miércoles, 6 de septiembre de 2017

CAPITULO 39 (PRIMERA PARTE)




En la intimidad de nuestra tenue habitación, camino alrededor de la silla en la que está sentado y acaricio su espalda desnuda.


–Creo que mereces un castigo. –Pronuncio acercándome a sus labios. Roso su mejilla con ellos y luego me aproximo a su oído. –Me has hecho enfadar. Tengo que enseñarte lecciones de buenos modales.


Él no me responde, respira agitadamente y observa cada uno de mis movimientos. Me quito lentamente el vestido que llevo puesto, dejando a la vista mi conjunto de ropa interior rojo pasión. Contemplo como sus ojos me examinan de arriba hacia abajo detenidamente, parece hipnotizado, si, ese es el efecto que quiero en él, que esté dispuesto a hacerlo todo por complacernos a ambos.


–Dime, Pedro. ¿Quieres que te castigue?



Suspira y luego niega con la cabeza. Su actitud me resulta de lo más divertida. Tampoco yo puedo creer que esté haciendo esto.


–Paula… –Pronuncia en un claro tono de advertencia que no me mueve ni un pelo. – Desata mis manos y hagámoslo de la manera habitual, por favor. –Me suplica clavando sus ojos en mí. Sonrío y luego doy un par de pasos hasta la cama.


–No tienes que moverte de tu lugar o el juego se acabará, ¿entiendes?


–Paula… –Protesta.


–Si lo haces, no habrá sexo. –Advierto señalándolo con un dedo de manera amenazante. – ¿Entiendes? –Pregunto nuevamente cambiando mi tono de voz sensual a uno de molestia absoluta. No soy muy paciente, solo quiero cumplir una fantasía, no pido demasiado.


Me volteo a verlo nuevamente y contemplo mi obra de arte. 


Está sentado en medio de la habitación con el torso desnudo, manos atadas en su espalda y una cara de excitación, confusión e intriga indescriptible. No podrá moverse de ahí. Qué bien se siente tener el poder por completo.


Tomo mi celular y enciendo el bluetooth. Selecciono la canción que deseo e instantáneamente comienza a reproducirse en los estéreos ubicados en el techo de la habitación. Aerosmith hace sonar las melodías de Crazy y hago tributo al nombre de la canción con mucho gusto.


Contorneo mis caderas de un lado a otro lentamente al ritmo de la seductora melodía. Abro los ojos para ver su expresión y la palabra excitación se encuentra grabada en cada poro de su piel. Mi dedo índice es mi cómplice, mi aliado, en esta fácil tarea, por eso lo coloco en mi boca, lo muerdo levemente y comienzo a moverlo hacia mi mentón, luego mi cuello, toco las tiras de mi sostén y me las bajo una a una lentamente, mientras que clavo mi mirada en la suya.



– ¿Quieres que me desnude? –Cuestiono poniéndome de espaldas para que pueda verme el trasero y mis largas piernas, que sé que le encantan. – ¿Quieres que lo haga, Pedro?


–Desnúdate, preciosa. –Me pide con la voz ronca. Sonrío sin que él lo vea, ya entró en el juego. Estiro una de mis piernas hacia la izquierda, me inclino hacia adelante y solo dejo que observe mi trasero. Tomo las delicadas tiritas de mi bombacha y con los pulgares de ambas manos comienzo a bajarme la ropa interior acompasadamente hasta que llega a mis tobillos. Me la quito elegantemente y luego recorro el corto camino hacia Pedro y paso la tela por su torso y su rostro. Es divertido y a él parece gustarle. Me siento como… no lo sé, es increíble lo que está sucediendo.


–Quítate el sostén. –Me pide con dulzura.


– ¿Quieres que me lo quite? –Pregunto apropósito para hacerlo esperar a un mas. Debo admitir que siento muchísimo calor y no podré soportarlo por mucho tiempo. 


Quiero lanzarme sobre él y que me folle como si no hubiese un mañana, pero si lo hago, el juego se acabaría y no quiero que acabe, al menos no ahora.


–Quítatelo, preciosa, quítatelo y hagamos esto de una vez, ya no lo soporto.


Me rio levemente, llevo mis manos hacia mi espalda y desabrocho el sostén. Lo dejo caer al suelo y cuando la canción se repite de nuevo a través de los parlantes, me vuelvo completamente loca y me siento a horcajadas sobre Pedro. Sonrío y luego devoro sus labios al ritmo de la melodía. Poso mis manos por su torso, distingo la firmeza de sus bíceps, sus respiraciones agitadas, el latir de su corazón… registro miles de cosas. Muevo mi cabeza de un lado al otro y hago que nuestras lenguas se encuentren como si no se hubiesen tocado en miles de años. Es un beso que me roba todos los sentidos, es excitante, perfecto, cargado de deseo. Es un beso de los que quiero.


Muevo mis caderas al ritmo de la música y siento su erección dura y palpable haciendo presión en mi feminidad, debajo de la fina tela de su típico pantalón negro de oficina. 


Acaricio su miembro sin separar mi boca de la suya y luego me alejo a duras penas. Recupero el aire pedido y me pongo de pie. Toco mis senos para excitarlo aun más y deslizo mi mano entera por mi vientre hasta llagar a mi monte de Venus.


–De pie. –Ordeno. Lo hace sin chistar y me mira fijamente como si intentase decirme algo en silencio. Eso parece divertirle y eso es muy bueno.


Desabrocho su cinturón, el cierre y luego meto mi mano dentro de su ropa interior. Oh, sí, justo como me gusta. Se siente tan bien… haré lo que sea con esto hoy. Me coloco de rodilla y bajo su ropa interior hasta sus tobillos. Ahora sí, lo tengo completamente entero y solo para mí.


–Paula, cariño no es necesario que lo hagas. –Susurra entrecerrando los ojos cuando lo aprieto levemente. –Cariño… –Protesta, pero es demasiado tarde. Me humedezco los labios y lo introduzco en mi boca. Pedro cierra los ojos y hecha su cabeza hacia atrás. 


Encajo su miembro dentro y fuera. No dejo de chupar ni un solo momento. Él aprieta la mandíbula y gruñe entre dientes. 


Muevo mi mano de abajo hacia arriba y viceversa, lo meto hasta el fondo de mi garganta y mantengo la respiración por unos segundos e intento evitar las arcadas. Me lo quito y luego muevo mis manos hacia el trasero de Pedro, lo aprieto y le clavo las uñas, escucho su gruñido y sonrío. Todo en el es tan duro y deseable que no puedo contenerme.


–Desátame, cariño, desátame. –Me pide en un susurro. 


Decido ser buena y lo hago. Libero sus muñecas y siento como coloca su mano derecha sobre la parte posterior de mi cabeza. Oh, quiere que siga haciéndolo y lo haré. No tengo ninguna objeción.


Chupo su miembro de nuevo y dejo que su mano guie mis movimientos una y otra vez. Adentro y afuera, dentro y fuera hasta el fondo. Me falta el aire y mi garganta se siente extraña, pero no me detendré si él no quiere. Me siento como una sucia zorra, pero es mi esposo y eso puede servirme de excusa alguna vez.


–Bien, Paula, ya cumplí tu capricho, ahora si voy a follarte. – exclama tomándome en brazos. Me suelta en la cama sin preocuparse por ser delicado. Patea su bóxer hacia algún lugar de la habitación y se coloca encima de mí. Sonrío como una enferma y espero impaciente a que coloque su miembro en el lugar preciso.


Pone sus labios sobre mis tetas y las besa incesantemente durante unos cuantos segundos, aprieta mis pezones duros y luego los moja con su lengua. Cierro los ojos y coloco ambas manos en su cabeza para guiarlo por el camino que quiero que recorra. Sus manos viajan de un lado al otro por diferentes partes de mi cuerpo. Mi espalda, mi vientre, mis piernas, mis brazos… Toca cada centímetro de mi, saborea cada parte de mi piel, me vuelve completamente loca con cada roce, con cada caricia, con cada beso y lentamente siento como caigo en su juego y me dejo llevar sin que nada más me importe.


Abre mis piernas lentamente. Se acomoda mejor y por unos segundos nos miramos a los ojos. La canción sigue repitiéndose y sé que tengo muchísimo tiempo aun para disfrutar de todo esto.


–Hazlo, Pedro. –Le suplico. Si, ahora estoy suplicando. Como cambian los roles en una habitación… –Follame, follame. –Chillo con la respiración acelerada. Él sonríe y me besa dulcemente, comienzo a calmarme y cuando pienso que nada sucederá, se introduce en mí fuertemente, hasta el fondo, haciendo que mi feminidad se adapte bruscamente a su miembro, produciendo que un gran gemido se escape de mis labios.


–Esta noche voy a hacerte gritar, Paula…







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