso mi lengua por la piel de su clavícula y luego chupo levemente. Lo veo cerrar los ojos y sonrío para mí misma. 


Sé lo que haré y nada me detendrá. Desprendo otro botón de su camisa lentamente, beso su pecho y luego repito la misma acción que realice con su clavícula. Sus manos recorren mi cuerpo y cuando una de ellas se posa en mi trasero, enloquezco. Me pongo de pie y el también, lo observo y luego me lanzo hacia sus labios. Él eleva mi vestido hacia mi cintura y aprieta mis nalgas con fuerza. 


Hago volar todos los botones de su camisa mientras que nos besamos y el sonríe. Acaricio su miembro que ya está muy dispuesto y a mi espera. Oh, sí. La Paula pervertida está más despierta que nunca.


–Sabes lo que quiero. –Siseo rozando sus labios con los míos. Estoy seduciéndolo cada vez más con el paso de los segundos, estoy a punto de tenerlo a mis pies. –Sé lo que quieres…


–Dime que deseas, Paula. –Expresa a modo de petición con la voz cargada de excitación. –Dímelo.


Ambos jugamos el juego del otro y eso me resulta de lo más divertido. Estoy muy excitada, puedo hacer lo que sea que este hombre me pida porque sé que valdrá la pena. Elevo mi pierna derecha a la altura de su cintura, ahora estamos mucho más cerca y estoy dispuesta a comportarme como una buena esposa y responder a su petición.



–Quiero que me folles. –Especifico en un leve susurro, que lo deja sin aliento. –Quiero que hagas conmigo todo lo que quieras.


Inmediatamente veo como sus ojos se encienden por completo. Es la luz verde para ambos.



Me carga a horcajadas sobre su cintura y comienza a caminar hacia no sé qué dirección. Por fin vamos a hacerlo, por fin lo tendré de nuevo dentro de mí, por fin podré disfrutar como he anhelado hacerlo desde que se marchó.


– ¡Oh, mierda, cariño! – exclama cuando hundo mis manos en su pelo y muerdo su labio inferior. Se detiene en el recibidor y apega mi espalda a la fría pared. Chillo en mi interior, el frío del muro y el calor de mi cuerpo no es una buena combinación.


–Follame, solo hazlo. –Le imploro entre jadeos. Él coloca uno de sus dedos en mi clítoris, hecho mi cabeza hacia atrás y suelto un leve gemido.


–Cumpliré sus deseos, señora Alfonso–Susurra prometedor. – voy a follarte, Paula...