sábado, 9 de septiembre de 2017

CAPITULO 50 (PRIMERA PARTE)




Comienzo a sentír sueño, pero dos leves golpecitos en la puerta de la alcoba me despiertan por completo. Pedro da la orden de que pase y la tal Andy se presenta en la habitación con una amplia sonrisa en el rostro que se borra cuando la miro de mala manera. Ella no me tolera, de verdad que no lo hace y yo tampoco la soporto. Otra insignificante con la que tengo que fingir.


–Señor Alfonso, tiene visitas. –Dice en dirección a MI esposo. Pedro frunce el ceño y luego me mira confundido. ¿Quién mierda viene a interrumpir mi momento de paz?


– ¿Quién ha venido, Andy? –Pregunta con curiosidad, mientras que deja de abrazarme y se pone de pie.


–Tengo órdenes de no decirle nada, la visita me ha dicho que quiere sorprenderlo. –Murmura con una sonrisa. Me pongo de pie luego de que Pedro lo haga, aliso mi blusa de seda y acomodo mi cabello. Tengo que estar lista y hermosa para lo que sea. Algo me dice que una vieja arpía ha venido a visitarnos y debo estar preparada.


Bajamos las escaleras y ahí están ellas. Sonriendo falsamente. Bueno al menos Daphne si lo hace porque Laura sonríe de verdad. Corre y entre grititos se lanza en brazos de su tio provocando que Pedro deje de tomar mi mano para cargarla y hacerla voltear por toda la habitación. Me coloco delante de mi suegra y le sonrío falsamente como ella a mí.


– ¿Cómo estás, querida? –Cuestiona con arrogancia y fingido interés.


–Muy bien, Daphne. –Digo de la forma más amable que puedo. Laura se lanza en mis brazos tomándome por sorpresa y me rodea con sus bracitos y sus piernitas como si fuese un koala. Finjo que me agrada su muestra de afecto y acaricio su cabello.


Contrólate, Paula. Solo, contrólate. Es una niña, no tiene la culpa de lo que te sucede.


– ¡Vine a verte, tía Paula! –Grita colocando sus manitos en mi mejilla.


–Nos vimos ayer. –Le digo con una sonrisa. Ella se ríe y pide para que Pedro la cargue de nuevo.


–Le pedí a la Abu Daphne que me trajera porque te extrañaba, tía Paula. –Murmura con una sonrisita. – ¿me extrañaste, tía? –Cuestiona con inocencia. Miro a Pedro e intento responder rápidamente, pero no, no la extrañé ¿porque lo haría? Es solo una niñita irritante que logra alterar mis niveles de autocontrol. Definitivamente no seré madre jamás y menos si los niños son así como ella.


–Claro que te extrañé, cariño. –Murmuro acariciando su cabello nuevamente.


– ¿No saludas a tu madre, querido? –Riñe mi suegra en dirección a MI esposo. Pedro sonríe y luego corre hacia su madre a abrazarla. Ella sonríe y besa su mejilla, lo cual no me agrada. Es mi esposo, es solo mío ¿Por qué tienen que venir ellas a robar toda esa atención que es mia? Todo estaba perfectamente bien y ellas vienen a arruinar mi domingo con sus sonrisitas. ¡Mierda! Ahora si estoy molesta, pero tengo que ocultarlo, porque se supone que soy la esposa perfecta y debo aceptarlo todo y ser buena anfitriona. 


Solo espero que se queden a almorzar y luego se larguen de mi casa.


–Tio Pedro ¿puedo quedarme contigo y con tía Paula? –Pregunta con una sonrisita. – ¿puedo, puedo, puedo?


No, no y no. no quiero que se quede, quiero que se largue de mi casa ahora.


Pedro sonríe y luego da un par de vueltas en el aire, mientras que ella grita de felicidad. Al verlo así miles de ideas y pensamientos rondan mi cabeza. Pedro quiere ser padre, se como es con Laura y sé que algún día será un excelente papá, pero yo no puedo cumplir con su deseo ahora. Sé que su sobrina lo hace feliz y también sé que un hijo lo haría mucho más feliz, su vida se completaría, pero yo no estoy lista, tengo que hacer que lo entienda, tengo que entenderlo yo también…


–Las invito a almorzar. –Murmura Pedro hacia la dirección de su madre. Si, ahí está. Tendré que soportarlas a ambas incluso en el almuerzo. Genial.


Minutos después todos nos vamos a la sala y bebemos té con galletas hasta que el almuerzo esté listo. Mi suegra y mi esposo charlan animadamente sobre la boda de Emma y comentan todo lo que yo ya sé que sucedió. No faltan en ningún momento los comentarios filosos y agresivos de mi suegra, pero intento ignorarlos. Soy más que ella, puedo comportarme como toda una dama, ella no es nadie, solo lo hace porque es una dolida mujer que no tiene nada mejor que hacer.


–Veo que todo está reluciente e impecable como siempre, querida. –Murmura observando cada detalle de la habitación. Se ríe y luego niega con la cabeza antes de que responda. –Ah, claro, tienes servicio de limpieza, ya que tú no haces la limpieza ¿verdad?



Pedro se ríe y luego me mira de reojo. Frunzo el ceño y busco una buena respuesta pero nada se me ocurre. Mierda, mendiga vieja, me agarró con la guardia baja.


–No quiero que Paula haga la limpieza, madre. –Responde con una sonrisa cargada de diversión en su rostro. Sabe que los comentarios de su madre me molestan y parece divertirse con eso. –Paula es mi princesa, mamá, no necesita hacer nada, para eso está el servicio. –Musita Pedro.


¡Ha! ¡En tu cara maldita vieja!


Mi suegra se ríe y luego me fulmina con la mirada. Si cree que me pondré a limpiar o algo así está completamente equivocada.


– ¿Yo también soy tu princesa, tio Pedro? –Cuestiona la niñita sentada en el regazo de mi esposo.


–Claro, tú y tía Paula son mis princesas. –Responde acomodando su cabello castaño claro.


Laura sonríe y luego lo abraza de manera exagera. ¿Por qué no deja de abrazarlo? Es mi esposo, se supone que tiene que abrazarme a mí. ¿Por qué siempre tiene que estar encima de él? De verdad que esa niña me molesta. Yo tengo que ser el centro de atención y no ella. La detesto, es solo una niñita, pero la detesto.


–Ah tesoro, a veces creo que haces demasiado por ti, por la empresa, por tu esposa. –Dice despechando el titulo que me pertenece sin problema alguno. –Tienes que encargarte de tu casa, de tu empresa y además de eso de ella. –Musita señalándome con burla. Respiro, respiro, respiro. Todo acabará rápido… –En mi época las mujeres se dedicaban a su casa, a su esposo, a que todo estuviese limpio, que su esposo no pase hambre… –Murmura como si recordara viejos tiempos, pero soy yo la que está muriendo por dentro. 
Ella solo lo hace apropósito. –Ahora solo se preocupan por gastar dinero y verse bien…



–Madre… –Dice Pedro en tono de advertencia.


Respira Paula, respira. Puedes superar esto, puedes mantenerlo bajo control, todo te sale bien, respira. Son solo unos cuantos insultos más y se acabará.


Mi celular suena en mi bolsillo trasero interrumpiendo la conversación. Lo quito de ahí y veo en la pantalla una llamada de Damian. Genial. El que faltaba para completar con toda esta situación. Miro incomoda a Pedro y le indico que debo contestar. Mi suegra me mira con detenimiento, pero luego salgo de la habitación y contesto la llamada en el recibidor.


–Hola. –Digo de mala gana.


–Pero que mal humor tienes. –Dice con una sonrisa. – ¿Qué sucedió con el alemán, ahora?


Suelto un bufido y pongo los ojos en blanco.


–No sucedió nada ¿Qué quieres?


–Bien, si vas a matarme por el teléfono, mejor cuelgo y llamo cuando estés mejor. –Murmura al otro lado. Niego con la cabeza e intento calmarme.


–No, lo siento. No estoy de buen humor el día de hoy, pero no eres el motivo. Ya sabes cómo soy. –Oigo como se ríe al otro lado y eso me hace sonreír. –Mi suegra está en casa y no deja de molestarme. –Le digo para que logré entenderme.


–De verdad lo siento. Espero que puedas tener paciencia para soportarla. –Murmura. –La vi en la boda y créeme que tiene cara de bruja.


–Lo es. –Afirmo. –No me digas lo que ya sé y habla de una maldita vez.


Me muevo de un lado al otro en el pasillo y oigo como me relata lo que sucedió con Tania. Aun no puedo creerlo. 


Pedro se pondrá furioso y lo golpeará de nuevo si se entera. 


Me rio y oigo como todo sucedió. Al parecer la hermanita menor de Pedro no es ninguna santa. Besó a Damian cuando la boda acabó. Oh, eso a mi esposo no le gustará.


– ¿Entonces saldrás con ella? –Cuestiono rápidamente.


–Eso creo. –Responde. –Oye es rubia y es muy linda… ¿estás celosa? –Cuestione entre risas.


–Ni en tus sueños. –Digo secamente.


–Bien, solo quería estar seguro de que no te parezco guapo. 
–Asegura.


–No. –Digo nuevamente.


–Bien, tal vez estés ocupada, así que te dejo tranquila.


–De acuerdo. –Respondo. –Fue un placer matar tus esperanzas de nuevo. –Murmuro con malicia. Lo oigo reírse al otro lado.


–Bien ¿nos veremos mañana? –Cuestiona.


Pienso unos segundos y sonrío.


–Sí, nos vemos mañana.


Cuelgo la llamada después del saludo y luego miro algún punto fijo en la pared. Tania y Damian… ¿Quién lo hubiese imaginado? Espero no tener que soportar otra boda Alfonso en un par de años.



No hay comentarios:

Publicar un comentario