miércoles, 18 de octubre de 2017
CAPITULO 65 (TERCERA PARTE)
—¿Estás segura? —pregunta Pedro antes que crucemos las puertas de la sala de estar. No sé si es lo correcto, quiero hacerlo, pero al mismo tiempo tengo miedo. Necesito esto, necesito saber que soy valiente.
—Quiero que regreses a casa con los niños —le pido, acercándome más de lo necesario. Es nuestra burbuja, solo nosotros dos y no quiero que nadie más interfiera. Él me mira con el ceño fruncido, sé que no le gusta para nada lo que le estoy pidiendo, pero no dejaré que se quede aquí. Es algo que debo hacer sin él a mi lado—, quiero que regreses a casa con nuestros angelitos, Pedro.
—No haré eso. —Necesito quedarme aquí con mi hermano. Es algo de ambos y estaré más tranquila si tú estás en la casa con nuestros hijos. Necesito que me entiendas —vuelvo a decir.
Sé que va a escucharme. Sabe que tengo razón.
Suelta un suspiro y luego deposita sus labios en mi frente por más de diez segundos, no quiere irse, pero debe hacerlo.
—Está bien. Prométeme que llamarás si algo sucede.
—Lo prometo —digo en un leve murmuro—. Llamaré si algo sucede. Regresaré a la casa en un par de horas.
—Cuídala, por favor.—dice Pedro en dirección a Lucas que está a unos metros de distancia.
Él asiente y luego Pedro se despide con un beso.
Me quedo unos segundos observando cómo camina en dirección a la puerta y desaparece. Suelto un suspiro. Él no estará aquí, pero Lucas no va a dejarme sola. Necesito esto.
Ambos los necesitamos.
—¿Segura que quieres hacerlo? —pregunta tomando mi brazo levemente.
Asiento con la cabeza y dejo que él me guie entre la gente que viste de negro. Algunos lloran, otros simplemente ven el suelo, pero al entrar al cuarto veo ese ataúd ahí y siento como el aire me falta. Es un miedo que me despierta, que hace que sienta algo helado en mi vientre, pero es algo que puedo superar. Tomo del brazo de Lucas y trato de no mirar demasiado, pero no puedo apartar la mirada aunque quiera.
Ahí está ese hombre, dentro de esa caja está mi padre biológico, el que estuvo con mi madre, el que la conoció, el que tiene recuerdos de ella. Él no me dio nada y al mismo tiempo fue el causante de que yo lo tenga todo.
—¿Cómo te sientes? —pregunta en un murmuro.
—Estoy bien —respondo por lo bajo—. Solo estoy un poco incómoda.
Él se pone a mi lado. Me rodea la cintura con ternura y luego observa a todos los que están en la habitación.
—Si alguien se acerca a ti y te pregunta alguna cosa, no respondas. No hagas nada. Son solo estúpidos, buscan problemas. No saben lo que sucedió realmente.
—No comprendo.
—¿Ves esa mujer que está al lado del ataúd?—susurra.
Busco con la mirada y la encuentro de inmediato. Tiene el cabello castaño, esta vestida toda de negro y oculta sus ojos debajo de unos lentes oscuros—. Ella es mi madre, tu no le agradas en lo más mínimo. Te odia por completo y no debe saber que tú eres Ana, ¿comprendes?
—¿Ella es tu madre? —pregunto completamente sorprendida.
—Ella es mi madre, pero no me llevo bien con ella y esa es otra historia.
Asiento a modo de comprensión. Sé que él no va a querer decirme nada más, y lo acepto. Me sucede lo mismo con respecto a Carla. Cada vez me sorprende lo mucho que Lucas y yo nos parecemos. Tenemos más cosas en común de las que imaginaba.
—¿Cómo te sientes tú? —se me ocurre preguntar.
No sé qué es lo que hago aquí, no sé si es lo correcto, pero en este momento solo estoy siendo fuerte, estoy enfrentando mis miedos y lo más importante: Estoy apoyando a mi hermano en todo esto.
—Como la mierda, Ana… Paula —dice finalmente—. No lo sé, me siento extraño. Sabía que sucedería, él se lo merecía, pero… me tomó por sorpresa.
—Tú lo querías mucho —aseguro—. Me encantaría poder apoyarte y decirte cosas hermosas, pero no soy buena para eso, Lucas.
—No quiero que digas nada —responde. Se mueve rápidamente y me abraza de manera inesperada. Cierro los ojos y descanso mi cabeza en su pecho, mientras que escucho los latidos de su corazón—. Tú eres lo único que necesito ahora…
—Lucas —dice una voz desconocida, suelto un suspiro y me preparo para lo que se vendrá.
—Joder…
Me aparto de mi hermano y miro a esa mujer. No le grado, y aún no sabe quién soy realmente.
—¿Nueva amiga? —pregunta en dirección a Lucas, luego me mira de pies a cabeza con desaprobación.
—¿Qué mierda te importa? —brama él con muy mal humor. Tomo su brazo a modo de advertencia y trato que se controle—. ¿Qué vienes a hacer aquí? ¿Eres la ex viuda dolida y triste?
—Todavía no me has dicho quién es ella, hijo —responde la mujer con una falsa sonrisa.
Me cruzo de brazos y siento como Lucas me rodea la cintura una vez más. Lo hace a modo de protección, quiere sacarme de aquí, pero sé que debemos enfrentarnos a esto.
—Soy Paula Alfonso—murmuro tratando de parecer segura.
—¿Alemana? —pregunta quitándose los anteojos. Veo su ceño fruncido, pero aun así parece segura. No sé qué quiere lograr con todo esto, pero ahora sé que solo quiero salir de aquí.
—Inglesa —le digo—. Mi esposo es alemán.
—¿Qué quieres? —interfiere Lucas con cara de pocos amigos.
—A mí también me duele todo esto, Lucas. Yo amé a tu padre a pesar de que él fue un…
—Vámonos, Paula —me dice, caminando rápidamente hacia la salida más cercana.
No hago preguntas, no digo nada. Solo lo sigo y siento como su agarre se intensifica al paso de los segundos. Salimos al jardín trasero y el suelta un insulto tras otro, mientras que yo cierro las puertas dobles para que tengamos más privacidad.
Es un lugar hermoso, lleno de verde, de flores, de paz… Es lo que él necesita en este momento.
—Cálmate —le pido.
—¡No quiero calmarme, mierda! —grita pasando sus manos por su pelo una y otra vez—. ¡Todo esto es una puta mierda!
—¡No me grites! —reclamo, elevando el tono de voz. Estoy molesta, confundida y cansada —, ¡He bostezado más de diez veces en todo el maldito día, vine aquí para estar contigo y lo único que haces es gritarme cuando algo se sale de control! ¡Puedes irte tú a la mierda, Lucas! —grito antes de caminar a toda velocidad en dirección a la puerta de salida.
No necesito esto, no necesito esos gritos y menos que descargue su furia conmigo.
—¡Vete entonces!
—¡Lo haré, mierda! —chillo a todo pulmón—. ¡Regresaré a Londres y no volverás a verme nunca más en toda tu jodida vida!
—Espera… —dice tomando mi brazo rápidamente. Me volteo para mirarlo a los ojos y ahora si vuelve a ser mi hermano—. Lo siento, joder… No puedo controlarlo —asegura.
Tiene la respiración agitada y parece desesperado.
—Tienes que aprender a controlar esa furia, Lucas. Si no lo haces vas a perderme a mí para siempre y te aseguro que Sofía piensa lo mismo que yo. Tienes que aprender a comportarte, a no descargar tu ira con el que esté delante de ti. Sofía ya te dejó y créeme que no perdonará jamás estas estupideces.
—Lo lamento —susurra mientras que noto como sus ojos se llenan de lágrimas.
Sollozo como toda una estúpida sentimental y dejo que me abrace. A ambos nos afecta esta situación, es un dolor extraño en mi pecho, pero es muy intenso en el suyo. Él conocía a ese hombre, compartió mucho con él, mientras que yo solo sé que ese mismo hombre solo tuvo momentos con mi madre. No sé cómo sentirme exactamente, pero amo a mi hermano y sé que él siente lo mismo.
—Jamás creí que iba a necesitarte tanto —confieso, ocultando mi cara en su pecho.
Siento como él suelta un suspiro, acaricia mi espalda y trata de recobrar la compostura. Lucas no es un hombre de lágrimas, pero sé que soy una privilegiada en este momento.
—Jamás creí que te encontraría —me responde—. Quería encontrarte. Yo te necesito mucho más a ti. Ya no quiero estar solo.
—Eres parte de mi familia ahora…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario