viernes, 6 de octubre de 2017

CAPITULO 24 (TERCERA PARTE)






Acabamos la cena, Ale quiere ver una película y Pedro y él están preparando palomitas de microondas, mientras que yo busco en Netflix la película que Ale quiere ver. Aún no sé de qué se trata pero el nombre Madagascar me suena a algo muy extraño. Inicio la búsqueda y veo rápidamente a animales animados como portada de la película. Frunzo el ceño, luego me acomodo en el sillón y me cubro con la manta. Ale adora este tipo de películas y debo de admitir que me he reído muchas veces con casi todas aunque mi favorita es Ralph el demoledor. Oigo las risas de ambos provenientes de la cocina y luego mucho alboroto de cosas que se caen y envolturas que crujen. 


Pongo los ojos en blanco con una sonrisa, llevo ambas manos a mi redondo vientre y acaricio a mi pequeña. Desde que Ale está aquí no he tenido muchos momentos conmigo misma y cada vez que pienso que un baño me relajara, Pedro aparece con su sexy cuerpo desnudo y me desconcentra por completo. 


—¿Cómo estás mi cielo? —le pregunto moviendo mis manos de abajo hacia arriba—. Mañana será tu fiesta, mi ángel. —le digo emocionada—. Todos estarán ahí… Van a saber tu primer y segundo nombre. ¿Verdad que tienes nombres hermosos? 


—¡Mamá, Paula!—exclama Ale corriendo hacia mi dirección. 


Se sienta mi lado y se cubre con la manta rápidamente. Veo a Pedro con la fuente de palomitas entre sus manos y sinceramente el aroma hace que sienta nauseas, pero tendré que soportarlo porque a mi hijo le encantan esas cosas. Ver a Pedro así es hermoso. Todos estamos en pijama y no hay nada más perfecto que mi esposo en piyama. Lo prefiero desnudo, pero verlo así de relajado y alegre me encanta. Las luces se apagan y toda la sala de estar queda en la penumbra hasta que la presentación de la película inicia.



—¡Mamá, el león se llama Ale, como yo! —exclama emocionado. 


—¡Se llama así porque es el nombre más genial del mundo, hijo! —interfiere Pedro con un dejo presuntuoso en su tono de voz mientras que come palomitas y yo me limito a verlo detenidamente. 


Sólo distingo en contorno de su cara, pero es más que suficiente para saber que es perfecto. Él mueve su brazo y lo descansa sobre el respaldo del sillón, de modo que me abraza casi por completo. Ale está en medio de ambos y comienza a reír al ver a la cebra que tiene una voz muy graciosa. Su mano toca mi mejilla y la acaricia levemente. 


No es necesario decir nada porque ambos sabemos que es el momento perfecto. Ale vuelve a reír y me distrae. Esa risa es lo más hermoso que he oído hasta el momento, me encanta verlo así de feliz, me encanta que se sienta bien con nosotros y sobre todas las cosas me encanta que sea mi hijo. Para cuando los animales entran en pánico por descubrir que están en la jungla, Ale se queda profundamente dormido con unas cuantas palomitas entre sus dedos. Pedro y yo reímos, luego él enciende la luz, yo aparto la manta a un lado y quito todos los restos de comida de su alrededor. Mi esposo lo carga en brazos y él no despierta. Apago la televisión y lentamente subimos las escaleras. Cuando le doy a mi pequeño un beso en la frente, él se mueve y abre sus ojitos desconcertados. 


—Mamá… —balbucea moviéndose.


 —Duérmete, mi pequeño —le susurro dulcemente. 


Acaricio su cara, pero sigue moviéndose de un lado al otro. 


Pedro está parado al otro lado de la cama y me mira fijamente. Me siento al lado de Ale, lo envuelvo con mis brazos y por alguna extraña razón que no puedo entender, mis labios se mueven y comienzo a tararear una canción al mismo tiempo que muevo mi mano por su cabello castaño. 


No sé cuánto tiempo me quedo así, pero hacerlo me relaja, ver como deja de moverse y se duerme profundamente hace que sienta una enorme satisfacción. Beso su frente por última vez, me pongo de pie y al elevar la mirada observo a Pedro que parece congelado en el tiempo. Tiene esa hermosa sonrisa en su rostro.



—¿Qué? —pregunto ruborizándome. 


—Nada —dice negando con la cabeza—. Es solo que eso ha sido lo más hermoso que he visto en toda mi vida —asegura. 


Cruzo la habitación y lo abrazo. Vemos a Ale dormir, dejo encendida la luz de su mesita de noche y luego ambos salimos de la habitación sin hacer ruido. Cuando apenas cruzamos el umbral suelto un quejido debido al susto. Pedro me toma de la poca e inexistente cintura que me queda y apega sus caderas a las mías. Siento su excitación de inmediato y puedo incluso ver como se presiona sobre la delgada tela de sus pantalones grises. 


—Ale está dormido —me dice con una sexy sonrisa y una mirada que me roba el aliento. 


—Kya está aquí —le digo con una divertida y malvada sonrisa. 


Estoy excitada, lo admito, demasiado excitada y quiero que esté dentro de mí, aquí y ahora. La sonrisa en su rostro me demuestra que no le importa en lo más mínimo mi vaga excusa. Se arrodilla delante de mí, eleva mi camiseta de algodón y besa a nuestro Pequeño Ángel. 


—Tienes que dormirte ahora, princesa —susurra con una sonrisa—. Mamá y yo vamos a querernos mucho y no tienes que despertar, ¿de acuerdo? 


Me rio levemente por su actitud de niño y luego acaricio su cabello. Le da un último beso a nuestra hija y se pone de pie. 


—Kya promete quedarse dormida —murmura sensualmente sobre mi oído, mientras que me atrae hacia su cuerpo. 


Comienza a besarme el cuello, pero lo aparto. Sí, estoy excitada, quiero hacerlo, pero no me siento sexy en piyama rosa de algodón. 


—¿Quieres sexo? —pregunto besando la comisura de sus labios. 


—Contigo, todo el tiempo —responde colocando una de sus manos encima de mi seno derecho por debajo de la blusa. 


No llevo sostén y el contacto de su piel con mi pezón duro y sensible hace que suelte un jadeo. 


—Espera… —le digo con la voz entrecortada—, si vamos a hacerlo, lo haremos bien. 


Me hago a un lado y camino rápidamente en dirección a mi tienda individual. Le indico a Pedro que espere un momento y cuando veo su sonrisa de diversión, cierro la puerta y me desnudo rápidamente. Quiero hacerlo, me siento deseada, me siento sexy y quiero verme sexy. Hace varios días que no lo hacemos como antes, 


Ale ha estado durmiendo con nosotros y es hermoso, pero debo de admitir que las noches de sexo con Pedro son algo que quiero a menudo y que extraño. Tenemos que retomarlo como antes. Me paro delante del espejo. Me observo por unos segundos y luego suelto mi cabello dejando que las ondas de las puntas caigan sobre mis hombros. Me veo bien, de hecho, me veo más que bien. 


Podría salir así como estoy y él se excitaría, pero de todas formas quiero hacerlo especial. Apenas son las once de la noche y tenemos mucho tiempo. Cruzo el amplio espacio y abro la sección de lencería. No sé qué debo usar. Quiero verme más que sexy, que sea memorable. El negro es la opción de siempre. Observo todos los conjuntos, perfectamente arreglados, pero ninguno logra convencerme. 


Sonrío con malicia al ver un conjunto perfecto, tiene todo lo que quiero. Encaje rojo y negro. Mucho más que perfecto. 


Me lo coloco rápidamente y lucho con el sostén porque me aprieta un poco. Mis senos están más grandes y mis pezones no dejan de arder y doler, pero supongo que él no demorará en quitármelo. Me observo una vez más, y me gusta lo que veo. Aún no me acostumbro a mi vientre de esa forma, pero se ve bien. Sé que le encantará. Suelto un leve suspiro y me animo a mí misma a hacerlo. Sé que puedo con esto. Me desea, lo deseo. Eso no ha cambiado. Me coloco un poco de labial, perfume, acomodo mi cabello maniáticamente de nuevo y por fin sé qué estoy perfecta. 


Cuando salgo veo a Pedro de pie al lado de la cama. La habitación se ve sensual tenue y romántica debido a que programó la intensidad de las luces. Aún está vestido y esa es la parte que me encanta. Quitarle todo eso y ver cada centímetro de su cuerpo sabiendo que es sólo mío. 


—Estoy lista —le digo con una sonrisa de lado. 


Se voltea rápidamente y al verme contemplo con gusto como se dilatan sus pupilas. 


Está escaneándome por completo y dejo que lo haga. Se detiene más de lo necesario en mis senos y eso me gusta. 


Sé qué me encantará que los saboree como lo hace siempre. 


—Te ves… —No logra terminar la frase.



Da un paso hacia mí y me toma entre sus brazos desprevenidamente. Acepto su beso y la manera apasionada en que lo hace. Dejo que sus manos recorran diversas partes de mi cuerpo y nos separamos un poco cuando el aire es escaso. Nunca me he sentido tan excitada como en este momento. Deslizo mis manos por su torso lentamente, sintiendo cada músculo por encima de la tela de su camiseta. Nos miramos fijamente y solo puedo sonreír. Mi mano se porta mal y desciende hacia su erección. Me muerdo el labio y luego acorto más la distancia entre ambos. 


Lo acaricio lentamente, disfrutando de toda la desesperación que se acumula en sus ojos. Me encanta ver como los músculos de su cuerpo se tensan ante mi tacto. 


—Quítate la camisa —le ordeno inmutable. 


Él frunce el ceño de manera divertida, suelta un suspiro y luego se la quita. Ver su torso sólo logra encenderme mucho más. Dejo que mi dedo índice recorra las líneas que marcan sus abdominales. Quiero saborearlo por completo. No sé qué sucede, pero lo que siento me consume rápidamente. 
Es como un fuego que no se si Pedro podrá apagar de inmediato—. Ahora el pantalón —vuelvo a decir sin apartar mis ojos de los suyos. Me gusta verlo reaccionar a mi petición. Es estimulante. Él lo hace sin decir nada. Vuelvo a colocar mi mano sobre su erección y mi otra mano en su pecho. Quiero tocarlo y besarlo por todas partes—. Ahora siéntate a los pies de la cama. 



—Está muy autoritaria esta noche, señora Alfonso —murmura colocado la palma de su mano sobre mi trasero. Su aliento roza mi cuello y sé qué si dejo que me bese, perderé el control y mi jueguito se acabará. 


—Haz lo que te ordeno —siseo apartándolo. 


Eso lo toma por sorpresa, pero comprende de inmediato cual es mi juego y parece que la idea le agrada. Veo como se sienta a los pies de la cama y me mira lascivamente antes de interrogarme en silencio. Rápidamente me acerco a él. 


Tumbo su cuerpo hacia el colchón de manera que tiene la mitad de su cuerpo sobre la cama y la otra mitad a los pies de ella. Me muevo con cuidado, pero sin dejar de ser sexy, y me monto a horcajadas sobre su erección. Le encanta y a mí también. 


—Paula, por Dios… —me dice cerrando sus ojos. 


Su respiración es irregular, y veo deseo en sus ojos. Hago un círculo con mis caderas apropósito y jadeo también cuando logro hacer que su miembro roce mi zona sensible. 


Quiero demostrarme y demostrarle que puedo ser la de antes e incluso mejor, sin importar cuantos meses de embarazo o cuantas libras de más tenga. 


—¿Me deseas? —indago en un susurro sobre su oído, pero cuando va a responder coloco mi dedo índice sobre su boca y con mis labios comienzo a rozar diversas partes de su cara. 


Quiere besarme, pero no lo permito. Mis dedos acarician sus hombros, mi boca sigue rozado su cara, el mentón, muy lentamente, sintiendo esa barba de varios días que me causa un agradable y excitante cosquilleo, luego su mejilla, rozo su nariz con la mía y deposito leves besitos por su frente y luego comienzo con su cuello. No puedo evitar sonreír. Verlo así de excitando me encanta. Me muevo de nuevo sobre su erección y los dos jadeamos. Es placer puro.


—Paula, por Dios… —me suplica tomando mis caderas con fuerza. Beso sus hombros y comienzo a descender con mi legua por su pecho hasta detenerme en la parte baja de su vientre en donde la tela del bóxer comienza a molestarme—. Paula… —dice nuevamente, pero decido que ya fue más que suficiente. Me pongo de pie de nuevo y me rio cuando él parece desesperado por no comprender que es lo que quiero hacer. 


—¿Me deseas? —pregunto de nuevo a un metro de distancia. No responde, sólo me mira e intenta respirar con normalidad. 


—Paula… —dice exasperado—. Sabes que si… por Dios… 


—¿Te parezco sexy? ¿Crees que soy atractiva, Pedro? —pregunto, pero no con inseguridad, más bien es todo lo contrario. Estoy segura de lo que dirá y por eso pregunto, porque sé qué amaré oír su respuesta. 


—Paula, cariño… —murmura intentando contenerse—, sabes que eres hermosa, perfecta, eres... 


Doy un paso al frente y me inclino para estar muy cerca de esos carnosos labios. Tengo que luchar conmigo misma, pero me doy por vencida y dejo que me bese. Rápidamente me coloca a horcajadas de nuevo, Kya se interpone un poco, pero para ninguno de ambos le resulta complicado. Hunde su mano en mi pelo, mientras que con la otra me toma de la cintura, sólo dejo que mis labios sigan los suyos en ese excitante baile que parece no tener final. No hay manera para describir lo excitada que estoy y me asusta pensar que la temperatura de mi cuerpo siga aumentando. Hace demasiado calor en la habitación y comienzo a sentir como una fina capa de sudor cubre mi frente. 


—¿Quieres que lo haga? —pregunto con la voz entrecortada, mientras que me muevo sobre su erección. 


—Sólo si tú quieres, mi cielo —responde cerrado los ojos. Me pongo de pie de nuevo, él se tumba sobre el colchón y yo me arrodillo delante de él. Me sorprendo de mi misma. Sé qué esta noche será más que única. Tengo que esmerarme—. Paula, si no quieres… —dice deteniéndome cuando bajo su bóxer. 


No respondo, sólo me dedico a observar lo que tengo delante de mí. Sonrío con malicia y lo hago. Su cuerpo vuelve a tensarse. Elevo la mirada para verlo y tiene los ojos cerrados, su frente está arrugada y se lleva una de sus manos detrás de la cabeza. Es justo así como quiero verlo. 


Pedro se sienta en la cama, acaricia mi cabello dulcemente mientras que lo hago disfrutar y cuando sé qué para él es suficiente, me aparto. Le sonrío y siento como me ruborizo por primera vez. Me toma de la mano y me atrae hacia su cuerpo como si fuésemos dos imanes, o pegamento y papel. 


Abre sus piernas y me coloca en medio de ellas. Estoy de pie, él está sentado y sé cómo terminará todo esto. Primero mueve sus manos hacia la parte posterior de mi sostén. Lo desabrocha y lo retira lentamente sin apartar su mirada de la mía. Arroja la pieza a un lado, luego acaricia a Kya, la besa como si estuviese dándole las buenas noches, regresa su atención a mí y posa ambas manos sobre mis senos. Los aprieta levemente como si estuviese comprobando que son de verdad. Ambos caben a la perfección en sus grandes manos. La sensación de su piel algo áspera y mis pezones, es una combinación alucinante. Cierro los ojos y hecho mi cabeza hacia atrás cuando comienza a masajearlos. Eso se siente muy bien, más que bien. Es relajante, excitante, es perfecto. 


—Oh, Pedro… —jadeo cuando toma mis dos pezones y los estruja entre sus dedos. Fue una descarga de adrenalina y excitación—. Pedro… 


Los suelta rápidamente, siento alivio, pero luego su boca toma uno de ellos y siento que voy a estallar en mil pedazos. La sensación es mucho más intensa, hace que mi cuerpo comience a ponerse rígido. Me hará acabar sólo con eso si sigue así…



Pedro… —le digo una vez más para que se detenga. 


No quiero acabar sólo con esto. Sé que lo haremos más de una vez, pero quiero sentirlo dentro de mí. Ambos estamos de pie, él se posiciona detrás de mí y con sus pulgares comienza a descender mis bragas pausadamente. Cuando la pieza ya no está en mi cuerpo, me ordena que separe las piernas y que me apoye con los brazos sobre la cama. Creo que es la posición más cómoda que hemos intentado. Kya está ahí, pero no me molesta en absoluto. Ahora el que pasa a dar las ordenes es él y no sé cuándo hubo cambio de roles, pero así es nuestra relación. Siempre nos sorprendemos mutuamente. 


—¿Estás lista, cariño? —pregunta sobre mi oído. Lo siento ahí, rozándome y me desespero de inmediato. 


—Sí, estoy lista, si… —logro decir, moviéndome para sentirlo. Oigo una risita detrás de mí, luego percibo el movimiento de una de sus manos. Con un dedo roza mi zona íntima y eso hace que jadee de nuevo y que cierre los ojos—. Pedro… 


Como cambian las cosas. Ahora la que está suplicado soy yo. 


—Claro que estás lista —afirma. 


Luego se mueve y por fin siento como comienza a introducirse dentro de mí muy lentamente…




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