lunes, 2 de octubre de 2017
CAPITULO 10 (TERCERA PARTE)
Son las once de la mañana para ser exacta. Estoy sentada frente al consultorio. Solo estoy a unos pocos minutos de confirmar que tengo a mi pequeña Kya en mi interior, una mini Paula. Pedro toma mi mano y envía mensajes a no sé quién por teléfono. Parece molesto y me temo preguntar por qué. Mi padre está con la mirada perdida en todos los carteles informativos de las paredes y toma mi otra mano.
Estoy en medio de ambos, intentando no desmayarme.
—Mierda… —murmura Pedro viendo su teléfono. Frunzo el ceño y apoyo mi cabeza en su hombro. Eso debe de calmarlo. Soy la luz de sus ojos, tiene que funcionar.
—¿Qué sucede? —pregunto con voz glacial.
—Damian secuestró a mi hermana pequeña, ella no contesta su estúpido teléfono —dice apretando la mandíbula. Lo observo por un segundo con una mirada de “¿Es una broma?”. Él suelta otro suspiro y comprimo un ataque de risas.
—Ella está bien —aseguro acariciando su mandíbula—. Es muy temprano en Estados Unidos, Pedro. Deben de estar dormidos y… —me detengo de inmediato. Acabo de arruinarlo. Oh, mierda. No me gusta esa mirada que tiene ahora. Sabe a lo que me refiero y no parece para nada feliz.
Nuestra pequeña Kya tendrá que prepararse para el padre más celoso y sobre protector de todos.
—No digas nada, Paulaa —me pide soltando otro suspiro cargado de molestia. Me río porque ya no puedo contenerme.
Suelto la mano de papá y tomo el rostro de mi perfecto esposo con ambas manos.
—No quiero que estés enfadado —le digo moviendo mis dedos por su mejilla—. Será otro de los momentos más hermosos de nuestras vidas. Veremos a nuestra pequeña, Pedro… —digo tomando su mano y colocándola sobre mi vientre. Intenta calmarse, cierra los ojos, guarda su teléfono celular y luego me rodea con sus brazos fuertemente.
—¿Tienes frío? —pregunta acariciando mi espalda. No, no tengo frío, estoy muriendo de calor. Mi padre y Pedro insistieron en que me abrigue de más antes de salir.
—Estoy bien —respondo con una sonrisa. Veo a una mujer salir del consultorio con lágrimas en sus ojos. Mis piernas comienzan a temblar. Mi padre sonríe y me mira por unos segundos.
Pedro me acaricia de nuevo y nos ponemos de pie. Sé que soy la siguiente, no es necesario que el doctor me llame.
—¿Paula Alfonso, verdad? —pregunta.
—Así es.
Nos invita a entrar a la sala. Mi padre parece completamente confundido, pero veo lo feliz y nervioso que está.
—Bien, Paula. Comenzaremos con el procedimiento —dice preparando los diversos aparatos. Me quito el abrigo con ayuda de Pedro, luego la bufanda, y cuando siento que el frío ataca mi piel me muevo en dirección a la camilla. No fue la mejor idea venir de vestido, pero todos me verán la ropa interior de todas formas. Me acuesto en la camilla.
El obstetra se sienta a mi lado y Pedro al otro. Toma mi mano fuerte mientras que observa la pantalla en negro. Papá parece de piedra, mientras que me mira a mí con eso ojos cargados de orgullo. Ni siquiera hemos comenzado y ya siento como me arden los ojos.
—Tienes dieciséis semanas, Paula —murmura el médico, mientras que toma el gel de un costado.
Elevo mi cuerpo y Pedro ayuda a elevar mi vestido hasta debajo de mis senos. El médico parece realmente profesional y concentrado en lo que hace, pero muy en el interior sé qué a Pedro no le gusta nada esto—. ¿Sabes qué significa eso, verdad? —cuestiona con una divertida sonrisa.
Coloca el gel encima de mi vientre y doy un pequeño brinco cuando el frío liquido toca mi piel.
—¿Qué significa? —cuestiona Pedro con esa temerosa voz que advierte que no está de ánimos para demasiadas adivinanzas.
—A partir de las dieciséis semanas ya puedes acceder a un ultrasonido en tres dimensiones. Quiere decir que podrán ver a su bebé dentro del útero —murmura tocando un par de botones. Abro los ojos de par en par y rápidamente detengo mi mirada fijamente en la pantalla. Solo veo diversos tonos de naranjas. El transductor se mueve de un lugar al otro y cuando lo veo, mis ojos se nublan. Ahí está. Es mi Pequeño Ángel .
—Oh, mi Dios... —musito con un hilo de voz. Pedro sonríe ampliamente y aprieta con más fuerza mi mano. Estoy viendo a mi bebé dentro de mí. Está acurrucado, tiene sus manitos cerca de su cara y las pequeñas piernitas flexionadas—. Pedro… —chillo sintiendo como pierdo la respiración.
Su pequeño cuerpito, su rostro… Tiene los parpados cerrados y parece estar dormida. Su rostro, su rostro es simplemente hermoso. Pedro no responde, papá no responde, yo no puedo moverme. Estoy en shock. Nunca creí que sería algo así de perfecto y hermoso. Mi Pequeño Ángel está ahí.
—¿Quieren saber el sexo? —pregunta hacia nuestra dirección. Suelto un sollozo y luego papá se acerca. Acaricia mi cabello y seca mis lágrimas. Él parece realmente emocionado.
—Claro que sí —respondo con la voz entrecortada.
—Esperemos que este pequeño se deje ver —dice el médico moviendo nuevamente el transductor de un lado al otro.
Pedro aprieta mi mano aún más fuerte. Veo su perfil y tiene una lágrima deslizándose sobre su mejilla. Es otro de los momentos más felices de toda mi vida. No puedo explicar todo lo que siento. Es indescriptible. Soy la persona más feliz del mundo, seré madre, intentaré ser la mejor de todas.
Amaré a mi Pequeño Ángel con todas mis fuerzas. Para siempre…
—Felicidades, es una niña…
—¡Oh, por Dios! —grito y comienzo a llorar. Mi pequeña Kya…
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