domingo, 1 de octubre de 2017

CAPITULO 8 (TERCERA PARTE)





—¿Estás seguro que estarás bien? —le pregunto a mi padre luego de la cena. Está en la sala de estar concentrado en un libro que tomó del despacho de Pedro y no parece querer moverse de ahí.



—Claro, princesa. Ve a descansar. Iré al cuarto de visitas cuando consiga atrapar el sueño. 


Asiento levemente con la cabeza y beso su mejilla a modo de despedida. Pedro toma mi mano y caminamos hacia las escaleras. 


—¿Quieres que te cargue? —pregunta sobre mi oído de una manera muy sexual, que logra hacerme estremecer de un segundo al otro. 


—Claro —respondo mirándolo fijamente. 


Con sumo cuidado me toma en sus brazos y comenzamos a subir por las escaleras. No quiero abrir los ojos, tendré vértigo y náuseas, y solo pienso disfrutar de la noche con mi esposo sin que nada lo estropee. 


Llegamos al pasillo y Pedro me suelta con sumo cuidado. 


Luego larga un gran suspiro e intenta recobrar el aliento perdido. ¿Qué demonios está haciendo? ¡Está exagerando! 


Actúa como si pesara toneladas y ni siquiera es eso. Me siento realmente molesta, mi actitud cambia de un segundo al otro y ahora solo quiero matarlo. 


—¡Eres un idiota! —chillo en su dirección. Luego me volteo y comienzo a caminar hasta mi habitación. 


—Pero… ¿Y ahora que hice? —pregunta desde el otro lado del pasillo pareciendo realmente desconcertado. 


Claro que no lo sabe, no lo notó, pero yo sí y me siento muy molesta. Sabe que no me siento bien con los cambios, sabe que no me acostumbro a estas libras de más, y esa estúpida expresión acaba de arruinar mi noche. Estoy completamente furiosa y molesta conmigo misma. No estoy exagerando o tal vez sí, pero aun así. Tengo la razón. Siempre la tengo. Entro a la habitación y cierro la puerta con un gran estruendo. 


Pedro viene por el pasillo y al abrirla lo detengo rápidamente.



—¡No te quiero aquí! —chillo cruzándome de brazos. Tomo su almohada y la lanzo en dirección a su cara—. ¡No quiero dormir contigo hoy! —bramo cerrando la puerta de nuevo.


Corro hacia la cama, me quito la bata y me cubro con el edredón hasta la cintura. Tengo que calmarme, no lo hizo apropósito, no tiene la culpa de estos cambios de humor. 


Sigo viéndome bien, sigo siendo hermosa, Pequeño Ángel debe crecer y es normal que aumente de peso, pero… 


¡Simplemente es ridículo! ¡Me hizo sentir terrible! Respiro, respiro una y otra vez, cierro los ojos y me relajo. Muevo mis manos en dirección a Pequeño Ángel y lo acaricio una y otra vez. 


—Tu padre es un tonto, Pequeño Ángel —le digo en un leve murmuro. Oigo un golpe en la puerta y pongo los ojos en blanco porque sé que es Pedro


—¿Paula, cariño? —pregunta al otro lado de la puerta—. ¿Estás molesta? 


—¡Muy molesta! —grito para que me oiga. 


Luego escucho los pasos de papá por el pasillo y su voz hablando con Pedro


—¿Una crisis? —pregunta mi padre con un ligero tono de diversión. 


—Creo que dije algo malo, pero no dije nada en realidad. ¡No lo entiendo! —se queja Pedro


Mi padre se ríe sonoramente y escucho como sigue caminando por el pasillo. 


—Suerte con eso, Alfonso. —Es lo último que oigo hasta que siento como la puerta de la habitación de invitados se cierra por completo. 


—¿Paula? 


—Vete. 


La puerta se abre y luego se cierra. Pedro entra a la habitación hecho una furia. Me mira por un par de segundos, se encarga de escanear cada centímetro de mi cuerpo, luego se quita el pantalón de dormir color gris, su bóxer, y se queda completamente desnudo delante de mí. 


—¿Qué crees que haces? —pregunto mirándolo con el ceño fruncido. 


—Se acabó el juego, Paula —asegura acercándose.



Intento escapar, pero su brazos me toman con fuerza y cuando quiero comprender que sucede, estoy debajo de su cuerpo, jadeando por causa de sus besos en mi cuello y en mi boca. 


—¿Cuántas veces tengo que decirte que te amo? —pregunta tomando uno de mis senos entre sus manos. Lo aprieta ligeramente y suelto un gemido. Cierro los ojos y dejo que ese extraño placer me invada por completo—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que eres hermosa y que siempre lo serás? —cuestiona mordiendo mi labio inferior. Está volviéndome loca, por completo—. ¿Qué tengo que hacer para que entiendas que te deseo a ti, solo a ti? 


Una de sus manos se mueve en dirección a mi ropa interior. 


Con sus dedos me la quita rápidamente y me desnuda de inmediato. Apenas puedo percibirlo. Mis piernas rodean su cintura y siento su erección justo en donde lo quiero. 


Pedro… —suplico completamente desesperada—, quiero que lo hagas de una vez.


 —¿Cuántas veces tengo que decirte que para mí eres perfecta, que te amo así como eres y que me vuelves loco? Dime, Paula, ¿cuántas veces tengo que decírtelo para que lo entiendas? —pregunta de manera sensual sobre mis labios. 


No sé qué responder, estoy completamente perdida, desconcertada, hechizada por esa voz y todas estas sensaciones. 


Pedro… —protesto a punto de perder el control. Está matándome ¿Cómo puede contenerse de esa forma?—. Solo hazlo —le suplico, clavado mis uñas en sus hombros. 


Él sonríe ampliamente y luego acaricia mi mejilla con la puntita de su nariz. 


—¿Quieres que lo haga? 


—Sí, hazlo. 


Pedro toma mi pierna izquierda y la envuelve nuevamente alrededor de su cadera. Se mueve lentamente y siento como se mete en mi interior. Se siente simplemente fantástico. 


Muerdo mi labio para no hacer ruido, luego abro los ojos y me encuentro con su mirada en medio de la penumbra. Se mueve lentamente y apega sus labios a los míos para beberse cada uno de mis gemidos. No quiero que mi padre oiga esto.



Me pierdo por completo. Solo dejo que haga lo que sabe hacer. Me vuelve loca, completamente loca. Mierda, amo a este hombre como no tiene idea. Me hace sentir hermosa, perfecta. Para él soy mucho más que perfecta… 


—Te amo, nunca lo dudes, Paula…




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