sábado, 30 de septiembre de 2017

CAPITULO 6 (TERCERA PARTE)






La directora nos lo agradece una y otra vez, pero en ningún momento deja de sentirse incomoda. 


Pedro y yo solo sonreímos porque sabemos que con esa cantidad de dinero a los niños no les hará falta nada por un buen tiempo. Sé que para año nuevo regresaremos y será mucho mejor. Hay algo en este lugar que hace que quiera regresar. Ale… Ale logró mover un gran sentimiento en mí. 


Entramos por fin a la biblioteca y vemos a todos los niños correteando de un lugar al otro. Algunos toman libros de los estantes y los abren, otros dibujan y otros juegan con algunos rompe cabezas. La directora hace que todos guarden silencio de nuevo y la siguiente actividad que realizaremos será media hora de lectura. Veo dos sillas en medio de la habitación, los niños hacen una inmensa ronda alrededor y sé que Pedro y yo seremos parte de esto. Los niños nos entregan un colorido libro repleto de dibujos y me toca a mí leer una divertida historia sobre una luciérnaga. 


Todos ríen y aplauden, me hacen sentir realmente bien. 


Jamás había leído un libro de niños en toda mi vida y menos con más de cien pares de ojos viéndome. Luego de la media hora de lectura nos dividimos en dos grandes grupos. La guerra de los sexos. Chicas contra chicos. Soy la líder del grupo de chicas y Pedro es el gran líder del grupo de chicos. 


Primero jugamos a ponerle la cola al burro y las niñas me vendan los ojos, nos reímos una y otra vez. Es el día más feliz y especial de toda mi vida. 


Luego vendan a Pedro, pero su sentido de orientación es pésimo y las chicas ganamos porque somos las mejores. 


—¡Baile de celebración, chicas! —digo moviéndome de un lado al otro mientras que todas las niñas imitan mis movimientos. 


Pedro sonríe y niega levemente con la cabeza. Los niños parecen molestos por haber perdido, pero rápidamente realizamos una revancha y logramos empatar. 


La hora de juegos termina con un completo empate que me parece más que justo. Todos parecen realmente felices y yo también lo estoy. Sé que fue una navidad diferente para ellos.


—¿Qué les parece si hacemos dibujos para Paula y Pedro? —pregunta la directora elevando el tono de voz. Todos los niños corren en dirección a un gran armario color rojo con miles de lápices de colores, crayones y hojas blancas. Cada cual escoge su lugar y todos comienzan a dibujar. 


Son realmente hermosos —digo en un leve murmuro. 


Pedro me abraza y frota sus manos sobre mi espalda. 


—Te amo, cariño —dice sobre mi oído dulcemente. 


—También yo —respondo con una sonrisa. 


Nos besamos y los niños parecen notarlo. Todos dejan de dibujar y nos observan. Oh, mi Dios. Nunca creí que me avergonzaría, pero estos niños lograron que mis mejillas se sonrojaran. 


—¡Se besaron! ¡Se besaron! ¡Se besaron! —gritan todos con un alegre cantito. 


Pedro y yo nos reímos sin control y nos besamos de nuevo. Los niños parecen estallar de felicidad con sus gritos y aplausos. 


—¿Volverán algún día? —pregunta esa vocecita que ha logrado conmoverme. Pedro y yo nos volteamos en dirección al pequeño y nos ponemos a su altura de inmediato. 


—Claro que volveremos —le aseguro con una sonrisa. 


Él se mueve rápidamente, toma mi mano, luego la de Pedro y camina muy seguro de sí mismo mientras que nosotros solo lo seguimos sin saber a dónde se dirige exactamente. 


Salimos de la biblioteca y recorremos algunos pasillos en completo silencio. Solo sostengo su pequeña manito con fuerza, no quiero soltarla nunca. 


Subimos las escaleras, rápidamente reconozco el pasillo de los cuartos de los niños, pero Ale no dice nada, solo camina y camina hasta que llegamos a la última habitación frente a una inmensa ventana con vista al parque. Entramos a la que, supongo, debe de ser su habitación. 


Él nos indica en silencio que tomemos asiento sobre su cama y Pedro y yo lo hacemos sin protestar. Ale se agacha y busca algo debajo, cuando parece encontrarlo sale de debajo de ella y sonrío al ver una hoja de papel y algunos lápices de colores. 


El niño se sienta delante de nosotros en el piso y comienza a dibujar. Pedro me mira fijamente y no tengo palabras para decir absolutamente nada. Solo puedo observarlo todo y dejar que el silencio y la tranquilidad nos invada.



Aguardamos más de diez minutos mientras que él dibuja y parece realmente concentrado en lo que hace. No me canso de verlo. Es realmente hermoso y adorable. Cuando finalmente acaba, deja el lápiz color azul con sumo cuidado sobre el suelo, se pone de pie y extiende el papel en nuestra dirección. Lo tomo con cuidado como si fuese un gran tesoro y lo observo. Mis ojos se llenan de lágrimas que intento contener. Es el dibujo más hermoso que he visto en mi vida. 


Hay tres personas en el. 


—Ese eres tú —dice señalando a Pedro—. Y esa eres tú con el cabello más bonito de todos —murmura señalándome a mí—. Y el que está en medio soy yo. 


El dibujo es hermoso. Hay un niño tomando la mano de dos personas y todos se ven sonrientes. Hay un inmenso sol y muchas flores por todas partes. 


—Y aquí está tu bebé —musita señalando un corazón rojo sobre el vestido verde en forma de triángulo que ha dibujado. 


—Es hermoso, Ale —digo acariciando su cabello—. Me encanta. 


—¿Prometes que volverás? 


—Lo prometo —aseguro con una sonrisa. Otra vez tengo deseos de llorar. Este niño logra hacerme sentir como nunca nadie lo ha hecho—. Volveremos todas las veces que tú quieras, Ale. 


El niño sonríe y luego se lanza a mis brazos. 


Cierro los ojos fuertemente y contengo el llanto. Es el abrazo más dulce, tierno y especial que me han dado en toda mi vida. Ale estira su pequeño bracito y también logra incluir a Pedro en este abrazo que se torna aún más hermoso. 


Ahora si estoy llorando. Es demasiado para un solo día. 


—¿Qué te parece si nos tomamos una foto? —pregunta Pedro sacando su teléfono celular de su bolsillo. 


Pedro sonríe y rápidamente los tres posamos para dos fotografías. No puedo explicar cómo me siento en este instante. Es indescriptible. Regresamos a la biblioteca con Ale en medio, tomando la mano de ambos. La directora al vernos sonríe ampliamente. Los demás niños nos entregan todos los dibujos, hay más de cien en manos de Pedro, pero en la mía solo está el de Ale.



Nos despedimos de todos ellos, con besos y abrazos, luego la directora nos acompaña hasta la puerta. 


Pedro toma mi mano fuertemente y me ayuda a bajar las escaleras de la entrada. 


Me abre la puerta del coche, deja todos los dibujos en el asiento trasero y cuando se sienta a mi lado los dos nos vemos a los ojos, rodeados por un gran silencio. 


Abro el dibujo de Ale una vez más y Pedro suspira. 


Ambos estamos sintiendo esto, ambos estamos por hacerlo, sé que él también lo hará. No necesitamos decir nada. Solo una mirada es suficiente para tomar la mayor decisión de nuestras vidas sin siquiera pensarlo. 


Damos un brinco al mismo tiempo y nos bajamos del coche. 


Subimos las escaleras a toda prisa, tocamos el timbre y una de las asistentas nos abre la puerta rápidamente. No decimos nada, no es necesario. Entramos a la oficina de la directora y antes de que podamos comprender lo que hacemos realmente, hablamos al unísono. 


—Queremos adoptar…





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