miércoles, 6 de septiembre de 2017

CAPITULO 41 (PRIMERA PARTE)






Las puertas metálicas del ascensor se abren y camino hacia el escritorio de la secretaria de papá. Ella al verme me sonríe con simpatía, pero la ignoro por completo. No necesito falso afecto en mi vida. Ya estoy demasiado a acostumbrada a él y no lo necesito.


–Veré a mi padre. –Le digo sin siquiera preguntarle si él está disponible o no. Como ya lo hice miles de veces, veré a mi padre y no me importa quien este ahí dentro con él. Mi mente divaga en recuerdos de un año atrás. Así conocí a Pedro. Sintiéndome la reina del lugar.


–El señor Chaves no está disponible, señorita. –Dice viendo la pantalla de su computador. Frunzo el ceño y la fulmino con la mirada. Es ignorante e incompetente.


–Señora Alfonso para ti. –Espeto enseñándole mi hermoso diamante que adorna mi dedo anular. Ella se ríe nerviosa y luego toma mi abrigo y lo guarda en el armario. Camino hacia el despacho de papá y abro las puertas de par en par. 


Él al verme refleja sorpresa, pero al mismo tiempo felicidad. 


Si, lo sé, está viendo a su princesa, soy la luz de sus ojos, es obvio que se pondrá feliz de verme.


– ¡Mi pequeña princesa!–Exclama colocándose de pie. Me acerco a él y lo abrazo fuertemente. Lo extrañaba, hacía mucho tiempo que o lo veía. Solo hablábamos por teléfono y eso no era suficiente.


–Hola papá. –Digo con una sonrisa. Él es una de las pocas personas que saben quien realmente soy. No tengo que fingir cuando estoy con él, puedo ser solo yo, no importa si escojo entre Paula o Anabela. Él siempre me quiere por lo que decido ser. Es mi padre…


Me siento delante de su escritorio y ambos comenzamos a recuperar el tiempo perdido. Papá me menciona todo lo ocurrido con mi madre días atrás. Si, supuse que ella le diría lo irrespetuosa y desconsiderada que fui con ella y haría su típica actuación, pero no me defendí. Sé que tuve la razón en todo lo que dije y aunque recibí un mínimo regaño de mi padre no le tome importancia. Siempre tengo la razón. Mi madre no podrá ponerme en contra de mi padre jamás.



Decido cambiar el estúpido tema de conversación. No quiero pensar en mi madre.


Tomo el pequeño recipiente de mi bolso y se lo entrego a mi padre. Es un pedazo de pastel hecho por mis propias manos. Él lo toma y lo abre, al verlo me sonríe en modo de agradecimiento.


–Compraste pastel, princesa. –Espeta sonriente. Oh, mierda, el también me saldrá con esto. No puedo creerlo. ¿Por qué todos dudan de mis habilidades? Frunzo el ceño y pongo los ojos en blanco.


–No, papá. Estoy asistiendo a clases de cocina y ese pastel fue hecho con estas manitos. –Digo enseñándole mis extremidades con manicura perfecta. Papá parece sorprendido y al mismo tiempo feliz. Toma el tenedor de platico y prueba un bocado. A ver sus expresiones sé que le gusta. Es imposible que no le agrade lo que hago. Él pastel está hecho por mí, es perfecto, delicioso, exquisito. Lo hago todo bien, nada me sale mal.


– ¿Te gusta? –Cuestiono fingiendo nerviosismo. Es obvio que ya sé que me dirá que le encanta. Solo quiero oírlo de su boca, necesito elevar un poco más mi ego.


– ¡Está delicioso, princesa! –Exclama tomando otro poco más. – ¡Tienes mucho talento!


Sí, eso ya lo sabía. Papá sigue comiendo el pastel mientras que platicamos y bebemos delicioso té. Pasan unos cuantos minutos y al ver el reloj sé que tengo que irme. Tengo una nueva clase de cocina y luego almorzare con Pedro. Sé que este día será interesante. Jamás hemos almorzado juntos y solo deseo ver la cara de todos cuando vean a la señora Alfonso, entrando a la oficina.




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