domingo, 1 de octubre de 2017

CAPITULO 9 (TERCERA PARTE)




Lunes veintinueve de diciembre. Tengo que admitirlo: estoy contando los días una y otra vez en mi cabeza. Quiero que llegue fin de año, quiero volver a ver esos increíbles ojitos pequeños, quiero acariciar su cabello y sentir su abrazo. 


Quiero a Ale. Pedro me rodea con sus brazos y luego besa mi pelo. No es necesario que diga lo que me sucede porque él lo sabe perfectamente. Ale, Ale, todo el día Ale ronda mi mente. 


Estamos acostados en la cama, es lunes por la mañana y aún faltan un par de horas para nuestra cita con la doctora Pierce. Hoy comprobaremos que Pequeño Ángel es una pequeña princesa, una mini Paula. Estoy nerviosa, ansiosa, angustiada, feliz... Es la mezcla más extraña de sentimientos que he tenido en toda mi vida. 


Pedro lo único que hace es consentirme y se lo agradezco todo el tiempo, pero sé que no podré contenerme. He mirado el teléfono unas doscientas veces y solo puedo soportarlo porque Pedro está besándome tiernamente. Esto durará muy poco. Puedo sentirlo. 


Pedro… —murmuro con fastidio. 


Él se ríe levemente y vuelve a besar mi cabello. Estoy entre sus brazos, desnuda y cómoda, pero aún tengo esa maldita sensación en mi pecho. No se quita con absolutamente nada. Ale, Ale es el motivo. 


—Tienes que prometer, que si no funciona, no te pondrás triste —me pide sosteniendo mi celular—. Promételo, Paula. 


Suelto un suspiro y me siento en la cama. Lo intentaré y si no funciona me molestaré de todas formas. Es en vano que lo prometa.


Pedro… —digo negando levemente con la cabeza.



Él me abraza de nuevo y me da el celular. Es una necesidad, es un gran impulso, algo que anhelo, que deseo, que quiero. 


No puedo detenerme. Marco el número del orfanato rápidamente y oigo como suena un par de veces. La desesperación está matándome lentamente. 


—¿Directora Smith? —pregunto antes de que ella pueda responder. 


—Sí, ¿quién habla? ¿Señora Alfonso? —pregunta con un notable tono de confusión. 


—Sí, soy yo —digo rápidamente. Pedro sonríe mientras que acaricia mi cabello una y otra vez como si intentara calmarme, y claro que lo hace—. ¿Cómo ha estado? —cuestiono recordando que debo de ser amable para conseguirlo. 


Oigo su risa y luego me cuenta todo lo que ha sucedido en los últimos días. Respiro una y otra vez e intento calmarme, quiero ir directo al grano. 


—Estoy muy bien —respondo cuando por fin pregunta por mí y por el bebé—. Hoy sabremos su sexo. Ella chilla de la emoción y habla animadamente durante otros minutos. Esto es realmente desesperante. 


—Directora Smith, quiero ir directo al punto sin perder demasiado tiempo. Sé que debe estar ocupada y yo también. Solo llamo para preguntarle sobre Ale —murmuro sintiendo como mi voz se vuelve débil al final de la oración. 


—Señora Alfonso —murmura con la voz cargada de culpa. Sé que me dirá lo que tiene que decirme y no me gustará—, sabe que no puedo darle información sobre los niños. Es una regla. 


—Ya iniciamos los trámites para la adopción —digo con un hilo de voz. Mis ojos se nublan por un momento, voy a llorar si no me dice algo—. Jamás le he suplicado a nadie, pero si tengo que hacerlo para poder oír la voz de ese niño, lo haré… por favor. 


Ella suelta un suspiro al otro lado de la línea. Cierro los ojos e imploro en mi mente que pueda ayudarme con esto. Ella lo vio, sabe que entre nosotros tres la conexión fue inmediata. 


Ayudamos de la mejor manera y quiero que considere eso en este momento. 


—Señora Alfonso, llamaré en unos pocos minutos para que podamos resolver esto —dice rápidamente y corta la llamada.



Miro la llamada finalizada en la pantalla de mi teléfono y dejo que una lágrima escape. Me pongo de pie rápidamente, Pedro intenta detenerme, pero me zafo de su agarre y me voy directo al baño. Necesito unos minutos, necesito pensar con claridad. No podré soportar esto por demasiado tiempo. Hay algo que crece día a día en mi interior y no es solo mi Pequeño Ángel . Es algo mucho más grande. 


—Paula… —murmura Pedro al otro lado de la puerta. 


Cierro los ojos y descanso mi cabeza sobre la puerta. 


Acaricio a Pequeño Ángel y luego suelto un suspiro. Abro la puerta y me encuentro con los preocupados ojos de Pedro.


Está igual de desnudo que yo, pero sus ojos solo miran los míos, nos conectamos de esa manera. Suelto un sollozo y me lanzo a sus fuertes brazos. Él me estruja con todas sus fuerzas, sabe lo que estoy sintiendo. Muevo mis manos hasta su espalda y acaricio su piel. Siento todo su cuerpo tibio junto al mío, la forma en la que su corazón late rápidamente, la forma en que respira, como sus dedos acarician la parte baja de mi cintura con suma delicadeza y cariño… Estoy en donde quiero estar. 


—Si tengo que pedir una cita con la Reina, lo haré, Paula, pero ese pequeño estará con nosotros en el menor tiempo posible —murmura dulcemente sobre mi oído—. Juro por nuestro Pequeño Ángel que estará aquí. 


Muevo mi cabeza hacia su dirección para mirarlo a los ojos. 


Está seguro de sí mismo. Sabe que lo lograremos, solo tengo que superar todos estos meses de proceso. Confío en él, sé qué lo haremos… 


—Te amo —digo rápidamente, acercando mis labios a los suyos. 


Sin este hombre estoy completamente segura de que no sería quien soy ahora. Me cambió por completo, siempre voy a decirlo, o tal vez no me cambió, Pedro me encontró, encontró a la Paula real que habita en mí, la liberó de todas sus ataduras y la dejó salir… 


Mi celular suena estruendosamente encima del colchón e interrumpe nuestro perfecto beso. Me aparto de Pedro y suelto una leve risita, luego corro en dirección a la cama y miro el número de la pantalla. No dudo ni un segundo en contestar. 


—¿Directora Smith? —pregunto rápidamente. 


Pedro se acerca y me indica entre señas que ponga alta voz. Lo hago y espero a que respondan.



—No… —dice esa suave vocecita que hace que sonría ampliamente. Me emociono de inmediato y lloriqueo de felicidad. 


—Soy Ale… —dice como si estuviese hablando a escondidas. 


—Ale… 


Pedro sonríe ampliamente y me lanza una mirada que me dice que todo estará bien, que él será nuestro pequeño, que tendrá una familia, Pedro me dice que todo lo que quiero que suceda va a suceder. 


—La directora me ha dicho que esto es un secreto y que nadie debe enterarse —murmura. Puedo imaginármelo incluso. Es como si lo viera a través del teléfono. 


—Ale... —digo de nuevo sin saber que decir. Estoy tan feliz que me faltan palabras—. ¿Cómo estás, cariño? ¿Sabes quién soy, verdad? 


—Sí —responde en otro murmuro—. Eres la chica de cabello bonito que tiene un bebé y tu mitad de fruta se llama Ale también —dice con una sonrisita. 


Me rio levemente al igual que Pedro, ahora estoy realmente calmada y feliz. Necesitaba oír su voz de nuevo para recordarla una y otra vez. 


—¿Cómo estás, Ale? —pregunta Pedro elevando la voz. 


Coloco el teléfono entre ambos y sonrío como jamás lo he hecho. 


—¡Ale!—exclama animadamente—. ¡También estás ahí! 


Me río de nuevo. Me encanta cuando este precioso niño llama a Pedro por su segundo nombre. Parece orgulloso y feliz. Por Dios, quiero a este niño conmigo. 


—Los dos estamos aquí, cariño —le digo con el tono de voz cargado de dulzura. 


—¿Vendrás a verme? —pregunta con un hilo de voz. Como si estuviese triste. Me imagino su rostro y se me cae el alma a los pies de nuevo. 


—Claro que iremos, Ale. Pedro y yo los visitaremos y llevaremos muchos regalos —aseguro volviendo a sonreír—. Estoy ansiosa por verte. 


—Yo también —responde—. ¿Y quieres saber una cosa? —cuestiona murmurando de nuevo como si fuese un gran secreto.



—Claro, dímelo. —Hice muchos dibujos para ti y para Ale. El otro día tomé muchos más lápices de colores e hice muchos, muchos dibujos. 


—Muero por ver todos esos dibujos, Ale —digo con melancolía. 


Estiro mi brazo y tomo el dibujo enmarcado de Ale que reposa sobre mi mesita de noche. Lo observo y reprimo mis lágrimas. No tengo que llorar, no lo haré, soy fuerte, podré con todo esto. 


—Tengo que colgar… —dice rápidamente. Oigo la voz de la directora cerca y cierro los ojos con fuerza. Tengo que pensar en lo bueno, pude hablar con él—. Adiós… —dice con esa hermosa voz que hace que sonría. 


—Nos veremos pronto, Ale… 


Minutos después de hablar con Ale de agradecerle una y otra vez a la directora por todo lo que hizo, bajamos las escaleras tomados de la mano. Hoy es el día. Llevo un hermoso vestido color nude completamente de encaje que se ciñe a mi vientre, pero que luego se vuelve acampanado en la parte de la corta falda. Lo Combiné con tacones negros y Pedro sugirió que recogiera mi cabello. Me siento realmente bien. 


Tengo la voz de Ale en mi cabeza, y sonrío de felicidad. 


Entramos a la cocina y vemos a Agatha hablado con papá animadamente. Me río en mi interior, Pedro lo hace en el exterior y codeo su abdomen para que deje de hacerlo. 


Ambos perciben nuestra presencia y dejan esas miradas coquetas. Agatha regresa hacia la mesada y papá pone su vista en el periódico. 


—Buenos días —digo besando a papá en la mejilla. Él sonríe y acaricia mi vientre un par de veces. 


Él también nos acompañará en el ultrasonido y ahora la ansiedad invade mi cuerpo. 


—Buenos días, princesa —responde, acaricia mi mejilla, vuelve a sonreír y luego bebe un poco de té. Rodeo la barra y me acerco a Agatha, ya hemos hablado sobre sus hijos, su pasado y todo ese asunto que quedó completamente olvidado. Solo nos centraremos en nosotras, en lo bien que nos llevábamos y nada más. Sé que Samantha es tema del pasado. No regresará.



Cuando el desayuno está listo, todos nos sentamos en la mesa de vidrio redonda con seis sillas alrededor. Como mi ensalada de fruta, más mi jugo y mis galletas de avena. 


Papá sigue con su periódico y Pedro parece concentrado en el noticiero de las nueve en la pantalla de plasma. 


—Tengo que contarles algo que se me ocurrió —digo rompiendo el silencio. Todos voltean sus miradas en mi dirección. Sonrío orgullosa y luego bebo un poco de jugo antes de seguir hablando—. Ya que hoy sabremos el sexo de Pequeño Ángel , pensé que sería bueno hacer una fiesta la próxima semana. 


—¿Una fiesta? —preguntan Pedro y mi padre al mismo tiempo frunciendo el ceño—. No creo que estemos en ocasión de hacer una fiesta, cielo —dice Pedro seriamente. 


Pongo los ojos en blanco, luego lo miro de reojo y vuelvo a sonreír. Todo me sale bien, esto también. 


—Como decía… Quiero hacer una reunión. Contrataré un bonito salón, invitaré a amigos, familiares y ese tipo de gente. Será en la tarde y todo será de color rosa porque será niña. ¡O color lavanda! Beberemos té, comeremos galletas. Haré un pastel y demás… ¡Será fabuloso! 


—¿Hablas de un baby shower estilo americano? —pregunta Agatha con una sonrisa. Niego con la cabeza rápidamente. 


—Será mucho mejor. Al estilo Paula Alfonso—digo con una de mis mejores sonrisas—. ¿Qué dices, cielo? —pregunto posando mi mano sobre la de Pedro


Esta es la parte en la que lo incluyo en el plan. Él debe de pagar por todo lo que pienso gastar. Él parece pensativo y el tiempo en que demora logra desestabilizarme. Aunque, si la idea no le gusta la haré de todas formas, así que no tengo que preocuparme en vano. Rasca su barbilla y luego me mira de reojo. Veo una media sonrisa y sé que es un “Claro que sí”. 


—Gasta todo lo que quieras, cielo —me dice acercándose para besarme. Sonrío y Agatha aplaude. 


Tengo todo planeado en mi mente, solo tengo que pagar por ello. Lo abrazo muy fuerte y beso todos los centímetros de su cara. Mi padre parece divertido por la situación.



—Espero que estés pensándolo bien, Pedro—murmura—. Si no pones un límite, quedarás en banca rota, te lo aseguro. 


Los cuatro nos reímos y Pedro vuelve a acariciarme.




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