martes, 5 de septiembre de 2017
CAPITULO 38 (PRIMERA PARTE)
El coche se detiene frente al local de comida rápida y Pedro frunce el ceño. No ha dicho nada en todo el camino y lo noto completamente molesto. Sé que no le agrada mi idea, pero ya lo hemos hablado los últimos dos días y si él no quiere conocerlo entonces no me molestaré, pero no arruinaré mi amistad con Damian por celos sin sentido. La condición es que se conozcan y que Pedro decida que hará.
Yo no me apartaré de Damian y tampoco dejaré de verlo. Es mi amigo, eso Pedro lo sabe y debe entenderlo.
–No puedo creer que esté haciendo esto. –Murmura colocando la palma de su mano sobre sus ojos. Niega con la cabeza, suelta un suspiro y luego se baja de mi coche. Lo sigo y tomo su mano hasta que entramos al lugar. Es medio día, almorzaremos con Damian y Pedro se comportará como todo un amable caballero y esposo perfecto que debe de ser o estará en graves problemas.
–Solo intenta ser amable. –Le advierto en un susurro, mientras que cruzamos el gran y amplio espacio repleto de gente mayor y niños.
–No te prometo nada. –Espeta tomando mi mano de manera posesiva. Como si alguien fuera a arrebatarme de él en cualquier momento.
Busco a Damian con la mirada y lo localizo en el mismo lugar en el que nos sentamos la primera vez que comimos en este lugar. Sonrío y dirijo a Pedro hacia allá. En mi interior mis piernas tiemblan y tengo mucho miedo de lo que pueda llegar a suceder, pero tengo confianza en que Pedro se comportará como un caballero y mantendrá la calma.
Me coloco delante de Damian y él se pone de pie. Pedro aprieta mi mano y no deja que lo abrace. Me zafo de su agarre y lo hago de todas maneras.
–Hola. –Le digo amablemente. Él sonríe, me abraza con ternura y acaricia mi espalda levemente.
–Hola, nena. ¿Cómo estuvo tu borrachera? –Pregunta sonriente.
– ¿Acaba de decirte ‘nena’? –Cuestiona Pedro acercándose a mi oreja. Por el tono de su voz sé que está molesto, puedo sentir su cuerpo tenso detrás del mío.
Me muevo incomoda y recuerdo que Pedro también está ahí. Tomo su mano, beso su mejilla y lo acerco a Damian. Que todo salga bien, que todo salga bien, eso es lo único que deseo.
–Damian quiero presentarte a mi esposo. –Murmuro de manera temerosa. Intento comunicarle que Pedro no volverá a golpearlo o algo así con la mirada y recibo una sonrisa de comprensión por su parte.
Mi esposo se coloca delante de mí de manera sobre protectora y estira su mano en dirección a Damian.
–Pedro Alfonso. –Musita con frialdad. –Su esposo, el único al que ama, su príncipe azul, el amor de su vida y todo eso.
Damian sonríe incomodo.
–Lo supuse. –Responde. –Soy Damian O’connor. –Observo el apretón de manos de ambos. Es firme y cargado de seguridad. Se miran fijamente como si fuesen a matarse en cualquier momento. – me rompiste la nariz hace dos días.
–Sí. –Musita cortante. Hasta a mi me daría miedo su frialdad. – Lo recuerdo. Fue un placer hacerlo. –Rápidamente me coloco delante de Pedro y sonrío hacia Damian incomoda y avergonzada. Esto no está funcionando y empiezo a perder el control de algo que no saldrá del todo bien.
Me muevo rápidamente, sonrío y me posiciono delante de Pedro.
–Pedro, cariño. –Murmuro para que se detenga.
–Descuida mi preciosa Paula. –Sisea basando mi mejilla apropósito. –Tu amigo y yo solo estamos bromeando. –Dice con sorna. Damian sonríe y se sienta en el cubículo. Yo lo hago también y Pedro se sienta a mi lado y me rodea con su brazo derecho. Me siento incomoda, más de lo que creí.
– ¿Quieres que ordenemos las hamburguesas?–Pregunta Damian colocando su cámara fotográfica a un lado.
–Eh...–No sé qué decir. No tengo hambre, pero quiero divertirme. –Claro Damian, te acompañaré. –Espeto colocándome de pie al igual que el. Pedro me retiene rápidamente y sonríe fingidamente hacia mi dirección.
–Mi preciosa Paula, espéranos aquí, amor. Yo acompañaré a tu amigo.
Me paralizo y observo de reojo a Damian que parece tan asustado como yo. No, Pedro, por favor, compórtate como alguien normal. Solo espero que lo haga, necesito estar tranquila.
–Descuida, nena tu esposo y yo iremos por la comida. –Murmura. – ¿Quieres que escoja tu hamburguesa, nena?
–Es mi esposa, yo escogeré su hamburguesa. –Interfiere Pedro con mal humor. Me rio en mi interior y me muevo incomoda. Estoy viendo un partido de tenis y a Pedro se le retuerce la mandíbula al oír que Damian me llame ‘nena’.
Los observo caminar hacia el mostrador y hacer la fila.
Tengo la vista perfecta de ambos. Son dos polos opuestos.
Están uno al lado del otro de espaldas a mí y parecen incómodos. Pedro luce sus típicos pantalones negros y su camisa blanca que marca los músculos de su espalda y sus bíceps que hacen que me vuelva...
Oh, Paula contrólate, ahora no. Tal vez cuando lleguemos a casa...
En cambio Damian es más bajo que Pedro con sus pantalones de jean, su camisa a cuadros y su pelo alborotado hacen que se vea completamente diferente.
Damian le murmura algo a Pedro, pero estoy muy lejos y no logro oír nada. Me desespero ¿de qué están hablando? avanzan en la fila hasta llegar al mostrados, Damian escoge su comida y Pedro ordena algo que no sé que es y lo hace con sutileza y elegancia. El chico que los atiende se mueve velozmente en busca de su orden. Damian se ofrece a pagar todo, pero Pedro protesta y le entrega de su billetera dinero al chico. Finjo juguetear con el celular cuando veo que se acercan con las bandejas. Cada quien se ubica en su lugar y se ven incómodos. Debo salvar este momento, debo hacer que funcione. No quiero que Pedro se moleste y no dejaré de ver a Damian por mero capricho de mi esposo.
– ¿Que ordenaron?–Pregunto para romper el tenso ambiente.
–Ordené lo de siempre, nena y tu esposo pidió una hamburguesa simple para ti y algo más para él.
–Que bien.
–Sí, genial. –Espeta Pedro –Pero te agradecería que llamaras a mi esposa por su nombre, que es Paula y no ‘nena’ como sueles hacerlo, porque tendré que romperte la nariz de nuevo.
– ¡Pedro!–Exclamo rápidamente. –Contrólate, por favor.
–Descuida, compañero. –Sisea con despreocupación. Pedro aprieta los dientes de nuevo y yo me rio en mi interior. De verdad no me esperaba estos celos desenfrenados, pero no quiero que se pase de la raya o me molestaré. –Tu esposa y yo solo somos amigos, no es necesario que tengas esos celos excesivos.
–Porque no te…
Coloco mi mano sobre la rodilla de mi esposo y le clavo mis uñas levemente. Ya estoy molesta, se suponía que todo saldría bien, me lo prometió varias veces, le supliqué que se comportara como el caballero que es, que confiara en mí, pero no lo hace.
–Basta.
Me siento mal, no solo por mí, sino también por Damian. Él no ha hecho nada malo, nunca intentó nada y las cosas entre ambos están muy claras. Confío en él, confío en mi, pero Pedro, la persona que más quiero en la vida –Si, ya lo admití– no confía en mí. Yo confío en él, aunque a veces tenga esos ataques de celos, pero sé que jamás hará nada que pueda perjudicarnos, yo tampoco lo haré. Damian es solo un amigo, mi primer amigo real y él no lo entiende.
–Si me disculpan, me voy a retirar por unos minutos. –Digo en un murmuro apenas audible. Tengo ganas de llorar. Esto es terrible. –No me encuentro bien.
Me pongo de pie y la mirada de ambos se clava en mi rostro.
Esto es completamente estúpido pero necesito estar sola por unos minutos. Debo decidir si tengo que seguir con esto o acabar todo aquí. No voy a soportarlo.
Pedro intenta retenerme cuando toma mi mano con delicadeza, pero la aparto rápidamente, tomo mi bolso y salgo del local. Comenzó a llover, genial, perfecto, lo que faltaba pera verme aun más patética. Cruzo el estacionamiento al aire libre, sin importarme por las gotas de agua que mojan mi cabello y mí abrigo. Entro a mi coche y me quedo ahí por unos minutos. Pensar, necesito pensar, son muchas cosas que debo analizar. Primero Pedro, mi esposo, luego Damian, mi único amigo de verdad… son dos cosas completamente diferentes, pero ambas me importan.
Tomo mi teléfono celular y observo la fotografía de la pantalla. Ambos nos vemos muy bien. Fueron hermosos momentos. Abro la galería y viajo a través del tiempo, hacía varios días atrás. Presto atención a las fotos que me tomó el día en el que regreso del viaje, siento que algo oprime mi pecho al ver nuestra foto, juntos haciendo muecas como si fuésemos adolescentes.
Espero unos minutos hasta que la lluvia cese, pero nada sucede. No me quiero mojar más y sé que debo regresar ahí adentro y soportar los comportamientos de Pedro. La puerta del coche se abre y él se sienta a mi lado. Lo miro de rejo y seco mi mejilla. Está empapado. Tiene su camisa mojada y se le marcan todos los músculos del pecho. Su pelo tiene muchas gotitas de lluvia. No puedo evitar decir que se ve hermoso… una lágrima escapa de mis ojos sin que lo note e interrumpe mi visión. Esto es tan frustrante.
–No quiero verte. –Espeto fríamente. –Vete.
–Tenemos que hablar, Paula.
–No podremos hablar jamás sobre esto, Pedro. No confías en mí, no haces lo que te pido, te comportas como un idiota sin sentido alguno. –Protesto y aparto mi cara cuando quiere acariciar mi mejilla. –Tú no eres así, jamás te vi tan celoso, ni siquiera sé porque te comportas de esa manera.
Se mueve incomodo y seca algunas gotas de lluvia de su rostro. Piensa una respuesta mientras que me mira fijamente. Suspira e intenta expresarse de manera correcta.
Solo espero que piense lo que me dirá.
–He esperado un año, un año Paula, para poder tenerte solo para mí. Un año para que la confianza entre ambos fluya, he soñado con el momento en el que me decías que me querías unas cien veces, moría por abrazarte a cada instante, por besarte sin necesidad de fingir delante de los demás… yo te quiero Paula, te quiero más de lo que tú puedes ver y cuando por fin logro que estemos en la misma página descubro que tengo que compartirte con otro hombre…
–No me estás compartiendo, Pedro, entiéndelo. –Murmuro con un hilo de voz. Necesito que lo comprenda que Damian y yo solo somos amigos, que nada sucedió.
Coloca su mano sobre mi mejilla y con su pulgar corre los restos de rímel y delineador que se esparcieron debajo de mis ojos. Debo de verme completamente horrenda en este momento. No estoy llorando, no lloraré mas, él tiene que darme la razón, como siempre lo hace.
– ¿Tan importante es para ti? –Pregunta con la mirada perdida en mis ojos. Siento el dolor que expresa a través de sus palabras y eso me desconcierta.
Muevo mi cabeza a hacia cualquier dirección y coloco mis manos sobre mi rostro. Intento calmarme. ¿Cómo haré para responder a esa pregunta sin que sus celos mal interpreten todo? ¿Cómo se lo digo? ¡Mierda! Mi vida es una completa mierda.
–Es una amigo, Pedro. Me siento feliz, diferente cuando estoy con él. Me hace reír, me hizo comer una hamburguesa ¿entiendes eso? Me hizo sentir mejor cuando tú y yo discutimos una vez por teléfono. Cuidó de mí y me trató con respeto todo el tiempo… es mi primer amigo de verdad…
–Paula… –Me interrumpe en un susurro, pero no dejo que hable aun, necesito decir todo lo que siento o estallaré en cualquier momento.
– ¿Por qué no puedes dejar que sea mi amigo?
–Tengo miedo de perderte. –Confiesa avergonzado clavado su mirada en el suelo del coche.
Se me parte el corazón. Comprendo su miedo. Es ese sentimiento arrebatador que hace que tiemble por dentro, esa emoción extraña que me llena de tristeza cada vez que él y yo discutimos por algo sin sentido, cuando sé que está lejos de mí o simplemente cuando no lo tengo cerca. Muevo mis manos y las coloco a ambos lados de su cara. Su barba de varios días hace cosquillas sobre mi piel, pero al ver sus ojos brillosos y llenos de temor, me olvido de todo lo que nos rodea. Somos solo nosotros dos, estamos juntos en esto, en la misma página.
–Jamás vas a perderme, Pedro. Soy solo tuya. –Afirmo moviendo su cabeza para que me mire a los ojos. – ¿Lo recuerdas?
–Damian me enseño las fotografías que te tomó, Paula.
Sonrío y acaricio su mejilla. Necesito cambiar la situación.
– ¿Y qué opinas acerca de eso? –Cuestiono con curiosidad, mientras que me acerco a su rostro lentamente. Me muero por devorarme esos suaves y perfectos labios que son solo míos.
–Te veías muy feliz en todas ellas. –Responde intentando sonreír, pero fracasa rápidamente. Sé lo que piensa, pero no es si. No es lo que él está pensando. –Me gusta verte feliz, pero…
–Tú me haces feliz, Pedro. –Manifiesto inmediatamente. –Me haces feliz de todas las maneras posibles. Incluso cuando estamos peleados soy feliz. Jamás creí que mi vida sería tan emocionante, cambiaste todo, en el último mes todo se volvió extraño, hermoso, divertido y por eso te quiero, solo a ti.
Sonríe y me besa fugazmente. –Yo también te quiero.
Todo el miedo que se encontraba en su mirada se desvanece al paso de los segundos. Vuelvo a besarlo y lo rodeo con mis brazos. Su camisa moja levemente mi vestido y siento todos sus músculos haciendo presión sobre mí. No es el momento y tampoco el lugar, pero deseos llegar a casa y besar cada parte de su torso. Poso mis manos sobre su pecho y sonrío con malicia. Él frunce el ceño y mira hacia ambos lados del estacionamiento.
–Oh, preciosa… estamos en un estacionamiento. –Me dice con una sonrisa divertida que expresa negación al mismo tiempo. Me muevo y me coloco a horcajadas sobre él. No me importa nada. Lo bueno de las peleas son las reconciliaciones.
Tomo los bordes de mi vestido color azul oscuro y los elevo hasta mi cintura. La Paula pervertida acaba de despertar.
–Pueden vernos. –Me advierte en un susurro, pero no me importa, no podrá resistirse. Nunca lo hace.
–Que nos vean entonces. –Susurro sensualmente sobre su oído. –Eso lo hace mucho más divertido, cariño…
Luego de unos minutos salvajes y divertidos Pedro y yo entramos al restaurante tomados de la mano. Estamos un poco empapados y sudados, pero nadie sabrá lo de ‘sudados’ porque la lluvia lo disimula muy bien, lo cual es bueno. Sonrío de oreja a oreja y me siento en frente de Damian que parece más relajado que antes. Le lanzo una mirada para decirle que todo está bien y me sonríe levemente. Pedro se sienta mi lado y los tres comenzamos a comer las hamburguesas y las patatas. Paula me habla tranquilamente sobre su fin de semana y su entrevista de trabajo, ignorando a Pedro por completo. Sigo el hilo de la charla y observo de reojo a mi esposo de vez en cuando e intento integrarlo a la conversación.
– ¿Te gusta el futbol, Damian?–Cuestiono pretendiendo hacer que se conozcan mejor. Quiero encontrar algo que tengan en común sin mencionar el odio mutuo e innecesario que tienen entre ambos.
–Claro, me encanta el futbol. –Exclama mientras que intenta que la mitad de su hamburguesa no se caiga de su boca. Es asqueroso, pero es un gesto muy Damian. Mi esposo lo mira de reojo, pero se ve interesado en la conversación. ¡Sí!
Hombres y futbol son una buena combinación en estos momentos.
– ¿De verdad te gusta el futbol? –Cuestiona Pedro.
–Sí. –Responde sonriente. –Me encanta el futbol europeo, he visto todos los campeonatos. Me fascinan los partidos del Barcelona o el Manchester United. Son geniales.
Sonrío ampliamente y Pedro también. Él ama al equipo de futbol Manchester. Comienzo aprestar atención a su conversación sobre partidos y penales y todo ese tipo de cosas que no me interesan. Ambos se ríen juntos. Oh, mi dios, están riendo juntos… ¡lo logré! Funcionó…
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Al fin se aflojó Pedro. Muy buenos los 3 caps.
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