lunes, 16 de octubre de 2017

CAPITULO 58 (TERCERA PARTE)





Veinte minutos más tarde estoy sentada en la cama de mi habitación. Pedro está acostado junto a Kya que ya ha despertado. Decidí no quitarme esas sonrisas y esos corazones de mi cuerpo, al menos hasta el mediodía. Me darán seguridad, me sentiré diferente. Es un gran paso, lo sé.



Mi cabello ya está completamente seco y ahora comienzo a hacerme los rizos en el cabello. No seré la de antes, me sentiré segura, pero siendo imperfecta. Eso es lo que quiero. 


Tomo mechón por mechón y hago rizos en las puntas, me miro todo el tiempo y trato de adaptarme. Sé que funcionará. 


Cuando acabo, Pedro me nuestra una inmensa sonrisa de aprobación y le habla a Kya. 


—¿No crees que mamá es hermosa, hija? —le dice en un susurro que puedo oír—. ¿Verdad que es hermosa? 


No puedo evitar sonreír. Abro mi maleta y miro lo que tengo para ponerme. Pedro me señala el vestido de playa que utilicé una vez en el crucero por Sicilia, es perfecto para el clima de Barcelona. 


Me lo coloco y luego acomodo mi cabello. Me gusta lo que veo en el espejo, me gusta que Pedro me mire con orgullo.


Él se pone de pie con mi niña en brazos. 


—Te ves hermosa. 


—¿Tú crees? 


—Me gusta tu rostro al natural. Toda tú me gustas. 


—¿Aunque tenga ojeras y estrías por todas partes? 


—Aún con eso —responde besando mi mejilla. 


Me volteo para estar frente a él y miro a mi hija que me observa con esos impresionantes ojos azules. Luego observo mis pies descalzos y tomo las sandalias blancas sin nada de tacón. Me las coloco en los pies y trato de explicarme a mí misma esta nueva sensación. 


—Es una hermosa sencillez —dice él, robando la última palabra de mis pensamientos. 


—También lo creo. 


Entro a la habitación de Ale y lo despierto. Al verme, se lanza a mis brazos y toma uno de mis rizos entre sus deditos...



Pedro y yo bajamos las escaleras con nuestros hijos en brazos y vemos a Lucas sentado en el corredor, frente a la inmensa piscina. Lee el periódico y cuando nos ve, una amplia sonrisa se forma en sus labios. 


—Joder, ¿ya habéis acabado? —indaga con una sonrisa burlona—. ¿Tan rápido? Pensé que aguantaríais un poco más, Alfonso —se burla. 


Yo me pongo roja y Pedro se ríe. Ambos se llevan bien y eso me gusta. 


—Apenas la he besado, Milán —responde él. 


—Oh, ¿queréis que mire a los niños? No preocupéis, mi casa es su casa. Podéis follar en donde sea. 


—¡Lucas! —lo regaño y señalo a Ale. 


Él se pone de pie, deja el periódico sobre la mesa y se acerca para besar mi frente. 


—Vale, lo siento —me dice—, qué guapa estás. 


—Y tu nervioso —respondo. 


Pasa una de sus manos por su pelo y luego traga el nudo en su garganta. 


—¿Yo, nervioso? No, que va. Estoy muy calmo. Es solo un demonio disfrazado de mujer con dos criaturas... 


Todos nos sentamos en la mesa para desayunar. Ale no deja de hacerle preguntas a Lucas sobre su trabajo, su casa y demás. Él parece desesperarse al no saber que responder y yo me río al ver sus expresiones. Pedro tiene a Kya en brazos y la mira todo el tiempo. No puedo explicar cuanto amo a ese hombre, no puedo y nunca podré describir todo el amor que siento por mis hijos y por este hombre que me robo el corazón. 


—¡Carolina! —grita Lucas cuando oye el timbre. 


Me pongo de pie y miro a Lucas. Son ellas ya estás aquí. 


—¡Son ellas! —exclamo, y estiro su brazo. 


—¡Joder! —dice lanzando la servilleta de tela sobre la mesa. Vuelve a pasar las manos por su pelo y luego suelta un suspiro—, puta mierda —murmura.



—¡Lucas! —lo regaño y miro a Ale que se cubre los oídos. 


Ya le he enseñado que esas cosas no se dicen y mi niño lo ha comprendido. 


—Vale, lo siento, pequeño. 


—¡Carolina, la puta puerta! 


Pongo los ojos en blanco y arrastro a Lucas hasta la entrada. 


Le indico que abra la puerta, me maldice nuevamente y luego abre la puerta. Me hago a un lado y lo observo. 


Cuando sus ojos se posan sobre esa mujer puedo ver su expresión de sorpresa. No se esperaba esto y al ver a Sofía comprendo por qué. Tiene el pelo negro, es una mujer joven, con facciones delicadas y un cuerpo con curvas. Lleva un vestidito de verano lleno de flores y un gran bolso a combinación. Luego miro a las niñas y me quedo anonadada al ver a esas dos princesas que están vestidas completamente iguales. Ambas están en el carrito doble, mueven sus bracitos y hacen burbujas con su saliva. 


Adorables... 


—Joder... Eres aún más hermosa de lo que recordaba —Noto que se le escapa. Sofía mira a Lucas sin poder creerlo, veo dolor en sus ojos que al instante es remplazado por indiferencia. 


—Al fin volvemos a vernos, Milán... —dice ella secamente. Posa su mirada en mí, me recorre de pies a cabeza y sonríe—. No sabía que tenías pareja. 


—¿Qué? —dice él anonadado—. No, mujer. Es Ana. 


El rostro de Sofía se transforma y en menos de dos segundos ella está abrazándome. No sé cómo reaccionar, pero olvido hacer algo porque solo puedo ver como Lucas se agacha hacia sus hijas y las mira a ambas sin poder creerlo. 


Parece sorprendido y emocionado. Sofía, al ver que no reaccionó a su muestra de afecto, se voltea, y al ver al padre de sus hijas al borde del llanto, cubre su boca y luego cierra los ojos. 


Me siento tan triste y al mismo tiempo tan feliz... 


Lucas, mi hermano, ese hombre malhumorado y cruel ahora está llorando de verdad mientras que toma una manito de cada una de sus hijas.



—Joder... —dice con una sonrisa. Veo una lágrima deslizarse por su mejilla y rompo en llanto. Estoy sensible de nuevo y nunca imaginé algo así. Sofía se ve conmocionada, pero trata de disimularlo—. Me siento un completo marica, pero, mierda... Mis hijas son hermosas... 


—Ella es Lucy —dice ella, señalando a la bebé de la derecha—. Y ella es Luz —murmura con la voz entrecortada. 


Lucas se ríe nervioso y luego besa ambas manos de las niñas. 


—Joder, tengo dos hijas —dice como si aún no pudiese creerlo. 


—Sí, son tus hijas y ambas tienen hambre —dice ella—. Dales algo de comer. Les gusta mucho el puré de banana en la mañana y si quieres puedes cambiarlas. Tu hermana y yo estaremos en la piscina —dice ella. 


Me toma del brazo y me arrastra hasta el corredor. Pedro está en el jardín con Ale que está tomado de su mano también y ambos hablan mientras que caminan bajo el hermoso sol. 


—No puedo creer que tú seas Anabela —dice ella. 


Parpadeo un par de veces sin saber que decir. Esta mujer es algo extraña, pero hay algo en ella que me inspira confianza. 


—Bueno... Soy Paula Alfonso, en realidad —le digo con un hilo de voz—. Era Anabela, ahora soy Paula. 


—Oh, ya lo entendí. Vale, no soy tonta. 


—Él es mi esposo y ellos son mis hijos —le digo, señalando en dirección al jardín. Sofía parece sorprendida pero de buena manera. 


—¡Hey, tu! —grita en dirección a Pedro que aún no me ha visto—. ¡Soy Sofía! ¡Vengan a saludar, no seáis groseros! ¡Les patearé el culo en el fútbol, después! 


Me río levemente y luego la miro. Sí, es extraña, pero creo que ella es perfecta para Lucas. Los hombres son idiotas y cometen errores, pero sé que ella sigue sintiendo algo por él. 


Oigo como ambas niñas lloran al otro lado de la habitación y me volteo a ver a Lucas. Trata de cargar a ambas, pero no puede hacerlo. Sofía pone los ojos en blanco y toma a una de las niñas. Ambos se miran fijamente durante un segundo y puedo ver todo lo que quieren de verdad, pero que nadie se atreve a decir.



Se quieren, yo lo sé. Puedo verlo. Salgo hacia el jardín.


Tengo que dejarlos solos. Ya tendré tiempo para besar a esas niñas y cargarlas. Camino hasta Pedro y él al verme sonríe. 


—¡Ven, Ale! —le dice—. ¡Abracemos a mamá! —Ale corre en mi dirección y me abraza las piernas, mientras que Pedro me rodea con uno de sus brazos. 


—¡Te amo, mama Paula! —grita mi niño con una sonrisa. Lo cargo en mis brazos y beso su cabecita. 


—Yo también te amo, mi niño. 


—Y yo te amo también —dice Pedro—. Y ella también —murmura señalando con la murada a nuestra hija. 


Me río levemente y luego lo beso a él. 


—Yo los amo a los tres. Tal vez los amo demasiado y por eso no tengo amor para mí misma —le sigo en un susurro. 


—Somos tu familia y te daremos todo el amor que necesites, Paula —asegura—. No importa cuánto cueste, solucionaremos ese problema, mi cielo. 


—Lo sé... 


—¿Estás triste, mamá Paula? —pregunta Ale mirándome fijamente. No sé qué responder solo sonrió levemente—. Si estás triste, ¡dile a papá Pero que te lleve de compras! —exclama emocionado. 


Pedro y yo reímos con fuerza y luego los tres comenzamos a hablar sobre diversas cosas mientras que caminamos por todo el jardín...




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