Luego del almuerzo, todos nos vamos a relajar a la piscina.
Aún no he tenido la ocasión para hablan aunque sea un instante con Lucas. Ha estado al pendiente de sus niñas en todo momento.
Él no quiere demostrarlo, pero sé qué está completamente feliz de tenerlas aquí. Lo veo en cada una de sus disimuladas sonrisas, en cada uno de sus suspiros de desesperación. Sofía es su alma gemela, puedo verlo, y creo que es la única mujer capaz de devolverle la vida de nuevo.
—¿Sabéis una cosa? —dice ella mientras que se sienta en la camilla para tomar algo de sol —. Me ha sorprendido esa llamada. Jamás creí que ese gilipollas haría algo así.
—Quiere a sus hijas, Sofía —respondo en un murmuro—. Tal vez nunca lo admita delante de ti, pero las necesita.
—Puede ser —dice ella colocándose los anteojos—. Mientras tanto, que disfrute de ser padre porque yo disfrutaré de mi descanso.
****
Me quedo en silencio por varios minutos, observando el paisaje que tengo frente a mis ojos. Es un momento para pensar en miles de cosas. Sé qué necesito darle mi disculpa más sincera a Pedro, pero no se me ocurre absolutamente nada. Necesito que sepa que estoy arrepentida de ser así como soy y...
—¡Mamá Paula! —grita Ale a unos cuantos metros de mí. Me pongo de pie de inmediato y camino con prisa hacia él—. ¿Podemos jugar? —pregunta pateando levemente su balón de fútbol.
Frunzo el ceño y niego levemente con la cabeza.
—Mamá no es buena con eso —aseguro, provocando que él se ría—, pero lo intentaré.
Mi niño comienza a patear el balón hacia mí y trato de devolvérselo. Soy un completo desastre en un simple juego, pero cinco minutos después estoy sudando y jadeando debajo del sol.
—Vamos, mamá Paula.
Uno más. Hago el último intento y luego le sugiero que bebamos un poco de jugo para refrescarnos. Él lo acepta y agradezco que tenga mis cinco minutos de descanso.
Cuando entro a la cocina veo a Pedro y a Lucas sentados alrededor de la barra. Mi esposo carga a Kya en brazos y Lucas sacude levemente el carrito de las gemelas que se quedaron dormidas. Sé qué acabo de interrumpir algo porque ambos se han quedado callados y me miran expectantes. Quiero saber cuál es la causa de tanto misterio.
—¿Qué ocurre? —indago con el ceño fruncido.
—Nada —responde Lucas velozmente—. ¿Por qué debería ocurrir algo?
—¿Que necesitas, cielo? —indaga Pedro cambiándome el tema.
Me acerco a él y sonrío al ver a mi pequeña niña dormida en brazos de su padre con ese chupón de mariposa color rosa que tanto me encanta.
—Se ha dormido hace unos minutos.
—Pues, entonces hagamos un cambio —le digo tomándola en brazos—. Ve a jugar fútbol con nuestro hijo que yo cuidaré de ella.
—¿Por eso estáis así de agitada? —murmura Lucas entre risas, y yo asiento—. Que va... — Pedro se ríe, besa la cabecita de su niña y luego toma dos refrescos del refrigerador.
Ale aparece en la cocina y anima a Pedro y a Lucas a que jueguen fútbol con él. Los tres se pierden por la puerta y yo me quedo con las tres niñas.
—Al menos están dormidas —murmura Sofía viendo a sus hijas—. ¿Verdad que son hermosas? —pregunta con esa mirada de madre orgullosa.
Sonrío y observo a esas dos pequeñas. Son hermosas y merecen tener un padre a su lado.
—¿Le darías una oportunidad a Lucas? —pregunto sin poder detener mi lengua.
Sofía abre los ojos de par en par y luego de salir de su asombro se ríe.
—No, eso ni en un millón de décadas. Él tiene su vida, yo la mía. Estamos bien así —asegura con una sonrisa fingida. Quiero seguir insistiendo pero sé qué no lograré nada con eso—. ¿Por qué no dejamos a las niñas con Carolina y vamos a divertirnos?
—¿A divertirnos?
—Claro. Ve y ponte un bikini. Yo haré lo mismo. Tenemos un partido de fútbol que ganar.
Una risa nerviosa se me escapa sin que pueda evitarlo. No puede estar hablando en serio. No se jugar fútbol y no volveré a usar un bikini en mi vida.
—No usaré traje de baño. No lo haré —aseguro.
—¡Oh, vamos, mujer! ¡No seáis agua fiestas!¡Tenemos que demostrarle a esos dos de ahí afuera que las mujeres siempre mandan!
****
Ella señala la ventana de la cocina y puedo ver a Lucas y a Pedro jugando con Ale sobre el césped. Los tres parecen realmente divertidos y me gusta verlos así.
—No se jugar fútbol —murmuro sin apartar la vista de ellos tres.
—oh, vamos. Es fácil. Solo tenéis que patear con todas tus fuerzas las piernas de tu hombre y yo del mío y...
—¿Tú qué? —indago con una amplia sonrisa. No ha notado su error hasta ahora y me gusta verla así de pálida—. ¿Qué has dicho?
—Oh, que va... Me follaré a tu hermano esta noche de todas formas —dice entre balbuceos.
Estallo en risas y ella me toma del brazo cuando Carolina se queda con las niñas.
Subimos las escaleras a toda prisa ella me lleva hasta su habitación, se desnuda sin ningún pudor alguno y se pasea por la habitación mientras que busca las piezas de su traje de baño.
—Vamos, te prestaré uno. Desnúdate —dice acercándose.
Recuerdo todas las marcas de bolígrafo rojo que tengo en el cuerpo y abro los ojos de par en par.
—¡Descuida! ¡Voy a cambiarme en mi cuarto y te veré en diez minutos! —aseguro.
Corro por el pasillo, me meto en mi habitación y me desnudo. Me observo un segundo en el espejo y sonrío al ver todas esas caritas y esos corazones por mi cuerpo. Me meto en la ducha y me lo quito todo para poder ver esas líneas blancas. Tendré que acostumbrarme a esto. Sofía tiene mucho más cuerpo que yo, sus curvas son más marcadas y ella tiene estas mismas marcas y no parece importarle. Se siente segura y yo quiero sentirme así también. Suelto un suspiro, me seco, acomodo mi cabello y luego tomo el traje de baño de mi maleta. Es negro, de dos piezas y tiene algunos detalles en blanco. Me lo coloco y me miro al espejo por un par de minutos. Estoy procesándolo.
Estoy tratando de adaptarme. Solo tengo que animarme a hacerlo. Es Pedro, le gustaré de todas formas, ¿cierto?
—¡Apresúrate! —grita Sofía, golpeando la puerta de mi habitación.
Me coloco el vestido semitransparente color blanco que cubre mi cuerpo, al menos hasta la mitad de mi muslo, y luego salgo hacia el pasillo.
Me sorprendo al verla. Está así, en bikini y no siente pudor alguno por su cuerpo o por esas pequeñas líneas blancas que tiene en sus senos y en sus caderas.
—¿Qué? ¿No me digas que tú sigues con esa mierda de complejo de embarazada?
—No —miento.
—Vamos, mujer. De seguro te ves sexy. Esos dos babearan por nosotras y tengo un excelente plan en mente.
—¿Qué plan?
—Tú solo sigue el juego.
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