miércoles, 30 de agosto de 2017

CAPITULO 20 (PRIMERA PARTE)




Llego a casa y lo primero que hago es dirigirme a mi habitación. Estoy completamente agotada. No tengo energías para moverme. Abro la puerta de mi alcoba y siento algo en el pecho. Se ve completamente silenciosa y vacía al igual que el resto de la enorme casa. Se nota a lenguas que Pedro no está aquí. Me quito mis zapatos y los arrojo a un lado. Me gustaría que estuviese aquí. Al menos no me sentiría tan sola. Siempre es lo mismo, cada vez que se va de viaje, siento esta soledad desgarradora, pero es la primera vez que me lo admito a mí misma.


Me quito mi abrigo y lo arrojo sobre la cama. Necesito un buen y relajante baño de espuma. Estoy algo nerviosa y estresada. Damian y yo recorrimos toda la ciudad y debo admitir que fue muy divertido. Hemos pasado lindos momentos juntos y conocimos lugares que incluso yo no sabía que existían en esta ciudad. Él es agradable. Tiene ciertas actitudes que me molestan, pero más allá de eso es un gran hombre y me hace reír muchísimo. Fue una tarde lo suficientemente agradable como para volver a repetirla. 


Mañana tal vez y solo tal vez, nos veamos de nuevo. Quiero aprovechar el tiempo que tenemos hasta que se marche y regrese a Nueva York. Es increíble que lo diga, pero el sujeto me agrada y en general no suelo decir que la gente me agrada. Yo odio a todo el mundo…


Entro a mi tienda individual y veo otro hermoso y perfecto ramo de rosas sobre mi mesa especial para joyas y accesorios. Me acerco con una sonrisa en el rostro. Aunque esté molesta con él, sigue siendo dulce y detallista.


Huelo las rosas. Son hermosas y su aroma inunda mi olfato por completo. Tomo la tarjeta y la abro con ansias. Muero de curiosidad por saber que dirá. Dos ramos de rosas en menos de treinta horas. Esto sí que es nuevo. Creo que podría acostumbrarme a esto.



Preciosa, Paula:
Sé que estás molesta y no te culpo por ello.
Soy un completo idiota.
Espero que me perdones.
Con cariño, Pedro.



Sonrío ampliamente. Está arrepentido y aunque no quiera aceptarlo, ya no estoy molesta con él. Debo admitir que yo empecé con ese juego, pero él lo jugo mejor que yo, ¿Qué debo hacer? ¿Lo llamo? O… mejor no, él debe llamar. Se supone que la que está molesta soy yo. Él debe perseguirme.


Dejo las rosas en donde están y luego regreso a mi habitación. Tomo el celular de mi bolso y lo enciendo. La foto de Pedro y de mi cómo fondo de pantalla me hace sonreír. 


Tengo cuatro llamadas perdidas y dos mensajes de voz. 


Todos son de Pedro. Debe de estar molesto o tal vez preocupado. Marco su número y lo llamo. Suena un par de veces y en la tercera responde.



–Paula... –Dice con un tono de alivio. Sí, eso confirma mis sospechas. Estaba asustado o preocupado.


– ¿Piensas enviarme flores cada vez que cometas una tontería? –Pregunto de mala manera. Estoy fingiendo, pero él no lo sabe. Debo hacerle creer que no me dejo comprar por un ramo de rosas.


–Sigues molesta…–Afirma. Noto como su tono esperanzado cambia a uno de resignación. Sonrío en mi interior. Es obvio que este hombre está loco por mí y haría cualquier cosa. Y yo tal vez esté loca por él.


–Gracias por las flores. –Musito intentando parecer distante, pero fracaso en cada palabra. Se me escapa una sonrisa y lo oigo sonreír al otro lado de la línea. Es extraño, pero él hace que mi manera de pensar y mi humor sean cambiantes e inesperados.


–De verdad lo siento. –Me dice y suena sincero. –No almorcé con ella. En realidad ni siquiera almorcé, Paula. No me agrada estar lejos de ti y no saber si estás bien o dónde estás. Lo siento.


Suelto un suspiro y me lanzo hacia la cama. Estoy agotada y quiero relajarme.


–Lo siento… es decir, por lo que dije hoy. Fue un momento de debilidad.


Sí, yo, Paula Chaves, estoy pidiendo disculpas sinceras por un error. Es más, estoy admitiendo que cometí un error y eso es algo muy nuevo para mí. Yo no suelo ser así.


–También lo siento.


– ¿Cómo estuvo tu día?


Y así comenzamos una charla extensa e interminable, pero que es agradable para ambos. Lo extraño, él me extraña y aun sigo pensando en la loca idea de tomar un avión a España. Jamás creí que diría algo como esto, pero lo necesito más de lo que yo creía. Hay algo en él que me hace ser diferente, que me hace pensar diferente. Quiero descubrir hasta que punto puedo cambiar por su causa. 


Quiero saber de que soy capaz por él y por lo nuestro. Sé que si ambos nos arriesgamos valdrá la pena y no solo en lo económico. El lado sentimental de esta relación se hace cada vez más grande y eso me agrada, pero al mismo tiempo me asusta.


Le comento todo sobre mi largo y agitado día, pero evito mencionar la parte en la que he estado todo el día con un fotógrafo completamente desconocido y además de eso, americano. Sé que no le agradara la verdad y por eso prefiero ocultarla. Sé que no he hecho nada malo, pero conozco a Pedro y se cómo se pondrá si se lo menciono. Por el momento Damian es un secreto entre mi Paula interior y yo. 


El me comenta sobre sus negocios y reuniones y a cada tres frases aburridas me dice que me extraña. Parezco a una tonta y enamorada adolescente pegada al teléfono.


Tal vez porque estás enamorada…


–Te quiero. –Dice antes de colgar.


–También yo. –Respondo en un susurro.


La llamada finaliza y arrojo mi celular a un lado en el colchón. Suspiro y luego me pongo de pie a duras penas. 


Quiero darme un largo baño y dormir hasta la hora de la cena. Será extraño cenar sola sin Pedro. Todo me resulta extraño.


Me desnudo y luego camino en dirección al baño, pero mi reflejo en el espejo hace que me detenga. Me veo muy bien. 


Cansada, pero aun así mi cuerpo sigue siendo majestuoso. 


Sonrío ampliamente. Mi Paula malvada acaba de despertar y planea algo malvado dentro de mi mente muy rápidamente.


Tomo mi celular y enciendo la cámara de fotografías. Me acerco al espejo y luego acomodo mi cabello hacia un lago, pongo mi mejor cara y preparo una mirada sexy. Tomo la fotografía y cuando escucho el típico sonidito del flash, abro la galería y veo mi fotografía. Se ve excelente. Debo admitir que me encanta como se ven mis senos. Son perfectos.


Lo primero que hago es enviarle un mensaje a Pedro.


*¿Qué estás haciendo justo ahora?*


Su respuesta es casi inmediata. No puedo creer que haré esto, pero sé que funcionará.


*Estoy pensando en ti*


Leo su mensaje una y otra vez. Mi corazón se derrite. Es dulce, tierno, me vuelve loca. Sabe que decir en el preciso momento y lo mejor de todo es que sé que es sincero porque si está pensando en mi.


*Espero que pienses más en mí. Voy a darme un baño. Te quiero*


Adjunto la foto y luego le envío el mensaje. Dejo mi celular sobe la cama y corro como una niña hacia la ducha. Luego de mi baño relajante podré leer su respuesta. Quiero saber cómo reaccionará.





1 comentario: