miércoles, 20 de septiembre de 2017

CAPITULO 31 (SEGUNDA PARTE)





Abro los ojos cuando sé que mi pequeña siesta se acaba. 


Estoy en brazos de Pedro, el único lugar en el mundo en donde quiero estar siempre. Me sonríe y yo le devuelvo el gesto. Muevo mis piernas debajo de las sábanas para sentir esa deliciosa suavidad y luego elevo mis brazos hacia arriba para apartar todo ese sueño, producto de la siesta pos sexo dulce y tierno con Mi esposo.


—Te amo —me dice acariciando un mechón de mi cabello.


—También te amo —respondo con la voz adormilada. 


Acaricio la leve mata de bello de su pecho y luego beso uno de sus bíceps.


—Pedí que prepararan la cena para ti —me informa acercándome más a su cuerpo.


—No tengo hambre —le digo a modo de protesta—. La verdad es que con los cupcakes que comí, debería de ayunar todo un mes para no subir de peso.



Frunce el ceño y me mira con mala cara. Ups, creo que dije algo que no debí decir.


—Escúchame bien, señorita —me advierte, señalándome con un dedo—. Te diré una sola cosa.


Pedro


—Comerás las tres comidas importantes del día quieras o no, Paula. Se acabaron las dietas, lo ayunos y todo ese tipo de cosas. Tenemos un bebé que alimentar y un cuerpo flacucho y débil que necesita de vitaminas, minerales y, sobre todas las cosas, hierro —murmura, intentando no olvidarse de nada. Lo miro desconcertada y no puedo evitar soltar una gran carcajada al oírlo decir eso.


—¿De dónde has sacado eso?—pregunto conteniendo más risas. Hasta parece mi doctor.


—Internet resulta ser muy útil —confiesa. Me rio de nuevo y beso su mejilla. Es un padre sobre protector y, sobre todo, emocionado. Tendré que acostumbrarme a este tipo de tratos.


—¿Que pediste para mi cena? —pregunto, sentándome en la cama.


—Sopa de vegetales, ensalada con muchos vegetales, jugo de naranja natural, agua y un plátano.


Lo miro sorprendida. No puede hablar enserio.


—¿Un plátano? —cuestiono confundida.


—Pequeño Ángel necesita hierro, potasio, vitamina C —me responde con obviedad.


—¿Eso también lo leíste en internet? —pregunto de manera burlona.


—No. Llamé a mi madre...


—¿La llamaste? ¿Qué te dijo?


—Me dijo que no puede creer que demoraras tanto en decírmelo, lloró, gritó, me felicitó y me dio algunos consejos.


—¿Y qué más?


—Mi madre dijo que si tú y yo dormimos frente a frente, el bebé sentirá el calor de ambos y para cuando nazca nos reconocerá a los dos inmediatamente...


No puedo evitarlo.



Verlo así hace que mi corazón se derrita una y otra vez. Será el mejor padre del mundo, me protegerá incluso del aire si es necesario. Estoy completamente asegura que concebir a Pequeño Ángel fue la mejor decisión que he tomado en toda mi vida.


Este bebé cambiará nuestras vidas.



*****


Minutos más tarde, golpean la puerta y ambos damos la orden para que entren a la habitación. Las dos chicas del servicio traen una bandeja repleta de comida cada una. Andy me entrega una a mí y la otra chica se la da Pedro


Comeremos en la cama de nuevo. Me siento fantástica...


Observo ambas bandejas y noto que son completamente iguales. Copias exactas en porciones y cantidades.


—¿Tu comerás esto también? —cuestiono mirándolo con confusión.


—A partir de ahora, comeré todo lo que tú comas, mi preciosa Paula. Haremos todo a conjunto.


Me rio levemente y beso sus labios. ¿Qué hice para merecer a este hombre?


Comenzamos a comer, mientras que Pedro mira el canal de noticias en la televisión de plasma. Tengo hambre y debo admitir que esta sopa de vegetales se ve fabulosa.


—Sabes... —digo para llamar su atención. Él baja el volumen al televisor y me mira expectante—. Me gustaría decirle a mi padre lo de Pequeño Ángel —murmuro algo tímida —. Él es alguien importante para mí y...


—Mañana antes de que vaya a la oficina, podremos visitarlo para decirle lo de Pequeño Ángel —Estira su brazo y caricia a nuestro hijo 


—De acuerdo.


—¿Cuándo se lo diremos a los demás? —me pregunta. Está dándome a elegir, yo puedo escoger.


—Pensaba decírselo a todos en tu fiesta de cumpleaños. Ya sabes que tu madre organizará algo y todos estarán ahí...


Él asiente, me besa en los labios y acaricia mi mejilla.


—Me gusta esa idea —sisea—. Ahora come, cariño. Tenemos que alimentar a este bebé.



Acabamos con la cena, Pedro lleva ambas bandejas a la cocina y espero impaciente hasta que regrese. Tengo algo de sueño, pero no quiero dormirme sin él, quiero cerrar los ojos y descansar en sus brazos.


Poso mi mirada sobre mi vientre plano. En unos meses no me veré como ahora, mi hijo crecerá día a día y yo sentiré cada uno de esos cambios.


—Serás muy feliz, Pequeño Ángel —le digo a mi barriga y sonrío cuando comprendo lo que estoy haciendo.


Es extraño. Sé que está ahí dentro de mí, pero a veces mi cerebro no se atreve a creer que de verdad le hablo a mi bebé. ¿Podrá oírme? Tengo tantas preguntas, tantas dudas...


Pedro aparece en la habitación. Se sienta a mi lado y me enseña un libro antiguo de tapa dura en color negro con adornos dorados. Frunzo el ceño y lo interrogo con la mirada.


—Ábrelo —me dice como si eso respondiera a todo. 


Comienzo a pasar las páginas desesperadamente, pero no encuentro nada.


—Está en blanco.


—Así es.


—No comprendo.


—Escribamos algo en el cada día, con respecto a nuestro bebé, a cómo va el embarazo y ese tipo de cosas. Hagamos de este viejo libro un diario —me sugiere, y sonrío por lo complacida que estoy con su idea.


—Me encanta la idea.


Tomo el libro entre mis manos, Pedro me da el bolígrafo y juntos pensamos que escribirle a nuestro hijo en esta primer hoja.




Pequeño Ángel:
Si, así decidimos llamarte tu padre y yo, hasta saber si eres una preciosa niña o un precioso niño, serás un ángel de todas formas.
Hace exactamente cuatro días que sé de tu existencia y hace unas dos o tres horas que se lo he dicho a papi... Aún sigue llorando...
Hemos decidido escribirte este diario, es una forma diferente de decirte con palabras lo que sentimos. Ambos tenemos la esperanza de que cuando tengas unos diecisiete u dieciocho años, leas esto y comprendas todo lo que ya te amamos.
Papá cree que serás una niña y, sinceramente, sé que serás una hermosa niña como tu madre, es decir yo. Incluso, me atrevo a imaginarte... Tu padre me mira en este momento y sé que también lo hace.
Me pregunto: ¿Cómo serás? ¿De qué color serán tus ojos? ¿De qué color será tu cabello? ¿Y, qué hay de tu carácter?
Ahora estoy riendo porque papá implora que seas calmado como él. Sí, sé que no podrá soportar a una Paula entera y menos a una mini Paula más...
Tengo que admitir que saber que estás dentro de mí me hacen llorar. Estoy algo sensible y papi intenta acostumbrase a esos cambios repentinos.
Ahora te acaricia lentamente una y otra vez, mientras que sonríe al ver como escribo y lleno las hojas en blanco de este diario. Tu diario.
Sé que puedes sentir a papá, aunque, cuando leas esto no lo recordarás, sé que puedes escuchar a mamá y también sé que sabes que te amamos, Pequeño Ángel... Estas son las dos primeras páginas de muchas, porque mientras que tenga manos para escribir y un corazón con el que sentir, escribiré y sentiré... Lo haré para demostrarte mi amor, el amor de tu padre...
Ambos haremos lo que esté a nuestro alcance para que nunca te falte amor, felicidad, cariño... Ni siquiera tienes dos meses de vida, pero ya te amamos con todo nuestro corazón...
Sigue creciendo, Pequeño Ángel...
Con amor y mucha emoción.
Mamá y Papá.







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