sábado, 21 de octubre de 2017
CAPITULO 7 (EXTRAS)
Verla con ese impresionante segundo vestido me deja sin habla. Cierro mi boca más de una vez, pero no puedo evitar volver a abrirla. Hay tantas cosas que quiero decirle, tantas cosas que quiero que sepa, pero simplemente sé que todo esto es sencillo. Si digo lo que pienso lo arruinaré, ella se alejará mucho más y no necesito que esté más lejos. Estoy demorando demasiado y todo esto se vuelve ridículo.
—¿Estás lista? —pregunto desde el otro extremo de la suite.
Ella acomoda su cabello frenéticamente buscando algún punto de perfección que ya es más que insuperable. Me muero por decirle que no necesita hacerlo, que así se ve más que perfecta, que es hermosa…, pero sé que no debo hacerlo.
—Siempre estoy lista —me responde secamente.
Intento no sonreír cuando reacciona así, pero no puedo evitarlo. Verla hacerse la difícil y dístate me encanta. Ella es especial, es diferente y ahora es mi esposa.
—Vamos, entonces —le digo, intentando no sonar como si fuese una orden.
Paula Chaves tiene una fina línea en la cual penden sus cambios de humor y en el poco tiempo que la conozco puedo saber que incluso para ella misma a veces es impredecible saber cómo reaccionará.
—No necesito que me des órdenes. Sé lo que tengo que hacer —musita de la manera más despiadada y fría de todas, mientras que se mueve a través de la suite y extiende su brazos hacia el picaporte de la puerta. Su cabello y sus caderas se mueven al compás y tengo que reprimir todos los deseos de tomarla y besarla hasta que toda esa actitud demandante se esfume por completo.
—Bien —respondo acercándome. Intento desviar mi mirada de su cuerpo, pero no lo logro.
—Bien —me responde con los ojos cargados de ira.
—Bien —vuelvo a decir.
Coloco mi mano encima de la suya y por un segundo el contacto visual entre ambos se vuelve más que íntimo. Todo a mí alrededor desaparece. Solo ella ocupa mi campo de visión y es lo más perfecto que he visto hasta ahora.
—No juegues conmigo, Alfonso —advierte con la mirada más severa que he visto hasta el momento. Tira de mi mano hacia un lado y luego abre la puerta de la habitación. Me muerdo el labio para no reír. Ella es…
Sonrío para mí mismo y la sigo por el amplio pasillo hasta las escaleras. En el amplio salón de recepción se oye una canción de Snow Patrol y veo como ella mueve sus labios al ritmo de la canción. Sé muy poco de ella, pero Justin Timberlake y Snow Patrol están en su lista de favoritos… genial… simplemente genial. Aun no tenemos nada en común y comienzo a perder los estribos. Solo quiero encontrar un punto seguro de conexión entre ambos, pero ella cada vez está más lejos.
—¡Paula, espera! —grito corriendo detrás de ella—. ¡Tenemos que bajar juntos! —explico alcanzándola.
Ella se detiene en seco justo antes de bajar las escaleras y vuelve a acomodar su cabello. Quiero estirar mi brazo y acariciarlo para comprobar que es tan sedoso como lo he imaginado todo este tiempo… Me siento como un completo idiota.
—Apresúrate entonces —se limita a decir.
Distingo como toma las extremidades de su vestido y las eleva hasta su rodilla con una mano, mientras que con la otra se aferra a la pasa manos de las escaleras de mármol.
Veo el miedo en sus ojos y tengo que ocultar la ternura que siento al verla descender el primer peldaño muy lentamente.
—¿No tenías tacones más bajos? —pregunto frunciendo el ceño. Jamás lo entenderé ¿Por qué usar esa cosa? ¿Para qué soportar dolor?
—Eres mucho más alto que yo. Así que si algo me sucede será tu culpa —me dice tambaleándose. Suelto un suspiro y bajo a su lado lentamente. Al parecer demoraremos horas en llegar si ella sigue a ese paso.
—¿Intentas hacerme sentir culpa? —pregunto con una leve sonrisa.
No hay respuesta por su parte, pero veo la diversión en sus ojos y eso logra entusiasmarme un poco. Si ella se ríe por dentro y se siente bien, entonces yo estaré bien. Quiero que disfrute de todo esto, pero no sé cómo decírselo.
—¡Si sigues así llegaremos a la celebración de nuestra boda, mañana! —me quejo.
—¡Cierra tu…!
Ella se prepara para atacarme, pero la tomo por sorpresa y cargo su cuerpo entre mis brazos. Está sorprendida, más que la primera vez en la que lo hice, pero al notar que sonríe e intenta ocultarlo me siento mejor conmigo mismo. La dejo en el suelo cuando por fin terminamos de bajar las escaleras. Tenerla entre mis brazos de nuevo fue como sentir esa sensación de felicidad extrema de nuevo y que muy pocas veces he vivido. La quiero entre mis brazos, pero no puedo decírselo. Voy a arruinarlo, lo sé.
—Sana y salva, señora Alfonso —murmuro mirando esos increíbles ojos color avellana.
Espero a que me ataque de nuevo o que diga algo, pero simplemente oigo el silencio acompañado por su respiración agitada. No puedo contenerme, ella es… Mis manos aún no han dejado su estrecha cintura y mi cuerpo no puede apartarse del suyo. Me muero por besarla y temo que no sea lo correcto. Hay deseo, sí, ambos lo sabemos, pero por mi parte es mucho más.
—¿Tengo que agradecerte? —murmura acercando su boca mucho más a la mía.
Sé a qué juega, pero este tipo de juego me encanta. Cuanto más cerca este de mí, más seguro de hacerlo estaré. Solo quiero sentir esos labios de nuevo. Ese beso en la ceremonia, ese beso en las fotografías… Son besos, pero sin actuación. Le gusta besarme y a mí me encanta que lo haga.
—¿Quieres que te bese? —pregunto en un leve murmuro tomando por sorpresa a ambos. Es tarde para remediarlo.
Acabo de decirlo y sé que ella lo sabe.
—No.
—Claro que quieres —aseguro.
Tomo su cuerpo con más fuerza y lo apego por completo al mío. Estamos tan juntos que puedo sentir como late su corazón. Su respiración se vuelve más rápida y veo ese brillo en sus ojos. Es miedo, curiosidad y… deseo.
—Dejame.
—¿Quieres que te bese, Paula Alfonso? —pregunto con dulzura, mientras que sonrío al oírme a mí mismo.
Ahora es mía, lleva mi apellido y no puedo sentirme más que feliz por ello.
—Pedro… —murmura con la voz entrecortada, pero es demasiado tarde. Ya no existe distancia entre ambos y aunque su voz me suplica que me detenga sé que ella está luchado para que esto suceda.
—Déjalo ya, Paula —le suplico rozando mis labios con los suyos—. Quieres que esto suceda sin obligación de hacerlo, lo deseas tanto como yo… Dímelo, dime que también lo quieres…
—¡Aquí están! —grita Sallen interrumpiendo el momento. Paula se aparta de mí con brusquedad y forma una hermosa y convincente sonrisa en su rostro, mientras que yo intento recuperarme del momento y la situación—. ¡Tenemos cuatro minutos de retraso! —dice, viendo la pantalla de su agenda electrónica—. Tienen que hacer la presentación en recepción. Solo deben tomarse fotos, saludar y ese tipo de cosas… —explica mientras que nos dirige a ambos por los pasillos del hotel hasta llegar frente a dos grandes puertas blancas.
Las puertas se abren, miro a mi esposa de reojo y veo que se siente abrumada. Intenta ocultarlo. Noto como eleva su barbilla y endereza su espalda, eso lo ha hecho muchas veces y puedo decir que conozco las reacciones de su cuerpo. Tiene miedo y nunca va a admitirlo. Tomo coraje y entrelazo nuestros dedos. Le doy una leve sonrisa para decirle que todo saldrá bien, pero no recibo nada a cambio.
Ella solo me lanza esa fría mirada y luego sonríe ampliamente cuando todos comienzas a aplaudir y gritar sus felicitaciones. Sé que será una noche larga y sé que tendré que hacer lo que esté a mi alcance para que ella lo disfrute, porque al fin y al cabo yo lo estoy disfrutando demasiado, solo quiero que se sienta feliz. Es nuestra boda y aunque ella no sienta nada quiero verla sonreír, pero de verdad.
Ingresamos tomados de la mano al salón de recepción.
Todos aplauden sin detenerse y de inmediato la masa de gente cobra vida y los invitados se acercan a saludarnos de nuevo. Puedo sentir el enfado de Paula a miles de kilómetros. Lo noté en la iglesia y ahora es igual.
No le gusta el contacto con la gente y no puedo culparla por eso. Todos son invitados míos ya que ella se ha negado a invitar a sus allegados. Aún no lo entiendo, pero tengo que esforzarme para que esto no sea demasiado para ella.
Saludo a todos sin soltar de su mano. Ella viene detrás de mí mientras que cruzamos el amplio salón. Se ve incomoda, pero su sonrisa logra convencerlos a todos. Los fotógrafos reaparecen delante de nosotros y rápidamente la gente hace fila para una fotografía. Todo esto es tedioso, tengo que admitirlo, pero debo hacerlo.
—No quiero que me toquen, que me abracen o que me besen, Alfonso —me dice al oído en un murmuro.
La miro de reojo e intento expresarle lo que siento, pero no lo logro. Soy un completo imbécil. Debería de estar abrazándola y diciéndole que todo pasará rápidamente.
—Lo lamento —le digo con sinceridad y noto un dejo de sorpresa en su expresión—. Intentaré que ya no se te acerquen demasiado, ¿de acuerdo?
—Bien.
—Bien —le digo.
—Bien —me responde para tener la maldita última palabra.
Minutos después la pierdo de vista. Todos me rodean y debo de hablar sobre todo tipo de cosas con todo el mundo. La mayoría de ellos me felicitan por mi hermosa esposa y por la gran boda, pero francamente no me importa. Solo quiero verla y saber que no huyó a ninguna parte. Fue un gran reto lo del altar. Juro que hasta el último minuto creí que saldría corriendo y me dejaría plantado, pero…
Me rio por la estupidez que acabo de pensar. Ella jamás haría algo como eso.
Recorro todo el amplio salón con la mirada y no dejo de buscarla. Veo ese brillante cabello al otro lado del lugar y sonrío aliviado. Está hablado con su madre y no parece demasiado contenta. Doy un paso para dirigirme hacia su dirección, pero todo el equipo de futbol de universidad me rodea.
—¡Felicidades, Alfonso! —exclaman todos al mismo tiempo.
— Dónde la tenías escondida todo este tiempo?
—Con todo respeto, permíteme decirte que tu esposa es realmente hermosa —murmura otro de ellos con una sincera sonrisa.
Me siento molesto porque sé que es tan hermosa que provoca que todos la miren, pero por otro lado me hace sentir orgulloso el saber que es mi esposa, que lleva mi apellido y que es perfecta para todo esto…
Vuelvo a mirar en su dirección pero ya no la veo. Recorro nuevamente el lugar y no está aquí. Mis pies se mueven por cuenta propia. Me separo del grupo e intento ser lo más breve y amable con todos los que se interpone en el trascurso. No puedo perderla de un segundo al otro ¿A dónde está?
Me acerco a su padre y coloco mi mano sobre su hombro. Él se voltea en mi dirección e intenta sonreír, pero no logra hacerlo con convicción.
—¿Dónde está? —pregunto en un susurro.
Me señala la puerta que dirige al jardín y suelto un suspiro. Esto no está bien.
—¿Crees que deba hablar con ella? —pregunto inundado de dudas. Solo quiero verla sonreír, quiero que al menos tome mi mano y no se aparte ni un solo segundo. Tengo que admitir que me siento culpable por todo esto.
—Inténtalo.
Me acerco a la puerta y antes de cruzar el umbral, tomo una rosa blanca que forma parte del arreglo floral que se encuentra a un lado. Miro ese insignificante detalle y luego me regaño a mí mismo por intentar resolver esto con algo tan estúpido.
<< ¿En qué estoy pensando? Ella va a odiarme aún más por interrumpir su espacio>>
No tengo muchas opciones. Iré allí y le diré de una maldita vez todo lo que creo que ocurre. Si lo acepta, bien, y si no lo hace entonces no lo sé, pero tengo que hacer algo. No me gusta verla tan distante, no podré soportar todo esto de esta manera. La quiero conmigo…
Cruzo todo el jardín lentamente. Paula está parada espaldas a mí frente una banca blanca justo al lado de una gran fuente con luces y aguas danzantes. Me oye llegar y rápidamente endereza su espalda para intentar hacerme creer que nada sucede.
—¿Todo está bien? —pregunto en murmuro.
—Sí —responde—. Todo está bien —dice sin siquiera voltearse a verme.
No sé qué hacer. Puedo quedarme a su lado y hablar sobre esto o puedo marcharme y fingir que nada sucede.
—¿Podemos hablar?
Al fin veo eso hermosos ojos en mi dirección y siento una puntada en el pecho al ver el brillo en ellos. Sé que estaba a punto de echarse a llorar y otra vez siento como la culpa me invade.
Me siento en la banca de madera y tomo su mano para que lo haga también. Primero veo que no le agrada que intente sentarla a mi lado, pero cuando lo hace finalmente, su expresión cambia. Estamos más cerca que nunca. Hay una agradable brisa entre ambos que mueve su cabello levemente y la poca iluminación provoca que esos ojos sean como dos faros de luz repletos de emociones que quiero descubrir.
—Es una ofrenda de paz —le digo con voz glacial. Le entrego la rosa blanca y observo como ella frunce el ceño ante mi insignificante detalle.
—¿Por qué estás aquí?
—Porque ahora eres mi esposa y aunque no lo creas, me importas…
—No tenemos nada de qué hablar —me dice secamente.
Su tono dístante se está haciendo costumbre y eso es molesto. No quiero que me odie. Se supone que ambos estuvimos de acuerdo al hacer esto.
—¿Por qué estás aquí, sola?
Me muevo unos centímetros hasta colocarme a su lado. Ella se pone de pie y se cruza de brazos mientras que pierde su mirada en el cielo estrellado encima de nosotros.
—Estoy bien, Pedro —asegura no muy convencida—. Adentro hay mucha gente y solo quería un poco de paz.
Suelto un suspiro y luego me atrevo a colocar ambas manos sobre sus mejillas. Sé que es una locura, sé que estoy tomándome demasiadas atribuciones, pero solo quiero que disfrute de esta noche.
—Seamos amigos al menos por esta noche, Paula. Te lo suplico.
—¿Qué?
—Lo que más quiero es disfrutar de todo esto contigo. Es nuestra noche, es nuestra boda. Es tu momento de brillar y de ser la novia más hermosa de todas. Es tu momento de tomar el control… Eres la razón por la que he hecho todo esto… —Acerco mi boca a la suya y antes de cometer cualquier tipo de locura, inhalo profundamente y siento su perfume. Quiero abrazarla, besarla y cubrirla a besos—. Deja que te bese… —le imploro cerrando mis ojos. Si me rechaza me daré por vencido—. Deja que te bese, Paula…
Sus labios se unen a los míos y tengo que reprimir mis ganas de saltar por todo el lugar. Sonrío sobre su boca, tomo su cintura con una de mis manos y atraigo su cuerpo cerca del mío. Así es como quiero tenerla, quiero que siempre sea así. Sus labios con los míos, su cuerpo cerca, mis manos en su piel…
—¿Amigos por esta noche, mi cielo? —le pregunto cuando ella separa sus labios de los míos y me observa con los ojos abiertos de par en par. Hay un dejo de diversión en mi tono de voz y ella lo comprende de inmediato.
—Amigos solo por esta noche, mi cielo —me responde de manera sarcástica, pero divertida—. Mañana por la mañana volveré a ser la Paula odiosa —aclara.
Esa es la sonrisa que quiero ver en su rostro. Me pongo de pie, la observo unos segundos y luego extiendo mi mano.
Cuando ella la toma, me muevo con rapidez, la cargo en mis brazos y comienzo a dar vueltas por todo el lugar, y me parto de risa al oírla gritar aterrorizada. Es un momento casi perfecto…
—¡No, Alfonso! ¡No!
—¡Solo disfrutalo!
—¡Mi peinado! ¡Arruinas mi peinado! —grita entre risas—. ¡Alfonso!
Aún no es mía, pero sé que si le demuestro lo que siento, todo tendrá sentido. Es ella…
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Buenísimos los 3 caps.
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