miércoles, 6 de septiembre de 2017

CAPITULO 40 (PRIMERA PARTE)




Suelto un leve suspiro y abrazo el torso de Pedro fuertemente. Esa fue una noche que recordare para siempre. Elevo mi cabeza y sonrío al verlo despiertó, observándome. Beso sus labios y luego me muevo para colocarme encima de él por completo. Acabo de despertar, pero quiero más. Pedro frunce el ceño y se ríe levemente.


– ¿De nuevo, cariño? –Cuestiona con una sonrisa traviesa. 


Parece increíble, pero le digo que no con la cabeza y la dejo descansar sobre su pecho.


–Solo quiero estar así por un tiempo. –Le informo en un murmuro. Este es mi lugar. Oigo los latidos de su corazón, el subir y el bajar de su pecho, siento el cálido calor de su piel cerca de la mia… todo es perfecto.


–Me gusta cuando no peleamos ni discutimos. –Susurra acariciando la curva de mi cintura. Sonrío y beso su mentón con una barba de tres días que lo hace ver mucho más sexy. 


–Te prometo que no volveré a hacerte una escena de celos, cariño. –Dice con tono prometedor. Me rio incrédula porque sé que eso no sucederá pero finjo que creo en sus palabras.


–Sé que lo harás de todas formas. Siempre has sido celoso. 
–Afirmo. Él se mueve hacia un lado y se coloca a horcajadas sobre mí. Comienza a besar mi cuello y hace que me ría debido a las cosquillas que su lengua provoca en mi piel. Ya lo he dicho, no soy muy buena en las mañanas y sé que en solo una hora, Pedro tendrá que dejarme para asistir al trabajo. –No vayas a trabajar el día de hoy. –Digo cerrando los ojos y haciendo pucheros como una niña pequeña cuando me besa la comisura de los labios.


–Tengo que hacerlo, cariño –Musita acariciando mi mejilla. –Si no lo hago, no tendremos dinero para pagar los gastos de tus tarjetas de crédito. –Dice en un tono alegre y juguetón que me arrebata una sonrisa.


–Tienes razón. –Lo abrazo con mis piernas a la altura de su cadera y hago que su despertar haga presión sobre mi feminidad.



Mientras que besa mis labios recuerdo todo lo ocurrido la noche anterior. Sus prometedoras palabras que fueron cumplidas al pie de la letra. Me hizo gritar como jamás creí que lo haría. Ahora sé que el juego previo es una de mis mejores armas y se cómo aplicarlas. Me abrazo a mí misma. 


Mi Paula interior está más que orgullosa de ambas. Todo salió a la perfección como dije que saldría. Siempre lo hago todo bien, sabía que ese plan malvado y pervertido funcionaría. Tuve una de las mejores noches de mi vida. 


Estamos superándonos en el aspecto sexual y esto se vuelve cada vez más interesante.


– ¿Por qué no te gusta el sexo oral? –Se me ocurre preguntar cuando el silencio invade la habitación. No sé porque demonios pregunte algo así justo en un momento como este, pero necesito saberlo. Cada vez que meto su miembro en mi boca protesta y sé que yo no soy el problema. Lo hago todo perfectamente bien, es imposible que no le guste lo que hago.


Su expresión se vuelve algo pensativa, como si no tuviese la respuesta a esta cuestión. Sus mejillas toman un ligero color rosa y sé que está avergonzado. Es algo íntimo y personal, pero soy su esposa, es normal hablar de esto.


–Oh, vamos, Pedro. Soy tu esposa no tienes que sentirte avergonzado. –Le digo para que hable de una maldita vez. – ¿Por qué siempre que quiero complacerte me dices que no es necesario? –Cuestiono fingiendo estar dolida. Coloco mi mano sobre mi frente de manera dramática y me arrojo hacia atrás. Ríe y luego me besa, pero no responde.


–Hay muchas facetas de ti que no conozco aun, Paula. –Murmura acariciando curva de mis pechos de arriba hacia abajo haciendo que mis pezones se pongan duros. Estúpido Pedro, lo hace apropósito.


Pongo mala cara y me cruzo de brazos. Esa no es una respuesta. Me fastidia cuando le da demasiadas vueltas al asunto.


Pedro –Espeto fríamente para llamar su atención. –No me cambies el tema.


Suelta un suspiro y luego se debate consigo mismo entre la verdad y la evasión de su respuesta. Me siento completamente desesperada y curiosa por saber el motivo.


–Me gusta el sexo oral, Paula. –Dice con frustración. –A todos los hombres les encanta eso, pero eres mi esposa y a veces creo que hacer algo así es…


Si, ya sé lo que piensa.


– ¿Vulgar?–Cuestiono frunciendo el ceño. No es necesario que pregunte demasiado, puedo ver a través de sus ojos y es eso lo que cree. No tiene sentido, es sexo oral, nada más.


–Exacto. –Responde con la mirada perdida en algún lugar de la habitación.


–Jamás puede ser vulgar tener sexo oral con tu esposa, Pedro. –Digo con obviedad, mientras que tomo su barbilla y hago que me mire a los ojos. Oh, por dios no puedo creer que de verdad pensara algo así. Acaricio su mejilla para que se tranquilice, me sonríe y luego beso sus labios. No necesito generar una discusión por algo así, es mi esposo y le haré sexo oral quiera o no. No me importa lo que piense.


–Te quiero, preciosa. –Murmura acariciando mi cuello con la puntita de su nariz. Me rio y luego nos besamos por varios minutos. Me siento como si estuviésemos en la luna de miel que jamás hemos tenido. Todo es dulce y romántico, pero sé que debemos de regresar a la realidad.


–Vamos a darnos un baño. Tienes que ir a trabajar. –Digo poniéndome de pie. Estiro su brazo y nos dirigimos hacia la ducha.


Una hora después ambos corremos de un lado al otro de la habitación buscando lo que es necesario para terminar de arreglarnos. Aunque no tengo un empleo, hay miles de cosas que debo de hacer. Necesito un vestido para la boda de la hermana de Pedro, zapatos y miles de cosas más.


Visitaré a mi padre, hace tiempo que no lo veo y luego asistiré a una nueva clase de cocina. Me encanta que a Pedro le entusiasme la idea de que cocine. Al fin siento que haré algo realmente bueno.


Me paro delante del espejo y me coloco los pendientes. 


Detrás de mi veo a Pedro intentando arreglarse el nudo de la corbata. Termino lo que hago y me acerco a él. Ajusto el nudo de su corbata y luego lo ayudo a colocarse el saco del traje gris que hace que se vea muy deseable. Beso sus labios, tomo mi bolso y él, su maletín. Bajamos las escaleras a toda prisa y antes de cruzar la puerta de la mansión nos damos un beso de despedida. Es momento de que cada quien tome su coche y escoja su camino.


–Cuando acabe con mi clase, pasaré por ti, así almorzamos juntos. –Grito para que me oiga mientras que rodea su coche. Se coloca los lentes y luego me lanza un beso en señal de aprobación. Abro la puerta de mi coche que está al lado del suyo. Bajo la ventanilla de mi bebe y él hace lo mismo. Ambos encendemos el motor y nos sonreímos el uno al otro.


– ¿Jugamos carreras? –Cuestiono con simpatía. Él me sonríe y luego niega con la cabeza levemente.


–Colócate el cinturón y conduce con cuidado. –Me advierte frunciendo el ceño.


–Bien. –Digo haciendo lo que me ordena. Enciendo el estéreo y bajo un poco el volumen. –Te veo luego.


–Te veo luego, preciosa. –Dice antes de marcharse a toda velocidad.






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