Pedro habla por teléfono mientras que se mueve de un lado al otro por la habitación.
Estoy acostada en la cama de la suite del hotel y hago dormir a mi niña pequeña, mientras que Ale ve televisión en el cuarto anexo. Kya cierra sus ojitos lentamente mientras que succiona su chupón rosa de mariposa.
Sonrío por primera vez desde que salí de la casa de Lucas y luego beso su frente.
Acaricio su manito segundos después, y la miro sin poder quitar mis ojos de ella. Pedro se acerca a nosotras, se sienta en el borde de la cama y una sonrisa se forma en su rostro el ver a nuestra hija dormida.
—¿Qué sucedió? —murmuro estirando mi brazo para acariciarlo.
No lo hago muy a menudo, pero lo necesito, lo necesito conmigo más que nunca.
—Hablé con un amigo —murmura. Mueve algunos mechones de pelo de mi cara y luego pasa su pulgar por mi labio inferior—. Nos prestará su jet para que viajemos con más comodidad. Preparará todo para los niños —asegura.
—¿Cuándo regresaremos a casa, entonces? —pregunto, sintiendo como todas mis esperanzas de regresar hoy mismo se desvanecen.
—Mañana en la noche —responde—. No puede ser antes, cielo.
Suelto un suspiro y luego pongo los ojos en blanco. Estoy molesta, pero debo entenderlo, haré lo posible por ser paciente, quiero que todo salga bien, ahora que mi vida es un desastre lo único que me hará fuerte es mi familia, Pedro y mis niños.
—¿Por qué no compras un jet? —pregunto con una divertida sonrisa.
Quiero cambiar el rumbo de la situación, quiero disfrutar de estos momentos, quiero olvidar todo lo que sé, todo lo que descubrí, quiero ser solo Paula, solo la medre de dos angelitos, la esposa de Pedro, quiero ser solo yo por un día.
Sin un pasado, sin mentiras, sin verdades, sin nada, solo yo, solo por una vez.
—Primero me pides una villa en Barcelona y ahora un jet —murmura—. No tengo tanto dinero, cielo —asegura devolviéndome la sonrisa. Me rio levemente y acerco mis labios a los suyos, Kya está en medio de ambos, pero esta vez no se interpone, puedo besarlo todo el tiempo que quiera—.El dinero se puede acabar de un segundo al otro, Paula —susurra mirándome fijamente—, el dinero puede acabarse, pero te aseguro que lo que siento por ti es para siempre. ¿Crees que podrás vivir con eso?
Muerdo su labio inferior y paso una de mis manos por su pelo. No sé qué responder, no tengo palabras, solo quiero decirle que sí, que con él iré y haré lo que sea, donde sea, hasta donde quiera. No importa el dinero, o todo lo que pueda darme, solo lo quiero a él, solo quiero momentos como estos, solo quiero a mi familia, quiero que esto sea para siempre, juntos, sin que nada pueda estropearlo.
—¿Crees que podrás comprarme la villa en Barcelona? —indago —Si lo haces, no pediré el jet —aseguro.
Él se ríe sonoramente y cubre su boca cuando Kya se mueve un poco, me besa y luego acaricia a su pequeña. Él sabe todo lo que siento, él sabe que lo amo, pero que a veces no sé cómo decirlo, no sé cómo expresarme del todo.
Solo se resume en dos palabras.
—Te amo. Te amo, Paula Alfonso, no tienes idea…
—Te amo —digo con una sonrisa.
No necesito más, solo sé que es lo que siento, es lo que él siente hacia mí, esas dos palabras tiene más fuerza que todo un poema. Dicen mucho más.
—¿Qué te parece si nos olvidamos de todo y llevamos a los niños a recorrer la ciudad? —pregunta, poniéndose de pie.
Frunzo el ceño porque no me convence su idea, pero luego recuerdo que solo me quedan unas pocas horas aquí y también recuerdo que no quiero pensar en todo lo que sucedió, necesito distraerme, y sé que con mis hijos y Pedro todo será perfecto.
—Está bien —respondo estirando mi mano para que me ayude a ponerme de pie. Me toma de la cintura y aprisiona mi cuerpo entre sus brazos. Hace que mi corazón lata rápidamente, puede hechizarme con solo una mirada—. ¿Qué haces? —pregunto entre risas.
Él comienza a besar mi cuello, me hace cosquillas y desliza sus manos hacia mis glúteos. Sé que si seguimos, no podremos parar.
—Es una lástima que no tengamos niñera —murmura sobre mi oído.
Me rio con fuerza y luego lo empujo unos centímetros.
—Sí, es una lástima. No conseguirás lo que quieres, Alfonso —aseguro—. Ahora que lo pienso, solo quiero salir de aquí.
—¿Así, tan rápido cambiaste de opinión? —pregunta con el ceño fruncido.
—Sí, así de rápido. Vámonos —digo tomando el bolso de Kya.
Acomodo mi cabello en una coleta alta y luego me cambio de camiseta. Luzco diferente, más natural, luzco real y me gusta.
—Juegas sucio —murmura por lo bajo, mientras que carga a su hija en brazos. Miro el interior del bolso de Kya para comprobar que tenemos todo lo necesario para sobrevivir al paseo—. Juegas muy sucio —reitera.
—Exacto —respondo, volteándome hacia su dirección con una divertida sonrisa.
Camino hacia el cuarto anexo y preparamos a Ale para nuestro paseo. No se adonde iremos, no sé a qué hora regresaremos, pero sé que esto me hará bien. Mi familia es la única cura, el único remedio para todo esto.
****
Mi teléfono celular comienza a sonar estruendosamente encima de la mesita de noche y Kya se despierta con ese llanto desesperado que hace que entre en pánico.
Me pongo de pie rápidamente y maldigo entre dientes al imbécil que se atreve a llamar en una hora como esta. Tomo a mi niña en brazos, mientras que Pedro enciende la luz.
Dos horas de trabajo en vano, Kya acaba de despertar y sé que demorará dos horas más en dormirse. Estoy cansada, tengo deseos de llorar y de gritar, me siento confundida…
Ser madre es hermoso, pero en este momento me siento extraña, tengo una fría sensación en el pecho, algo que hace que me sienta triste, que quiera llorar sin saber por qué exactamente.
—¡Contesta el maldito teléfono, Pedro! —grito en dirección a Pedro, mientras que el estúpido aparato no deja de sonar.
—Tranquila, mi ángel… —susurro en dirección a Kya, mientras que me acomodo para darle el pecho.
Sus llantos me ensordecen y mis manos tiemblan sin sentido alguno, mientras que oigo como Pedro murmura algo en el teléfono.
Me volteo en su dirección para ver qué sucede y por esa expresión en su rostro sé que algo anda mal. Lo primero que se me viene a la cabeza es Lucas. Es como un presentimiento. Abro los ojos de par en par y miro a mi hija si saber qué hacer. Pedro suelta el teléfono encima de la cama y carga a nuestra hija en brazos mientras que me pide que me vista.
No comprendo lo que sucede, pero esa sensación en mi pecho hace que actúe por cuenta propia, no necesito pensar que es lo que haré, solo lo hago.
Pedro acomoda las cosas de Kya y se mueve de un lado al otro. Ingresa a la habitación de Ale y lo despierta. Yo me coloco unos pantalones de jean, los zapatos, y peino mi cabello sin saber qué es lo que ocurre. Kya sigue llorando, pero es un llanto distante, algo que no logra captar toda mi atención, estoy concentrada en ese sentimiento en el pecho.
Es extraño, jamás había sentido algo así. El tiempo vuela y no soy consciente de lo que sucede, estoy en un coche y a los pocos minutos, reconozco la entrada de la casa de Lucas. Veo como Pedro deja a mis hijos con Carolina y luego regresa conmigo.
—¿Qué sucede? —pregunto desesperada. Veo que trata de calmarme, pero no sabe cómo hacerlo. —¿Por qué dejamos a los niños? ¿Y Lucas? Pedro, ¿Qué sucede? —Tranquilízate, por favor… —me pide besando mi frente, pero ninguno de su besos me convence—. Lucas está bien, solo…
El coche avanza y nos alejamos de la zona, nos metemos por el centro de la ciudad, no tengo idea a donde vamos, pero me doy cuenta que algo más sucede cuando veo que un inmenso portón negro se abre para dar acceso al coche.
Pedro está serio y no suelta mi mano ni un solo segundo, tiemblo por dentro y por fuera. Mis pies se mueven por si solos hacia el exterior y lo primero que me impacta es una ambulancia con las sirenas rojas, estacionada frente a la entrada de una imponente mansión.
—¿Qué ocurre? ¡Dime que sucede! —grito en dirección a Pedro, pero cuando me acerco y veo esa camilla…
Esa manta que no me deja ver quien está ahí, pero sé quién es, sé lo que sucedió.
Lo entiendo de inmediato y sin pensarlo mis ojos se llenan de lágrimas. Miro a Pedro sin saber qué hacer, cubro mi boca con una de mis manos y luego corro al interior de la casa. Lo busco por todos lados, grito su nombre, pero no hay respuesta, estoy paralizada, no noto lo que sucede a mí alrededor, no sé qué me dicen, no reconozco a nadie, solo veo mi camino y trato que mi visión no me falle. Tengo los ojos repletos de lágrimas, un nudo en la garganta y una extraña sensación de culpa.
—¡Lucas! —Grito por el pasillo cuando subo las escaleras—, ¡Lucas, por favor, responde! —chillo con la voz entrecortada, pero me derrumbo por completo cuando lo veo tirado en el piso, con la cara entre sus manos, sus hombros se sacuden por causa del llanto y el color rojizo de su rostro me lo explica todo—. ¡Lucas!—grito, y lo abrazo con todas mis fuerzas.
No sé cuánto tiempo permanezco así, pero él responde de la misma manera y llora desconsoladamente entre mis brazos.
No sé por qué lloro, no sé por qué estoy aquí, pero tengo que hacerlo. Siento que es algo que debo solucionar y no importa si no sé cómo hacerlo.
—Está muerto… —susurra con la voz entrecortada, y me abraza con más fuerza. Hundo mis manos en su pelo y cierro mis ojos. No sé qué decir, estoy llorando con él, comparto su dolor y me siento perdida, es una mezcla de sentimientos que no tiene explicación—. Esto es mi culpa, Paula… es mi culpa…
—No —respondo con un hilo de voz—. No es tu culpa. Tú lo querías, a tu manera, pero lo querías —aseguro—, y él te quería a ti —No sé qué decir exactamente, jamás me había visto en una situación similar a esta. Estoy muda, bloqueada, Lucas está sufriendo y en mi interior, muy dentro sé que también me afectará de alguna manera—. Lo lamento.
Sollozo sin poder evitarlo. No lo hago por alguien más, lo hago porque puedo sentir su dolor, porque jamás me había imaginado ver a este hombre duro y gruñón en una situación así, tal vez, también lloro por lo sorprendida que estoy de verlo verse débil, porque en el fondo sé que yo lo soy mucho más. Me voy a romper y nada podrá evitarlo.
—Shh… —dice abrazándome con más fuerza. No quiero llorar, no voy a llorar, pero mis ojos logran humedecerse. No es por alguien más, es por Lucas, solo por Lucas—. Ya está —dice en un susurro—. Ahora sí pasó. Joder, siempre lo decía en broma, no era cierto —asegura.
Puedo ver y sentir toda su culpa.
—Lo sé —respondo, ocultando mi cara en su pecho. Aprieto los ojos para vencer a las lágrimas y vuelvo a abrazarlo.
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