sábado, 9 de septiembre de 2017

CAPITULO 51 (PRIMERA PARTE)







Llega la hora del almuerzo y los cuatro pasamos al comedor. 


Pedro y su madre hablan plácidamente y escuchan atentamente los comentarios de Laura que es el centro de la atención en el salón. Yo permanezco en silencio oyendo todo detenidamente. De vez en cuando mi suegra me lanza alguna que otra frase que me saca de quicio, pero decido ignorarla por completo y eso la hace enfadar más.


–Hijo, querido. –Murmura con un evidente y fingido tono de preocupación cuando Pedro prueba su comida. – ¿estás alimentándote correctamente? ¿Almuerzas en el trabajo, tesoro? –Cuestiona preocupada mientras que observa de manera paranoica a mi esposo como si intentase buscar algo fuera de lo normal. Oh dios, que no moleste, Pedro se ve igual que siempre, come bien, lo hace todo bien.


–Sí, madre. Me alimento bien. –Responde intentando no parecer grosero. Sé que el a veces tampoco puede lidiar con ella del todo. Es irritante. Hasta cólera me da de solo pensar en ella.


–Que bueno, tesoro. –Dice con una sonrisa. –Tú cocinas para mi hijo ¿verdad, Paula? –Interroga hacia mi dirección. ¿Qué? ¿Cocinar? Esa palabra no está del todo en mi vocabulario y ella lo sabe. Lo hace propósito. –Cuando mi querido esposo, que dios lo tenga en su gloria, llegaba del trabajo, yo tenía toda su comida lista, querida. –Murmura insinuando la perfecta esposa que era. Pedro se ríe por la bajo y luego toma mi mano por encima de la mesa y me acaricia los nudillos con dulzura.


–A Paula no le gusta cocinar, madre y no necesito que lo haga. –Responde con dulzura clavando su mirada hacia mi dirección provocando que no me sienta como una inútil. –Ambos nos alimentamos muy bien.


Daphne me mira de mala manera y luego regresa su mirada hacia el plato de comida.


–No debes de preocuparte por tu hijo, Daphne. Él y yo estamos muy bien. –Digo para ver si logra cerrar su maldita y detestable boca de una buena vez. Espero que mis vagas esperanzas no se desvanezcan fácilmente.



Sé que jamás nos llevaremos bien, ya asumí eso y sinceramente no me importa. Ella no me interesa, yo no le intereso, no es necesario esforzarnos demasiado por sostener este teatrito inservible.


– ¿Qué clase de madre sería si no me preocupara por mi hijo? –Pregunta volviendo a fastidiarme. –Una madre que no trate mal a su nuera, no quiere a su hijo. –Afirma como si su palabra fuese santa. Ah, ya no la soporto, estoy empezando a ponerme nerviosa y en cualquier momento haré una escena.


–Puedo asegurarte que mi madre no trata mal a Pedro. –Le digo secamente y comprendo que no debí de haber dicho semejante estupidez. Bebo un poco de agua y luego dejo mi vaso a un lado y me encuentro con su mirada cargada de frialdad.


Se ríe levemente como si disfrutara de lo que acabo de decir. Si, acaba de encontrar una nueva arma con la que puede intentar hacerme daño.


–Tal vez tu madre no te quiere, querida. –Sugiere sin contenerse.


– ¡Madre! –Exclama Pedro haciendo que la pequeña Laura se exalte, pero simplemente no hago nada, ella no hace nada tampoco. Acaba de vencer esta pequeña batalla, me dejé vencer sin sentido alguno y eso es detestable. Me siento patética y lo peor de todo es que ella tiene razón porque mi madre no me quiere, nunca me quiso y eso me duele muy en el fondo de mí ser, pero nadie puede verlo ni tampoco saberlo. Es un intimo secreto mío que intento reprimir. Soy fuerte, Paula siempre es fuerte ante todo y todos.


–No te permitiré que le faltes el respeto a mi esposa y tampoco dejaré que la hagas sentir mal en mi propia casa, delante de mí. –Dice duramente mi esposo en mi defensa. 


Oh, es aquí en donde hago el papel de esposa pobrecita. Sí, claro. Me coloco mi máscara y finjo estar completamente dolida. Ahora haré que pague por lo que me hizo.


–Ah, abuela, que mala eres. –Cuchichea la niñita con mala cara en dirección a su abuela.



–Pero hijo, querido, solo bromeaba. –Se excusa sonriente y simpática como siempre.


–Pídele disculpas a Paula, madre. –Ordena inmutable mientras que mi Paula malvada sonríe ampliamente y aplaude a los cuatro vientos una y otra vez.


–Pero, hijo, yo…–Balbucea una y otra vez.


–Hazlo ahora, madre, o te pediré que te retires de mi casa en este instante. –Murmura con autoridad.


Daphne se pone seria, parece avergonzada y veo como se traga el nudo de su garganta y también su orgullo. Endereza su espalda y me mira fijamente. Titubea e intenta decirlo, pero nada sale de su boca. Oh, como voy a disfrutar de esto, será memorable. Se lo merece por maldita.


–Lo lamento mucho, querida. –Dice finalmente. Observa a su hijo en busca de su aprobación. Pedro parece relajarse y luego de soltar un suspiro, toma mi mano por encima de la mesa nuevamente y la besa levemente. Sonrío porque conseguí lo que quería, luego me acerco a mi esposo y besos sus labios apropósito. Esto le dejará muy en claro que es mío, solo mío y que me pertenece por completo. Ella al fin entenderá que yo tengo el control aquí.


Minutos después el ambiente de tensión se disipa. Laura juguetea con la comida, luego hace berrinche por no comer sus estúpidos vegetales y Pedro consiente cada uno de sus caprichos. Solo deseo que no se quede en casa, que regrese con su abuela y que ya no me fastidie, no tendré suficiente paciencia como para tolerarla.


Comemos el postre en silencio hasta que la niñita abre su preciosa boquita y arruina un hermoso momento de paz, el único momento que tenia para poder controlarme.



–Tio Pedro ¿puedo quedarme a dormir contigo y con tía Paula? –Pregunta con inocencia. Me atraganto con la ensalada de frutas y bebo un poco de jugo para poder calmarme ¿acaba de preguntar eso? ¡Mierda!


Pedro parece tan sorprendido como yo. La abuela de la niña no hace ni tampoco dice nada para detenerla y me sonríe con malicia. Sabe lo que está haciendo y aprovecha la situación para utilizar a su nieta como peón en su estúpido juego. Esto realmente no tiene sentido.


– ¿De verdad quieres quedarte? –Pregunta Pedro.


– ¡Sí! ¡Quiero jugar contigo y con tía Paula! –Exclama elevando sus bracitos hacia arriba.


Mi esposo me lanza una mirada para preguntarme en silencio que creo de todo esto. Intento ser amable, pero tolerar algo así ya es demasiado. Le digo que no disimuladamente para que nadie lo note. No quiero a nadie fastidiando en mi casa. Quiero paz, silencio y no gritos y risas. La niña parece comprender la situación y voltea su cabecita hacia mi dirección. Se mueve de su silla y luego se sienta en mi regazo sacudiendo todo mi interior. Me abraza y comienza a tambalearse de un lado al otro. Eso solo hace que me altere aun más. De verdad que no tengo deseos de manchar mi ropa por culpa de la niñita fastidiosa.


– ¿Puedo quedarme, tía Paula? ¿Puedo? ¿Puedo? ¡Me portaré bien! –Asegura con desesperación. – ¡Di que si, di que si, di que si! –Grita jaloneando mi blusa de seda de un lado al otro. Suspiro en mi interior, pero sonrío en el exterior. 


A mi Paula malvada no le agrada la idea y se cruza de brazos y hace pucheros, pero no puedo hacer nada al respecto. Es la hora del show. Tengo que fingir, como siempre lo hago.


Paula, prepara tu máscara porque esto será intenso.


–Puedes quedarte, Laura.



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