miércoles, 6 de septiembre de 2017
CAPITULO 42 (PRIMERA PARTE)
Al fin llego el día de la tan esperada boda. Luego de una semana llena de llamadas, compras de último momento, citas al salón de belleza, encuentros con Damian y Pedro acompañándome a cada segundo, debo decir que los seis últimos días, fueron agotadores. Todo está bien, como dije que lo estaría, siempre sé que las cosas funcionarán y hoy es un día especial. Una hermosa mañana de sábado, ya estoy perfectamente vestida con una bella prenda de diseñador corte imperio color azul marino y pedrería en toda la parte del escote y la espalda. Pedro lo escogió para mí y debo decir que su gusto para el vestido fue exquisito y perfecto. No estuvo conmigo cuando lo compre, pero le envíe tres fotografías de vestidos diferentes y este fue su favorito.
Él lugar que Emma escogió para la boda es hermoso. No es tan elegante y elaborada como la mia, pero será una increíble celebración.
Estamos en el jardín de uno de los hoteles más importantes de Londres. Hay árboles verdes y frondosos que se apoderan de la atención del público por completo. El día es soleado como muy pocas veces en mi amada ciudad y la decoración es sencilla, pero elegante.
Las sillas están ubicadas del lado derecho y del izquierdo.
Son blancas de madera y la combinación de colores verdes y tonos rosas invade por completo el lugar. Hacia el horizonte se puede observar un gran lago artificial con aguas verdes que conforman estanques perfectos y decorativos para el terreno y la ocasión. Todo es muy natural y la sencillez es la presencia máxima de la boda. Es muy al estilo de Emma y Stefan. Son una pareja casi perfecta. Sé que ella será muy feliz y él también. Tienen todo lo que quieren y se aman… ¿me pregunto porque no disfruté al cien por cien el día de mi boda? ¿Por qué me preocupe mas por cómo me veía de lo que sentía? ¿Por qué fui tan tonta? Espero que la hermana de Pedro lo disfrute más que yo.
Todos los invitados se ponen de pie. Stefan, el novio, sonríe ampliamente y no parece para nada nervioso. Estar en primera fila tiene sus ventajas. Mi suegra está a mi lado y parece muy emocionada. No puedo creerlo, la vieja arpía tiene sentimientos después de todo. No le agrado, pero sé que lo haré algún día. Volteo mi cabeza en dirección a las últimas filas de invitados. Veo a Tania, la hermana menor de Pedro, vestida con una prenda rosa pastel y carga el ramo típico de dama de honor en compañía de uno de los amigos de Stefan. Ambos caminan hacia el altar y se posicionan a un lado. Mi suegra le sonríe a su hija pequeña y ella, al vernos a ambas, nos muestra su amplia sonrisa. Le dedico un saludo con la mano y luego regreso mi atención a la novia. Pedro y Emma están tomados del brazo. Mi esposo se ve tan guapo, tan elegante, tan contento. Su traje negro hace que se vea tan deseable… me encanta el arreglo floral que adorna su chaqueta. La combinación perfecta de Pedro, un traje y su sonrisa. Oh, mi dios. Mi mente se llena de pensamientos pervertidos velozmente y sé que debo detenerme justo ahora. Estaremos en presencia de Dios en solo segundos y debo limpiar mi mente al menos durante la ceremonia.
Por un momento me siento mal. Él señor Alfonso, su padre, no está aquí y sé que eso traerá algún que otro triste recuerdo, pero también sé que desde donde sea que este, está muy feliz por su hija. Oh, carajo. Me estoy volviendo demasiado sentimental últimamente y eso me asusta.
Ambos caminan lentamente, mientras que Laura viene arrojando flores de colores delante de ellos con suma delicadeza y ternura. Todos observan a Emma, su vestido es sencillo, pero bonito, es el típico corte princesa con algún que otro detalle no muy llamativo en la parte del escote, su pelo está suelto y solo lo adornan algunas ondas en las puntas. ¡No trae velo! Oh, eso a Pedro le resultará molesto.
Recuerdo la torpe discusión que tuvimos el día de nuestra boda porque no quise usar un velo. ¿Quiero ver qué me dice acerca de eso ahora? ¿Se molestará con su hermana como lo hizo conmigo? Ha, que ironía.
Pedro sonríe, miro a Stefan y me alegro al ver las lágrimas de emoción en sus ojos. Todo es romántico y hermoso…
Quito mi celular del pequeño y delicado bolso que llevo a combinación con mis zapatos y le tomo muchas fotografías a Pedro y a Emma. Ellos siguen su camino al altar, Daphne llora desconsoladamente y por un momento tengo la extraña necesidad de consolarla. No sé que me sucede, pero poso mi mano en su hombro y con la mirada intento decirle que todo estará bien. Sé que le afecta que su esposo no esté aquí. Por un segundo se me cruza la idea de que Pedro podría no estar algún día y eso me rompe el corazón.
–Lo lamento mucho, Daphne. –Murmuro por lo bajo. –Todo estará bien.
Ella parece sorprendida y clava su fría y distante mirada sobre mí, pero no me responde y regresa su atención a su hija. Pedro le dice algunas palabras a Stefan cuando entrega a su hermana a su prometido. Ella lo besa en la mejilla y luego lo veo desplazarse en mi dirección con una sonrisa de oreja a oreja. Laura permanece a un costado con su cesta de mimbre casi vacía y su impecable vestido blanco. Parece un pequeño angelito. Oh, mi dios, estoy demasiado conmocionada el día de hoy. ¿Qué me sucede? Paula Alfonso no es buena, ni amable, ¿Por qué me comporto como si tuviera sentimientos? ¿Acaso me importan los demás?
Pedro se posa a mi lado y toma mi mano sin decir nada. Lo observo de reojo y sonrío. Me siento completamente emocionada. No sé si es por la canción que acaba de finalizar o si es por los miles de recuerdos que tengo del día de nuestra boda, pero estoy completamente segura de que romperé en llanto en cualquier momento.
–Te quiero, mi preciosa Paula. –Murmura besando mi mejilla sonoramente.
Oh, no. Ahora no.
Debo ser fuerte, debo ser fuerte, se correrá el maquillaje, no debo llorar. No debo.
Contengo mis emociones y sonrío hacia su dirección, presiono su mano con todas mis fuerzas y apoyo mi cabeza levemente en su hombro cuando la ceremonia empieza. El reverendo comienza a hablar sobre todo lo que consiste un matrimonio, lo problemas, dificultades, los buenos momentos, los de dolor, la vida que sigue… por primera vez presto atención a esas lindas palabras que logran conmoverme, el día de mi boda no lo hice y ahora entiendo muchas cosas. Solo escuché lo que me era conveniente, pero ahora es diferente. Es como si estuviese casándome de nuevo o algo similar. No sé cómo explicarlo, sigo confundida y sensible.
– ¿En qué piensas? –Cuestiona Pedro en un susurro leve sobre mi oído izquierdo. Acaricio su mano y luego lo miro.
–Recordaba nuestra boda. –Confieso intentando no llamar la atención de los que me rodean. Sonríe y luego me besa castamente en los labios.
–También pensaba en nuestra boda.
–Ellos serán muy felices. –Afirmo viendo le tierna escena de ambos colocándose los anillos el uno al otro.
–Nosotros también, Paula. – musita prometedor. –Te prometo que nosotros también lo seremos, preciosa. –Afirma con una inmensa sonrisa que llena mi corazón de esperanza y provoca que mis ojos se humedezcan velozmente. Sonrío y beso sus labios de nuevo. Terminamos con nuestro cuento de hadas por al menos unos segundos y regresamos la atención a los novios que son el centro de todo esto. Ya se colocaron los anillos, ahora solo falta el ‘si’ por parte de ambos y el esperado beso.
Agarro mi celular nuevamente y tomo fotos del momento, no sé que mas hacer y necesito estar concentrada en otra cosa porque o si no, lloraré sin motivo alguno. No quiero que los demás me vean llorar, no en un momento como este. No lloré en mi boda y no lo haré aquí.
Ambos dan el sí, veo a Laura llorando desconsoladamente por la emoción en un rincón y al verme me sonríe. Se me parte el corazón. Sus padres se besan y Pedro la llama para cargarla. Ella corre y se lanza en brazos de su tio y llora sobre su hombro en medio del mar de aplausos por parte de los demás.
–No llores, princesa. –Le dice Pedro acariciando su cabello. –Tienes que estar feliz por tus padres, Laura. –Se aferra a sus hombros y seca sus mejillas con el dorso de su pequeña manito. –Tienes que sonreír y estar contenta. –Le dice acariciando su mejilla con dulzura. Al ver esa escena mi corazón se dispara. Pedro será un gran padre algún día. Hoy es un día para todo tipo de emociones. No puedo verla llorar.
–Laura, cariño. –Digo para llamar su atención. Ella me mira y sonríe levemente. –No llores.
Intento ser amable, no me gusta que una niña llore, a veces ella es irritante, pero es solo una niñita y su emoción provoca sentimientos encontrados en mí. Laura me sigue viendo fijamente y por un momento me siento incomoda, ¿Qué estará pensando?
Se mueve y extiende sus bracitos hacia mi dirección para que la cargue. Me sorprendo y Pedro también. Laura y yo jamás hemos sido muy cercanas. Esta es la primera vez que me pide que la cargue en brazos. Pedro en la mezcla de confusión y sorpresa me la tiende delicadamente. La tomo y luego la coloco sobre mi torso. Ella sigue llorando y continúa limpiando sus lágrimas de emoción con su manito. Acaricio su espalda y miro de reojo a Pedro que no deja de observarme con una inmensa sonrisa. Le devuelvo el gesto y acaricio la cabeza de Laura que descansa entre mi cuello y mi hombro derecho.
–Ya no llores, princesa. –Le digo en un susurro. Emma y Stefan comienza a caminar por el pasillo en medio de los invitados, pero se detienen para buscar a su pequeña hija.
Mi cuñada me observa sorprendida al igual que los demás, pero sonríe y sigue su curso de la mano de su esposo. ¿Por qué todos se sorprenden?
–Te quiero, tía Paula. –Murmura con la voz entrecortada rodeando mi cuello con sus bracitos a modo de abrazo. Mi corazón palpita dentro de mi cuerpo y la Paula fría y distante deja de existir por un momento. Sonrío y Pedro acaricia mi espalda.
–También te quiero, Laura. –Respondo dulcemente.
Los demás invitados comienzan a desplazarse detrás de los novios para dar inicio a la recepción de la fiesta en el amplio y hermoso jardín. Pedro me guía lentamente entre la gente hasta que dejamos atrás las cientos de sillas blancas y caminamos por el césped hasta el amplio parque en el que las mesas de color blanco con adornos rosas están ubicadas en diferentes posiciones sobre todo el lugar.
Laura me pide para que la baje y lo hago con cuidado, corre hacia sus padres, los abraza a ambos con fuerza y sonríe.
Le toman fotos a los tres y aplauden. Siento mi brazo acalambrado, por dios, la niña pesa demasiado para tener cinco años, o yo soy demasiado débil. Debería de empezar a hacer ejercicio de nuevo.
Hay una inmensa masa de gente que rodea a los enamorados. Todos están dispuestos a dar sus mejores saludos y deseos a la pareja.
Pedro y yo esperamos impaciente a medida que la multitud se despoja. Observo con el rabillo del ojo a mi lado derecho a lo lejos y reconozco el perfil de Harry Lee, uno de los amigos de Pedro y también de Stefan. Ese chico me agrada.
Es uno de los encargados del inmenso Royal Albert Hall en el que siempre tenemos invitaciones exclusivas para la opera. Me sorprende verlo acompañado por una chica, Harry no es de tener chicas o citas.
Oh, mi dios.
Le doy un leve codazo a Pedro y sonrío en dirección a la pareja que parece algo incomoda y distante. Pedro niega con la cabeza y sonríe.
–No sabía que tenía novia. –Digo con una sonrisa malévola en el rostro.
–Tampoco yo. –Me responde con un gesto de sorpresa.
Ambos observamos disimuladamente a la chica que luce un hermoso vestido color rosa vintage, que incluso a mí me gusta y es extraño porque a mí no me agrada la ropa de los demás, pero debo admitir que su vestido es muy adecuado para la ocasión.
– ¿Qué idea macabra está surcando esa cabecita? –Cuestiona mi esposo en un susurro.
–Macabra no. –Le respondo. –Fabulosa, si.
–Saludemos a mi hermana y luego vayamos a investigas quien es esa pobre chica. –Murmura mi esposo sobre mi oído derecho. Me rio levemente y espero impaciente hasta que por fin podemos saludar a los novios.
Abrazo a Emma y le deseos de corazón que sea muy feliz, luego Pedro hace lo mismo mientras que yo saludo a Stefan que aun sigue conmocionado por la ceremonia. Es un hombre un tanto sensible y me da algo de gracia verlo al borde de las lágrimas.
–Muchas felicidades. –Le decimos Pedro y yo al mismo tiempo. Mi esposo saca un sobre color vino de su bolsillo y se lo entrega a ambos. Oh, mi dios. El regalo, ni siquiera me preocupé por conseguir un regalo para esta boda. Que patética me siento. Bueno. Sonrío como suponiendo saber que contiene ese sobre y finjo que nada sucede.
Seguramente es un cheque.
–Esto es para ambos, de parte de los dos. –Dice entregándoselo a su hermana que lo abraza fuertemente.
Sonreímos y luego de más abrazos y saludos, la recepción de la boda empieza y todos corren hacia las mesas en las que hay diferentes tipos de comidas y banquetes inmensos.
Pedro toma mi mano y caminamos hacia el punto de reunión de todos los locos desesperados por algo de alimento. Es demasiado y hay de diferentes partes del mundo. Italiana, alemana, española y las clásicas comidas inglesas. Es una mezcla impresionante de gente y culturas. Es lo único similar a mi boda.
– ¡Paula! –Exclama esa voz a mi espalda. Cierro los ojos y sonrío fingidamente al voltearme. Barent está aquí. ¡Genial! Me acerco a él al igual que Pedro y el viejo me abrasa fuertemente. –Estás hermosa, querida. –Musita abrazándome. Sonrío y dejo que me demuestre su afecto.
– ¡Qué bueno es volver a verte! –Expreso no tan convencida de mis palabras. Él y Pedro se saludan y luego permanecemos unas cuantos minutos hablando sobre diversas cosas sin importancia. Hago presencia al lado de Pedro como la hermosa y perfecta esposa que soy y hablo cuando la situación lo amerita. A lo lejos veo a Laura correteando con sus primas por parte de su padre y sonrío.
Es una niña adorable.
–Come algo, Paula. –Me dice Barent sugerentemente al ver que aun no he tocado bocado de todo lo que tengo cerca.
–No tengo hambre. –Respondo con una sonrisa. –Gracias. –Espero que deje de fastidiar con eso. No quiero comer, no tengo deseos de nada de esto.
– ¿Te encuentras bien? –Cuestiona Pedro en un leve susurro. Asiento con la cabeza y acaricio su espalda.
–Todo está bien, Pedro. –Le digo con una sonrisa.
–Come algo por favor. –Me pide a modo de suplica de manera sugerente. –Solo un bocado y dejare de molestarte.
–Pero no tengo hambre. –Chillo nuevamente.
Pedro se acerca a la mesa y me trae un bocadillo salado. Lo examino durante unos segundos, pongo los ojos en blanco y abro la boca para que le alimente. Me sonríe, luego deposita el alimento dentro de mi boca con delicadeza. Frunzo el ceño, muerdo el bocadillo y lo trago rápidamente. Ya está, no comeré mas nada, ya estoy satisfecha y espero que Pedro también lo esté.
Sé que se preocupara en vano, pero de verdad, nada me sucede, simplemente no quiero comer.
– ¿No estuvo tan mal, cierto?
–No, no estuvo tan mal. –Confieso a duras penas.
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