lunes, 2 de octubre de 2017
CAPITULO 11 (TERCERA PARTE)
Pedro, papá y yo llevamos más de tres horas de compras en diferentes centros comerciales de la ciudad. Me encanta que estén conmigo. No solo cargan mis bolsas, sino que también son excelentes a la hora de alagar a mi perfecto yo, cuando me pruebo ropa de futura mamá. Me hacen sentir como toda una reina. Sé que deben estar cansados, pero ahora que confirmamos que nuestro Pequeño Ángel es una hermosa niña, ya tenemos miles de cosas en mi lista mental por comprar. Kya Alfonso, mi hija se llamará Kya Alfonso y será completamente hermosa.
He decidido re decorar la habitación de mi bebé. Es por eso que ya elegimos nuevas muestras de pintura y entramos a una inmensa tienda de bebés en donde había de todo.
Comenzamos con algunos juguetes didácticos, luego enloquecí con las mantitas, las batitas de baño y ese tipo de cosas, pero cuando vi el departamento de indumentaria, me volví más loca todavía. Casi grito en medio de la tienda por toda la emoción. Solo vi a Pedro sonreír una y otra vez, mientras que iba tomando piezas muy pequeñitas de ropa en mis manos.
—¿Qué opinan de estos? —pregunto enseñándoles unos hermosos vestidos color lavanda que son preciosos.
Hemos decidido que la habitación de Kya será lavanda con blanco porque queremos salir del típico rosa. Pedro no deja de sonreír, no dice nada, solo sonríe. Es como si todavía no pudiese creer que de verdad estamos aquí comprando ropa y pañales para nuestra pequeña Kya, y sé que siente eso porque yo tampoco puedo creerlo.
—Llévalos, princesa. Serán un regalo de mi parte —murmura papá con otra de sus sonrisas. Los coloco entre mis manos y sigo viendo todo lo que hay aquí. Es realmente tierno y adorable.
Mi padre ha pagado más de la mitad de las cosas que escogí para Pequeño Ángel como modo de regalo, pero Pedro no se ve del todo tranquilo porque sabe que un falta más. Compramos demasiado. Salimos de la tienda con más de siete bolsas de ropa de recién nacido y algún que otro vestido para mi pequeña. Mi padre se ofrece a llevar las bolsas al coche y Pedro y yo aceptamos encantados.
Tomo la mano de Pedro y nos movemos por el centro comercial, observando tiendas y tiendas que no son precisamente de bebés. Él parece muy callado, no sé en qué piensa, pero ha estado así por casi todo el día.
—¿Qué sucede? —pregunto deteniéndome a mitad del amplio pasillo. Coloco mis brazos detrás de su cuello y sonrío cuando nuestro Pequeño Ángel impide que estemos cien por ciento cerca.
—Me gusta verte así de entusiasmada —musita con otra sonrisa. Acerca sus labios a los míos y me besa.
Sus brazos rodean mi cintura de inmediato y siento al Pedro posesivo y al mismo tiempo dulce. Ese beso logra desestabilizarme por completo. Sé que hay gente viendo porque puedo sentir sus miradas, pero en lo único que puedo concentrarme en realidad es en su lengua junto a la mía. Oh, mierda. Sé lo qué querrá cuando lleguemos a casa y estaré gustosa de dárselo todas las veces que quiera.
—Pedro... —protesto apartándome solo unos centímetros. Cierro los ojos e intento recobrar la respiración—. No hagas esto… —balbuceo aún perdida en todo ese deseo que nos rodea. —Oh… estamos en un centro comercial y… —ni siquiera puedo hablar.
Él se ríe levemente, luego rodea mi cintura con un solo brazo y hace que sigamos recorriendo las tiendas. Veo una casa inmensa de diseño que debe tener como dos pisos dentro del inmenso centro comercial. Hay mucha gente y es esa típica tienda con las habitaciones de muestras armadas delante de tus ojos.
—Solo quiero mirar. Estaba pensando re-decorar nuestra habitación —murmuro distraída viendo el lugar.
—¿Nuestra habitación? —pregunta con el ceño fruncido.
—¿De verdad crees que dejaré que mi bebé recién nacido duerma en su cuna a más de cuatro metros de mí? —cuestiono mirándolo de reojo. Oigo su risa y luego recibo un beso en la frente.
—Comprendo. Ya entendí —me dice divertido.
Recorremos el lugar viendo miles de muestras de diferentes tipos de lugares. Hay cosas simplemente fabulosas, pero no me importa la sala de estar o el baño. Solo me importa la habitación de Kya y la mía también.
—¡Mira esta! —exclamo entre gritos, cuando veo una preciosa habitación para Kya que es más que perfecta. En colores pálidos y dorados. Es una habitación hermosa, para una princesa, una princesa como Kya.
—Llevaremos esta. ¡Mírala! ¡Me encanta! —Creí que te había gustado la habitación actual de Kya —murmura por lo bajo, y yo cierro los ojos porque sé que lo hice sentir mal.
Amo la habitación de Kya, pero no tiene ese toque perfecto.
—Amo la habitación que escogiste para Kya, Pedro. Pero, mira esta. Me gusta mucho... podemos combinar cosas de esta habitación con la que ya tenemos. El suelta un suspiro, pone los ojos en blanco y me sonríe.
—Está bien, cariño. La llevaremos. Doy un brinco por causa de la emoción y me lanzo a sus brazos.
—¡Te amo, te amo, te amo! ¡Me encanta!
Seguimos recorriendo el piso luego de mi ataque de emoción y me detengo en seco de un segundo al otro.
—Oh, mi Dios… —murmuro deteniéndome en seco.
Ale invade mi mente de nuevo. Suelto un suspiro y toda esa agonía que sentí en la mañana está invadiendo mi pecho de nuevo. Aprieta la mano de Pedro para intentar sacarme todo esto que siento, pero es completamente en vano.
—Paula… —dice Pedro, estirando mi brazo hacia otro lado.
Sabe lo que estoy pensando, sabe que lo quiero y también sabe que me lo dará.
—Pedro…
—¿Buscaban algo en especial? —pregunta una joven chica que luce el uniforme de la casa de diseño de interiores.
Parpadeo un par de veces y luego miro la muestra en tamaño real de un cuarto de niños realmente hermoso.
—Sí —aseguro, intentando no balbucear. Pedro se coloca a mi lado rápidamente y solo me observa. Sabe lo que quiero hacer y sé que él también lo hará—. De hecho… estamos re-decorando la casa y me gustaría saber más sobre esta habitación —le digo, señalando la muestra.
Ella sonríe ampliamente y hace que nos metamos en la habitación para ver todo de cerca.
—Esta es una habitación para un niño de entre dos y diez años. El espacio es adaptable al lugar que ustedes escojan. En la muestra pueden ver la combinación de colores blancos, rojos y celestes, pero hay muchos otros tipos de mezclas para el diseño, como el azul blanco y negro...
—En realidad, me gusta esta —aseguro.
Sé por qué mis manos realmente comienzan a temblar. No dejo de pensar en Ale, veo esta habitación y lo imagino a él, en nuestra casa, jugando con los cientos de juguetes que estamos dispuestos a regalarle, me lo imagino llamándome mamá y… Mierda.
—¿Cuántos años tiene su hijo? —pregunta ella amablemente. Miro por unos segundos a Pedro para ver su reacción, hay una línea en su boca que no expresa realmente nada y no sé qué decir.
—Bueno… —balbuceo de nuevo. Jamás he balbuceado tanto en toda mi vida—. Cuatro, mi hijo tiene cuatro —digo finalmente. Es mi hijo, bueno, lo será, claro que lo será—. Se llama Ale.
La chica vuelve a sonreír y nos explica las diversas funciones de los muebles blancos del cuarto, nos enseña los detalles de decoración y demás. Estoy fascinada con esta habitación. Es perfecta. Me encanta. Sé que le encantará.
Sé qué será mi hijo, sé qué estará conmigo, nunca he estado tan segura de algo en mi vida.
—¿Estás segura que quieres hacer esto? —pregunta Pedro cuando está por entregar su tarjeta de crédito a la vendedora.
Solo asiento levemente con la cabeza. Puedo asegurar que aún tengo esa mirada asustada, mis manos tiemblan y mis pensamientos divagan en mi mente de un lugar al otro. La chica toma la tarjeta, nos cobra por toda la habitación, instalación y la re-decoración.
Es una cantidad importante de dinero, pero a Pedro no parece molestarse. Luego él firma el ticket y demás, el típico proceso que odio y que solo me quita tiempo.
—Nuestro decorador y su equipo irán a su apartamento dentro de diez días para crear las dos habitaciones que han elegido —nos dice con una gran sonrisa.
Nos despedimos de ella y al salir de la tienda, me lanzo en brazos de Pedro, oculto mi cara en su pecho y comprimo mis deseos de llorar. Pedro es el esposo más dulce, compresivo y tierno de todos. No sólo se preocupa por lo que me sucede, sino también se encarga de hacer realidad todas mis locuras. No sé a dónde estaría si no lo hubiese conocido.
—Gracias —sollozo.
—Shh… —me dice e un leve murmuro—. No quiero que llores, preciosa Paula. Acabamos de pagar por la habitación perfecta para Ale, te prometí que será un Alfonso y voy a cumplir mi promesa, cielo —asegura mientras que acaricia mi cabello.
Si alguien cercano a mi hubiese estado embarazada no le creería sus cambios de humor y de sentimentalismo, pero yo los estoy viviendo y no es actuación. Me siento más sensible que nunca.
—Te amo, Pedro—susurro abrazándolo más fuerte. Estar entre sus brazos me hace sentir bien, me siento segura, soy única, nadie más existe. Sólo somos nosotros, nuestro ángel y el futuro, un hermoso futuro con Ale en el.
—¡Al fin los encuentro!—exclama papá interrumpiendo el momento—. ¡Los he estado buscando! —Me aparto de Pedro y elevo la mirada hacia su dirección. No demora ni un segundo en notar que estoy algo sensible. Me sonríe con ternura y luego se acerca a darme un abrazo de esos que tanto adoro. Mi padre y Pedro son los dos hombres de mi vida, pero sé que Ale también lo será—. No llores, princesa. —me pide acariciando mi cabello de nuevo.
Me río y luego seco mis ojos llorosos con mis dedos delicadamente.
—Lo siento —musito con la voz entrecortada. Papá sonríe, Pedro se acerca y los dos me acarician el cabello y el rostro como si eso pudiese calmarme—. Ya has comprado mucho para mi pequeña Kya, princesa —asegura papá con la voz cargada de dulzura—. ¿Qué dices si te llevo de compras? —pregunta—. Dejaré que gastes todo lo que tú quieras, pequeña. Los tres nos reímos estruendosamente.
Papá me hace sentir mucho mejor. Asiento con la cabeza una y otra vez. Pedro rodea mi cintura de nuevo y besa mi pelo. Luego los tres caminamos sin parar hasta que encontramos una de mis tiendas favoritas. Papá se ha ofrecido a llevarme de compras y tengo que aprovechar la oportunidad…
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