viernes, 6 de octubre de 2017

CAPITULO 25 (TERCERA PARTE)





Estoy en donde quiero estar. Es mi hogar, siempre lo será. 


Los brazos de Pedro no tienen comparación. Ambos estamos mirando el tejado de la habitación y sonreímos como dos idiotas. El silencio invade al cuarto, pero puedo percibir la liberación, el deseo, el placer, la satisfacción… 


Ha sido una de las mejores noches de toda mi vida, sin duda alguna. Suelto un suspiro, luego me acomodo mejor entre sus brazos y elevo una de mis piernas para enroscarla sobre su cuerpo. Estamos completamente desnudos, sudados y satisfechos. Me siento como nueva. Mis manos acarician levemente su pecho y sus hombros mientras que él hace lo mismo con mi espalda y mis glúteos. 


—Ha sido perfecto… —murmuro soltando otro suspiro.



—Más que perfecto —responde. Aún no hemos logrado salir del trance—. Contigo todo es perfecto, tu eres perfecta —me dice, volteado su cara en mi dirección. Le sonrío como muestra de mi gratitud y luego acaricio su barba incipiente mientras que él me mira con dulzura. 


Pensaba quitármela para mañana —murmura distraído. 


—¡No! —grito casi horrorizada—. No quiero que lo hagas. Me gusta así, me encanta... Es... —digo sin acabar ni una frase ni la otra—. Me gusta así —concluyo de la manera más mediocre de la que soy capaz. Estoy enamorada de su barba, es su toque, ese algo que lo vuelve más fascinante y no quiero que se deshaga de ella. 


—Está bien, no me la quitaré, entonces —dice entre risas. 


Sé qué exagero un poco, pero prefiero verlo así. De pronto, la curiosidad me invade y recuerdo esa larga lista de preguntas que formé mientras que me daba un baño en la mañana. Jamás lo hablamos y quiero saberlo. 


—¿Con cuantas mujeres te has acostado en toda tu vida?—pregunto así sin más, perdiendo la oportunidad de medir la pregunta acorde al momento. 


Él frunce el ceño y me observa algo confundido y molesto... 


—¿Por qué estás preguntándome eso?—dice bruscamente y deja de acariciarme. 


—No lo sé —me excuso—. Sólo quiero saberlo, sentí curiosidad. 


—¿Para qué quieres sabes?— indaga como si se sintiese indignado. 


—¿Por qué no quieres decirme? —contraatacó apartándome de él y cruzándome de brazos. 


—¿Y tú con cuántos? —me reta, tomándome por sorpresa. 


Abro la boca indignada y luego me siento en la cama. 


—¡Yo pregunte primero! —me quejo. 


Él suelta un suspiro y se sienta al igual que yo. Me mira por unos segundos sin saber qué hacer. 


—¿Cuentan las de secundaria? —pregunta frotando su cara. 


—Por supuesto —respondo de manera cortante—, y las de universidad también —agrego sintiendo un poco de molestia.



—Bueno... Creo que fueron unas once chicas —dice como si estuviese pensándolo bien—. doce contigo. 


—Ah —me limito a decir. 


Esperaba a que el número fuera mayor y eso me tranquiliza aunque si me hubiese dicho tres o cuatro, me sentiría mejor. 


—¿Y tú? 


—¿Por qué quieres saberlo? —chillo notando como mis hormonas de embarazada toman el control. 


—¡Tu preguntaste primero! —se queja desesperado. 


Esta situación no irá a ninguna parte. 


—¡Seis o siete! —digo rápidamente para que se calle. 


—Mateo, Santiago y tú, entre otros… — digo dándole más información de la que necesitaba—. ¿Por qué demonios estamos hablando sobre esto? —protesto luego. 


—¡Tú has empezado! —me gruñe y se pone de pie. Arruiné el momento, él está gritándome y ahora me muerdo la lengua para no llorar. Soy una tonta y no quiero que se moleste conmigo, soy como una niñita. Elevo la mirada con los ojos cargados de lágrimas y veo el horror en su rostro—. No... Paula... Cariño... —comienza a decir cuando dejo que las lágrimas se deslicen por mi cara. No puedo evitarlo y tampoco controlarlo. Estoy sensible y él me grita—. Paula, mi cielo... 


Me pongo de pie y camino en dirección al baño. 


—Paula, cariño, espera... —me pide intentando alcanzarme—. Lo siento, es solo que... Mi cielo, no te enojes... 


—¡No tienes por qué gritarme! —grito hacia su cara y luego cierro la puerta del baño. 


Ahora estoy enojada. No puede gritarme y no puede enfadarse por mi curiosidad. Esta pelea no tiene sentido. Sin pensarlo abro el grifo de agua caliente y dejo que la bañera comience a llenarse. Necesito más relajación. Luego del sexo estaba en el cielo y mi cuerpo flotaba, ahora me siento pesada y molesta. Sé que una ducha caliente lo arreglará. 


Termino de mover el agua para que la espuma con olor a rosas me haga sentir mejor. Me coloco debajo del agua y suelto un largo suspiro.



—Tu papá es un tonto a veces, Pequeño Ángel —le digo acariciando a Kya—. Y tu madre también lo es —admito en un susurro. 


—No lo eres —dice Pedro a mis espaldas. Volteo mi cabeza y lo veo de pie junto a la puerta. Regreso mi atención a mi vientre y finjo que él no está ahí—. ¿Podemos hablarlo, por favor? —pregunta con el tono de voz suave. 


Sé que no se dará por vencido. No respondo así que él rápidamente da un par de pasos hasta llegar a mí. Está de pie a mi lado y no puedo evitar excitarme al verlo así, desnudo, de nuevo. 


—Paula... 


Suelto un suspiro y me hago a un lado en la bañera. Le indico con la mirada que quiero que se bañe conmigo y recibo una sonrisa por su parte. Sí, que rápido cambian las cosas, pero no puedo evitarlo. Se mete en la bañera, detrás de mí y mueve mi cuerpo para que me siente sobre su regazo. Ahora el agua apenas cubre mis muslos, pero no me importa, sentir todo su cuerpo junto al mío es lo único que quiero. 


—Lo siento... —susurro descansando mi cabeza sobre su pecho, mientas que admiro el techo de la habitación. 


—Está bien... —me dice dulcemente. Mueve sus manos bajo el agua y luego acaricia mi vientre—. Yo también lo siento. Me he comportado como un imbécil. 


—Sí, te has comportado como un completo imbécil. —le digo provocando que los dos riamos. Besa mi hombro y sigue acariciándome hasta que el sueño empieza a vencerme. 


—¿Lista para volver a la cama? 


Sólo muevo mi cabeza y él nos saca de la bañera. Me seca con una toalla y luego a él. Me toma en brazos y siento como me deja sobre el colchón y me cubre con el edredón. Antes no estaba relajada, luego de la pelea y el baño caliente, me siento relajada y cansada. Sólo quiero dormir.



Pedro se coloca a mi lado y me rodea con sus brazos. Siento el calor de su cuerpo y palpo su pecho y su vientre para asegurarme que es él. Luego beso su pecho y me duermo al sentir sus caricias en mi pelo...





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