domingo, 10 de septiembre de 2017

CAPITULO FINAL (PRIMERA PARTE)




Grito una y otra vez. Pedro se ríe e intenta cubrir mi boca para que no haga más alboroto. Laura se despertará y explicarle todo lo que sucede, será complicado. Miro lo que tengo entre manos una y otra vez. Aun no puedo creerlo. Es como un sueño o una gran ilusión. No puede estar sucediendo. Parece increíble.


Poso mis ojos una y otra vez sobre los boletos que sostengo y luego miro a Pedro. Parece tan feliz como yo. Vuelvo a gritar y me lanzo en sus brazos. Él sabe cómo hacerme feliz, sabe lo que quiero y yo sé que obtengo todo lo que deseo. 


Me sorprendió de la mejor manera que podía haberlo hecho.


– ¡Esto es increíble, no puedo creerlo!–Chillo muerta de la emoción.


Me abraza y luego acaricia la curva de mi cintura lentamente.


–Cuando fui a buscar el regalo de Emma, no pude resistirme. Sabía que te molestarías conmigo, pero sabía que te merecías esto, preciosa. –Me dice con ternura.
Vuelvo a releer los papeles una y otra vez. Francia, Italia, Alemania, Eslovenia, España y Turquía. Oh, mi dios, siento que voy a desmayarme, siento que me falta el aire. No puedo creerlo. Aun no he estado en Turquía y no conozco Alemania… todo esto es increíble. Nos iremos de luna de miel, tendremos nuestro momento para nosotros solos en diferentes partes del mundo.


–No puedo creerlo. –Vuelvo a decir. Estoy completamente impactada.


–Prepara tus maletas, preciosa. –Murmura sonriente. –Seis países, diecisiete ciudades y treinta días solo para nosotros.


–La luna de miel de mis sueños. –Digo colocando mis brazos alrededor de su cuello. Sé que si lo suelto me desmayaré. 


Aun sigo impactada. –Gracias.


–Voy a cumplir todos tus sueños, Paula. Todos.



–Y yo prometo que cumpliré los tuyos. –Musito a voz baja.


Pedro me ha hecho sentir culpable, él acaba de hacer realidad mi gran sueño y yo me comporto como una maldita perra al no hacer realidad el suyo. Debo de dejar mi egoísmo a un lado y pensar en él, aunque sea solo un poquito.


–No necesitas decir eso para complacerme, cariño. –Advierte sentándose en uno de los sillones individuales de la habitación. Me apresuro y me siento en su regazo. Él coloca su mano en mi glúteo y besa la parte descubierta de mi pecho. –Solo dime que me amas, solo eso por ahora.


–Pero… –Protesto rápidamente con el ceño fruncido.


–Dime que me amas. –Me pide dulcemente.


Sonrío como jamás lo he hecho y acaricio su mejilla.


–Te amo, Pedro.




CAPITULO 54 (PRIMERA PARTE)




Pedro deja a Laura sobre el mullido colchón de nuestra habitación. La cubro con el edredón, luego deposito un beso en su frente y acaricio su cabello. Me noto extraña, pero de manera positiva. Jamás me había sentido de esta manera. 


Por fin logramos que se quede dormida. Es más de media noche y al parecer la tarde juegos y risas que tuvimos hoy no fueron suficientes como para agotar sus energías. Ya lleva tres días con nosotros y debo admitir que me agrada su presencia. Sé que cuando sus padres regresen, la extrañaré como una loca. Debo admitir también que la idea de tener un bebe a estado rondando mi cabeza una y otra vez desde que Laura ha llegado a la casa. Tengo miedo, esa es la cruel verdad, pero también tengo una necesidad dentro de mí, una necesidad de saber ¿Qué sucederá si soy madre? ¿Cómo seré? ¿Todo será así de perfecto? No lo sé, pero quiero descubrirlo, aun no estoy dispuesta a hablar con Pedro sobre esto, pero tal vez en un par de meses pueda decirle lo que pienso con respecto a esta situación.


Mi esposo apaga la luz de la mesita de noche y luego ambos salimos sin hacer demasiado ruido hacia la puerta de salida. 


No tengo sueño y aun no hemos pasado el suficiente tiempo, juntos. Esa noche fuimos a cenar a un restaurante en el centro de Londres y eso me hizo más que bien. Necesitaba tomar aire fresco, necesitaba no entrar en la rutina de todos los días y al parecer funcionó.


Hemos compartido muchos momentos con Laura; jugamos en todos los lugares posibles de la mansión, la llevamos al centro comercial, la acompañé al preescolar durante el largo de la semana y también aprendí a cocinar una de sus galletas preferidas, pero necesitamos un tiempo a solas. Hay ciertas cosas que si debo decirle que están consumiendo mi alma al pasar de los días. Quiero decirlo, quiero hacerlo y no puedo esperar más.


–Qué bueno que se durmió. –Susurra cuando salimos al pasillo. Sonrío y luego tomo su mano, mientras que caminamos por la casa sin dirección alguna. El parece algo nervioso y sé que intenta decirme algo, pero no sé que es. –Estoy algo cansado. –Murmura colocando ambas manos en su rostro.


–También estoy algo cansada, es una niña con demasiadas energías. –Digo con dulzura. Él sonríe y se detiene en seco. 


Me detengo con él y cuando nos miramos fijamente, me sonríe y se acerca para darme un increíble y perfecto abrazo. Huelo la colonia impregnada en su camisa de lino blanco y me aferro a su torso. Me gusta el Pedro elegante, me gusta el Pedro de entre casa, me gustan todas y cada una de sus facetas.


–Gracias por estar aquí. –Digo en un susurro. –Gracias por formar parte de mi vida, Pedro.



No sé porque lo hago, no sé porque me comporto de esta manera tan extraña, pero así me siento algo sucederá y sé que será bueno, pero no puedo contener estos ataques emocionales que me controlan por completo de vez en cuando. Estoy comenzando a cambiar, la Paula malvada está dormida profundamente porque ya se cansó de esperar a que la necesite. Ahora soy solo yo, solo Paula, sin ninguna máscara.


–Ven, cielo. Te tengo una sorpresa. –Comenta tomando mi mano. Caminamos por el pasillo hasta la biblioteca. Nos introducimos en la habitación y contemplo la tenue iluminación del lugar. Hay algo diferente. Sonrío y me acerco a la mesa del centro de la habitación. Hay un enorme ramo de rosas rojas ahí. Son para mí, mi esposo me las está regalando y no puedo sentirme más afortunada. Este será otro de mis momentos perfectos junto a Pedro.


Tomo la tarjeta que se encuentra ente el follaje que adorna mi ramo de flores y contemplo la perfecta caligrafía de mi perfecto esposo.



Esto solo es parte de mi sorpresa.
Eres mi tesoro más valioso, preciosa Paula.
Siempre lo serás…
Eres mia y yo soy tuyo. Nunca lo olvides
Pedro


Sonrío ampliamente, me volteo hacia su dirección, está mirándome, observa mi cuerpo con detenimiento y sé lo que quiere, sé lo que yo también deseo. Ambos lo queremos, pero por desgracia aun no podemos hacerlo.


–Me gusta mucho ese vestido. –Murmura con la mirada perdida en mis piernas. Si, lo sé. Soy hermosa, pero eso ya lo sabía. Llevo un vestido color negó algo corto y llamativo. Coloco ambas manos en sus mejillas y le doy un beso apasionado, cargado de deseo, de amor y de afecto. Lo extraño de todas las maneras posibles. Aun tengo el periodo y solo deseo que estos próximos dos días que me quedan, se pasen volando. Estoy ansiosa por volver a sentir su cuerpo completamente desnudo justo al mío. Sus manos recorriendo cada parte de mí, sus labios en mi feminidad… mierda, Paula contrólate, ahora no, no debes. Hace calor, pero no debes.


Pedro me enseña un gran sobre color blanco que descansa sobre la mesa y sonríe.


– ¿Qué es eso?–Pregunto rápidamente.


–Es la otra parte de mi sorpresa. –Responde con una amplia sonrisa.


– ¿Por qué no me lo enseñas ahora? –Interrogo con ojitos de niña chiquita, pero mi truco no parce funcionar, porque solo veo su sonrisa y nada de lo que contiene ese gran sobre blanco. Tengo curiosidad y conociéndolo lo dejará para el final. Me hará esperar. ¿Qué es?


–Quiero decirte de una buena vez por todas, lo que realmente siento por ti, mi preciosa Paula. –Me responde con dulzura.


–Dímelo entonces. –Susurro anonadada. Su mirada me hipnotizo por completo. Estoy pedida en sus ojos, atrapada en sus brazos y sometida a quererlo por siempre. Es el, me enamoré de este hombre y en inevitable negarlo. Sucedió, sabía que sucedería y ahora por fin voy a decírselo.


Pedro toma mi mano con delicadeza y me acerca a su cuerpo. Me toma levemente de la cintura y hace que apoye mi cabeza en su hombro. ¿Acaso vamos a bailar? ¿Aquí? ¿Ahora?


– ¿Qué sucede? –Murmuro elevando mi mirada a la altura de la suya. Sus ojos brillan como si fuesen faroles en la noche negra y oscura, puedes verlos a distancia y quedar hipnotizada por varios segundos. Me encantan sus ojos.


–Estuve buscando la forma más creativa de decírtelo, Paula. –Me explica mientras que nos movemos en silencio por un pequeño espacio en la biblioteca. Es extraño, pero agradable. Mis pies siguen los suyos hasta que llagamos a la mesa del centro de la sala en donde el toma el control del equipo de sonido instalado en la parte superior de la habitación. Oprime un botón y luego una romántica y muy conocida melodía comienza a sonar. Coloco mi cabeza en su hombro y lo abrazo muy fuerte, mientras que sonrío ocultando mi cara en su pecho.


Sabe que adoro esa canción, adoro el símbolo que representa la letra y además… es la canción de nuestro primer baile de recién casados. Sabe cómo jugar sucio, sabe lo que me gusta y al mismo tiempo logra sorprenderme.


– ¿Recuerdas nuestro primer baile? –Pregunta acariciando mi mejilla.


Sonrío ampliamente. Claro que lo recuerdo. Jamás olvidaría algo como eso. Estaba tan nerviosa y perdida en mis propios pensamientos que pise sus pies con mis tacones de veinte centímetros más de tres veces mientras que girábamos por la pista de baile, rodeados de invitados, humo y románticas y tenues luces que adornaban el salón y hacían que nuestro momento se tornara completamente especial.


–Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. –Respondo.


–Es uno de los momentos más lindos que me gusta recodar. 
–Afirma sumiéndose en pensamientos y recuerdos que hacen que aparte su vista de mí y la pierda hacia un punto cualquiera de la habitación.


– ¿Cuál fue tu momento favorito?


–Tengo una larga lista, Paula. –Me advierte enarcando las cejas. –Pero si tuviera que escoger el momento perfecto, creo que sería… –Se detiene y piensa en algo. Sonríe y yo también sonrío. Sé que está recordando algún momento de nuestra boda, pero tengo curiosidad por saber cuál es.


– ¡Dilo! –Chillo rápidamente. Puedo ser paciente, pero prefiero desesperarme.



–Creo que el recuerdo que consigue el primer lugar en mi lista es… cuando te vi entrar a la iglesia, ese fue el mejor momento de mi vida. Mis manos sudaban y no podía apartar la mirada de ti ni un solo segundo. Conforme te acercabas, mi corazón latía mas y mas fuerte. Estaba seguro de que cuando estuvieses en el altar conmigo, serías mía para siempre. Verte con aquel vestido, con tu hermoso cabello y tu sonrisa nerviosa… todo fue perfecto. Eras como un ángel que venía a iluminar mi vida sin sentido, eras tú…


Mi corazón late a mil kilómetros por hora. Mis ojos brillan y mis manos tiemblan sin cesar. Estoy completamente idiotizada. Puedo ser inmune a miles de cosas, pero no lo soy cuando se trata de oírlo decirme cosas hermosas como esa. Soy débil, aunque no quiera aceptarlo, sé que soy débil, el es una de mis debilidades y es inevitable que no lo admita. 


Es simplemente mi esposo el único que puede tener este extraño y agradable efecto en mí que me hace sentir diferente, soy yo, solo Paula, pero muy diferente a la de verdad.


Pedro toma mi cintura fuertemente y me hace girar sobre mis talones, rápidamente. Me abraza y luego sigue moviéndose como todo un dios del baile de salón. Acerca su boca a mi oreja y mordisque el lóbulo, volviéndome loca. ¿Qué pretende? Sabe que no podemos, aun.


Cuando un hombre ama a una mujer, su mente no puede pensar en nada más Paula… –Musita hacia mi oído derecho repitiendo la frase de la canción. –Eso es lo que me sucede. Solo pienso en ti. –Acaricia mi brazo lentamente y luego besa mi mejilla. –Cuando un hombre ama a una mujer él daría todo lo que posee con tal de retener su precioso amor. –Recita como si fuese un poema épico. –Yo daría todo lo que tengo e incluso más con tal de no perderte, mi preciosa Paula. –Lo miro una y otra vez, mientras que danzamos por la habitación. Acaricio su mejilla y su cabello. No sé que mas hacer, quiero hablar, quiero decir algo, pero me veo completamente sorprendida y enamorada, sus palabras son mi droga y no puedo reaccionar. –Cuando un hombre ama a una mujer, gasta hasta el último centavo solo para complacerla. –Sisea dulcemente.



–Has gastado mucho, conmigo. –Murmuro animadamente provocando que se ría.


–Yo daría hasta mi vida por ti, Paula. Por verte feliz, entiéndelo. ¿Y sabes porque?


– ¿Por qué? –Pregunto con un hilo de voz.


–Porque estoy enamorado…


No puedo contener las lágrimas y largo un sollozo. Soy una tonta, una débil y tonta mujer que llora por algo como esto. 


Esta no es la Paula Alfonso de antes, ¿Qué está sucediendo conmigo?


Pedro… –Protesto.


Nena, por favor no me trates mal. –Canta en inglés al compás de Michael Bolton. Es hermoso, es perfecto, es el hombre de mis sueños una y otra y otra vez. Es el, es solo mío y yo soy suya. Soy su preciosa Paula, soy su diamante mas valioso, soy suya, solo suya.


Sonrío ampliamente y ambos nos detenemos. No necesitamos seguir bailando. Ya lo dijo, ya lo escuché, ahora solo tengo que hacerlo… todo está sucediendo y es maravilloso.


–Cuando un hombre ama a una mujer… –Niega con la cabeza un par de veces y me sonríe. –Yo sé cómo se siente, Paula. No tienes idea de cómo sé lo que se siente… porque…Yo soy un hombre.


–Y yo te amo Pedro. –Murmuro con una amplia sonrisa. Ya está, ya lo dije, ya abrí mi corazón, ya se lo he dicho. Ambos sentimos lo mismo. Siempre fue así y por fin las cosas están claras entre ambos. Él me ama, yo lo amo, nada debe de ser complicado. Todo será perfecto.


Cierro mis ojos y dejo que sus labios besen los míos para sellar el trato, para hacer del momento algo mucho más hermoso, romántico y especial. Uno de los besos como los que me gustan. Los besos de Pedro, mi esposo, el hombre al que amo. Si…


–Te amo…


CAPITULO 53 (PRIMERA PARTE)




Una hora después Pedro, Laura y yo bajamos las escaleras y nos dirigimos hacia la cocina. Genial. Quieren que haga un bendito pastel y no tengo ánimos de hacer nada. Bien, solo lo haré porque extrañamente no me siento como una maldita egoísta y quiero complacerlos a ambos.


No sé que me sucede, pero la Paula malvada que llevo dentro niega con la cabeza y me mira de reojo. Sé que está enfadada, pero no me importa. Algún día me desharé de ella para siempre.


Laura y mi esposo se sientan en los taburetes de madera de la barra de la mesada y colocan sus manos sobre sus barbillas para observarme. Me siento incomoda y evito sus miradas, mientras que busco algunos recipientes. Necesitaré ayuda o no haré nada. Que al menos me ayuden a hacer el preparado.


Coloco los recipientes en la mesada, llamo a Laura y luego le coloco un delantal más pequeño, de esos que solo se usan en la cintura para que no manche su ropa. Luego coloco sobre mi rostro el delantal que compre para Pedro que dice ‘Te quiero’. Ato mi cabello y lavo mis manos. Hasta ahora recuerdo a la perfección los pasos así que creo que todo saldrá bien. Siempre debe de salir bien.


Comienzo a dar órdenes y ellos obedecen al pie de la letra. Pedro vierte el contenido de preparado sabor chocolate en uno de los bol transparentes, Laura trae la leche del refrigerador y ambos hacen la mezcla. Todo es muy ruidoso, pero para mí no es suficiente. Tomo mi celular y lo conecto a los estéreos de sonido de la mansión. Oprimo la primera canción que veo y 22 de Taylor Swift comienza a sonar con su atrapante melodía. Laura alza los brazos y baila. Sé que le gusta esta cantante así que la dejo. Sigo moviéndome al ritmo de la canción y de vez en cuando molesto a Pedro, lo abrazo y acaricio su cabello sin control alguno.


–No puedo ser pastelero si esta preciosa mujer me molesta. –Le dice a Laura en un susurro que logro escuchar. – ¿Qué crees que debo hacer, princesa? –Pregunta hacia la niña. Mi sobrina sonríe y luego le dice algo al oído.


Decido ignorarlos y me volteo hacia el otro preparado. Será un pastel de vainilla y chocolate con cobertura de chocolate y fresas en el centro. Sé que les encantará, ya lo tengo todo completamente planeado en mi cabeza. Pedro me toma por sorpresa de la cintura y hace que de un saltito del susto. 


Derramo un poco de preparado amarillo sobre mi ropa y al ver la mancha que ha dejado en la tela me aparto de él y lo fulmino con la mirada. No puedo creer que haga esto.


– ¿Qué acabas de hacer? –Pregunto intentando parecer enfadada, pero no lo estoy es solo una mancha  insignificante. Oh, por dios ¿yo dije eso? no puedo creerlo. 


Pedro me mira divertido y se acerca cada vez más a mí. Laura se ríe al otro lado de la habitación y nos observa con detenimiento.


Decido ser mala y tomo un poco de preparado de la fuente con mi cuchara. Pedro se aleja de mi lentamente porque sabe que voy a atacarlo, pero esto será divertido, oh, sí, quiero hacerlo.


–No. –Me advierte. –La camisa es nueva, Paula. –Dice intentando parecer perturbado, pero sabe que nadie puede detenerme. Sigo acercándome hasta que su cuerpo choca con la mesada. Ya no tiene salida. Mojo la yema de mi dedo índice con el líquido algo espeso y luego mancho la puntita de su nariz con él. Lo beso y sonríe. Me rodea la cintura y luego acaricia mi cabello. La fuente se interpone entre ambos, pero aun así, logra estrujarme entre sus brazos por unos segundos. Me besa y luego nos seguimos moviendo, cada quien hace cosas diferente.


Voy dando más indicaciones de lo que deben hacer. Laura es una excelente secretaria, me trae todos los ingredientes que necesito del refrigerador y parece estar divirtiéndose muchísimo. Me gusta verla así, calmada, linda, normal. No es esa niñita irritante que tanto detesto a veces, ahora es una niña normal, es un perfecto ángel.


I don’t know about you but I’m felling 22
Everything will be all right if you keep me next
To you


Laura y yo cantamos la canción antes de que se acabe con todas nuestras fuerzas, mientras que utilizamos las cucharas como micrófonos. Pedro toma su teléfono celular y oprime la pantalla tomándonos amabas una perfecta secuencia de fotografías. Terminamos con los dos preparados rápidamente y los depositamos en el horno que ya está en su grado para cocción perfecto.


Preparo la cobertura de musse de chocolate para el pastel con suma paciencia mientras que Laura se encarga de quitar todas las hojitas de las fresas que cubrirán el pastel. Pedro está lavando lo que ensuciamos y me da risa voltearme y verlo así, tan… hogareño. Otra canción comienza a sonar y no es la de mi celular. Pedro toma su teléfono con las manos mojadas y luego contesta la llamada. 


Parece completamente sonriente y lo miro de reojo porque deseos saber porque sonríe de esa manera. No soy celosa, bueno, tal vez, si lo sea, pero tengo mis motivos para serlo.


–Qué bueno que ya estén en Grecia… –Dice sonriente. Suelto un suspiro. Es su hermana, bien, respiro con normalidad. –Claro, sé que estás desesperada, ahí te la paso. –Murmura tendiéndole el celular a Laura que no deja de dar saltitos de emoción. Sabe que son sus padres y de seguro ella debe de extrañarlos.


Me siento en la banqueta para descansar un poco, mientras que sigo batiendo la musse. Ya casi está en su punto. Pedro se acerca a mi lado y me abraza por la cintura, besa mi cuello y luego observa a su sobrina que habla y habla con sus padres y le cuenta todo lo divertido que hemos hecho. Verla si de feliz me hace sonreír. Ella y yo nunca nos llevamos bien, pero es un buen comienzo.


Me distraigo por unos segundos y Pedro coloca su dedo entero en mi merengue. – ¡no toques mi merengue, Alfonso! –Exclamo. Me molesto y golpeo su mano con la cuchara cuando la retira. No me gusta que haga eso. El se ríe y luego coloca un poco en mis labios. Me mira fijamente y quita unos mechoncitos sueltos de mi cabello. Sé lo que hará y quiero que lo haga, claro que lo quiero. Dejo el bol encima de la mesada y hago que mis manos acarician su espalda lentamente. Sé que Laura está ahí, pero no nos observara, está distraída caminando de un lado al otro. Podemos darnos el lujo de un beso como los que me gustan.


–Te quiero, mi preciosa Paula. –Murmura acortando la distancia entre ambos. Cierro los ojos, siento como sus dedos se hunden en mi cadera y luego todo parece desaparecer. Mis pies se despegan del piso y solo siento sus labios junto a los míos mezclados por el sabor a chocolate. 


Entierro mis manos en su pelo y profundizo más el beso. 


Como me gusta.


Ya no me importa mi suegra, la niña, el perro, la lluvia que cae en el jardín… nada me importa. Estoy en donde quiero estar, este hombre es mi hogar, es lo que necesito. Es simplemente él. Lo inevitable ya sucedió y no me arrepiento de nada.


–Te quiero mucho más, Pedro



Laura cuelga la llamada minutos después de nuestro beso. Charlie reaparece en la cocina y se acerca a su potecito de agua y bebe un poco de ella. Ahora que la niña terminó de hablar, vuelvo a subir el volumen a los parlantes de la casa. Best song ever suena en todo el lugar, pongo los ojos en blanco y me pongo a bailar rápidamente. Pedro me mira de manera extraña y Laura se acerca cautelosamente hacia mi dirección.


– ¿Qué sucede? –Pregunto un tanto alarmada.


–No sucede nada. –Me responde Pedro con una malvada sonrisa en sus labios. – ¿Por qué piensas que sucede algo?


– ¿Qué intentan hacer? –Cuestiono dando varios pasos hacia atrás.


Laura se ríe y da un grito de guerra, Pedro toma un puñado de harina de la mesada y me lo lanza a toda velocidad. Laura realiza la misma acción y en cuestión de dos segundos me veo cubierta por el polvo blanco.


– ¡Pedro, Laura! –Exclamo enojada y sorprendida. Ambos se ríen a carcajadas, disfrutando el momento. Corro hacia el pote de harina y tomo un poco en cada mano. Se los lanzo a ambos y así como estamos, empezamos una desastrosa guerra de harina…