martes, 3 de octubre de 2017

CAPITULO 15 (TERCERA PARTE)





Estiro mis piernas debajo de las sábanas para sentir esa magnífica suavidad de la tela. Me muevo hacia el otro lado y no veo a Pedro en la cama. Es temprano. Apenas son las ocho, pero oigo como el agua de la ducha corre en la habitación contigua. 


—Buenos días, mi Pequeño Ángel —digo acariciando mi vientre. Me siento como nueva esta mañana. Aún no puedo creer todo lo que me está sucediendo, pero soy completamente feliz. 


Diez días, diez largos días y Pedro estará en casa con nosotros. Tomo mi teléfono celular de la mesita de noche. 


Abro la galería de canciones y dejo que Justin Timberlake cante “Mirrors” versión extendida en la habitación. Me pongo de pie, tomo mi bata de seda a los pies de la cama y camino en dirección a la puerta del baño. 


Lo deseo, lo deseo ahora y no me detendré hasta obtener lo que quiero, lo quiero a él, eso es obvio, pero ya. 


Una y otra vez, hasta el almuerzo. Me acerco a la puerta y la golpeo levemente. No debo hacerlo porque soy su esposa y tengo el control de todo esto, pero quiero hacerlo de todos modos. Tal vez, si lo hago sin golpear él no esté en la ducha y este usando el váter o algo así y sería demasiado incómodo. Prefiero evitar todo eso. 


—¡Puedes entrar, cielo! —lo oigo gritar desde la ducha.



Abro la puerta y cuando estoy dentro de la habitación la vuelvo a cerrar. Hay vapor por todos lados, los vidrios están empañados y apenas puedo ver su cuerpo al otro lado de la mampara trasparente de la ducha. 


—¿Puedo ducharme contigo? —pregunto moviéndome nerviosa, fingiendo inocencia. La puerta de vidrio se abre y localizo su cuerpo entre el vapor. Su cabello mojado, su cuerpo completamente desnudo, sexy y repleto de gotas de agua lo hace la perfección más hermosa del mundo. 


—¿Desde cuándo mi perfecta y hermosa esposa pregunta en vez de hacerlo? —cuestiona con una divertida sonrisa. 


La verdad es que no tengo idea de por qué lo hago. Bueno, en realidad si se por qué lo hago, pero no lo diré porque estoy completamente segura de que me pondré a llorar y no me detendré. 


—¿Puedo sí o no? —interrogo moviéndome incomoda. 


—Claro que puedes, cariño —Sale de la ducha, nublando mis ojos con todo su esplendor. Me quita la bata lentamente y luego la ropa interior. Mis brazos se mueven por instinto hacia mi abdomen e intento cubrirme de todas las formas posibles. La única palabra que tengo en la mente empieza con G y no es mi nombre—. Vamos, cariño —me pide tomando mi mano. 


Caminamos hacia la ducha y nos metemos debajo de ella. 


Suelto un suspiro e intento mirar hacia todos lados menos a mi esposo, ¿en qué demonios estaba pensando? Tengo que ducharme sola y no con él. Tal vez le moleste que esté aquí, no debe de sentirse atraído hacia mí como antes, me siento insegura, mucho más de lo que alguna vez lo he estado. 


—¿Sigues sintiéndote atraído hacia mí como antes? —pregunto de repente rompiendo el silencio entre ambos. 


Estoy a unos pocos centímetros de él y el agua aún no me ha mojado del todo. 


—No puedes estar halando en serio. 


—Dime la verdad —le suplico con un hilo de voz. 


Sigo con los brazos cubriendo mi abdomen en donde mi cintura ya no existe, en donde ahora sólo puedo ver pequeñas marquitas blancas a causa del estiramiento de mi piel. Siento que mi cuerpo se ensancha a cada segundo y esto de verdad está matándome.



Pedro da un paso hacia mí y toma mi rostro ente sus manos. Me mira fijamente y luego desciende su mirada hacia mis labios. Tengo algo en el pecho. Quería disfrutar de él, de nosotros juntos durante toda la mañana, pero ahora no puedo hacerlo, ya no me siento así. No soy la de antes. 


—Eres la mujer más hermosa que existe en toda la tierra, Paula Alfonso —asegura acariciándome—. Y no lo digo porque creo que es lo que quieres oír. Lo digo porque es lo que creo, porque es la verdad —una de sus manos se posa sobre mi vientre, acaricia a nuestra pequeña por unos segundos y luego su dedo índice recorre una de mis evidentes marcas de embarazo que intenté ocultar de todas las formas posibles—. Esto de aquí, es señal de que eres una mujer real, Paula. Todas las mujeres las tienen, es algo normal. 


—No tenía esto cuando nos casamos, Pedro, definitivamente no tenía todo esto —murmuro viendo con desprecio todas esas pequeñas marquitas que ya comienzan a notarse. 


—Tampoco tenías mucho de esto —murmura con una pícara sonrisa colocando ambas manos sobre mis glúteos—. Ahora es más grande y eso me gusta —asegura posando sus labios sobre mi cuello. Ahora estoy confundida, ¿Es un halago o una crítica? Esto está matándome—. Y estas de aquí también han crecido —murmura moviendo una de sus manos hasta atrapar mi seno derecho. 


Cierro los ojos por instinto, la sensación sigue derribándome, es placer y sorpresa al mismo tiempo. Mis pezones están sensibles, soy una futura mamá y a veces lo maldigo cuando me toma por sorpresa. 


—No estás convenciéndome —aseguro para salir de la ducha. Ya no quiero sexo, ya no lo quiero a él. Sólo quiero comer helado y ver televisión—. Mejor dúchate sólo, Alfonso —siseo deshaciéndome de su agarre. 


Abro la mampara de la ducha y me envuelvo en una toalla. No estoy mojada y tampoco me duché como quería hacerlo, pero ahora estoy molesta y no estoy segura por qué. 


—¿Y ahora que hice? —pregunta a mis espaldas confundido—. ¿Estás bromeando, verdad? ¡Te dije que eres hermosa! ¿Qué se supone que debo decir para que estés feliz? 


—Mejor cállate, Alfonso —digo secamente. 


Salgo del cuarto de baño y me lanzo a la cama oyendo como Pedro me llama una y otra vez.



Me cubro con las sábanas hasta el cuello y enciendo la televisión. Hay nieve cayendo al otro lado de mi ventana y sólo quiero dormir hasta el mediodía. Cuanto más duerma, más rápido veré a Ale. Tal vez duerma durante los próximos diez días sólo para que el tiempo se pase rápido. Oigo la puerta del baño abrirse y pongo los ojos en blanco. Ahora vendrá y se pondrá a mi lado a acariciarme hasta que el enfado pase. Es lo que siempre sucede y no quiero que suceda eso. Sólo quiero que me demuestre que me desea sin necesidad de pedirme perdón, ¿Por qué los hombres no saben entender estas cosas? ¡No es tan complicado! 


—Paula… cariño… 


No contesto, finjo ver la televisión, mientras que lucho conmigo misma para no verlo. Con el rabillo del ojo veo que sólo lleva una toalla blanca en la cintura y comienzo a arrepentirme de mi cambio de humor drástico. Deberíamos de estar haciendo el amor ahora y no así, ¡es ridículo! 


—Paula, por favor… —vuelve a decir con voz glacial. 


Finjo no oírlo. Me encanta sentir que se desespera por no saber qué hacer. Ahora no estoy molesta, es el cambio de humor más rápido que he tenido y quiero reír al ver la expresión de su rostro, pero muerdo mi lengua para contenerme. Tal vez sólo hago esto para llamar su atención por completo. 


—Estas peleas diarias se están volviendo rutina y no me gusta —asegura molesto. 


Veo como se mueve hasta mi dirección y se quita la toalla. 


Ahora si mis ojos se abren de par en par y siento su cuerpo muy cerca del mío. Abre mis piernas y luego apega su boca a la mía, mientras que se coloca encima de mí, sin aplastar a nuestra pequeña. Acabo de olvidar porque estábamos peleando exactamente. Sólo cierro los ojos y dejo que me bese como me gusta que lo haga. 


Muevo mis manos detrás de su nuca y acaricio su cabello si detenerme. Pedro abre mi bata de seda de par en par y besa mis senos. Jadeo y cierro los ojos. Ahora esto comienza a gustarme. 


—Eres perfecta, Paula Alfonso —asegura en un murmuro. 


Se pone de pie y estira su mano en mi dirección. Bajo mis ojos hacia su dirección por un instante y luego rodeo sus caderas con mis piernas. Me toma del trasero y comienza a caminar por la habitación hasta salir al pasillo. No tengo idea de a dónde demonios vamos, pero no me importa.



—Estamos desnudos —murmuro interrumpiendo el beso, mientras que baja las escaleras —. Agatha y mi padre pueden estar por ahí —digo preocupada, pero no parece importarle. 


Llegamos a la sala de estar y vemos a papá de espaldas a nosotros viendo la televisión. 


—Marcos, cierra los ojos y no voltees —le ordena Pedro elevando el tono de voz. 


—¿Qué sucede? —pregunta. 


Puedo imaginármelo frunciendo el ceño. Me rio levemente y oculto mi cara en su cuello. 


—Tu princesa y yo estamos desnudos. ¿Quieres saber más? —pregunta con la sonrisa más hermosa que he podido ver hasta ahora. Sé que siempre digo eso, pero una sonrisa supera a la otra o puede que me enamore cada vez más de este hombre que todo me parezca mucho más perfecto que antes. 


—¿Estás bien, princesa? —pregunta papá sin moverse del sillón. 


—Más que bien, papá —aseguro intentando no estallar en carcajadas. Pedro cruza toda la habitación cuando mi padre coloca ambas manos en sus ojos. Me rio levemente y luego muerdo el cuello de Pedro. No puedo creer que eso acabe de pasar—. ¡Buenos días, papá! —grito cuando entramos al pasillo—. ¡Te quiero! 


—¡Comprendo que sea tu casa, pero eres un maldito hijo de puta, Alfonso! —lo oigo gritar. 


Estallo en risas al igual que Pedro por unos segundos, luego nos metemos en su despacho y sé con certeza que nuestro lugar será su escritorio. 


—¿A qué se debe ese comportamiento de chico malo? —interrogo con una sonrisa. 


—Te deseo y tu padre no va a impedir que te haga mía en donde sea —responde. 


—¿El escritorio? —pregunto entre jadeos, pero no obtengo respuesta. Camina hacia su silla de oficina de cuero negro y se sienta en ella. Estoy a horcajadas sobre él y tengo suficiente lugar como para sentirme cómoda. Sigo rodeando su cuello con mis brazos y uno mis labios a los suyos, no quiero despegarme de él ni un sólo segundo. Esta es la mejor manera de reconciliarnos por una mínima tontería.



—Quiero que entiendas que cada imperfección que crees que tienes te hace más perfecta para mí, ¿entiendes? —murmura dulcemente mientras que se introduce en mí. Cierro los ojos y hecho mi cabeza hacia atrás—. Eres perfecta de todas formas, ¿de acuerdo? 


—De acuerdo —respondo completamente perdida en esa magnífica sensación que me hace enloquecer.



CAPITULO 14 (TERCERA PARTE)





El pánico se apodera de todos mis sentidos. No soy capaz de pensar con claridad. Tengo miedo, siento que todo está a punto de acabarse, es la peor sensación que he sentido en toda mi vida. Mis ojos comienzan a llorar y todos los intentos que hago para zafarme del agarre de Pedro son en vano. 


A lo lejos veo como se llevan a Ale por el pasillo a no ser cual dirección. Siento que voy a romperme por completo. Jamás he tenido tanto miedo en mi vida. Nunca podré olvidar esos ojitos, esa mirada de miedo… mi niño… 


—¡Suéltame, mierda! —exclamo desesperada. Mis piernas comienzan a temblar. Pedro ha soportado de todo, pero sé que no dejará que cometa una locura. 


—¡Basta! —grita con voz severa provocando que lo mire fijamente. Mis miles de chillidos y quejas cesan de inmediato—. Contrólate, Paula. 


Un gran nudo se forma en mi garganta y lo único que logro hacer es dejar que mis lágrimas comiencen a deslizarse por mi mejilla. Estoy quebrada, rota de todas las formas posibles, nunca he sentido tanto miedo en mi vida y lo único que él hace es regañarme. 


—Tú no me entiendes… —murmuro con la voz entrecortada—. No me entiendes. 


Su mirada se nubla por un segundo, luego veo como se suaviza, su agarre deja de existir. Cierra sus hermosos ojos y toma mi rostro entre sus manos. Apega su frente a la mía y suspira una vez más.


—Lo siento —me dice en un susurro apenas audible—. Lo siento, Paula, lo siento —Rodea mi cuerpo con sus brazos y deja que solloce sobre su hombro. 


Es esto lo que necesito, necesito saber que está conmigo, que se siente tan mal como yo en este momento, necesito que entienda por todo lo que estoy pasando. 


No es fácil estar en mi lugar. Son miles de emociones mezcladas y miedo, sobre todo miedo. Miedo a perder a Ale, miedo a perderlo a él, miedo a perder todo lo que me hace feliz. 


—Te amo, cariño. Lo siento mucho. Nuestro pequeño Ale estará bien —asegura acariciando mi cabello—. Estará bien.


Suelto un suspiro y dejo descansar mi cabeza en su pecho.


Me siento protegida, aquí sólo un poco de mi teme por Ale, el otro resto me dice que mi pequeño estará bien, que nada le sucederá, que esto es sólo un pequeño susto para probarme a mí misma que amo a ese niño más de lo que he amado a alguien más alguna vez en toda mi vida. 


—Yo debería de estar ahí y no ella —me quejo en voz baja mientras que tomo la tela del gran abrigo de Pedro y lo estrujo entre mis manos—. Yo seré su madre y no ella —agrego refiriéndome a la directora Smith—, y debería estar con él y no ella, Pedro… No podré soportar esto por mucho tiempo —aseguro intentando no llorar. Ya he llorado demasiado y me veo como idiota haciéndolo, estoy harta de eso, pero simplemente no puedo evitarlo. 


—Debemos irnos a casa, Paula —me dice dulcemente. Sabe cómo voy a tomarme todo esto y no será bueno. No quiero ir a casa, no quiero dejarlo, no quiero estar lejos, simplemente no quiero, tengo que quedarme aquí… 


Pedro… —protesto. Estoy suplicándole con la mirada que no lo haga, pero sé que será en vano. 


—Ya oíste a los médicos, Paula. Tendremos que volver mañana en la mañana. Él estará bien, cuidarán de él. 


—¡No quiero irme! —chillo.



Es en vano. Pedro ya tomó la decisión por mí, ni siquiera se detuvo a pensar como me siento realmente. Cuando soy consciente de donde estoy luego de todos mis gritos, el coche comienza a moverse y estoy regresado a casa. 


Dejado a mi pequeño Ale atrás. Abro la puerta bruscamente y dejo que se golpee contra la pared provocando un estruendo. Bajo las escaleras a toda prisa y veo a Agatha y a mi padre ponerse de pie rápidamente en la sala de estar. 


Pedro viene detrás de mí gritando mi nombre, pero no me importa oírlo. Estoy completamente enfurecida, dolida, me siento traicionada. 


—¡Paula! —grita una vez más. 


—¿Qué sucedió? —pregunta mi padre pareciendo confundido. 


Suelto mi bolso encima de la estúpida mesa y me volteo en dirección a Pedro. Esta será una discusión fuerte, puedo presentirlo, pero no voy a perdonarlo. 


—¡Cierra tu maldita boca y déjame en paz! —chillo en su dirección—. ¡Tomaste la decisión por mí, me arrastraste hasta tu maldito auto cuando sabías que quería quedarme con él! ¡Te odio! —grito aún más fuere golpeando su pecho. 


—¡Basta! ¡Deja de gritar! —me responde elevando el tono de voz. Mi padre y Agatha parecen nerviosos y sé que quieren salir de aquí, pero no me detendré. Tengo que ganar esta pelea, yo tengo la razón. 


—Princesa, creo que debes calmarte —murmura papá lanzándome una mirada de súplica. 


—¡No te pongas de su lado, papá! —me quejo al borde del llanto. Estoy demasiado enfadada—. ¡Nadie me entiende! ¡Nadie quiere hacerlo! ¡Nadie me entiende! ¡Nadie! ¡Ninguno de ustedes sabe lo que siento! ¡Los odio! 


—¡Basta, Paula! —grita Pedro de nuevo—. ¡Sé qué amas a ese niño! ¡Sé qué lo amas, sé qué querías quedarte ahí, pero no dejaré que nuestra hija corra riesgos innecesarios sólo por tus caprichos! —exclama dejando salir a flote a ese Pedro que no me gusta. 


—¡No son caprichos, mierda! ¡Será mi hijo! Tu… —titubeo intentando contenerme. Me siento mal, todo comienza a darme vueltas—. ¡Eres imposible! —exclamo. 


—¡No logro soportarte cuando te pones así! ¡Tú eres imposible!



—¡No me importa! ¡Tampoco te soporto cuando te pones así! —contraataco intentando lastimarlo, pero sé que no lo logro. 


Luego me volteo y comienzo a subir las otras escaleras en dirección a mi habitación. Oigo los pasos de Pedro detrás de mí, pero acelero el paso. 


—¡Paula! ¡No hemos terminado de hablar! —grita por el pasillo. Entro a la habitación y cierro la puerta, coloco el seguro y me siento en la cama con la respiración agitada. Intento calmarme, pero sólo logro entristecerme. No debí dejar que me arrastrara hasta aquí, mi lugar es con Ale—. ¡Paula, abre la puta puerta! —vuelve a gritar, mientras que golpea la madera blanca una y otra vez con fuerza. 


—¡Vete a la mierda, Alfonso! —grito y los golpes cesan. 


Ahora sólo hay silencio. Cierro los ojos, dejo escapar un largo suspiro y luego coloco ambas manos sobre mi rostro. 


Quiero llorar pero no voy a hacerlo esta vez. Seré fuerte, me daré un baño y dormiré todo lo que sea hasta mañana. El tiempo pasará mucho más rápido y veré a Ale cuanto antes. 


No me importa si no dormiré con Pedro a mi lado hoy, sólo quiero ver a mi pequeño. Ahora estoy sumamente molesta con él. No sé si podré perdonarlo pronto. Mi sueño se ve interrumpido por diversas sensaciones y cosquilleos en mi hombro derecho. Me muevo de un lado al otro para apartar esa sensación de mí, pero lo único que hago es intensificarla. Me volteo de costado y cuando siento que mi pequeña Kya esta incomoda en esa posición abro los ojos.


Parpadeo un par de veces y me encuentro con la mirada de Pedro. Está a sólo unos pocos centímetros de mí y me sonríe como si todo estuviese más que bien. 


—¿Cómo entraste? —pregunto volteando mi cabeza para comprobar que no tiro la puerta abajo. 


—Tenía una llave de repuesto —responde con una sonrisita. 


—No quiero verte —murmuro. —estoy molesta contigo. Otra sonrisa se asoma por sus labios. 


—Eres hermosa incluso cuando me mandas a la mierda, Paula Alfonso —dice acariciando mi mejilla. Frunzo el ceño por su extraño y desconcertante comportamiento y luego aparto mi mejilla de su mano. ¿Qué le pasa?



—¿Qué sucede? —pregunto sentándome en la cama. Observo en dirección a la ventana, es de noche, no tengo idea de que hora, pero debo de haber dormido casi toda la tarde—. ¿Qué hora es? ¿Por qué estás aquí? 


—Son casi las ocho de la noche, Paula. Tienes que cenar —me dice, colocando su suave y caliente mano sobre la mía. 


Entrelaza nuestros dedos y luego me sonríe. ¿Por qué demonios sonríe? Se supone que estamos más que peleados. 


—¿Por qué sonríes? —pregunto rápidamente. 


—Porque me haces muy feliz, preciosa Paula. 


Pedro, me estás asustando, ¿qué demonios sucedió? —pregunto entrando en pánico. Ale, mi niño—. ¿Qué le sucedió a Ale, está bien? ¡Dímelo! 


Él suelta una leve risita y luego me abraza tiernamente. 


Apoyo mi cabeza en su hombro y suelto un suspiro. Mi respiración está acelerada y mis pensamientos divagan de un lugar al otro sin poder dejarme tranquila. Ale, mi niño, necesito que me diga algo o moriré de angustia y preocupación. 


—La directora Smith llamó en la tarde y dijo que Ale está muy bien. Tuvo una reacción alérgica a las fresas y que no podrá comerlas nunca. Le recetaron algunos medicamentos y se quedará en el hospital hasta mañana a medio día.


—¿Fresas? —pregunto horrorizada—. ¡Oh, mi Dios! ¡Soy una estúpida! ¡Esto es mi culpa! —chillo perdiendo el control. Ahora si quiero llorar. Me siento como la peor. No soy buena madre. ¿Cómo fue posible?—. ¡Esto es mi culpa! ¡Mi maldita culpa! 


Pedro me abraza aún más fuerte y comienza a besar mi pelo una y otra vez. 


—No es tu culpa, cariño. Jamás había comido fresas en su vida y nadie lo sabía —asegura para intentar calmarme—. Él está bien y me ha dicho la directora que pregunto por ti “La chica de cabello bonito”. 


Suelto una risita y luego me muevo un poco. Pedro se acuesta sobre el colchón y yo descanso mi cabeza sobre su pecho, mientras que él me acaricia una y otra vez. 


—No quiero que peleemos —admito con un hilo de voz.



—Tampoco yo, cielo —responde con la voz apenas audible—. He buscado durante horas la manera de pedirte perdón por todo lo que sucedió el día de hoy. No quería que te sucediera algo malo. Amo a ese niño y trato de entenderte, Paula, pero a veces tienes que pensar que no tenemos sólo a Ale en nuestros planes, Kya también está en camino. 


—Eso lo sé. Es sólo qué… 


Pedro coloca su dedo índice sobre mis labios y luego se acerca para poder besarme. Dejo que lo haga. Es un perfecto beso que sólo dura unos dos segundos, pero que me hace sonreír. 


—Tengo tres sorpresas para ti y se debe a que he estado más de seis horas buscando una solución a todo esto —murmura tomando su teléfono celular. 


—No entiendo. 


Él coloca una canción y luego deja el celular a un lado, me acurruca contra su pecho y besa mi frente. 


—Sólo escucha lo que dice. 




¿Qué haría yo sin tu boca inteligente? Que me excita y me da patadas a la vez Tengo mi cabeza dando vueltas, no es broma, No puedo detenerme ¿Qué te está pasando por esa mente maravillosa? Estoy en un viaje mágico y místico Y estoy tan mareado, que no sé qué fue lo que me hirió Pero voy a estar bien Mi cabeza está bajo el agua Pero puedo respirar bien Estás loca y yo lo estoy también Porque todo lo que soy Es todo lo que te encanta.
Amo tus curvas y todas tus aristas Todas tus perfectas imperfecciones Dame todo de ti Que yo te daré todo de mí para ti Eres mi inicio y mi fin Incluso cuando pierdo, estoy ganado Porque yo te doy todo de mí Y tú me das todo de ti ¿Cuántas veces te tengo que decirte, Qué cuando llorar te ves hermosa? El mundo está cayendo a tus pies, Estoy pasando por cada estado de ánimo Tú eres mi perdición, eres mi musa Mi peor distracción… 



—Oh, Pedro… —exclamo llorando de felicidad. Él sonríe y luego me abraza. Sorbo mi nariz con el dorso de mi mano y luego siento como limpia mis mejillas—Eres tan dulce, y yo soy tan… Me comporto como una… 


—Tú eres hermosa —murmura rápidamente—. Eres todo lo que quiero. Tu eres mía. 


—Sí, soy tuya —aseguro abrazándolo fuertemente. 


—Dime que eres mía, entonces.


 —Soy tuya —aseguro nuevamente. Siempre lo seré—. Soy toda tuya, Pedro. Tú preciosa, Paula —Rio y luego siento como sus labios se unen a los míos en un apasionante beso que me roba el aliento y hace que Kya se mueva de un lado al otro en mi interior. Los dos lo percibimos y nos separamos de inmediato. Ambos observamos mi vientre y sonreímos. 


—¿Sentiste eso? —pregunta asombrado.



—Lo sentí más fuerte que tú —aseguro colocando una mano encima de nuestra pequeña. Mi vientre se pone duro y por un momento me molesta, luego vuelve a la normalidad y siento que me relajo—. Creo que nuestra pequeña Kya será una hija muy celosa de ti —admito acariciando su mejilla.


 —¿Por qué lo dices? —pregunta con el ceño fruncido. 


Coloco mis manos detrás de su cuello y luego atraigo sus labios de nuevo hacia los míos. Nos besamos una vez más y me acomodo mejor para estar a horcajadas sobre su cintura. 


Él coloca ambas manos en mis glúteos y los acaricia una y otra vez por debajo de la tela del camisón de seda. 


Comienzo a sentir su erección debajo de mí y luego otro brusco movimiento de Kya. 


—¿Lo ves? —pregunto apartándome entre jadeos—. Será celosa de ti. No deja que te bese. 


Pedro vuelve a sonreír, luego acaricia mi vientre y me roba un beso. 


—¿Estás lista para la siguiente sorpresa? —pregunta pareciendo ansioso. Frunzo el ceño y sólo asiento levemente con la cabeza. No tengo idea de lo que quiere decirme, pero sea lo que sea, sé que me gustará. 


—Vamos, Pedro, no hagas que me desespere —murmuro. 


Él se ríe, luego estira su brazo en dirección a la mesita de noche y toma un gran sobre blanco entre sus manos. Lo abre con sumo cuidado y me lo entrega. Me siento en la cama rápidamente, estiro mi brazo hacia la lámpara y dejo que ilumine la habitación. Comienzo a leer una y otra vez el papel y mis ojos se llenan de lágrimas. Todo… todo lo que hicimos, las miles de preguntas, las dos visitas de asistentes sociales, todo ese tiempo que creí perdido al fin me dice algo que quiero saber. 


—Oh, mi Dios… —murmuro cubriendo mi boca. Mis ojos se nublan de un segundo al otro. Pedro sonríe y me abraza. 


Aún no puedo creerlo. 


—Es el certificado de idoneidad para adoptar —murmura tan contento como yo—. Eso significa que oficialmente somos adoptantes.



—¡No puede ser!—chillo una y otra vez. La felicidad que me invade es inmensa, todo lo malo desaparece, ahora sólo soy feliz. 


Ale, Ale será mi hijo muy pronto, ahora el proceso está en marcha y será mi hijo. Oh, mi Dios. No puedo creerlo. 


—El proceso inició el día de ayer, preciosa Paula. 


Comienzo a saltar de la emoción, con el pedazo de papel una y otra vez como si no pudiese creerlo todavía. Oh, mi Dios. Oh, esto debe de ser un sueño. El mejor sueño hecho realidad de toda mi vida. Me lanzo en brazos de Pedro y trato de no llorar, pero lo hago de todas formas. Sigo llorando, pero no me importa. Soy feliz, él es feliz, todos somos felices. Pedro ha logrado lo que creí imposible y en cuestión de unos pocos días. 


—Aún hay más —murmura acariciando mi espalda en nuestro abrazo. Me alejo de él y lo interrogo con la mirada. 


Nada puede ser mejor que esto, nada. 


—Dime. —Mis abogados estuvieron investigando bastante y encontraron algo muy bueno. —Hace una pausa y me desespero de inmediato. Quiero que siga hablando—. El proceso de adopción de Londres tiene un programa llamado acogida pre—adoptiva. 


—¿Y eso que significa? 


—Significa que dados los motivos por los cuales Ale fue a parar en un albergue puede ser una gran puerta para que cualquier familia lo adopte. 


—¿Qué? —pregunto sintiendo que el alma se me cae a los pies. 


—Espera, esto es bueno —dice rápidamente—. La pre—adopción significa que podemos tener a Ale con nosotros mientras que todo el proceso de adopción definitiva se termine. Significa que sólo necesitamos hacer que el padre de Ale firme la autorización y pre—adopción y el estará con nosotros, Paula —sisea con la sonrisa más hermosa que he visto en todo su rostro. 


Mis ojos lloran por su propia cuenta y siento algo en mi pecho que es indescriptible. Es hermoso.


 —Oh, mi Dios… —murmuro rompiendo el llanto. No puedo creerlo. No puedo… simplemente… —Pedro



—Mis abogados están buscando al padre de Ale. En cuanto él firme los papeles necesarios, estará con nosotros —asegura. 


—¿Cuánto tiempo? —cuestiono rápidamente—. ¿Cuánto tendré que esperar? 


Pedro sonríe de nuevo, luego me muestras sus diez dedos de sus manos y me horrorizo por completo. 


—¿Diez meses? ¿Estás bromeando? ¡No podemos esperar tanto! 


—Diez días… —dice en un susurro—. Ale estará con nosotros en diez días, preciosa Paula…