martes, 17 de octubre de 2017

CAPITULO 60 (TERCERA PARTE)





Llegamos al jardín y los tres siguen correteando detrás de ese balón. Pedro se ha quitado su camiseta polo color blanca y juega en equipo con Ale. Los dos se abrazan y ríen a cada segundo. Sofía ha entrado en razón y trae una playera de algodón blanco encima de su bikini. Sigue enseñando todo, pero al menos ella y yo ahora estamos iguales. 


—¡Hey, español, alemán!—grita para llamar la atención de ambos. Ale me ve y corre hacia mi dirección, cargo a mi niño en brazos y beso su mejilla mientras que él hace ondas en mi cabello con sus deditos. 


—¿Qué queréis ahora, bruja? —pregunta Lucas poniendo los ojos en blanco.



—De ti nada. No tienes lo suficiente para darme lo que quiero —insinúa mirando la... Si está mirando la entre pierna de mi hermano mientras que Pedro y yo nos miramos sin poder creer lo que ocurre. 


—Púdrete —responde él. 


—Como quieras —dice ella cruzándose de brazos—. Hemos venido a negociar —Lucas se ríe y luego me mira a mí. 


—¿Estáis de coña? ¡No podéis estar de su lado! ¡Eres mi hermana! —se queja. 


Yo me río y Pedro se acerca y me rodea de la cintura mientras que Ale está entre ambos. 


—Cierra la boca. Vinimos a hacer un trato. 


—¿Qué trato, mierda? —pregunta él. Lo regaño por haber dicho una grosería delante de Ale y él suelta un suspiro—. Lo siento, pequeño. No debéis de decir lo que digo —Luego mira a Sofía y parece de esperarse aún más—. ¿Qué mierda de puto trato, Sofía? 


Ella sonríe y se cruza de brazos. La sonrisa de arrogancia que tiene en sus labios me dice que le hará la vida imposible a Lucas en todos estos días. 


—Jugaremos un partido de fútbol. Ustedes dos contra nosotras —dice ladeando su cabeza y Lucas comienza a reír. 


—No seáis ridículas. El fútbol es cosa de hombres —asegura, y logra irritarme de inmediato. Beso a Ale en el pelo y le digo que se vaya adentro. Él se baja y corretea por el jardín hasta la cocina mientras que grita el nombre de Carolina. 


—Las mujeres podemos jugar fútbol, Milan —le digo acercándome lentamente. 


—No, claro que no. Para lo único que servís es para arruinar tarjetas de crédito y hacer dormir a los niños. 


—¡Si nosotras ganamos, tú y el alemán se quedarán cuidando a los niños desde la tarde hasta la madrugada! —grita ella enojada—. ¡Si ganamos, Paula y yo iremos de compras y luego tendremos una noche de chicas!



—Y si nosotros ganamos, que es obvio que será así, ambas cuidaréis a los niños mientras que Pedro y yo nos vamos de put... Por ahí... 


Miro rápidamente a Pedro y me cruzo de brazos. Él se ríe nervioso y pasa una de sus manos por su cabello. 


—No me mires así, cielo. Yo jamás haría eso —asegura. 


—Muy bien, Milan. Ese es el trato —ambos se dan la mano y luego comienzan a preparar todo para esa mierda de partido de fútbol. 


Pedro no deja de mirarme ni un solo segundo. Sé qué parece increíble, pero sí, yo, Paula Alfonso, haré esta locura solo para demostrarle al tonto y machista de mi hermano que las mujeres si jugarán fútbol y, por sobre todas las cosas, quiero ganar porque no permitiré que mi esposo se vaya por ahí con mi hermano. Antes de permitir que Pedro se vaya por ahí prefiero el divorcio. 


—Buena suerte, cielo —dice Pedro, besando mis labios. Le devuelvo el beso y comienzo a sentir como mi piel se calienta. No estoy segura si es por estar debajo del sol o si es por este beso. Hace más de dos meses que Pedro y yo no tenemos ningún tipo de contacto lo suficientemente íntimo y estoy... Estoy enloqueciendo. 


—Basta de besos, a jugar. Joder —grita Sofía. Pedro y Lucas se van a su lado y hablan entre ellos mientras que Sofía me mira y sonríe—. No habéis tenido sexo con tu esposo desde el embarazo, ¿verdad?—pregunta con una sonrisa. 


—Bueno..., no queríamos hacerlo por el bebé y... 


—¿Cuánto lleváis aguantando? 


—¿Qué? 


—Que me digas desde hace cuánto que no te la mete. 


—¡Sofía! 


—Que va, mujer. 


—Casi... Casi tres meses —digo en un susurro, y ella abre los ojos de par en par.



—Joder. Los dos debéis de estar calientes como una caldera. 


—Sofía, basta... —murmuro incomoda. 


—Esta noche podéis follar como salvajes. Lucas y yo esperaremos hasta que acabéis y nos turnamos para cuidar a las criaturas. 


—Sofía... 


—Bien, vale. Pensemos en el juego. 


—Bien.



****


Los dos equipos ya están listos. Los cuatro estamos descalzos sobre el césped y el balón está en el centro. No tengo ni una maldita idea de cómo jugar, pero tengo que patear piernas. Eso lo sé. 


—¡No seas brutos o serán penales! —grita ella. 


—¡Esa es una puta mierda de injusticia! —se queja Lucas. 


—No, no lo es. Somos mujeres, burro. 


—Púdrete. 


—Como digas... 


El juego comienza. Lucas se apodera del balón y Pedro corre hasta nuestra área, o como se llame, mientras que Sofía corre detrás de ambos y estira la camiseta de Lucas. 


Yo correteo sin saber que hacer exactamente y los hombres meten el primer gol. Sofía me insulta con toda esa furia española que tiene y yo solo me disculpo. No sé qué hacer. 


Esta es una mierda de juego. Volvemos a donde empezamos y Sofía le roba la pelota a Pedro, Lucas maldice y ella corre. 


—¡Puta mierda, Paula, sígueme! —grita desesperada. 


Acelero el paso y estoy a la par de ella mientras que siento que corren detrás de mí. Lucas choca conmigo y los dos nos vamos al suelo. Me caigo de cara sobre el césped y Pedro corre rápidamente hacia mí.


—Cielo, ¿estás bien?—pregunta desesperado. Me miro a mi misma en el suelo, luego veo a Lucas, y comienzo a partirme de risa—. Sí, estoy bien. 


—¡Fue penal! —grita Sofía—. ¡Fue penal de ese bruto! 


—¡Claro que no! —se queja él—. Joder, no seáis tramposas.


—Sí, sí eso fue fatal —digo. 


—Se dice penal —dice Pedro y Lucas al mismo tiempo. 


—Lo que sea. 


Nos preparamos para el penal mientras que Lucas espera en el arco. Pedro sonríe y yo me coloco frente al balón. Pateo con todas mis fuerzas, pero Lucas atrapa la pelota, ésta rebota hacia mí y la pateo una vez más y hago un gol por pura suerte. 


—¡Gooooool! ¡Joder, tía, goool! —grita ella y me abraza. 


Me río sin poder creerlo y festejo junto a ella. Pedro y Lucas no pueden creer lo que ha sucedido y me gusta lo que veo en sus caras. Están completamente sorprendidos y sé qué esto se hará mucho más interesante. Volvemos al centro del lugar, el equipo de los hombres debe de sacar la bola y ambos corren en dirección al arco. Sofía corre detrás de ellos y antes de que Lucas patee hacia el arco, ella se quita la blusa de algodón que la cubría y se queda solo en ese diminuto bikini. Lucas se resbala y Pedro falla el tiro. 


Celebro por ambas y luego correteo hacia el arco contrario para meter otro gol. 


—¡Paula, espera! —grita Pedro


No me detengo ni un solo segundo. Meto otro gol y Sofía sale disparada hacia mi dirección gritando y saltando. Lucas maldice y Pedro me sonríe. 


—¡Son unas jodidas brujas! —grita él. 


Sofía toma el borde de mi vestidito de playa y me lo quita.


Vacilo un segundo y luego dejo que ella lo haga. Tengo que hacerlo. Dejo que todo mi cuerpo reciba el calor del sol y luego elevo mi mirada hacia Pedro. Está ahí mirándome, observando a cada segundo de mi cuerpo. Admito que no me siento del todo segura, pero camino hacia él mientras que Sofía y Lucas pelean. 


Él me sonríe y yo le devuelvo el gesto. Soy su esposa, soy la madre de sus hijos y él me ama así como soy. Tengo que entender eso.



—¿Cual fue el motivo de esa hermosa revelación? —pregunta, tomando mi cintura con una mano. 


—No lo sé, tal vez quería sentirme bonita al menos un poco —digo encogiéndome de hombros. 


—¿Y ha funcionado? 


—La forma en la que me has mirado es todo lo que quiero —aseguro colocando mi mano en su mejilla—. Tú me amas y lo veo en tus ojos, y yo también te amo, Pedro Alfonso y... 


—Y eso es todo —dice él, acercando sus labios a los míos. 


Sonrío al verlo y dejo escapar una risita. 


—Creo que hoy tendrás que cuidar a nuestros hijos mientras que yo paseo por la ciudad de Barcelona con un corto y sexy vestido de encaje...








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