sábado, 9 de septiembre de 2017

CAPITULO 52 (PRIMERA PARTE)




Por fin estoy sola en la biblioteca. Leo un libro animadamente. Ya son las tres de la tarde y solo debo esperar a que Pedro y Laura regresen con la ropa de la niña para que el caos comience. Sé que todo se saldrá de control, pero solo deseo poder soportarlo. No quiero escándalos, ni llanto ni nada de eso. Es solo una niña y sus padres están de luna de miel por no sé cuantos días, imploro a quien sea que no se quiera quedar todo el tiempo con los dos. Eso si me molestaría. También sé que Pedro va a ignorarme por completo. Ella será la reina de la casa durante su estadía y yo pasaré a un segundo plano.


Me siento patética, estoy celosa de una niñita de cinco años. 


De verdad que no tiene sentido.


El coche de Pedro se detiene en la entrada de la casa y sé que el caos se aproxima. Me pongo de pie y decido ir a recibirlos. Bajo las escaleras y la puerta se abre. Oigo un ladrido y gritos. El corazón se me congela y veo como el perro de Laura corre hacia mi dirección y se pone de pie apoyando sus patas delanteras sobre mis hombros, luego de que la puerta se abriera. Cierro los ojos, la boca y hago la peor mueca de disgusto cuando siento su mojada, asquerosa y sobre todo desagradable lengua sobre mi mejilla derecha. No me agradan los animales. Oh mierda, esto no puede estar pasando. Que asqueroso.



– ¡Sal, sal, fuera! –Grito de manera histérica e intento tocarlo lo menos posible. Es un perro peludo, feo y además de eso repleto de gérmenes y enfermedades. El animal se aparta de mí corre hacia la sala de estar. Laura se ríe sin control y corre detrás de él.


– ¡No, Charlie, espera!–Chilla la niñita. – ¡No te subas al sofá, a tía Paula no le gustará eso!


Pedro me mira desde la puerta de entrada de la casa con una sonrisa burlona y llena de satisfacción en su rostro. 


¿Qué planea, ahora? Trae una pequeña maleta rosa con dibujitos de princesas y creo que ese tamaño amerita a demasiada ropa para un solo día. No quiero tenerla aquí más de lo necesario. Eso sería irritante. ¿Cómo se le ocurre traer un perro? ¿En mi casa? ¡Olvídalo!


–Esto será muy divertido. –Canturrea corriendo rápidamente detrás de su sobrina.


–No lo creo. –Me digo a mi misma.


Sé que le encantan los juegos, le encanta sentirse como un niño y me gusta verlo sonreír. Al menos de esa forma no me siento tan culpable. Solo debo de tolerarlo todo y combatirme a mi misma y mi mal humor.


Me dirijo hacia la sala de estar y los veo a los tres jugando animadamente sobre mi hermoso sillón costoso y limpio. 


Frunzo el ceño y al paso de los segundos mi atención se concentra en la hermosa sonrisa de Pedro. Se ve feliz, emocionado. Sé que no debo de arruinar su felicidad. Me gusta verlo así, me hace sentir bien oírlo sonreír. No quiero darle hijos aun, pero al menos puedo dejar que él y su sobrina se diviertan. A la Paula malvada de mi interior no le agrada esto, pero decido ignorar sus muecas y berrinches. 


Soy yo la que tiene el control y no ella. Al fin estoy empezando a sentir algo especial dentro de mí, un cambio diferente. Sé que si lo intento todo resultara de maravilla. Me costará y tendré que luchar con mi mal humor pero debo intentarlo. Necesito remediar este remordimiento que me consume por dentro.



– ¡Ven a jugar, tía Paula!–Grita Laura moviendo su manito de un lado al otro para que los acompañe.


Muevo mi cabeza a modo de negación y recuesto mi peso sobre el ancho y frío marco de la puerta. Pedro comienza a hacerle cosquillas a Laura y más gritos resuenan por la habitación. Una sonrisa se me escapa sin que pueda detenerla. Todo el enfado y la molestia que sentía, se esfumo de un segundo al otro.


Laura se acerca a su tio y le dice algo al oído. El perro ladra y ambos corren hacia mi dirección rápidamente con una sonrisa malvada en el rostro. Mis pies se mueven por instinto propio y comienzo a correr por el pasillo hacia cualquier dirección. Están persiguiéndome y si se trata de cosquillas no podré soportarlo.


– ¡Corre, tio!–Grita la niña emocionada. Acelero el paso y agradezco no llevar tacones el día de hoy.


Voy al comedor y luego rodeo la mesa. Pedro y Laura se colocan al otro lado y me miran expectantes. El can está de su lado y me ladra como advertencia.


–Tienes que rendirte, preciosa. Tenemos el control. –Me informa Pedro sonriendo ampliamente.


– ¡Tienes que divertirte, tía Paula!–Exclama la pequeña niña.


Me muevo alrededor de la mesa y ellos hacen lo mismo. Me acerco lentamente hacia el umbral y cuando menos se lo esperan salgo disparando hacia las escaleras. Laura chilla porque aun no logran atraparme y luego los oigo correr detrás de mí. Entro a mi habitación e intento buscar algún lugar para esconderme, pero soy demasiado lenta y cuando intento escapar, Pedro me toma de la cintura y ambos caemos a la cama rápidamente. Suelto un gritito por el susto y luego percibo como sus labios me besan apasionadamente durante unos segundos. Su sobrina nos ve, se lanza a la cama con nosotros, ambos comienzan a hacerme cosquillas y me retuerzo de un lado al otro para que se detengan. Debo admitir que no creí que podría tener en mi vida un momento tan perfecto como este…


–Te quiero tía, Paula. –Dice abrazándome fuertemente. –Te quiero mucho. –Murmura colocando su cabeza en mi hombro. Cierro los ojos y dejo que todo el afecto que ella siente por mi me afecte. Me vuelvo sensible y por un momento me siento completamente plena. Ya no me siento vacía como alguna vez dije que lo estaba.


–Yo también te quiero mucho, Laura. –Expreso con sinceridad. Si, la quiero, la quiero mucho. Es solo una niña, una pequeña como yo lo fui alguna vez.


La televisión está encendida para hacer algo de ruido. Todos estamos un poco más calmados y mi dolor menstrual comenzó a disminuir. Laura está costada entre su tio y yo y de vez en cuando nos hace alguna que otra pregunta para romper con el silencio, mientras que su perro duerme plácidamente a los pies de la cama. No tengo porque fingir, no necesito ni una máscara, no tengo que estar enfadada, de verdad estoy muy bien así.


– ¿Qué haremos ahora? –Pregunta la pequeña con fastidio. – ¡estoy aburrida! ¡Quiero jugar!


Está más que claro que ya se aburrió de no hacer nada y estoy buscando en mi mente algo que hacer para poder entretenerla y que sea divertido para los tres.


– ¿Qué quieres hacer, pequeña? –Pregunto.


Se encoje de hombros y frunce el ceño.


–No lo sé. Algo divertido. –Responde. No tengo idea de lo que para ella pueda significar divertido y eso lo hace todo más complicado.



Me siento en la cama con una malvada sonrisa en el rostro. 


Se me acaba de ocurrir la idea perfecta y sé que cometeré una locura, porque jamás he hecho algo así, pero por primera vez estoy dispuesta a saber que se siente. Siempre quise hacerlo y este es el momento perfecto.


Tomo la mano de Laura y la arrastro hacia mi tienda de ropa individual. Pedro frunce el ceño y cuando quiere seguirnos para saber qué pasa, lo detengo. Le indico que ponga música y que nos espere a ambas. Esto sepa épico.


– ¡Toma tu celular! –Grito para que me oiga, mientras que desvisto a laura con cuidado. – ¡tendrás muchas fotografías que tomar!


Cuando ambas estamos listas, le ordeno a Pedro que coloque música. Laura sonríe y coloca su manito en su cintura. Bruno Mars comienza a cantar Treasure y abro las puertas de mi tienda individual de par en par para el desfile.


Pedro se queda con la boca abierta cuando Laura y yo caminamos como si estuviésemos en una pasarela hasta la mitad del cuarto. La pequeña luce un elegante moño como los que suelo hacerme para salir, una blusa color salmón, que jamás he utilizado, que le queda como un vestido, tiene mis tacones y los labios rojos a combinación con sus mejillas maquilladas. Le di mis anteojos para completar su look y sé que ella se siente como toda una diva. Pedro se ríe y luego toma su teléfono. Yo sigo luciendo igual con la única diferencia de que solté mi cabello y pinte mis labios. Laura posa una y otra vez como toda una súper modelo para la cámara del celular de Pedro. Me rio al verla y veo como su cachorro la mira extrañado. Solo le hace falta el perrito en manos y una boa de plumas en el cuello para que sea una celebridad por completo.


– ¡Preciosa! –Grita Pedro una y otra vez. Laura no sonríe, finge seriedad y me pone de espaldas y voltea su cabeza en dirección al flash como si estuviese hecha para esto. Mi esposo aplaude y le deposita un beso en la mejilla. Laura sonríe, se acerca y toma mi mano. Ambas le lanzamos un beso a Pedro en el aire y luego regresamos a mi tienda individual.


Vuelvo a vestirla y así pasamos un excelente rato. Laura se prueba la mayoría de mis prendas y dejo que ella escoja la que quiera. Le maquillo nuevamente y le cambio mis zapatos. Todo es perfecto. Pedro se ve divertidísimo y no deja de tomar ninguna fotografía, se acerca a nosotras y nos tomamos selfies una y otra vez haciendo todo tipo de muecas y caras graciosas, los dos besamos las mejillas de la pequeña y luego la abrazamos para las fotos.


– ¡Ven aquí, Charlie! –Grito golpeando mi palma en mi muslo derecho. El cachorro corre en mi dirección. Cierro las puertas de la tienda individual, mientras que Laura se viste de nuevo. Tomo una corbata de Pedro y la coloco en el cuello del cachorro. Se ve completamente adorable. Abro las puertas, Laura y el can salen a la pasarela. Pedro estalla en risas y toma fotografías. Tengo la suerte de contemplarlo desde donde estoy.


–Con esa corbata, conseguirás muchas chicas, Charlie. –Le grita mi esposo al cachorro que parece más que feliz.


Somos como una familia. Comienzo a pensar que así podría ser mi vida si de verdad decidiera pensar en lo que Pedro quiere. Si resuelvo aceptarlo, si logro estar lista, tal vez, en algunos años, tenga a una hermosa mini Paula en la casa, como Pedro lo desea y lo anhela. Tal vez si eso sucede, mi vida sea diferente, sea mejor, tal vez es eso lo que necesito para que mi vida tenga sentido por completo.


Un bebé… ¿de verdad estoy pensando en la idea de tener un bebé?


Cruzo la habitación y me uno a su sesión de fotografías.


–Eres hermosa. –Musita Pedro besando mi mejilla en medio de otra fotografía. –La más hermosa. –Sonrío y dejo que me bese. –Eres mi preciosa Paula. –Dice en un susurro. –Eres solo mia.



Me rio y luego acaricio su barbilla.


–Y tú eres mío. –Aseguro.


–Completamente tuyo. –Me responde con dulzura.


–Eso ya lo sé. –Respondo con altanería. Me besa de nuevo hasta que un abrazo de su sobrina nos obliga a separarnos momentáneamente.



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