martes, 17 de octubre de 2017

CAPITULO 61 (TERCERA PARTE)




Me miro al espejo una vez más y trago el nudo que tengo en la garganta. Quiero que sea sencillo, pero no lo es. Llevo un hermoso vestido de encaje que se ajusta a mi nuevo cuerpo y el cabello repleto de rizos como sé que a Pedro le encanta, pero no me siento como debería. 


—¿Creéis que está bien así o es demasiado? —pregunta Sofía acercándose. 


Choca sus caderas con las mías y hace que me aparte del espejo de su habitación. Observo sus labios completamente rojos y brillantes y hago una mueca. Le queda bien, pero es demasiado. 


—No lo sé, yo no me pondría tanto brillo labial —confieso en un murmuro. Ella se observa una vez más y luego me señala en silencio. 


—Tenéis razón, cuando tenéis razón, tenéis razón —asegura, tomando un lienzo de papel desmaquillante y pasándoselo por los labios—. A tu hermano no le gustará que lo pegotee con esta cosa, lo odiará. Lo conozco demasiado. 


Suelto una risita y me cruzo de brazos. Ya no se molesta en engañarme y eso lo hace todo mucho más fácil. 


—Creí que tu objetivo esta noche era divertirte a lo grande. Eso me dijiste —murmuro con una sonrisa—. Estás muy al pendiente de lo que pueda gustarle a Lucas, ¿no crees? 


—No, mujer. Solo lo hago para molestarlo. 


—Seguro —respondo con sorna. 


Ella pone los ojos en blanco y luego acomoda sus senos al escote corazón de su vestido rojo. Yo no me pondría algo así, pero a ella por alguna razón le queda bien. Tiene curvas que yo jamás tendré y eso lo hace extraño, yo jamás podría lucir un vestido como ese, jamás podría hacerlo de la forma en la que ella lo hace y en este momento me siento completamente confundida e insegura. 


—¿Lista? —pregunta acomodando su cabello a un lado. 


Me miro al espejo una vez más, suelto un suspiro y luego sonrío. Me veo bien, claro que me veo bien. Mis piernas lucen increíblemente sexys con esos tacones y mis labios tienen un rojo intenso. 


Me veo bien y tengo que decírselo a mi cerebro para acostumbrarme a esto. Bajo las escaleras con sumo cuidado, mientras que me tomo del barandal de madera tallada y barnizada. 


Miro a Pedro fijamente y cuando lo hago, él se coloca de pie de inmediato. 


Sofía acelera el paso delante de mí con sus grandes tacones haciendo ruido, Lucas abre sus ojos de par en par y deja de mecer a las niñas en su carrito. 


—Con la puta… mierda —dice pasándose las manos por su pelo de manera frenética—. Tú no iras a ningún lado vestida así —asegura mirándola con desaprobación. 


Sé qué está fingiendo porque puedo ver sus pupilas dilatadas, ella le encanta y él no va a admitirlo. Sofía tiene una malvada sonrisa en sus labios y enfrenta la mirada de mi hermano de una manera lo suficientemente segura y al mismo tiempo irritante. 


—Hola —digo en dirección a Pedro


Él extiende su mano hacia mi dirección y me ayuda a descender los últimos dos escalones que me quedan. Tiene una sonrisa en los labios y los ojos brillantes que ciertamente me hacen sonreír y sentir mucho mejor. No estuve del todo de acuerdo con esta salida, pero sé que lo necesito, sé que necesito recuperar un poco de seguridad sin exceder el límite de ser la Paula de antes. 


—Te ves hermosa —susurra acercándome a su cuerpo. Beso sus labios y luego dejo que me acaricie el rostro lentamente—. Prométeme que tendrás mucho cuidado y que llamarás si algo sucede —me pide acariciando la curva de mi espalda. 


Apoyo mi cabeza en su pecho y sonrío al oír la estúpida discusión de Lucas y Sofía. 


—¡Ya te he dicho que no irás vestida así a ningún lado, con la puta mierda! —grita mi hermano, furioso.


 —Y yo ya te he dicho que iré y que haré lo que se me dé la gana, Milán —asegura colocando ambas manos en su cintura—. Esta será una de mis pocas noches libres desde que tengo a mi niñas y la disfrutaré al máximo —sisea, ampliando su sonrisa—. La disfrutaré con algún hombre, tal vez, no lo sé… Será divertido. 


—¡Te prohíbo que salgas de esta puta casa! —grita volviendo a pasar las manos por su pelo —. ¡Eres la madre de mis hijas y tu lugar es aquí, con ellas, y no en cualquier puta mierda de bar y mucho menos en alguna puta cama de algún puto de mierda! ¡Te lo prohíbo, Sofía! ¡Vas a quedarte aquí! 


—No, no lo haré —dice ella, besando la frente de sus dos niñas. 


—Creo que deberíamos dejarlos solos —murmura Pedro, viendo como la situación se pone cada vez más fea. 


Ambos subimos las escaleras una vez más. Llegamos a mi habitación y vemos a Carolina con Kya en brazos, mientras que mi pequeño Ale duerme profundamente en la cama. Me acerco a mi niño y beso su frente. 


No quiero irme, esta es una muy mala idea, no soy buena madre si me voy, pero siento que lo necesito. Tomo a mi niña en brazos y acaricio su cabecita un par de segundos hasta que ella cierra sus ojos y me sonríe cuando se duerme. Le deja con cuidado en su cuna y luego la cubro con la manta. 


—Cuídalos mucho —le pido a Carolina antes de marcharme.


—Eso haré, señora. No se preocupe. 


Regresamos a la sala de estar y me detengo en el pie de las escaleras al ver que Lucas y Sofía están besándose. Quiero estallar en risas, pero no debo hacerlo. 


Pedro sonríe detrás de mí y noto como niega levemente con la cabeza. No lo puedo creer, algún día tendría que pasar y, al parecer, sucedió más rápido de lo que todos esperábamos. 


Toso fingidamente para que ambos dejen de manosearse de la forma en la que lo hacen. Sofía se aparta de mi hermano y luego sonríe en mi dirección. Sí, estoy feliz, pero debo disimularlo o ella se molestará conmigo, y no tengo deseos de tolerarla. 


—Y por cierto, me llevaré tu coche, Milán —informa con una sonrisa de triunfo. 


—Púdrete —responde él con una mirada asesina que hace que sonría. 


—Como quieras —responde ella, moviendo sus caderas en dirección a la puerta. 


Entramos a un impresionante lugar en la zona céntrica de Barcelona. Hay gente por todas partes, el ruido se oye desde la otra calle y los montones de personas se mueven de un lado al otro. Estar en lugares como estos me hacen recordar toda esa vida de mujer libre y completamente descomprometida que tenía antes de conocer a Pedro. No es que lo extrañe, pero se siente extraño. Todos tienen una bebida entre manos, mientras que ríen, hablan y mueven sus cuerpos y sus cabezas de un lado al otro al ritmo de una electrizante canción que hace que sonría. 


Estar aquí me hace sentir extraña, pero de buena manera. 


Muchos tipos se voltean a mirarme y eso eleva mi ego un poco. Camino de manera sexy entre la gente y oigo como todos van diciéndome cosas al pasar. Sonrío y agacho mi mirada fingiendo sentirme avergonzada, mientras que Sofía se desplaza y recibe esos piropos. 


—¡Vamos por algo de beber! —grita ella, tomando de mi mano. La sigo hasta la barra y veo como se inclina sobre ella y le sonríe al chico que está detrás—. ¡Dos sexos en la playa, guapo! ¡Si es contigo, mejor! 


El chico le sonríe de manera dulce y luego comienza a preparar los tragos. 


Observo el lugar y devuelvo sonrisas cuando los hombres está mirándome y las mujeres murmurando a mis espaldas. 


Es algo que me gusta, lo admito, comienzo a recobrar la confianza y se lo debo a Sofía, ella tuvo esta brillante idea. 


Merezco una noche como estas a cada tanto. 


—¡Bébelo todo! —grita ella entregándome el vaso de vidrio. 


—No creo que sea correcto —le digo, mirando ese líquido espeso—. Kya está alimentándose de mí y… 


—¡No seas aguafiestas! ¡Mañana te desintoxicas de todo, ahora disfruta! —grita bebiéndose a mitad del contenido de su vaso. 


Me encojo de hombros y bebo el sexo en la playa. 


Cierro los ojos con fuerza y dejo que ese líquido se deslice por mi garganta. Es algo fuerte y hace que parpadee un par de veces, pero el efecto que provoca en mí me gusta, hace que mi cuerpo se encienda y se sienta completamente vivo, quiero disfrutar y olvidarme de todo lo malo por un momento, solo un momento, mañana todo volverá a la normalidad. 


—¡Vamos a bailar! —grito rápidamente. 


—¡Te amo, Enrique Iglesias! —grita ella mientras que toma de mi mano. 


Bajamos los escalones de cemento y nos metemos en medio de la gente. Muevo mi cuerpo al ritmo de la música y me rio a cada instante, es una sensación nueva y diferente.



Bebo de mi vaso cada vez que puedo y siento como el alcohol comienza a mezclarse con mi sangre. 


—¡Una noche locaaaaa! —grita ella al ritmo de la canción, y las dos reímos—. ¡Con tremenda locaaaaa! —No conozco la canción, pero los demás sí, y bailo con ellos. 


Veinte minutos después, todo es un descontrol. Estoy algo sudada y con cuatro sexos en la playa en mi cuerpo. Hago estupideces al igual que Sofía y puedo ver y comprender que ambas estamos algo ebrias, pero a ninguna parece importarle. La música sigue sonado, la gente baila y varios “Tíos” se nos han acercado para recibir el rechazo, al menos de mi parte, porque Sofía se ha restregado con cada uno de ellos. 


—¿Cómo te sientes? —pregunta ella mientras que restriega su trasero con un alto moreno. 


—Creo que estoy ebria —digo colocando una de mis manos en mi cabeza. 


—Ese es el punto —exclama con una sonrisa—. ¡Diviértete, joder! ¡Baila con alguno! 


—Sí, eso haré —respondo, terminándome mi vaso con ginebra. 


No puedo creer lo que estoy haciendo, pero me siento bien y mal de cierta forma. Me dirijo a la pista de baile mientras que Sofía coquetea con alguien en la barra, estamos a unos pocos metros de distancia y no aparto mi mirada de ella por miedo a que me deje sola aquí. 


—¿Quieres bailar, preciosa? —pregunta alguien detrás de mí. Me toma de la cintura y solo puedo sonreír. Apoyo mi cabeza en su hombro y dejo que vea mi rostro sonriente para que sepa que sí quiero—. Te ves muy hermosa —Me volteo en su dirección, coloco mis manos detrás de su cuello y lo miro fijamente. 


—Soy casada —susurro con otra sonrisa, y le enseño mis anillos en mi dedo anular. 


—Tu esposo debe ser muy afortunado, pero ¿qué crees? También soy casado —confiesa colocando sus labios sobre mi cuello. 


—¿Y piensas engañar a tu esposa? —pregunto ladeando mi cabeza. Me gusta cómo me mira, me gusta como acaricia mi cintura.



—Solo si es por ti —responde con una sonrisa. Paso mis manos por su pelo y luego dejo que bese la comisura de mi boca—. Solo por ti lo haría. 


—¿Y la amas? —se me ocurre preguntar mientras que muevo mis caderas al ritmo de la música. 


—La amo con toda mi alma, pero algo me dice que tu… Tú tienes algo que me encanta. 


—Entonces no se dice más —respondo, moviendo sus labios cerca de los suyos. Estoy seduciéndolo y me encanta. Me gusta—. Podemos compartir un secreto —susurro besando su mejilla. 


—Dime tu nombre —me pide, colocando sus manos sobre la curva de mi trasero. 


—Soy Paula —siseo, y acerco mi boca a la suya—. ¿Y tú eres? 


—Eso no es importante —responde con una sonrisa—. Tú no eres de aquí, ¿verdad?. 


—No, no lo soy. Vivo en Londres —informo. 


—Qué casualidad, también vivo en Londres —responde—. Si funciona esta noche, podríamos repetirlo todas las veces que quieras. ¿Qué dices, preciosa? 


—No lo sé, tendría que ver cómo eres y luego decidir —le digo. 


Ambos estamos coqueteando y me encanta, me encanta este juego, me encanta todo esto, lo haré, quiero saber lo que se siente, será increíble, puedo predecirlo. 


—Bueno, mi esposa dice que soy fantástico. 


—Eso tengo que comprobarlo —aseguro. 


Él acerca su boca a la mía y dejo que me bese. Me toma de manera posesiva de la cintura, coloco mis manos en su pecho y dejo que él dirija el beso. Devora mis labios de manera impresionante, hace que me excite de inmediato. Sé qué no podré negarme, le diré que sí y cometeré la mejor locura de toda mi vida. 


Muevo mis manos en dirección a su pelo y entierro mis manos en él, estoy desesperada, completamente, el alcohol que tengo en la sangre me hará cometer locura, pero no me importa. Apego más mis caderas a las suyas, lo quiero todo.



Él aprieta mi glúteo con fuerza y me hace gemir. Me separo por un instante y busco a Sofía con la mirada. Sonrío al verla besándose con un sujeto y luego observo al tipo alto y guapo que tengo delante de mí. 


—Vámonos —me pide, tomándome de la cintura—. Tengo una suite reservada en el hotel del centro, vámonos ahora. 


—Si —susurro sin pensarlo dos veces—. Sí, vámonos. 


—Voy a hacerte mía, una y otra vez, preciosa —asegura sobre mi oído. Sus palabras me calientan, no voy a negarlo. Beso sus labios una vez más y luego desciendo mi mano lentamente hacia el bulto en sus pantalones—. Vas a suplicar por más, ¿cierto? 


—Sí, quiero que lo hagas, todas las veces que quieras. 


Él toma mi mano y cruzamos al lugar en dirección a la salida. 


Veo el pasillo con el letrero luminoso y una amplia sonrisa se me forma en los labios. Lo arrastro hacia el lugar sin decir nada y no suelto su mano ni un solo segundos. 


—Haremos una pequeña parada —le digo. 


Nos metemos al baño de mujeres, hay algunas chicas en él y al vernos a ambos, todas apresuran lo que hacen y luego se van, estamos completamente solo. Todo es de mármol y gracias al cielo se ve impecable. Un lugar con clase y estilo. 


Tomo el cuello de su camisa blanca y luego lo empujo contra la puerta. Me pongo de rodillas rápidamente, desabrocho sus pantalones, mientras que paso la lengua por mis labios y lo miro con una malvada sonrisa. Tomo su pene entre manos y lo meto rápidamente en mi boca. 


No le doy tiempo a que se prepare, lo hago y oigo como suelta un suspiro. Elevo la mirada y lo veo con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, sobre la puerta de madera. 


Comienzo a mover mi lengua lentamente y luego chupo. Le encanta, puedo verlo, puedo oírlo. Soy la única que puede provocar eso, me escogió a mí, lo escogía a él, nada podrá arruinarlo. Esta es nuestra noche, esa noche que va a remediar todo ese mes perdido. 


—Oh, Paula… —susurra colocado su mano en detrás de mi cabeza. Enreda sus dedos en mi pelo y ayuda a guiar mis movimientos. Acelero el ritmo una y otra vez, sin detenerme.



—No tienes idea de cómo extrañaba esto —le digo. 


No me importa decir la verdad, extrañaba hacer esto, extrañaba tener su pene en mi boca, lo extrañaba a él de todas las maneras posibles. Lo introduzco de nuevo y lo dejo ahí por varios segundos, lo retiro y sonrío y al verlo. Me siento completamente excitada. 


—Se acabó —dice él, tomándome de la mano. Me ayuda a ponerme de pie y luego con su otra mano coloca el seguro en la puerta del cuarto de baño—. Vamos a corrernos juntos —asegura. 


Me carga a horcajadas sobre su cintura, siento su miembro duro y grande haciendo presión sobre mi vagina, y enloquezco. 


Lo quiero todo y lo quiero ahora. 


Cruzamos al amplio baño, él me suelta cuando estamos frente a la barra de mármol de los lavabos. 


Me voltea en dirección al espejo y hace que apoye mis manos sobre la mesada. 


Sonrío y hecho mi pelo hacia un lado, separo las piernas por instinto y luego siento como él eleva mi vestido con brusquedad y baja mis bragas. Estoy excitada, con la respiración acelerada y muerta de deseos que me penetre y lo haga como todo un salvaje. 


—Hazlo, Pedro, por Dios, hazlo —le suplico, siento como rosa su miembro con la entrada de mi sexo y juguetea un rato, volviéndome completamente loca. 
Él toma mi trasero con ambas manos y luego con una fuerte embestida se introduce en mí. Estoy completamente empapada y se desliza fácilmente. 
Suelto un gran jadeo y hecho mi cabeza hacia atrás, no puedo mirarme al espejo, la sensación es tan placentera y excitante que quiero disfrutarla al máximo—. Muévete, mueve —le suplico. 


Apoyo el peso de mi cuerpo en mis brazos y luego ladeo mi cabeza para poder vernos a ambos. 


Él se queda dentro de mí por unos segundos, estamos acostumbrándonos a ese agradable cosquilleo que sentíamos antes, ambos lo extrañamos y lo necesitamos. 


Comienza a moverse rápidamente, mi cuerpo lo recibe con gusto mientras que los gemidos se escapan de mi boca. Sus manos me toman con fuerza y controlan cada uno de nuestros movimientos, siento que me va a partirme a la mitad por la profundidad de sus penetraciones, pero él lo está disfrutado tanto como yo. 


Cuando una de sus manos aprieta y luego palmea mi trasero, me vuelvo completamente loca. Me miro al espejo y sonrío. Él se queda dentro de mí y que quita el vestido por completo. Mete una de sus manos en mi sostén y aprieta uno de mis pezones.



Estoy completamente ebria, ebria en todos los sentidos. Me voltea rápidamente, me tiene a su entera disposición. 


Estamos frente a frente, lo miro a los ojos y el a mí, acaricia mi rostro con dulzura y luego devora mi boca en un beso completamente salvaje y posesivo que me toma por sorpresa. Acaricio su pelo y su nuca, mientras que él aprieta mis glúteos una vez más y me carga sobre la mesada fría. 


Doy un pequeño brinco, y los dos reímos. Abro mis piernas para dejarlo entrar y él vuelve a introducirse en mí. Jadeo y contengo la respiración por un segundo mientras que esos dos ojos hermosos me miran a mí y solo a mí. Me ama, le encanto, lo sé. 


—Muévete más rápido —suplico, echando mi cabeza hacia atrás. 


Él busca mis labios para seguir besándome y yo dejo que lo haga. Mis piernas se tensan alrededor de su cadera y siento como el también comienza a hacerlo. Vamos a acabar juntos, pero también sé qué esto recién comienza. Cierro mis ojos todas mis fuerzas y Pedro acelera el ritmo. Suelto un grito que él calla con su beso. Siento como se corre en mi interior y, segundos después, yo me desplomo en sus brazos. 


—Eso fue hermosos —susurro apoyando mi cabeza en su hombro. 


Él acaricia mi cintura mientras que los dos nos recomponemos. Minutos después, sale de mi interior, toma varias toallas de papel y me limpia a mí y luego a él. 


Volvemos a vestirnos y salimos del lugar fingiendo que nada ha sucedido. 


Nos subimos a un coche y en menos de diez minutos estamos en un elegante hotel en la zona céntrica de la ciudad. 


No he dejado de besarlo de manera caliente y él no ha dejado de tocarme por todas parte. Me siento mucho más aliviada, fue todo un mes completo sin sentirlo dentro de mí, pero esta noche mataremos todo el tiempo perdido. Sé que será único. 


—Hay algo para ti en la cama —dice cuando cierra la puerta de la suite. 


Entre besos camino con él hasta la cama, miro la caja blanca con un listón rosa, la abro y veo un hermoso camisón de seda que me llega hasta el suelo, es de color plata y se ve carísimo. Sonrío y luego lo apoyo sobre mi cuerpo para verme. 


Pedro toma de mi mano y luego acaricia mi pelo. Me mira fijamente por varios segundos y comienza a subir mi vestido de encaje. 


—Esto recién empieza —asegura. 


—Lo sé —respondo completamente hechizada por esos ojos y esa mirada. Es el comienzo de la mejor noche de mi vida, lo sé. 


—Tienes que prometerme que pensarás solo en nosotros dos esta noche, que no habrá inseguridades, ni vergüenza, ni nada… Promételo Paula o nada sucederá. 


—Lo prometo —respondo rápidamente—. Solo nosotros dos esta noche —aseguro—. Solo tú y yo. 


Él sonríe, toma de mi cuello y atrae mi boca a la suya una vez más, me besa con delicadeza, con dulzura y hace que me sienta la mujer más especial en la tierra. Lo extraño, lo anhelo, lo quiero. Tengo que disfrutar de mi noche especial.


—Te amo, Paula Alfonso. No tienes idea de todo lo que te amo, cielo —susurra acariciando mi mejilla. Ha vuelto a ser el Pedro dulce y tierno que me enamora a cada segundo. —Hazme el amor —le pido. 


Sí, eso es lo que haremos ahora. 


Haremos el amor durante toda la noche. Pedro me besa como respuesta y luego toma mi rostro entre sus manos.


 —Dime que… 


—Te amo —respondo porque se lo que va a pedirme—. Te amo, te deseo, soy tuya, completamente tuya…






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