jueves, 31 de agosto de 2017
CAPITULO 21 (PRIMERA PARTE)
Veinte treinta. Estoy furiosa. No puedo creer que me haya hecho algo así. Aun no ha respondido a mi fotografía y he estado más de tres horas sentada en mi cama con el celular entre mis manos. Mi maldita pantalla me informa que está en línea, pero nada, ni una sola respuesta. Me siento completamente humillada. ¿Qué habrá pensado de mí?
¡Debería estar masturbándose con mi fotografía! No sé como describirlo, pero es como si me hubiese insultado en silencio.
No pienso dirigirle la maldita palabra.
Tomo mi maldito teléfono y le escribo un mensaje.
*Vete a la MIERDA, Alfonso*
Lo envío y luego dejo mi celular a un lado. Tocan a la puerta y le ordeno a alguna de las mucamas que entre. Ella entra a mi alcoba y me informa que mi cena ya está servida. No tengo deseos de cenar. No tiene sentido hacerlo sola, pero aun así sé que debo hacerlo. Estoy famélica, no he comido mucho en todo el día.
–Bajaré enseguida. –Le digo fríamente. Ella me sonríe. No sé porque lo hace, su sonrisa no es bonita. Y luego se marcha. Suelto un leve suspiro y me coloco mi bata de seda.
Solamente llevo un camisón de satén y pantuflas. No tiene sentido verme bien si Pedro no está cerca. Tomo mi maldito teléfono para ver si respondió, pero nada. Bajo las escaleras aun más molesta que antes. Está jugando conmigo, está jugando muy sucio y eso no me agrada. Yo acepto sus reglas cuando me conviene, el debe aceptar las mías.
¡Mierda! Esto no funcionará.
Llego al comedor y veo mi plato en el lugar de siempre.
Siento lástima por mí. No quiero cenar sola, no quiero recordar a Pedro en cada milímetro de esta habitación. Tomo mi plato y luego camino en dirección a la cocina. Jamás hice algo así, pero esta vez no quiero comer sola.
Andy y la otra están sentadas en la mesada, cenando. En cuanto me ven se ponen de pie rápidamente.
–No es necesario. –Digo colocando mi mano en alto para que se detengan. Por primera vez la Paula dueña del universo no tiene deseos de serlo. Quiero ser solo yo. Al fin y al cabo durante ocho años de mi vida me crie en una cocina, mientras que veía a mamá atender a los ricos de la casa. –Cenaré aquí, pero si gustan pueden acompañarme. –Les digo lo mas gentil que puedo ser, mi actitud las toma por sorpresa, pero no pueden oponerse, soy la dueña y señora, mi petición es casi una orden.
Sonríen con falsedad y luego regresan a sus asientos. Me siento en la banqueta de la punta de la barra y busco algo que sea apetecible comer en mi plato. No tengo hambre.
Estoy molesta y me siento rara. Lo extraño… eso lo resume todo. Es difícil estar cenando sin tener que oír lo que Pedro me cuenta noche tras noche. Al principio me parecía aburridísimo, pero luego me resulto interesante.
Aprendí mucho sobre sus empresas y lo que hace.
Ambas mucamas se callan y parecen incomodas con mi presencia. Lo cual me resulta grosero porque mi presencia ilumina cualquier habitación, pero no quiero arruinar su cena.
Ni yo me lo creo, pero la Paula amable y considerada ha invadido mi cuerpo y eso no me agrada. Yo jamás soy amable o considerada si no obtengo nada a cambio.
– ¿Se encuentra bien, señora Alfonso? –Pregunta Andy. Le dedico una sonrisa. No sé qué decir. Puedo mentir como siempre lo hago o ser sincera y decirle al servicio que extraño a mi esposo, pero no lo haré. No soy de esas dueñas de casa que son amigables.
–Todo está bien. – respondo cortamente.
Ellas regresan la atención a sus platos. Hasta aquí llegó nuestra conversación. No hay nada de lo que podamos hablar. Tenemos vidas completamente diferentes.
Mi celular suena y lo tomo rápidamente. Es un mensaje de Pedro. Lo abro y lo releo una y otra vez.
*Te ves hermosa*
Frunzo el ceño. ¿Qué mierda le sucede? ¿Está bebiendo o qué demonios? ¿Se refiere a mi fotografía desnuda? No lo entiendo. Y si así es, me decepciona, porque esperaba otro tipo de reacción a esa foto y no estás míseras tres palabras.
Suspiro con fastidio.
*No me fastidies.*
Dejo mi celular a un lado e intento concentrarme en mi cena.
Bebo un poco de jugo de naranja natural y luego mi teléfono suena nuevamente. Pongo los ojos en banco y lo tomo.
*De verdad te ves muy hermosa. Eres bellísima, pero al natural, mucho más*
Rápidamente me volteo hacia el umbral de la puerta que conecta el comedor con la cocina. Ahí está él. Lo veo recostado contra el marco de la puerta cruzado de brazos a la altura de su pecho con su celular entre las manos. Me pongo de pie y acelero el paso hacia su dirección. Me siento diferente. La horrenda sensación de vacío y soledad se llena lentamente dentro de mi ser. Sonrío ampliamente y a menos de dos metros de él, me abalanzo con todas mis fuerzas y me arrojo hacia sus brazos. Pedro sonríe y me estruja contra su cuerpo, como si no nos hubiésemos visto en meses. Me eleva del suelo y comienza a dar un par de vueltas por la cocina. Rio y acaricio su rostro.
–Creí que vendrías dentro de dos días. –Le digo sin temor alguno. Le demuestro con cada palabra que estoy completamente feliz por tenerlo de vuelta.
–No he dejado de pensar en ti.
–Tampoco yo.
Nuestras miradas se topan y la calidez de sus ojos hace que vuelva a sentirme en casa. Ahora si es mi hogar. Suena ilógico y malditamente inesperado, pero así lo siento yo también. Es difícil esclarecer mis sentimientos, lo único que quiero en este momento es besar sus labios.
–Te extrañaba demasiado. –Musita acariciando mi mejilla suavemente. Sonrío y luego pego mis labios a los suyos.
Un beso que vale la pena. Mato todos mis deseos, ahogo mis miedos y mis inseguridades. Libero a la Paula que me dice que me estoy enamorando perdidamente de este hombre y me permito a mí misma, sentirme feliz.
Poso mis manos detrás de su nuca y hago que el beso sea mucho más profundo. Él muerde mi labio inferior una vez y luego nuestras bocas comienzan a bailar al compás de una suave melodía que se reproduce en el interior de mi mente.
El tiempo se detiene, es un beso mágico, nada ni nadie
puede arruinarlo. Lo extrañé, de verdad lo extrañé y ahora solo puedo pensar en su cuerpo junto al mío. No me importa cuánto tiempo durará, conseguí vencer todos mis malditos miedos, ahora vuelvo a ser la Paula de siempre. Como a él le gusta, porque sé que le gusta.
–También te extrañaba. –Confieso en un susurro debido a ese beso que me robo el aire de mis pulmones. Besa mi frente y cuando nos volteamos en dirección a la barra de desayuno notamos que Andy y la otra nos observan perplejas. Se ven avergonzadas, pero al mismo tiempo sonríen. Acabamos de tener muchas demostraciones de afecto en público y me alegro por eso. No me fio de esa tal Andy.
Pedro, sonríe hacia ellas fingidamente a modo de disculpas.
–Buenas noches. –Dice avergonzado. No es de ese tipo de hombres que demuestran lo excitados que están en público.
Es alemán, pero tiene todo el pudor de un inglés.
–Buenas noches, señor Alfonso. –Responden ambas al mismo tiempo. Si, lo sé. Mi esposo es el más tierno y dulce de todos. Envídienme porque jamás tendrán algo sí.
–Bien, señoritas, disfruten su cena. –Musita con una reverencia graciosa. Amabas chicas sonríen y luego Pedro me jala por el pasillo. Lo sigo sin protestar. Sé lo que sucederá ahora, sé que lo quiero y me encanta esa idea.
También estoy pensando lo mismo que el.
Tomo su mano y caminamos sin ninguna dirección exacta. Él se detiene en el recibidor y me toma por sorpresa. Choco con su espalda y siento como sus brazos me toman vivazmente y me depositan sobre sus caderas. Me pierdo por unos segundos. Solo disfruto de sentir su cálido pecho junto al mío.
–Mírame, Paula.
Obedezco como buena esposa que soy y sonrío al ver sus ojos color miel.
–Me encanta verte a los ojos… –Me dice dulcemente.
Mi mano cobra vida propia y siento la necesidad de acariciarlo por todas partes. Acaricio cada centímetro de su rostro.
Primero su mandíbula, luego su frente, después sus mejillas y por ultimo recorro el contorno de sus labios con mi dedo índice. Pedro deposita un beso sobre él y con la mano que tiene libre acaricia mi cabello lentamente desde la raíz hasta las puntas onduladas.
La única manera de describir esta situación es con palabras cargadas de dulzura y sentimientos encontrados. Es como si necesitásemos utilizar el tacto para comprobar que no es un sueño o una fantasía. Es real, estamos juntos y debemos aprovecharlo, es como un hechizo. Todo acabará en pocas horas. Sé que debe regresar...
Cruzo mis piernas alrededor de su cuerpo y acepto su beso febril y apasionado. Entierro mis manos en su pelo, oprimo mi pecho contra el suyo y siento el latir de su corazón acelerado. Muevo mis caderas y siento su erección en el punto exacto... Él suelta un leve gruñido y comienza a caminar rápidamente.
– ¿Dónde quieres hacerlo? –Pregunta colocando su mano por debajo de mi bata de seda a juego con el camisón.
Acaricia la curva de mi trasero y luego besa mi cuello levemente. Cierro los ojos y me olvido que el maldito mundo existe.
–Sorpréndeme. –Respondo con una sonrisa traviesa.
Cruzamos el hall, luego la sala principal y caminamos por el pasillo hacia la derecha. Se a donde va a llevarme y me encanta la idea. Por fin podremos terminar lo que nunca empezamos aquella noche en su despacho.
Abre las puertas rápidamente, las cierra y luego me deja con delicadeza sobre el sillón de cuero negro que se ubica en medio del cuarto. Se pone de pie y me observa detenidamente.
–Eres hermosa. –Musita desabrochando los primeros botones de su camisa azul marino, sin despegar los ojos de mí. Me pongo de pie y sin previo aviso tomo ambos lados de la tela y al abro de par en par. Es como un ritual. Los botones vuelan por todas partes y hacen ruido al chocar con el suelo. Sonríe y niega con la cabeza, animadamente.
Aunque jamás me lo ha dicho sé que le gusta que lo haga. A mí me encanta hacerlo. Puedo creer que tengo la situación bajo control.
Me pongo de puntitas de pie para poder estar a su altura, atrapo sus labios y luego recorro con la palma de mis manos, su pecho y su espalda. Él acaricia mi cintura, quita mi bata rápidamente y la arroja a un lado de la habitación junto con la camisa, sube mi camisón hasta la altura de mi cintura y luego se pone de rodillas sobre la alfombra. Sus labios acarician y rozan mi abdomen. Cierro los ojos y hecho mi cabeza hacia atrás. Disfruto de la sensación, es increíble.
Mi estomago siente un cosquilleo que me resulta demasiado familia. Las mariposas fueron liberadas y vuelan libremente dentro de mi estomago. Mi Paula interior sonríe ampliamente.
Sabe porque las mariposas corrieron liberadas y yo también lo sé. Por dios, me estoy enamorando de este hombre, me enamoro de cada uno de sus gestos, de cada una de sus caricias, estoy tendiendo mi propia trampa y sé que voy a caer. Me voy a enamorar por completo.
Rápidamente el calor me inunda el cuerpo. Calor, percibo demasiado calor por todo mi cuerpo y el satén que llevo encima comienza a molestarme.
Acaricio su cabello y sus labios descienden más abajo. Mi bombacha impide que siga su reguero de calientes y excitantes besos, pero al parecer ese no era su plan…
Se pone de pie y con desesperación me quita el camisón y lo arroja hacia no se cual dirección. Observa mis pechos y luego me atrae a su cuerpo de un tirón.
–Eres una niña muy mala, Paula Alfonso. –Musita clavando sus dedos fuertemente en mis caderas. Jadeo al sentir su torso desnudo chocando con mis tetas. –Sabías que estaba en una reunión cuando me enviaste la foto. –Afirma con una sonrisa perversa en su rostro. Sonrío ampliamente y muerdo su labio inferior. – ¿Tienes idea del esfuerzo que tuve que hacer para contenerme?
–No puedes negarlo, Pedro, te encantó. –Murmuro descendiendo mis manos hacia su miembro que comienza a despertar debajo de su pantalón.
–Eres irresistible. –Su mano sube hacia mi seno y lo aprieta levemente. Jadeo y cierro los ojos con fuerza. Mis pezones están duros y mi temperatura corporal sobrepasa lo normal.
–Dime que deseas, Paula. –Me ordena en un susurro que me arrebata todos los sentidos. –Dímelo. – Su voz seductora tiene efecto en mí y soy capaz de hacer cualquier cosa para complacerlo.
–Desnúdate. –Logro decir con un hilo de voz. –Quiero que te desnudes, Pedro.
No me responde, pero con semblante serio y su mirada sobre la mia comienza a desabrocharse el cinturón. Se lo quita rápidamente y luego se baja los pantalones. Inclina se cuerpo y en unos pocos segundos se quita sus calcetines, zapatos y su ropa interior. Lo observo detenidamente. Me detengo más de lo necesario en su erección. Doy un paso al frente y acaricio su pecho con las yemas de mis dedos.
–Quiero darte placer. –Murmuro sobre su oído izquierdo. Sé que va a protestar pero antes de que lo haga coloco mi dedo índice sobre sus labios. –Quiero hacerlo...
Tal vez luego puedo investigar el porqué de su negación hacia el sexo oral. No lo entiendo, pero sé que debo esmerarme, tiene que ser increíble. ¿Qué cosas digo? Claro que será increíble. Lo hago todo bien, será perfecto.
Me arrodillo delante de él y tomo su miembro duro, caliente y listo para mí entre mis manos. Lo hago lentamente. Elevo mi mirada hacia arriba y veo como me mira impaciente. Mojo mis labios con mi lengua y luego abro la boca y lo introduzco hasta la mitad. Es grande y no podré metérmelo todo. Veo como cierra los ojos y respira agitadamente.
Muevo mi lengua al rededor de su miembro y lo oigo jadear.
–Oh, Paula... Mierda, cariño. –Toma una de sus manos y la posiciona detrás de mi cabeza y hunde sus dedos en mi pelo. Mi Paula interior me sonríe, sé que le encanta, es obvio que le fascina.
Lo saco de mi boca y luego lo coloco dentro otra vez. Sus jadeos y gruñidos me incitan a seguir haciéndolo. Lo chupo aun más fuerte y muevo mi cabeza hacia adelante y luego hacia atrás, el me ayuda con su mano y maneja mis movimientos. Hace un poco mas de presión y la cabeza de su pene choca con mi garganta, intento resistir las arcadas lo más que puedo. Lo retiro lentamente de mi boca y luego lo tomo entre mis manos nuevamente. Con mi lengua recorro la longitud de su miembro y cuando llego hacia la punta lo rodeo con la lengua y lo introduzco en mi boca una vez más.
Es duro y se siente suave entre mis labios. Pedro jadea y lo veo cerrar los ojos fuertemente.
–Paula...–Jadea con la voz ronca. –Mierda Paula, así...
Lo acaricio con mi mano sucesivas veces rápidamente y disfruto de sus sonidos que se introducen en mis oídos.
Sonrío de placer y satisfacción. Estoy logrando lo que me propongo.
Él se aparta de mí y cuando intento comprender que sucede, me toma entre sus brazos bruscamente y luego me carga y me deposita sobre su escritorio.
–Ya me complaciste, preciosa. Ahora es mi turno.
No entiendo porque no quiere que lo haga del todo, si siempre hice a los hombres delirar con eso, pero…
Oh, mierda, vamos a hacerlo sobre su escritorio.
Me abre las piernas y luego me penetra bruscamente. Mi feminidad se dilata rápidamente y recibo su miembro duro y grande dentro de mí. Hecho mi cabeza hacia atrás y aferro mis piernas a su trasero. Él me toma de la cintura y comienza a moverse duramente. Mi cuerpo brinca y los jadeos que se escapan de mi garganta son incontrolables.
Me aferro a su cuello, él acerca su boca y mis gemidos se hunden entre sus labios. Nos besamos mientras que nos mecemos hacia adelante y hacia atrás rápidamente. Me siento en el cielo, es perfecto, excitante, delicioso, único...
Pedro y yo encontramos la manera de hacerlo, pudimos lograr que sea mucho más placentero que antes. Al fin ha funcionado.
– ¡Pedro!–Grito cuando acelera el ritmo y sus penetraciones son rápidas y bruscas. Sus manos echan mi cuerpo hacia atrás y mi espalda descansa sobre la madera lustrada con olor a limón. Se inclina y comienza a chupar uno de mis pezones. Coloco mis manos detrás de mi cabeza y ambas quedan colgando al otro lado del escritorio. Me muevo y jadeo con cada uno de los roces de su lengua sobre mi delicada piel.
–Eres preciosa, Paula–Murmura con la voz entrecortada. –Eres la mujer más hermosa que he visto. – Vuelve a unir sus labios sobre mi piel. Mi cuerpo se tensa por completo. Sus penetraciones se vuelven más lentas y pausadas, su mano derecha se une a la mia y las entrelazamos tiernamente.
Acerca su rostro al mío con un inesperado movimiento, besa mis labios y luego de varias embestidas llego al orgasmo, suelto un gemido que es inevitable y siento como el acaba en mi interior.
–Oh, Pedro...–Suspiro excitada y agotada.
Sonríe sobre mis labios y acaricia mi cabello tiernamente con la palma de su mano. Nuestras respiraciones se normalizan al paso de los minutos, mientras que nuestras miradas se cruzan. Sonrío ampliamente y me muevo un poco para estar más cómoda.
–Ha sido completamente fantástico. –Siseo recuperando el aliento.
–Eres fantástica, mi preciosa Paula. –Murmura con una sonrisa que ilumina su rostro. Me toma con delicadeza y me carga hasta el sillón. Me suelta levemente y luego se aleja y toma mi bata del suelo.
–Vamos a la cama. –Besa mi coronilla y luego me cubre la desnudez con el pedazo de satén. No protesto, estoy cansada y quiero dormirme abrazada a su cuerpo, quiero disfrutar de su calidez lo más que pueda.
Lo veo colocarse sus pantalones rápidamente. Me toma en sus brazos de nuevo y me carga como si fuese una niñita pequeña, escaleras arriba.
– ¿Qué haremos en la habitación? –Cuestiono con una sonrisa traviesa. Oh, sé lo que haremos, pero aun así quiero que él lo diga. Quiero escucharlo. Sé que podremos repetir lo que acaba de pasar.
Me sonríe de lado y luego abre la puerta de la habitación de una patada.
–Sabes lo que haremos, Paula…
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