lunes, 9 de octubre de 2017

CAPITULO 33 (TERCERA PARTE)





Media hora después estoy lista. Tengo mi perfecto cabello rizado, un vestido color ciruela que favorece mi figura y hace que me vea adorable con mi pancita de mamá. Tengo unos tacones bajos y el maquillaje adecuado. Me coloco mi tapado negro que me llega hasta la rodilla y me cubre lo suficiente del frío, termino el conjunto con un pañuelo en mi cuello, labial, y estoy más que perfecta. Ale aún no ha despertado y suele dormir hasta los once si nadie lo despierta. Supongo que regresaré a esa hora. Agatha se quedará con él mientras que acompaño a papá.



Beso a mi pequeño, tomo mi bolso y luego bajo las escaleras. Mi padre espera al igual que los dos niñeros. 


Pongo los ojos en blanco al verlos y los saludo por cortesía. 


—Señora Alfonso—responden los dos al mismo tiempo. —Iré en MI coche con MI padre —les informo. Ambos asienten y luego caminan detrás de nosotros a una distancia aceptable. Tengo que discutir con Pedro sobre esto. 


Entiendo que se preocupe, pero es un poco exagerado. 


Nada me sucederá. Mi embarazo marcha bien… 


—¡En realidad no tenías nada que comprar! —le digo con un gritito de emoción—. ¡Solo querías llevarme de compras! —grito de nuevo muerta de la felicidad. No demoré mucho en comprender el plan de papá. Llegamos al centro comercial y su balbuceo me ayudó a darme cuenta. 


Ahora me siento mucho mejor. Un par de horas de compras y luego regresaré a casa con mi pequeño. Papá y yo recorremos todas las tiendas del centro comercial y él deja que escoja todo lo que quiera. No compro demasiada ropa porque esta no es mi talla, es temporal. Me concentro en los zapatos de tacón, en accesorio, maquillaje y perfumes. Mi padre parece divertirse y me da su opinión sobre todo lo que me pruebo. Desayunamos algo en el patio de comidas del lugar y luego seguimos el recorrido. 


Tengo más de diez bolsas en la mano, de hecho, papá las lleva por mí y es divertido verlo. 


—Tienes que quedarte afuera —le digo seriamente. Estamos frente a una tienda de lencería, la misma en la que vine con Pedro una vez y no me atrevo a dejar que mi padre entre, y los niñeros menos. 


—Señora Alfonso… —intenta protestar Gabriel, pero lo detengo de inmediato. 


—No creo que a mi esposo le guste que tú o tu esposa me vean comprando ropa interior —interfiero comenzando a molestarme—. No negociaré esto de ninguna manera —aseguro—. Entraré ahí sola y ustedes van a esperarme aquí afuera. 


Los tres se quedan callados y por suerte nadie me sigue. 


Entro a la tienda y comienzo a ver las prendas de ropa interior. Lo primero que hago es comprar sostenes. Mis senos han aumentado mucho más y no sé cómo hacer para que no me resulte molesto. Sé que a Pedro le encantará, pero incluso el contacto de mis pezones con la tela del mismo me irrita.



Cuando una de las vendedoras comienza a empacar todas mis compras, recorro la sección de camisones. Hay de todo tipo de telas y no puedo evitar pesar en san Valentín al verlo. 


Quiero que Pedro esté aquí ese día, quiero que estemos juntos, quiero que me vea con alguna de estas prendas y que me desnude. Es san Valentín, tiene que estar aquí. 


Tomo mi celular y le envío un mensaje. 


*¿Estaremos juntos en San Valentín?* 


Veo como recibe mi mensaje e incluso lo lee porque el celular me lo indica, pero simplemente no responde. 


Pasan tres o cuatro minutos y decido arrojar el estúpido teléfono dentro de mi maldito bolso. No vendrá, eso es lo que quiso decirme sin responder, no se atreve a hablar de eso. No lo hará. Pasaré san Valentín completamente sola. 


Tomo un hermoso camisón de color plata y lo examino. 


Siento su suavidad y luego recorro con mis dedos los delicados detalles de encaje. Es en vano escoger algo, pero quiero pensar que sucederá un milagro y podre lucirlo para Pedro en algún momento. 


—Puedo apostar todo lo que tengo que te veríais realmente hermosa con eso —dice esa voz con ese acento tan particular que hace que me estremezca. 


Mi pecho se congela de inmediato y cierro los ojos porque siento como un balde de agua helada se derrama sobre mí. 


Me volteo a verlo, y ahí está el. Luciendo esa sonrisa arrogante, ese cabello perfectamente arreglado y ese traje azul marino que acentúa mucho más esa maldita sonrisa arrogante. Soy un paso hacia atrás y él uno hacia adelante. 


—Estás siguiéndome… —murmuro. No es una pregunta es una clara afirmación. Veo una sonrisa en sus labios y sé que no necesita responder—. ¿Por qué estás aquí? —pregunto entrando en pánico. Comienzo a buscar a mi padre por todas partes y me siento como una niñita de tres años que se pierde en el supermercado—. ¿Por qué apareciste el otro día? ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Dinero? ¡Eres un jodido hijo de puta! ¿Por qué no solo...? —intento terminar con mis preguntas, pero siento tanto miedo que no puedo hacerlo. 


A medida que me alejo de él, él se acerca. Siento como todo mi vientre se pone rígido y cierro los ojos porque es un dolor horrible.



—No, espera —me pide con voz glacial—. No quiero que te alteres —me dice, tomándome de ambos brazos con delicadeza. No me siento bien—. Solo quiero que hablemos. Te diré por qué estoy buscándote, solo intenta calmarte por tu criatura, joder… 


Coloco ambas manos en mi vientre y vuelvo a buscar a mi padre con la mirada. Ahora el parece nervioso y yo me desestabilizo aún más. Dejo el camisón en donde estaba bruscamente y luego comienzo a sentir arcadas. Lo menos que quiero hacer es vomitar en una tienda tan exclusiva como esta y en donde todos me conocen. 


—No… —dice moviendo su dedo de un lado al otro—. No lo hagas… 


—No me siento bien —balbuceo. 


Comienzo a caminar hacia la salida. Apenas puedo hacerlo, mi vientre sigue duro y siento una presión en todo el cuerpo que es desgarradora. 


—Anabela, espera… —dice, tomándome del brazo. Me detengo en seco. Me volteo a verlo y antes de que pueda responder mis piernas flaquean. 


—¿Qué has dicho? — el dolor de vientre desparece y siento como todo mi cuerpo se relaja mientras que me dejo vencer… 


—¿Estás de coña, Ana? —oigo que pregunta mientras que siento que mi cuerpo se eleva por los aires—. Esto es una completa mierda. Pedro, solo quiero a Pedro




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