miércoles, 30 de agosto de 2017

CAPITULO 16 (PRIMERA PARTE)





Todo se ve en blanco y negro. No es del todo visible. Hay música, muy agradable, oigo los gritos de alegría y las risas de los mayores a la distancia. No debo acercarme, solo puedo observar. Todos lucen ropa fina y elegante. Mamá sale de la cocina con su uniforme y antes de tomar la bandeja llena de comida extraña se inclina hacia mí y me sonríe.


–Espérame aquí, Anabela. Ya regreso.


Asiento con la cabeza y la veo marcharse…


– Mamá…– Balbuceo mientras que me muevo de un lado al otro. Siento como mi corazón late muy fuerte y como mis ojos quieren abrirse. Me muevo, estoy sudada y las sabanas están empapadas. – mamá… –digo de nuevo inconscientemente. Hay algo que fluye de mis ojos y sé que son lágrimas. Mamá... Mi madre...


Abro los ojos exaltada y entro en pánico.


PedroPedro! ¡Ven! –grito desesperada. -¡Pedro!



Es como si viera fantasmas en la habitación.


La puerta de madera de mi habitación choca con la pared. 


Pedro entra a la habitación con pánico en su mirada. Al verme corre hacia la cama y se lanza sobre mí. Me toma entre sus brazos y oculta mi cara en su cuello. Sollozo sin contener ni una sola lágrima, él acaricia mi cabello y respira agitadamente como yo. Lloro y mojo su camiseta gris. 


Permanecemos en silencio mientras que oímos los gritos desesperados de Barent, mientas que entra a la habitación.


– ¿Qué sucede? –Pregunta asustado. Pedro le hace señas para que no grite. Permanece en silencio y yo aprieto con mis puños la tela de la camiseta de mi esposo como si pudiera desahogarme con solo ese simple e insignificante acto.


–Paula...–Murmura Pedro apegando su frente seca a la mía, que está empapada en sudor. Cierro los ojos e intento calmarme, el no sabe porque hago esto, jamás lo hablamos, pero no es la primera vez que sucede.


Pedro...–Murmuro clavando mi mirada en sus ojos brillosos y tristes. Él me abraza con dulzura mientras que con su mano aparta algunos mechones mojados de mi cara.


–Paula... Mi preciosa Paula. –Dice con el tono de voz cargado de dulzura. Me relajo en sus brazos y siento como mi respiración comienza a calmarse. Observo a Barent parado a un lado de la cama completamente confundido y siento mucha vergüenza. Que humillante.


–Paula tiene pesadillas, tío –Resopla mi esposo vagamente. 


Él asiente con la cabeza y luego de confirmar que estoy bien, se despide de ambos y se marcha. No necesitamos su ayuda, Pedro sabe cuidar de mí en estas circunstancias.


– ¿La misma pesadilla?–Pregunta en un susurro. Lo miro a los ojos y asiento levemente. No había vuelto a tener pesadillas en meses. Desde el último viaje de negocios de Pedro. Como el de dentro de unas pocas horas. Es mi debilidad. Mamá me dejo, siento que él me va a dejar y lo único que hago es recordar ese trágico día una y otra vez.


–Oh, Paula. Mi preciosa Paula. –Murmura con la voz entrecortada. Estoy muda, no tengo palabras, no sé qué decir. –Lo lamento mucho, cielo. –Me toma entre sus brazos y hunde su nariz en mi cuello. –Algún día tendrás que contarme cual es el motivo de todo esto, Paula. Me preocupas. Quiero cuidar de ti. Necesito saberlo.


Me aferro a su torso y lo abrazo muy fuerte, es la única manera en la que sé que podré calmarme. Cuando sucedió por primera vez él no estaba presente, la segunda vez se asusto tanto que hasta llamo a un médico, pero ahora, la tercera, sabe que solo lo necesito a él. Suena extraño que lo diga de esta manera, pero en unas pocas horas mis sentimientos fueron cobrando fuerzas y no quiero que se marche ni ahora ni nunca. Me siento como una idiota. Por primera vez la Paula sin máscaras admite algo de lo que no se siente muy orgullosa. Algo me sucede y todo es por causa de Pedro.


Él me carga en brazos cuando me siento más calmada. Me dirige hacia el baño y abre la ducha. Me acaricia el cabello y la cara mientras que observo como la tina se llena de a poco. Las burbujas y la espesa espuma comienzan a aparecer. El baño está inundado por el aroma a rosas y eso me relaja.


El agua llega a la mitad de la bañera y Pedro se pone de pie. Sigo sus movimientos y con delicadeza el comienza a retirar la remera de algodón, color pastel, que llevo puesta. 


Observa mis pechos desnudos por unos segundos y luego baja su mirada hacía mi vientre. Quiero saber que piensa, pero me veo incapaz de hablar. Me baja el short a conjunto y luego me quita mi bombacha. Me tiende su mano y con delicadeza hace que me introduzca en la tina. El agua tiene una temperatura agradable que hace que mis nervios desciendan. La bañera aun está muy vacía. Pedro se coloca de rodillas sobre el frío piso de cerámica al otro lado de la tina y con la esponja hace descender un reguero de agua tibia por ella. Es delicado, dulce y me hace sentir bien. La esponja frota mi piel con delicadeza. Solo hemos hecho esto una vez sin contar la de ahora y a mí me funciono. Pero sé que en este momento todo es diferente. Sus manos recorren la piel de mis hombros y apartan el cabello algo molesto. 


Meneo la cabeza al disfrutar la sensación de su piel con la mía. Suspiro y luego relajo los hombros.


–Metete a la tina conmigo. –Le suplico con un hilo de voz. Él besa mi hombro derecho ligeramente y siento como se desnuda detrás de mí. Con el rabillo del ojo observo como su camiseta y sus pantalones caen al suelo en silencio.


Se mueve y luego introduce su cuerpo dentro de la bañera, el agua se eleva y la espuma cubre por completo mis senos.


–Voltéate. –Me ordena autoritario, pero aun así no deja de ser dulce. Lo hago y luego flexiono las rodillas y le doy la espalda. El comienza a mojar mi piel lentamente. Cierro los ojos, me gusta lo que estoy sintiendo. Sus dedos son suaves y me transmiten un agradable cosquilleo que se fusiona con el agua provocando una leve corriente estática sobre mí. 


Estira su brazo y toma un poco de shampoo. Lo aplica sobre sus manos y luego comienza a masajear mi cabeza. Huelo aroma a manzanas y hierbas. Siento más espuma sobre mi cuerpo y los dedos de el masajeando mi cuero cabelludo.


– ¿Te sientes mejor?–Cuestiona en un susurro. Asiento levemente y luego muevo mi cabeza a un lado para darle más acceso a sus manos. ¿Que estamos haciendo?  ¿Porque me siento malditamente especial? ¿Porque siento alivio al saber que aun sigue aquí? ¿Qué está ocurriendo con nosotros?


–Gracias por hacer esto. –Musito en el silencio de la habitación. Solo oigo el ruido de agua cayendo por mi cuerpo y los movimientos de Pedro.


–Haría lo que sea por ti, Paula. –Sisea con una sonrisa, no puedo verlo pero sé que lo hace.



–Eres demasiado bueno conmigo. –Recalco honestamente. Es la verdad. –Y en cambio me comporto como una perra contigo.


–No digas eso, cielo. Tienes un carácter algo difícil, pero... ¿Te confieso algo?–Cuestiona seductoramente sobre mi oído derecho.


– ¿Qué?–Pregunto curiosa.


– Me encanta...


Suelto una risita y percibo como mí pecho se hincha de orgullo y felicidad. El ambiente ya no es tenso y tampoco perturbador. Es agradable y amistoso.


Moja mi cabello y quita la espuma de él, es muy bueno con lo que hace. Mi cabello seguramente olerá bien y se sentirá sedoso.


–He notado que me dices cielo muchas veces. ¿Porque lo haces?


Esa pregunta yo tampoco me la esperaba, pero necesito saber la respuesta. Suspira mientras que masajea con la palma de sus manos mi espalda.


–Me gusta llamarte así, cielo o cariño, suena mucho mejor y mas... No sé... Natural.


– ¿Natural?–Cuestiono frunciendo el ceño.


–Sí. Natural. Es mucho más dulce que decirte querida o algo así.


Ah. Claro. Ahora lo entiendo.


Sonrío ampliamente y luego con mi trasero volteo mi cuerpo hacia su dirección. Lo observo por unos segundos. Está desnudo, mojado y se ve muy hermoso. Es guapo, jamás dije lo contrario, simplemente era demasiado testaruda para admitirlo.



–Ya estas lista, cielo. –Dice apartando los gruesos mechones de cabello mojado de mi cara. Sonrío y luego me muevo hacia su cuerpo. Me siento sobre sus piernas y dejo que mi cabeza descanse en su hombro.


– ¿Tienes sueño?–Pregunta en un susurro. Digo que si con la cabeza una vez y él me toma por las piernas y la cintura y se pone de pie. El agua cae por todas partes, eleva una pierna y la coloca al otro lado de la bañera, realiza la misma acción otra vez y me deposita en el piso. Mis pies se mueven inquietos por el frío del mármol. Toma una toalla y se la envuelve en la cintura, comienza a secar mi pelo y luego mi cuerpo yo simplemente permanezco en silencio, me gusta lo que hace.


Espero con calma que seque mi cabello con el secador. Me siento más relajada y tranquila. Cuando acaba besa mi cuello y me toma la mano. Caminamos hasta la habitación y él se quita la toalla y la arroja a un lado. Veo su desnudes y me quedo hipnotizada. Su cuerpo es perfecto, torneado y deseable. No Paula, ahora no es el momento. Miro el reloj de la mesita de noche. Son casi las cinco de la mañana. Tal vez sea mejor descansar y esperar por sexo en unas horas.


Me acerco y corro el edredón, él se acuesta y cubre su cuerpo con las sabanas. Estamos desnudos y esto será peligroso. Lo sé, lo presiento.


Me abraza por detrás y posa sus manos en mi vientre. Me acurruco sobre su cuerpo y siento su erección sobre mi piel. No, esto es peligroso. Besa mi coronilla y luego acaricia mi estomago.


–Aunque te deseo aquí y ahora, no estás en condiciones, Paula. –Me dice con calma y sensatez. Le digo que sí. Que estoy de acuerdo y beso sus labios y suspiro un par de veces. Estira el brazo y apaga el velador de la mesita de noche. La habitación se oscurece y solo la luz de la noche nos ilumina.



– ¿Tendremos sexo en la mañana, verdad?– pregunto con inocencia. Lo oigo reír sonoramente a mis espaldas y eso me provoca risa. Fue una pregunta muy tonta. Siento que mis mejillas arden y son conscientes de lo absurdo de mi pregunta.


–Claro que lo haremos, cariño. –Besa mis labios, sonríe y luego reposa su cabeza sobre la almohada.


–Buenas noches, Pedro. –Murmuro con voz somnolienta.


–Descansa, mi preciosa Paula...


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