jueves, 12 de octubre de 2017
CAPITULO 44 (TERCERA PARTE)
Entramos al apartamento y con cuidado guio a Pedro por las escaleras al bajar. Ale se ha dormido y trae entre brazos a su pequeño perrito que lo acompaña en el sueño. Es una escena adorable y no dejé de tomar fotografías de camino a casa con mi celular. Un perro, tenemos un perro. No lo puedo creer. Jamás imaginé que todo esto sucedería. Estoy nerviosa porque sé que habrá más sorpresas como estas, pero no puedo imaginar cuales.
—Déjalo en su cama —susurro.
Entro a la habitación antes que él, enciendo la luz, corro el edredón a un lado y luego Pedro deja a nuestro pequeño y a su perro en la cama. Los cubro a ambos y beso la cabeza de mi pequeño. Pedro sonríe como todo un padre orgulloso y luego estira su brazo y me acaricia a mí.
—Es nuestro momento a solas —susurro ladeando la cabeza para sentir la palma de su mano en mi mejilla.
Una gran sonrisa se forma en sus labios y veo en su mirada que está pensando lo mismo que yo. Es nuestro momento, para que estemos juntos, tal vez no sea bueno, pero puedo hablar con él y decirle todo lo que sucedió.
Salimos de la habitación de Ale y bajamos las escaleras hasta la sala de estar. Me quito el abrigo y lo dejo sobre el sillón, luego los zapatos, y suspiro aliviada cuando mis pies ya no se quejan por causa del dolor. Pedro se quita su suéter también y se lanza con pereza.
Me rio y veo como enciende la televisión. Me siento con cuidado a su lado y él me toma entre sus brazos, me deposita en su regazo y comienza a hacerme leves caricias en el vientre con su mano, y en mi mejilla con su nariz.
Cierro los ojos, disfrutando de cada una de esas magnificas sensaciones. Ha estado seis días lejos de mí y lo único que quería era estar así con él a cada segundo.
—Al fin estas en mis brazos —dice soltado un suspiro—. Te extrañé demasiado.
—Y yo a ti —respondo rápidamente.
Acomodo mi cabeza en su pecho y luego hago círculos con las yemas de mis dedos sobre su torso. Ver los primeros botones de su camisa blanca abiertos es muy tentador y sé que debo contenerme.
—Te tengo una sorpresa —dice con una media sonrisa.
Elevo mi cabeza de inmediato presa por la curiosidad.
Siempre me sorprende de la manera más inesperada.
—¿Qué cosa?
—Espera aquí un momento —me dice.
Se pone de pie y lo veo caminar con prisa hacia el pasillo.
Se pierde en su despacho y segundos más tarde regresa con un sobre entre sus manos. Aplaudo de la emoción y me revuelvo en el sillón.
—¿Qué es? ¿Qué es?
Él se ríe y me entrega el sobre color rosa. Lo abro a toda prisa sin preocuparme por no destrozar el papel por todas partes. Son papeles, muchos papeles y no comprendo lo que sucede. Comienzo a leer lo que dice y con solo ver el logo en la parte superior mi corazón se acelera. Oh, por Dios. No puede ser.
—¿Estás hablando en serio? —lo miro y su sonrisa se hace más grande cuando asiente con su cabeza—. No puedo creerlo… ¡Son clases de cocina! ¡El curso completo! —grito emocionada.
Pedro se ha gastado miles de libras en clases de cocina tradicional, pastelería y gestión hotelera. Se ha preocupado por cada detalle y cada vez que leo más y más los informes, me emociono. Serán clases en casa, vendrán hasta aquí a enseñarme a preparar todo tipo de platillos, técnicas, y podré graduarme dentro de seis meses… No lo puedo creer.
—¿Te gusta?
—¡Me encanta, Pedro, por Dios! ¡Me encanta! —grito y me lanzo a sus brazos—. ¡Gracias, cariño, gracias!
Los dos reímos y nos besamos tiernamente durante varios segundos, pero luego me siento aún más culpable, ¿Cómo se supone que deba de arruinar este momento perfecto con toda la verdad? No es justo para ambos, pero tampoco es justo que se lo oculte.
—Tengo muchas cosas que contarte —murmuro, apoyando mi cabeza en su hombro de nuevo. El timbre suena una y otra vez de manera incesante. Pedro frunce el ceño y yo maldigo a quien sea por tocar de esa manera.
—Esto debe de ser una broma —siseo molesta cuando Pedro se pone de pie y sube las escaleras hacia la entrada.
Cierro los ojos y trato de relajarme. No sé quién sea, pero no oigo ni una sola voz. Oigo tacones bajar los peldaños y a Pedro gritar a lo lejos. Me pongo de pie y veo a Daphne y a Tania bajar las escaleras a toda prisa.
No sé qué sucede realmente, trato de sonreír para darles la bienvenida, aunque no me agrade que estén aquí, pero antes de que pueda siquiera parpadear, Daphne se acerca a mí y me da una cachetada con la palma completa de su mano que hace que voltee mi rostro al otro lado por causa de la fuerza y la furia.
—¡Daphne! —grita Pedro alcanzándola.
No logro verlo, solo cierro mis ojos y trato de pensar que esto es una pesadilla, que no está sucediendo.
—¡Eres una maldita puta caza fortunas! —grita en mi dirección mientras que yo intento asimilar todo lo que sucede.
Elevo la mirada sin apartar mi mano de mi mejilla que está ardiendo y la observo. Esto no puede estar pasándome.
Pedro se mueve con velocidad y toma a su madre por ambos lados de sus brazos, la zarandea un par de veces y comienzo a sentir miedo porque no sé qué sucederá. Mis ojos se posan en Tania que llora desconsoladamente y… Damian… No, Damian…
—¿Qué mierda te crees que haces? —grita él, sacudiendo a su madre—. ¿Cómo mierda te atreves a golpearla, Daphne? —brama aún más molesto que antes. Ella se suelta de su agarre e intenta recobrar la compostura. Estoy paralizada, sé que esto será un enorme problema, no tendré San Valentín, definitivamente sé a dónde acabará todo esto.
—¡Esa de ahí! —grita señalándome con su dedo índice—. ¡Esa estúpida a la que tomas por esposa es una maldita mujerzuela!
—¡Cierra tu maldita boca! —ordena Pedro. Todo esto es un desastre y no soy capaz de defenderme.
—¡Estás ciego! ¡Es una maldita que te cegó, Pedro!
—¿Qué mierda es lo que sucede, aquí? —indaga elevado su tono de voz mucho más fuerte de lo que creí posible. Está furioso y temo por todos nosotros.
Quiero calmarlo, pero me siento tan paralizada que no puedo moverme. Es como si Carla estuviese humillándome justo en este momento. Soy frágil otra vez. Eres frágil Ana…
—¿Por qué no se lo preguntas a tu querida esposa? —interfiere Tania, limpiando sus lágrimas con desprecio.
Puedo ver el odio en su mirada y ya sé lo que sucede.
Pedro se voltea en mi dirección en busca de una explicación, pero solo puedo negar con la cabeza. Mi lengua no se mueve. En estos momentos no soy la reina del lugar, no soy nada. Me estoy dejando pisotear.
—¡Ella y el fotógrafo te han estado engañando todo este tiempo, Pedro! —grita Daphne desesperada—. ¡Han engañado a tu hermana, también! —Niego con la cabeza y trato de defenderme, pero al ver la mirada que Pedro me lanza, sé que no tengo oportunidad alguna—. ¡Ese tipo y tu esposa se han estado besuqueando por ahí! ¡Eran amantes, Pedro!
—¡No! —logro decir, rompiendo en llanto—. ¡Eso no es verdad!
—¡Mira a tu hermana! —exclama la maldita arpía, señalando a Tania—. Ese tipo siempre fue un miserable, pero le di una oportunidad. Engañó a tu hermana, siempre estuvo enamorado de esa mujerzuela, Pedro! ¡Entiéndelo! ¡Es San Valentín y tú lo estás pasando fantástico, mientras que tu hermana llora porque ese estúpido le confesó que siempre estuvo enamorado de tu esposa y que solo salía con Tania para olvidarla a ella, a esa basura! —exclama señalándome de nuevo.
—¡Basta! —grito, sintiendo como el pánico me invade. Yo no soy la culpable de todo esto. No puede estar sucediéndome algo así. No quiero creerlo. Está destruyendo mi matrimonio de un segundo al otro por cosas que no son ciertas.
—¡Desde el día que te conocí supe que traerías problemas! —grita en mi dirección—. ¡Parecías una chica de buena familia y aunque eras una maldita desagradable, creí que eras la correcta, pero luego descubrí que no era así! ¡No amas a Pedro!
—¡Claro que sí!
—¡Solo te casaste con él por su fortuna! ¡Lo has estado engañando, deshonraste su apellido, le fuiste infiel! ¡Quién sabe, tal vez esa niña de ahí ni siquiera sea tuya, Pedro! —grita furiosa, pero logro enfrentarme a ella. No dejaré que me humille aún más.
Está faltándome el respeto a mí, a Pedro, a mis hijos, y no puedo permitirlo. Me abalanzo sobre ella y le devuelvo el golpe anterior. Uso todas mis fuerzas. No me importa que sea la madre de Pedro, no me importa una mierda. Su mejilla se voltea hacia el otro lado con un gran sonido, mi mano arde y se pone roja al instante, pero no me importa.
— ¡Nunca en tu puta vida vuelvas a faltarme el respeto de esa manera, Daphne! ¡Nunca! ¡He pasado muchas humillaciones por parte de mi madre, pero no permitiré esto, y menos de ti! ¡Juro que vas a arrepentirte por todo lo que has dicho!
La habitación se queda en completo silencio. Lo único que se oyen son las respiraciones agitadas de todos. Tania abre sus ojos de par en par sin poder creerlo, Pedro mira hacia ambos lados preguntándose qué hacer, mientras que Daphne toma su mejilla con su mano de manera dramática y observa a su hijo esperando a que él la defienda.
—¿Estás amenazándome? —pregunta mientras que veo como sus manos tiembla por causa de la situación.
—Tómalo como quieras, pero vendrás a pedirme perdón de rodillas cuando te des cuenta de todo lo que ya has perdido por causa de tu error.
—Largo —dice Pedro, tomando a su madre del brazo—. Largo, las dos. Lárguense de mi casa —espeta, empujándolas a ambas hacia el lado de las escaleras. Tania detiene a Pedro y se voltea para enfrentarlo.
—Tú no eras así, Pedro —le dice con los ojos cagados de lágrimas—. Tu jamás hubieses escogido a alguien más sobre tu familia —susurra, tratando de hacerlo todo más dramático. Estoy parada en medio de la sala de estar con la respiración agitada y una punzada en el vientre—. Nosotros somos tu familia y no ella. Ahora todo tiene sentido, solo quiere tu dinero, quiere lo que es nuestro. Tienes que abrir tus ojos, por favor, escúchame…
—Vete, Tania —espeta él, tomándola del brazo.
—Ella te ha cegado —interviene Daphne—. Siempre fuimos los más importante para ti, siempre… Antes estabas al pendiente, todo el tiempo, y ahora ni siquiera llamas para saber si todo está bien. Ella te apartó de nosotras, Pedro.
—Largo de aquí.
—¡Nosotras somos tu familia! —grita Tania, y Pedro estalla.
—¡Ustedes ya no son mi familia, mierda! —grita, señalando a ambas—. ¡Amo a esa mujer, es la madre de mis hijos y nada de lo que digas hará que me separe de ella! ¡Lárguense ahora!
—¡Eres un imbécil, Pedro! —responde Tania—. ¡Te fue infiel, no te ama, solo quiere tu dinero!
—A partir de este momento las dos están muertas para mí —dice con el tono de voz cargado de seguridad. Debo confesar que eso me toma por sorpresa, pero no puedo hacer nada. Sé que ha escogido a su familia, pero también sé que una gran pelea se avecina entre ambos. No todo será perfecto—. Largo.
Las dos se marchan escaleras arriba y luego oigo como la puerta principal se cierra con un estruendo. Pedro sigue de pie, espaldas a mí, en el mismo lugar en el que estaba antes de que ellas se marcharan. Doy un paso hacia su dirección con temor. No sé cómo reaccionara, en realidad sí sé y creo que a eso es a lo que más le temo.
—Pedro… —digo a escasos metros de distancia—, por favor… —imploro antes de saber siquiera por qué estoy implorándole. No tengo que pedirle perdón porque no fue mi culpa.
—¿Cuándo pensabas decírmelo? —pregunta con el tono de voz frío y distante. Oírlo hablar así, sin siquiera mirarme, hace que mis ojos se llenen de lágrimas. No quiero distancia entre ambos, no quiero arruinarlo.
—Yo… —balbuceo sin saber que decir—. Yo traté de decírtelo, quería hacerlo, pero… es que sucedieron… Pedro, jamás lo besé —murmuro rápidamente.
Estoy desesperada, siento que voy a perderlo y sé que si lo pierdo no habrá marcha atrás.
—¡Él te besó a ti! —grita, volteándose—. ¡Dejaste que te besara, dejaste que tocara tu boca, Paula! ¡Y no te atreviste a decírmelo! ¡Tuve que enterarme por mi madre de lo que sucedió!
—No fue como crees… —me excuso.
No sé qué decir, pero diga lo que diga, nada funcionará. Él me toma rápidamente de la cintura y atrae mi cuerpo al suyo.
Puedo ver toda la furia emanado de su mirada y de cada poro de su cuerpo. Está hecho un salvaje y sé que esto será un desastre.
—Pedro, estás haciéndome daño —me quejo cuando la presión entre nosotros comienza a molestar a Kya. Me suelta un poco y luego hace contacto visual conmigo.
—Tú eres mía —dice en un susurro. Parece molesto, demasiado diría yo, pero hay algo dulce en la forma en la que lo dice—. Tú eres mi mujer, eres mi esposa, eres la madre de mis hijos, Paula Alfonso —murmura, cerrando sus ojos y apegando nuestras frentes. Suelto un sollozo y luego coloco ambas manos en sus mejillas—. Solo mía…
—Sí, soy tuya —aseguro—. Siempre, Pedro… Por favor, necesito que me creas. Yo jamás te sería infiel, jamás. No escuches a tu madre, yo…
—Ese hijo de puta te tocó —murmura. Vuelvo a observar como sus ojos se llenan de odio —. Ese maldito de tocó, se atrevió a tocarte…
Me suelta y luego veo como sube las escaleras a toda prisa.
Me alarmo porque sé lo que hará. Trato de seguirlo y hacer algo, pero no puedo. No hay nadie en la casa y no puedo dejar a Ale solo.
—¡Pedro, no! —grito antes de que termine de subir—. ¡No cometas una locura! —logro gritar con la poca voz que siento que me queda, pero lo único que escucho es la puerta de entrada cerrarse con otro estruendo.
Corro rápidamente al otro lado de la habitación presa por la furia, tomo mi teléfono celular y marco el número del imbécil de Damian.
Al tercer tono contesta, pero no dice nada.
—¡Eres un maldito hijo de puta! —grito, sintiendo como comienzo a llorar de nuevo—. ¡Eres una mierda!
—Lo sé… —murmura muy por lo bajo. No dice nada más, pero puedo oír su respiración.
—¡Pedro te encontrará y te romperá la cara por toda tu estupidez! —grito aún más furiosa —. ¡Si creías que por contarle a Tania lo que sucedió arruinarías mi matrimonio, pues, te equivocas!
—Paula…
—¡Te odio, odio haberte conocido, te desprecio y espero que tengas una vida miserable! ¡Tania te odia y yo también! ¡Eres un estúpido que no se merece nada! ¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Eras mi mejor amigo, Damian!
—¡Nunca quise ser tu amigo!
—¡Te odio! ¡Pedro te hará trizas!
Cuelgo la llamada y lanzo mi teléfono al sillón. Contengo mis sollozos por unos pocos segundos, pero luego rompo a llorar. Todo parece desmoronarse de un segundo al otro.
Siento que voy a perderlo todo por el error que alguien más cometió. Siempre supe que Damian sentía algo, pero creí que eso se iba apagando de a poco y creí que de verdad éramos los mejores amigos, pero él en realidad siempre fue así conmigo porque quería algo más. Todos quieren algo más…
Y sé que esto recién es el comienzo porque cuando le diga sobre Lucas todo será peor. Se sentirá ofendido, o lo que sea, y no volverá a dirigirme la palabra. Marco su número de teléfono y limpio mis mejillas. Él no me contesta, pero cuando salta su buzón de voz, no dudo ni un segundo en dejarle un mensaje.
—Pedro… sé que ha sido un error y sé que te sientes traicionado, pero también sé que sabes que te amo. Tú y nuestros hijos son todo lo que tengo y jamás haría nada para arruinarlo. Por favor, no cometas una locura… Tenemos que hablar… —le suplico. Sollozo y luego cuelgo. Solo espero que entre en razón.
—Mamá Paula… —murmura mi pequeño desde las escaleras. Me muevo rápidamente y seco mi cara. Subo las escaleras y me arrodillo para estar a su altura. Ale tiene a su oso de felpa entre brazos y coloca una de sus manitos en su ojo derecho para apartar todo rastro de sueño—. ¿Y papá Pero? —pregunta buscando a su alrededor.
—Papá Pedro… él regresará enseguida —aseguro. Acaricio su cabello y luego veo a mi alrededor buscando algo que haga cambiar de tema a todo este asunto—. ¿Y Dog? —pregunto—. ¿Dónde está?
Ale hace gesto de sorpresa y luego corre hacia su habitación.
—¡Olvidé a Dog en la habitación! —exclama mientras que corre—. ¡Dog, ven aquí!
Me rio porque es lo único que puedo hacer y luego veo como el can y mi pequeño vienen hacia mí. Tengo que fingir que todo está bien. Tengo que pasar este tiempo con Ale y distraerlo, es demasiado listo y no podré ocultarle esto por mucho tiempo. Sé que lo notará.
—¿Qué te parece si hacemos galletas? —le pregunto, tomando de su manito para bajar las escaleras. Él carga a su perrito en unos de sus brazos y luego me acompaña hacia la cocina.
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