viernes, 6 de octubre de 2017
CAPITULO 26 (TERCERA PARTE)
Acomodo mi cabello frenéticamente, luego aliso la falda de mi impresionante vestido blanco, y sonrío. Ya empezaron a llegar los invitados. Todos están haciendo fila para que la chica los reciba. A lo largo del pasillo veo a mucha gente, pero lo que llama mi atención son las enormes cajas de regalos.
—¡Ya están aquí, Pedro! —exclamo elevando el tono de voz y haciéndole señas para que venga.
Él toma a Ale en brazos, da un par de vueltas por el lugar hasta llegar a mí mientras que mi pequeño ríe a carcajadas.
—Dale un beso a mamá, hijo —le pide dulcemente e inclina a mi niño hermoso para que me bese en la mejilla. El primero en aparecer es papá. Extiendo los abrazos en su dirección para abrazarlo.
—¡Princesa! —Exclama rodeándome con ellos, mientras que sostiene el inmenso regalo — Cierro los ojos y disfruto de esa muestra de afecto. No hay nada como un abrazo de papá.
Estoy algo nerviosa y ansiosa, debo admitirlo.
—Marcos, bienvenido —responde Pedro con un firme apretón de mano.
—¡Abuelo, Marcos! —exclama Ale y se lanza en sus brazos, mientras que él se mueve rápidamente para dejar el regalo de Kya a un lado.
Veo la emoción de papá. Ale lo ha llamado así hace unos días y sé que mi padre se emocionó hasta las lágrimas.
Ambos nos dejan a Pedro y a mí en la puerta de entrada y se van a explorar todo el inmenso salón decorado con colores blancos y diversos tonos de lilas. Es simplemente precioso. Soy estupenda para organizar todo este tipo de cosas, todo lo hago más que bien. La siguiente en haces su aparición es Daphne. Luce un vestido negro fiel a su estilo.
Lleva un moño en la cabeza y ese fino mechón de pelo gris que según ella es última moda en París. Al verme su sonrisa se vuelve más ancha. Abre sus brazos en mi dirección y me abraza.
—¡Querida! —exclama con toda su forma de ser melodramática y exagerada. Sonrío y acepto su muestra de afecto—. ¿Cómo has estado? ¿Cómo ha estado esa pequeña?
—Muy bien, Daphne. Gracias —le digo, pero no me presta la más mínima atención al ver a su hijo.
Sus ojos brillan de emoción y de orgullo. Pienso en esto a veces y creo que también reaccionaré así cuando vea a Ale convertido en todo un hombre. Aunque, claro que para eso falta mucho y yo me veré como de treinta para esa edad, pero esas son cosas simples que por el momento no me preocupan.
—¡Mi niño, precioso! —exclama ella y yo pongo los ojos en blanco mientras que Pedro intenta saludar a su madre de la manera más breve posible.
Los demás siguen llegando y reconozco a muchos de los amigos de Pedro. Ya sea de la universidad, de la empresa o lo que sea. Todos están más que invitados y esta vez no me siento molesta porque me besen o me abracen. Hoy sólo quiero disfrutar de este momento. Sé qué a todos les encantará. Es mi bebé y se merece esto y mucho más, yo merezco esta celebración también. Saludo a cientos de personas y agradezco la puntualidad de todos.
La mayoría me elogia y me dicen que me veo hermosa, y puedo ver esa inmensa sonrisa de orgullo en el rostro de Pedro. Seguimos recibiendo a muchas personas y ahogo un grito de emoción al ver a Gina y a Gail con el pequeño Sam en brazos. Nos conocimos en el crucero cuando estábamos de luna de miel, viven en Oxford y ahora están aquí. Pedro fue muy generoso con las invitaciones.
—¡Mírate nada más!—exclama abriendo sus brazos para recibirme. Aunque me cueste aceptarlo, le tengo aprecio. Ella me dio grandes consejos cuando los necesitaba, con sus pocas palabras me ayudó a entender todos mis conflictos—. ¡Luces asombrosa! ¡Me encanta ese vestido!
Nos abrazamos durante unos cuantos segundos, murmuramos cosas de mujeres en el oído de la otra, luego reímos y nos separamos. Pedro y Gail ya se han saludado mientras que parloteábamos distraídas.
—¿Cómo estás, Gail? —pregunto también abrazándolo. Lo hago con cuidado porque trae a su hijo en brazos y es la escena más adobarle que he visto—. ¿Cómo estás tú, Sami? —pregunto acariciando al pequeño bebé que balbucea y mueve sus pequeñas manitos—, qué bonito te ves, como has crecido…
Cuando termino de saludar, elevo la mirada y veo a Pedro que me mira con ternura. Como si estuviese imaginando todos esos momentos que yo he recreado en mi mente una y otra vez. Cada vez falta menos para que Kya esté con nosotros y eso me llena de miedo y de ansiedad.
—Pasen al salón, Pedro y yo recibiremos a todos y luego los buscamos —le digo a ambos que me entregan un sobre color rosa—. ¡Oh, no! —grito horrorizada—. No lo aceptaré —le digo entregándoselo. No necesitamos dinero.
—¡No es dinero, Paula! —me dice divertida por la situación—. Es un Boucher para que puedas escoger las prendas de ropa que tú quieras para tu bebé —me dice sonriente—. Es una tienda muy exclusiva en el centro, tienen prendas hermosas. Tu eres muy selectiva con tu manera de vestir, y sé que tu hija será igual, además soy buena con la ropa de niño solamente.
Las dos reímos y se lo agradezco de corazón. Luego seguimos recibiendo gente y codeo a Pedro cuando veo a Harry y a Liz caminando hacia nosotros. Me muero de intriga y mi Paula malvada sale a flote. Fue bonito molestar a Harry en la boda de Emma, en el cumpleaños de Pedro y ahora aquí.
—¡Qué bueno que hayas venido! —le digo a la chica que se ve realmente sonriente y emocionada. La brazo durante unos segundos y luego observo a Harry—. No puedo decir lo mismo de ti —respondo con sorna, y él pone los ojos en blanco.
—Cariño… —me reta Pedro.
—También es un placer verte, Paula —murmura con sarcasmo y me provoca una sonrisa.
—¡Trajimos un regalo! —exclama ella emocionada expresándose con las manos y con casi todo su cuerpo. Intenta hacer que la situación no sea incomoda. Observo a Harry que trae una caja rosa llena de dibujos y luego poso mi mirada en el punto exacto en el que sus manos están entrelazadas. Sonrío con malicia y él lo nota, deja la mano de Liz rápidamente y se la pasa por su cabello, algo que interpreto como un gesto de nerviosismo. Sólo me rio aún más—. ¡Aquí está! —dice golpeando a Harry con el codo. Él parece no reaccionar, la chica toma el regalo de sus manos y me lo entrega—. Espero que te guste.
—Para que lo sepas, yo quería comprarle a la niña un juguete o algo así, pero ella —exclama señalando a Liz con desdén—, escogió ese horrible vestido que no me gusta —murmura haciendo muecas graciosas—. Así que te debo un regalo.
Todos reímos, Liz pone los ojos en blanco y le da un golpe juguetón a Harry. Luego Pedro y el comienzan su conversación de hombres hasta que mi Paula malvada toma el control de mis acciones, cuando veo que Harry estira su mano y toma la de la chica.
—¿Entonces, ya son novios oficiales o van a balbucear en respuesta como la última vez? —inquiero con una malvada sonrisa.
—Cariño… —protesta Pedro en su tono de advertencia, pero lo único que percibo son las mejillas ruborizadas de Liz y una malvada sonrisa por parte de él—. Ingresen al salón y disfruten la fiesta, Paula y yo los buscaremos cuando acabemos de recibir a todos —dice Pedro con una cálida e informal sonrisa.
Ambos ingresan al amplio lugar, pero antes dejan la caja de regalos con el montón. Cada vez hay más gente y sé qué esto será un completo éxito. Este tipo de celebraciones no son muy populares en Londres, pero sé qué la mía será perfecta.
—¿Por qué tú y él se odian de esa manera? —pregunta Pedro sobre mi oído con una divertida sonrisa. Me pongo a pensar por un instante el porqué de esa situación, pero no sé muy bien que decirle.
—No lo sé —respondo encogiéndome de hombros—. Supongo que su ego y el mío se odian porque son iguales y por eso nos comportamos así —le digo rápidamente. Se ríe y besa mi mejilla —. Es divertido.
—Eso creo. —responde besándome de nuevo. Damian y el resto de la familia ya están aquí y me alegro por que él será mi fotógrafo esta tarde.
—¡Llegas con media hora de retraso, Damian! —grito con una sonrisa que al mismo tiempo lo regaña.
—Lo siento, nena —dice dándome un abrazo, y siento como Pedro se tensa detrás de mí de inmediato—. Comenzaré con las fotografías, ahora. Todo saldrá bien—. Él es mi asistente —dice señalado al chico detrás de él que nos saluda con la mano. Damian besa mi mejilla y el apretón que me da Pedro en la mano me hace reír—. ¿Qué hay, Alfonso? —pregunta despreocupado, toma todo su equipo de fotografía y luego ingresa al salón.
Luego mis nuevos niñeros, esos que Pedro contrato para que nada me sucediera, también están presentes. No sé por qué lo hice, pero me sentí cómoda con ellos cuando salí de compras y decidí invitarlos. Son una pareja de muchos años de matrimonio y verlo así vestidos de civiles es extraño, pero me reconforta. Luego llegan más conocidos de Pedro que parecen ser infinitos y al fondo del largo pasillo veo a mi madre y suelto un suspiro, no puedo creerlo. Por alguna razón quería que ella estuviese aquí.
—¿Cómo estás, Paula? —pregunta abrazándome cortamente. Sus abrazos siempre serán fríos y distantes, pero al menos lo está intentado.
—Gracias por venir —le digo apartándome un poco porque sé que no le gusta demasiado las muestras de afecto. —Espero que todo salga a la perfección —me dice duramente.
Sé qué no quiere hacerlo, pero es así y nada puede cambiarla. Ella no es como yo, y yo nunca seré como ella.
Estuve a punto de serlo y luego Pedro y mis hijos me salvaron de todo eso.
—Todo saldrá bien, madre —le digo con una sonrisa esperanzada.
Ella sólo asiente y luego saluda a mi esposo. Acomoda su chaqueta y luego ingresa al lugar con los demás invitados.
Suelto un suspiro y Pedro se acerca a abrazarme. No es lo que hubiese esperado de una madre en este día. Pensé que estaría igual de emocionada que yo.
—No le des importancia. Estoy contigo —murmura dulcemente.
—Está bien —miento—. No pasa nada.
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