sábado, 21 de octubre de 2017
CAPITULO 5 (EXTRAS)
Bajo las escaleras de la casa de mis padres lentamente.
Tiemblo por dentro. Mi madre sonríe ampliamente al verme, mi padre tiene esa mirada orgullosa en su rostro y él… Él me observa sin poder contener su sorpresa. Quiero parecer distante e indiferente, pero siento que solo logro verme como una tonta intentado ocultar todo mi miedo.
Me aferro con más fuerza al barandal de las escaleras.
Suelto mi vestido para que tape mis tobillos cuando bajo el último peldaño y desvío mi mirada de la suya. Me siento como si estuviese desnuda y completamente perdida.
—¡Al fin está aquí!—exclama mi madre fingiendo amabilidad.
—Sí, ya la he visto, señora Chaves —responde él sin apartar sus ojos de mí.
Miro disimuladamente mi vestido color rojo pasión y me muevo incomoda. Sé que me veo completamente hermosa, no puedo mentirme a mí misma pero… ¿Por qué quería verme así de hermosa para él?
—Buenas noches, Paula —murmura, extendiendo su mano en mi dirección con una impresionante sonrisa.
Me tomo mi tiempo para examinar su aspecto. Luce camisa blanca y pantalón de vestir, pero nada más. Su vestimenta me hace pensar que mi madre ha exagerado con el vestido largo.
—Eh… creo que no estoy vestida adecuadamente —digo en voz baja viendo a mi madre de reojo—. Es demasiado formal —aseguro dándome la vuelta para regresar a mi habitación y buscar otra cosa.
—¡No, claro que no! —exclama él, tomando mi mano de inmediato. Tengo que fingir que no he sentido ese escalofrío recorriendo mi cuerpo—. Así estas más que perfecta. Te ves hermosa.
Trago el nudo de mi garganta y camino en dirección a la salida sin importarme que él se haya quedado atrás. Abro la puerta y el frío me invade por completo. Estamos en inicio de primavera, pero aún hay clima invernal. Intento hacer que nada sucede, tomo las extremidades de mi vestido rojo y camino en dirección al coche de Alfonso.
Mi madre, mi padre y él salen de la casa. Mis padres se suben al coche de papá rápidamente, Alfonso me mira detenidamente, abre la puerta de su coche y lo primero que hace es tomar su chaqueta negra del asiento y extenderla en mi dirección. Lo miro desconcertada y luego observo la piel de gallina de mis brazos. Pongo los ojos en blanco sin que lo vea y dejo que me abrigue con su prenda.
Me meto en el coche, él me cierra la puerta, lo rodea y al poco tiempo se sienta a mi lado con una sonrisa misteriosa.
—Te ves hermosa —reitera de nuevo con voz dulce.
Me volteo en su dirección y le dedico mi peor mirada. Si quiero que esto funcione, debo ser mejor que él, debo de jugar este juego mucho mejor.
—No necesito que me alagues todo el tiempo —le digo bruscamente—. Sé que me veo hermosa, sé que huelo bien, sé que soy perfecta y no necesito de todos tus halagos. Solo conduce hasta la casa de tus padres para que podamos acabar con todo esto de una buena vez.
Siento de inmediato el clima de tensión dentro del coche. Su sonrisa se desvanece, observo de reojo como aprieta el volante con todas sus fuerzas, enciende el automóvil y conduce a toda velocidad por Londres en un trayecto que dura más de diez minutos en completo silencio e incomodidad.
Llegamos a la mansión Alfonso y tengo que disimular la sorpresa. Es la casa más inmensa, elegante e imponente que he visto hasta el momento. Pedro parece molesto, pero no me importa. Sé que tendremos que actuar cuando estemos delante de su familia.
—¿Qué se supone que debo decir si preguntan algo sobre nosotros? —cuestiono secamente mientras que él me rodea la cintura por debajo de su chaqueta y me dirige hacia las escaleras de entrada.
—Eres inteligente, estoy seguro que algo se te ocurrirá, mi cielo —dice con sarcasmo, y hace que me detenga en seco.
—¿Mi cielo? —pregunto con el ceño fruncido y una mueca de disgusto.
—Sí —afirma cortante—. Mi cielo, así voy a decirte delante de todos.
Mis padres llegan a la mansión y estacionan el coche al lado del imponente auto de Pedro Alfonso. Los esperamos y cuando estamos todos frente a la inmensa puerta de vidrio verdoso tocamos el timbre. Ahora si estoy realmente nerviosa. Conoceré a su familia, tendré que actuar como jamás lo he hecho para que todo esto parezca real.
—Princesa... —pregunta papá tocando mi brazo levemente. Me volteo en su dirección y veo esa mirada cargada de preocupación que solo hace que me sienta más que culpable—, ¿estás segura que quieres esto?
—Cállate, Marcos —le ordena mi madre en un murmuro.
—Es lo que quiero, papá —miento y sonrío.
Pedro mueve su mano y dejo que entrelace nuestros dedos.
Lo miro por un instante y luego sonrío ampliamente. Ahora tengo una perfecta máscara e mi rostro y tengo que hacer que toda su familia crea que soy la prometida perfecta para llevar el apellido Alfonso.
La puerta se abre y todos sonreímos ampliamente. Veo a una mujer de la edad de mi madre que nos sonríe. Se ve extremadamente elegante y segura.
—¡Pedro! —exclama y se lanza en brazos de Alfonso que sonríe y la abraza con gusto—. ¡Bienvenido a casa, querido!
—Buenas noches, madre —responde él con gracia.
La mujer saluda a mis padres y me deja a mí a lo último. Me siento incomoda cuando siento que me examina de pies a cabeza, pero la sonrisa en sus labios hace que todo el miedo se esfume.
—¡Oh por dios!—exclama abrazándome—. ¡Eres tú! ¡Por fin eres tú! —dice emocionada y al mismo tiempo sorprendida—. ¡No puedo creerlo!
Por alguna razón, su amabilidad me hace sentir más relajada. Le agrado un poco y eso es bueno. Pedro parece más que orgulloso y aliviado. Toma mi mano de nuevo y luego todos entramos al impresionante recibidor. Él me ayuda a quitarme su chaqueta y no pierde oportunidad por acercarse demasiado a mi cuando lo hace.
—Alejate —digo en un susurro amenazante.
—¿Por qué? —cuestiona con una cínica sonrisa.
Pasamos a la sala de estar y ahí veo a mucha gente, demasiada para mi gusto. Todos se ponen de pie y me observan a mí, solo a mí.
—¡Familia! —exclama Alfonso para llamar la atención de todos. Toma mi mano de nuevo y hace que dé un paso al frente. Me sonríe y aprieta mi mano para infundirme confianza, pero lo que él no sabe es que eso me sobra—, mi cielo… —murmura con una dulce sonrisa que casi logra convencerme, casi—, ellos son mi familia. Familia, ella es Paula, mi prometida…
En la cena todo el mundo habla sobre mí, sobre lo mucho que querían conocerme y, sobre todo, lo hermosa que soy.
Dicen que somos perfectos el uno para el otro y lo único que hago es sonreír y fingir que amo a este sujeto a mi lado. No ha dejado de tocarme el brazo o la mano en toda la noche y eso es algo que realmente me molesta. Quiero hacer o decir algo, pero no puedo. Estamos fingiendo, así será mi vida en poco tiempo y solo tendré que soportarlo.
—Imagino que te ha sorprendido con la propuesta de matrimonio, ¿verdad Paula? —pregunta Alejandro, el padre de Pedro, mirando a su hijo de reojo.
Bebo rapidamente el sorbo de jugo de naranja y limpio mi boca con la servilleta antes de responder.
—Oh... bueno, de hecho fue una hermosa e inesperada propuesta —digo con la mejor de las sonrisas.
—Me esmeré para que fuera perfecto, papá —agrega Alfonso con una sonrisa, mientras que acaricia mi mano una y otra vez.
Al otro lado de la mesa mi madre y Daphne, la madre de Alfonso, hablan sobre mi vestido de novia y arreglan citas sin siquiera consultármelo.
—Tendremos cita con la modista la siguiente semana —dice mi madre en voz alta, y es obvio que no tenía idea de ello—. Paula tiene en mente dos tipos de vestidos para la boda y asistiremos a la primera prueba el lunes próximo.
—¡Me encantaría ser parte de esa prueba! —exclama Daphne rápidamente.
Solo sonrío y, de pronto, siento un gran mareo que hace que mis ojos se cierren por unos segundos. No me siento bien, no quiero ser dramática, pero nada de esto me hace sentir bien. Pasamos de hablar de un posible matrimonio a recibir el anillo de bodas y de eso a hablar sobre mi vestido de novia. Si, voy a casarme con este sujeto y no podré hacer nada para impedirlo.
—Eh… si me disculpan… —digo, dejando la servilleta de tela sobre la mesa con elegancia —, regresaré enseguida —musito, colocando mi silla en su lugar.
Salgo rápidamente del comedor y corro hasta el final de pasillo en donde está el cuarto de baño. Me meto en él y apoyo todo el peso de mi cuerpo contra la puerta de madera tallada. Mi respiración se acelera y siento un gran ataque de pánico. Esto no puede estar pasando. La Paula segura y confiada jamás ha existido y las apariencias comienzan a desvanecerse. No podré con todo esto.
—No podré… —me digo a mi misma conteniendo todo lo que estoy sintiendo.
Oigo un golpeteo leve en la puerta y sé que es él. Suelto un largo y gran suspiro, acomodo mi cabello y luego abro la puerta para fingir que nada sucede.
—¿Todo en orden? —pregunta con preocupación.
—¿Por qué no lo estaría? —indago con indiferencia.
Le sonrío a medias y luego camino hacia el comedor de nuevo, pero antes de poder dar más de cuatro pasos, él me toma del brazo, hace que voltee mi cuerpo en su dirección y la distancia entre ambos se hace escasa. Tengo mi cuerpo pegado al suyo y su tibio aliento roza mi mejilla, mientras que sus ojos marrones hacen que me sienta desnuda otra vez.
—Sé que estas aterrada —musita, tomando mi rostro con ambas manos. Quiero apartarlo, pero no puedo, mis fuerzas ya no existen. Quiero esos labios sobre los míos—. Sé que estás aterrada, Paula, puedo sentirlo, y créeme que también lo estoy…
—No estoy aterrada —miento, intentando alejarme, pero solo logro que nuestras bocas estén cada vez más cerca—. Me casaré contigo y tendré tu dinero. Eso es todo.
—¿Estás segura? —cuestiona rozando su pulgar sobre mi labio inferior.
—Siempre.
—¿Cómo se sentirán esos labios sobre los míos, Paula? —pregunta mirándome fijamente.
Abro los ojos de par en par y luego los cierro porque sé que va a besarme y curiosamente quiero que lo haga.
—¿Cómo te sientes al saber que solo quiero tu dinero y que no estoy ni un poco interesada en ti? —pregunto con malicia para compensar todo el enfado y el miedo que siento. Ser mala me hace sentir segura—. Estoy utilizándote, eso es todo…
—¿Todo en orden? —indaga el padre de Pedro interrumpiendo el momento.
—Paula esta algo nerviosa por la cena, papá.
Me aparto de él inmediatamente y luego sonrío avergonzada. Me arden las mejillas y mi corazón late con fuerza. Es ridículo. No tiene sentido. Paula Chaves no pierde el control. Paula Chaves tiene el control.
—Todo está bien, señor Alfonso —respondo con la mejor de mis sonrisas. Pedro entrelaza nuestras manos de nuevo, mientras que seguimos a su padre por el pasillo de regreso al comedor…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario