jueves, 12 de octubre de 2017
CAPITULO 46 (TERCERA PARTE)
Son las tres de la mañana y, por alguna razón, no puedo dormirme. Estoy agotada, pero no logro cerrar los ojos.
Pedro acaricia mi espalda levemente mientras que observa un lugar cualquiera en la habitación. Aún no ha dicho nada y estoy esperando a que lo haga.
Tengo miles de cosas que explicarle, sé que oyó mi notas de voz, sabe toda la historia, pero su silencio me incomoda.
—Pedro… —digo en un leve murmuro.
Él voltea su cabeza hacia mi dirección y me sonríe a medias, pero no es esa sonrisa que tanto me encanta, no es auténtica.
—¿Te hice daño? —pregunta, volteándose de costado para estar frente a mí. Solo hay unos cuantos centímetros que se interponen entre ambos, pero sentir a nuestro pequeño angelito entre los dos es hermoso.
—No —digo, negando con la cabeza. Bajo la mirada hacia las sábanas de la cama y suelto un suspiro. Será difícil hablar sobre esto—. ¿Qué sucederá ahora? ¿Qué le hiciste a Damian? ¿Qué sucederá con tu madre y tu hermana?
Estoy confundida y tengo miles de dudas revoloteando en mi cabeza. Cuéntame… —le pido, acariciando su brazo con una de mis manos.
—Mi madre y mi hermana cometieron un error y no se los perdonaré —murmura secamente—. Es una decisión tomada, Paula. No quiero volver a hablar sobre esto.
—Me escogiste a mí —le digo, sintiendo como mis ojos se ponen llorosos de inmediato. Esta sensibilidad no tiene sentido alguno.
—A ti y a nuestros hijos —aclara con otra sonrisa a medias.
—¿Y qué sucedió con…?
—Sabes lo que sucedió. No volverá a acercarse a ti. Todo tipo de relación con ese sujeto se acabó. ¿Comprendes? —me pregunta tomando mi mentón, haciendo que lo mire directo a los ojos —. Te enviará por correo el álbum de tu fiesta y tendremos otro fotógrafo para terminar el álbum de tu embarazo —asiento levemente con la cabeza, pero aún sigo viendo inquietud en su mirada. Es ridículo que él tenga inquietud cuando yo ni siquiera logré aclarar todas las dudas que surcan por mi cabeza—. Tú eres mía… —murmura con ese tono de voz posesivo que comienza a gustarme. Es diferente, es especial. Es un Pedro completamente sorpresivo y sexy. Cada vez que dice esa frase algo en mi interior se enciende—. Solo mía, Paula Alfonso. Y todo el mundo debe saber eso. No me cansaré de decírtelo.
No puedo evitar sonreír.
—Me gusta cuando te pones así —confieso, acercando más mi rostro al suyo. Acaricio su mejilla, mientras que dejo que mis ojos y los suyos se encuentren—. Me gusta que digas que soy tuya.
—Eres mía —vuelve a decir.
Apoya su cabeza en la palma de su mano y me mira por unos cuantos segundos, contemplando cada detalle de mi cuerpo. Su otra mano se mueve hacia mis pechos que están cubiertos por las sábanas. Veo otro tipo de brillo en sus ojos y me niego a creer que quiere hacerlo de nuevo. Dijimos que ya no lo haríamos y ninguno ha podido resistirse, ninguno mantuvo esa promesa.
—Lo hicimos de nuevo —murmuro mordiéndome la uña del dedo índice inconscientemente—. No debimos.
—Lo sé —responde perdiendo se mirada en otro lugar—. Fue un error.
—¿Oíste mis notas de voz? —se me ocurre preguntar cuando sus dedos rozan mi piel. Lo hace para provocarme, sé que no quiere habar de ellos, pero necesito hacerlo. Si no puedo contar con él, entonces, ¿con quién más?
—Todas ellas —dice rápidamente.
—¿Y entonces…?
— No volveré a pelear contigo por todo lo que sucedió. Sabes que debiste decírmelo, sabes que si me hubieses llamado por esa recaída, hubiese regresado para quedarme contigo. Paula, yo… Estoy tratado de procesarlo, ¿de acuerdo? Quiero que hablemos sobre eso, pero no ahora.
—¿Entonces cuándo? —estallo, y me siento en la cama cruzada de brazos—. Estás evitado ese maldito problema. Deberías de ayudarme a aclarar la situación —espeto, sintiendo como todo el momento comienza a arruinarse de nuevo—. Pedro, ese sujeto aparece de un día para el otro y dice ser mi hermano biológico… —consigo decir, sintiendo como mi voz se apaga. No lo había pensado de esta manera, creo que recién ahora comienzo a creer lo que sucede realmente—. Lo menos que espero es que tú me entiendas…
Pedro suelta un suspiro, coloca ambas manos en su cara y se sienta también. Me cubro más con las sábanas y luego seco mi mejilla. Me niego a llorar por toda esta estupidez, me niego a hacerlo delante de él. Si no quiere apoyarme, entonces buscaré a otra persona que lo haga.
Lo dije.
—Lo siento, cariño… yo… —balbucea y trata de llevarme de regreso a sus brazos, pero quiero hacerme rogar un poquito—. Prometo apoyarte en esto, cielo. Es solo que estoy confundido. Dijiste que no querías saber nada sobre tu pasado y sobre Ana… Cuando sea el momento lo hablaremos, ¿de acuerdo?
Decido darme por vencida. Sé que para él también es complicado. Tiene miedo de perderme de nuevo y puedo verlo en cada una de sus miradas, lo siento en cada una de sus palabras.
Se siente amenazado y no quiero seguir dando vueltas sobre el mismo circulo. Dejaré este tema a un lado y cuando ese sujeto decida buscarme de nuevo enfrentaré lo que tenga que enfrentar y sé que Pedro estará ahí para mí.
—Está bien, Pedro.
Él sonríe y luego me abraza. Descanso mi cabeza en su pecho mientras que ambos acariciamos a nuestra pequeña.
No tenemos que pelear por imbéciles que se interponen entre ambos. Dejaré el tema del hermanito perdido a un lado. Mi familia es importante ahora. Los cuatro estamos juntos y no debo de agregar a nadie más a la lista. Los problemas pueden esperar.
—Ven, vamos a descansar —me dice.
Se acuesta y luego hace que deposite mi cabeza en su pecho, mientras que merodea con sus cálidos brazos. Estira el edredón para cubrirnos y luego apaga la luz de la mesita de noche. Oigo su respiración mientras que acaricio su pecho. Beso uno de sus bíceps y luego trato de dormirme.
—Te amo —susurro y me acurruco más contra su cuerpo. Lo oigo sonreír y luego besar mi cabeza.
—Y yo te amo a ti —dice con la voz cargada de dulzura. Ha vuelto a ser mi Pedro de siempre. Puedo saberlo por el tono de su voz—. Descansa, preciosa Paula…
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