Por fin el día se acabó, por fin estoy en casa. Nunca había deseado tanto algo como estar en mi hogar. Subo las escaleras rápidamente y Pedro viene siguiendo mis pasos de un modo más lento. No hemos hablado ni una sola palabra desde el lanzamiento de las luces flotantes. Sé que él notó algo extraño y debe de hacerse una idea de lo que sucede, pero no hablaré ahora, no estoy lista.
Abro la puerta de mi habitación, corro hacia mi tienda individual y me quito los zapatos. Pedro aparece detrás de mí y me mira a través del espejo.
– ¿Podemos hablar? –Cuestiona cruzándose de brazos mientras que sostiene su peso en la pared.
–Mejor ayúdame a quitarme el vestido. –Sugiero.
Es mejor tomar el camino fácil.
Él se acerca, acaricia mis hombros y de un segundo al otro la tensión en el ambiente es exclusivamente sexual. Respiro un poco más rápido y dejo que sus manos recorran mis hombros y mis brazos en leves y deliciosas caricias. Cierro los ojos, mientras que él coloca su boca sobre mi cuello, deslizando su lengua por mi piel lenta y seductoramente, como si estuviese disfrutando de cada segundo. Hecho mi cabeza hacia atrás y tomo su mejilla en mi mano. Es malditamente hermoso lo que hace con mi piel.
Desliza el cierre de mi vestido y deja que caiga a mis pies desnudándome casi por completo. Toma mi cintura y me voltea inmediatamente hacia su cuerpo. Me besa con más intensidad y luego rodea mis piernas alrededor de su cadera.
Comienza a caminar hacia la ducha y la abre para que el agua corra. Me aparto unos segundos, respiro intentando recuperar el oxigeno en mis pulmones. Lo miro sorprendida y luego sonrío. Desabrocho los botones de su camisa banca rápidamente, el cinturón y lo demás. El coloca su mano debajo del agua y cuando comprueba que ya está a la temperatura adecuada, arroja sus pantalones hacia algún lugar del cuarto de baño de una patada, me carga en brazos y nos mete a ambos debajo del chorro de agua caliente que moja mi cabello instantáneamente.
Pedro, coloca todo su cuerpo encima de mí, acorralándome, como si fuese un animalito indefenso. Mi espalda choca con la fría pared y gimo sin premeditarlo. El sonríe y luego me carga a horcajadas. Su erección es palpable en la entrada de mi sexo y eso solo hace que me excite aun más. Lo quiero, lo deseo, ahora, lo necesito dentro de mí, ahora.
–Dime que deseas, preciosa. –Murmura con la voz ronca. Él tampoco podrá contenerse por mucho tiempo.
–Follame. –Le digo con la voz entrecortada. –Follame, Pedro, follame. –Imploro una y otra vez como si estuviese suplicando por el oxigeno que necesito para poder respirar. El se mueve rápidamente y me penetra. Gimo cuando siento que su miembro me invade por completo hasta que toca la boca de mi útero. Hecho mi cabeza hacia atrás y dejo que el agua nos empape a ambos.
Pedro me toma por el trasero, se mueve hacia arriba retirándolo de mi y luego hacia abajo introduciéndolo fuertemente.
– ¡Oh, mierda! –Exclamo cuando siento las primeras embestidas.
–Abre los ojos, Paula, mírame. –Me pide en un grito. Lo hago rápidamente. Abro los ojos y acerco mi boca a la suya, mientras que el se mueve dentro y fuera de mi, una y otra vez provocando que mi estomago se retuerza y que mis piernas flaqueen levemente alrededor de su cadera. Gimo, jadeo y suelto algún que otro grito de vez en cuando, mientras que clavo mis uñas en su espalda intentando sostenerme de alguna manera.
– ¡Oh, dios, sigue, sigue! –Exclamo cuando siento que se detiene, pero no me hace caso y sale de mi interior. Me observa con inquietud y luego examina el piso del baño.
–Estás sangrando, Paula. –Me dice con evidente preocupación.
¿Qué? ¡Mierda! No, ahora no, no en este momento ¿porque precisamente ahora tiene que sucederme algo así? Además, es completamente embarazoso. Pienso en la fecha… si, es el maldito periodo. ¡Maldición!
–Es solo el periodo, Pedro. –Le informo para que no exagere la situación. – follame, no le des importancia, hazlo. –Le imploro restándole importancia al asunto, pero por su cara de preocupación sé que eso no bastará. Mierda ¿Por qué ahora?
–No quiero hacerte daño. –Me dice con la voz cargada de dulzura. No, Pedro, sigue, nada sucederá, es solo sangre.
–Pedro… –Le advierto moviéndome para encontrar su erección. –Hazlo, por favor.
Él parece pensarlo y por un segundo estoy segura que me dirá que no quiere hacerlo, pero luego vuelve a penetrarme con todas sus fuerzas y todo el miedo que sentía se desvanece de sus ojos.
– ¡Oh, sí! –Grito. Sexo duro y placentero. Mierda. – ¡mas, mas! ¡No pares!
– ¡Muévete, preciosa! –Me indica. Lo hago y pierdo el juicio de nuevo. Me encanta lo que está haciendo. Comienzo a sentir sus duras embestidas y empiezo a perder el control.
Sé que el primero está cerca, ahora más que nunca debemos aprovechar. Estaremos cinco días sin sexo.
Tenemos que hacerlo todo ahora…
***
Luego de vestirme con un pijama de algodón para nada provocador y secar mi cabello, regreso a la habitación.
Pedro está acostado en la cama y mira algo de telebasura sin percatarse de mi presencia. Cruzo la habitación y me acuesto en mi lado de la cama. Él me rodea con su brazo, apoyo mi mejilla sobre su pecho desnudo, suspiro un par de veces y veo la televisión, hasta que siento que ya llené mi cabeza con porquerías que no quería saber. Apenas son las ocho treinta, pero no pienso cenar nada, no tengo hambre, estoy tan cansada y mi humor es tan cambiante que solo quiero dormir abrazada a mi esposo.
– ¿Quieres cenar algo, preciosa? –Pregunta interrumpiendo el silencio entre ambos.
–No tengo hambre. –Respondo acurrucándome sobre su cuerpo.
–Debes comer algo, no has probado bocado en todo el día.
–Pedro, no empieces. –Me quejo como una niñita. Él besa mi coronilla y luego acaricia mi cintura. Suelto un leve suspiro y pienso una y otra vez si tocar el tema del bebé o no. Necesito decirle lo que quiero y lo que no, pero no quiero que se moleste y tampoco deseo romper sus ilusiones. Sé que algún día sucederá, pero no sé si será pronto y tampoco se a donde estaré dentro de siete u ocho años. No estoy lista para esto, ahora.
Me siento en la cama, flexiono mis rodillas y luego las abrazo con mis brazos. Se sienta al igual que yo y me mira expectante.
–Necesitamos hablar de algo muy serio. –Murmuro evitando su mirada.
– ¿De qué se trata?–Cuestiona claramente preocupado.
Oh, mierda ¿cómo se lo digo?
Muevo mis manos nerviosamente intentando buscar alguna forma de decírselo. Titubeo una y otra vez, pero debo decírselo. No sé cómo reaccionará, pero tengo que sacarme esta presión y este peso de encima.
–Se trata sobre tu deseo. –Le digo frunciendo el ceño. Veo como comprende a lo que me refiero y una sonrisa inesperada se escapa de sus labios.
– ¿Qué intentas decirme? –Pregunta sonriéndome. Acaricia mi mejilla y luego mi cabello. Veo esperanza en sus ojos y no quiero romperle el corazón, pero sé que debo hacerlo. Me siento como una maldita zorra.
–Tú quieres un... un bebé. –Digo en un susurro. Y no es una pregunta, es una afirmación, él quiere ser padre. –Ese fue tu deseo. Tú quieres que tengamos un hijo y…
– ¿Qué sucede con eso?
–Yo no quiero.
La sonrisa de su rostro se borra y aparta su mano de mi mejilla rápidamente. Parece confundido y asombrado, pero aun así sigue manteniendo esa chispa de esperanza en sus ojos. No quiero que tenga esperanzas de nada, porque sé que eso jamás sucederá.
–Paula, quiero tener hijos contigo, pero que lo desee no significa que esté pensando que tú en un mes vendrás y me dirás que estás embarazada, porque sé que eso no pasará. –Me dice intentando mantener la calma. –No quiero un hijo así de un día al otro, pero quizá en un año o dos tu y yo
podríamos tener un bebé… –Eleva su mirada al cielo y sonríe como si estuviese imaginándose algo hermoso. – ¿te imaginas lo hermoso que sería ver a una mini Paula correr por los pasillos de la casa con un vestido rosa lleno de flores, en unos años? ¿Te imaginas lo hermoso que sería que te llamaran ‘mamá’ y a mi ‘papá’?
No, no puedo imaginármelo y tampoco quiero hacerlo. Es por eso que no quería hablar sobre este maldito tema.
Estaba completamente segura que él me diría algo así y lo peor de todo es que no encuentro la manera menos despiadada de acabar con sus ilusiones.
–Pedro, basta. –Digo para que se calle. Ya se está imaginando demasiadas cosas que no sucederán. –No puedes hablarme de algo así, nosotros recién comenzamos a conocernos, recién estamos entendiendo nuestras formas de ser, apenas llevamos un año de casados y…
–No comprendo porque me estás haciendo un escándalo por todo esto, Paula. Solo fue un deseo, nada más. Nunca te pedí nada. –Reclama elevándome el tono de voz.
–No es el hecho de ‘si me lo pides o no’. Yo sé que lo quieres y esto es algo que no podré darte. –Respondo.
–No quieres darme, que es muy diferente. –Dice secamente.
Está más que claro que está enfadado y eso me hace enojar a mí también. Está tomándose las cosas muy a pecho y no puedo lidiar con todo esto sola. Estallaré en cualquier momento.
–Paula, te vi hoy en la boda, vi el cariño que tienes por Laura, la forma en la que la consolaste cundo lloraba. Verlas a las dos juntas, hoy, hizo que mi mente viajara a cualquier lugar… yo me imaginé miles de cosas, incluso me ilusioné con la idea de que tengamos un bebé y es algo que lo vengo pensando dese hace tiempo. Tengo casi treinta años…–Murmura sin saber cómo terminar la frase. Sé que quiere que entre en razón, pero esta conversación no tiene razón alguna.
–Pedro solo tengo veinticuatro años, ya estoy casada contigo y… ¡no puedes pedirme ni exigirme absolutamente nada!
– ¡No te exijo nada, Paula! –Exclama saliéndose de control.
– ¡Entiéndelo! ¡No quiero tener hijos contigo! –Grito poniéndome de pie. Ahí está lo que estaba buscando. Sus ojos que antes se veía cargados de esperanza ahora están completamente vacios, perdidos, dolidos, sé que lo que dije no sonó como lo y él lo interpretó de otra manera, pero es demasiado tarde para intentar corregirlo, sé que acabo de arruinar absolutamente todo.
–Paula… –me dice completamente sorprendido.
–No quiero tener hijos ni contigo ni con nadie, Pedro. –Murmuro sintiendo como mis ojos se llenan de lágrimas en este vago e inútil intento por solucionar las cosas. Sé que lo lastimé, sé que me lastimé a mí misma, pero necesitaba terminar con esto. –Lo siento… –Digo finalmente y un sollozo se escapa.
Él se pone de pie e intenta buscar alguna respuesta. Sé que me dolerá, sé que él no vencerá su orgullo e intentará dañarme.
–Tal vez deba buscar a una mujer que si quiera tener hijos conmigo. –Espeta con frialdad.
Cierro los ojos y siento como esas palabras se clavan en mi pecho como puñales. Intento resistir, pero la Paula malvada que llevo en mi interior no demora en responder.
– ¡Pues entonces yo también debería de buscar a otro hombre, Pedro! ¡Un hombre que no quiera tener hijos! –Grito cuando el corre hacia mi armario y veo que comienza a vestirse.
– ¡Tienes razón, saldré en busca de alguien que si quiera tener hijos conmigo! –Grita a modo de reproche mientras que se coloca una de sus camisas negras. Esas que son especiales para salidas o paseos.
– ¡Bien! –Le digo entre gritos. Que lo haga entonces.
– ¡Bien! –Me dice de la misma manera.
– ¡Entonces ve! ¿Qué esperas?–Grito entre furia y llanto mientras que señalo la puerta de la habitación. – ¡Ve y consíguete a cualquier puta que cumpla tu capricho porque yo no lo haré!
Pedro sale de nuestra tienda individual vistiendo pantalones negros y una camisa negra. No sé cómo logró vestirse tan rápido, pero se coloca su reloj en su muñeca e intenta ignorarme por completo. Está muy molesto y hará esto para molestarme aun más, pero sé que es el fin, no saldremos de esta situación tan fácilmente. Ambos lo arruinamos con algo estúpido y sin sentido alguno. Se coloca su colonia y luego recorre la habitación para tomar las llaves del coche y su teléfono.
– ¿A dónde mierda crees que vas? –Cuestiono persiguiéndolo de un lado al otro.
– ¡Déjame en paz, Paula! –Grita volteándose hacia mi dirección de un modo completamente amenazante que me hace retroceder unos centímetros.
¡Maldito!
Camina hacia la puerta de la habitación y solo puedo gritar.
– ¡Te odio!– chillo.
– ¡No es cierto! –Me responde.
– ¡Tal vez deberíamos divorciarnos de una maldita vez y terminar con toda esta mierda! –Grito fuera de control. Oh, maldición, lo dije…
Pedro se voltea en mi dirección y me sonríe con cinismo.
–No digas estupideces, cariño. –Espeta con sorna. –Eso jamás sucederá. –Luego cruza el umbral y camina por el pasillo como si nada.
– ¡Vete a la mierda, Alfonso! –Grito como un último intento, pero sé que eso no va a detenerlo. Cierro a puerta de nuestra habitación con fuerza provocando un gran estruendo. Luego me recuesto sobre ella, me deslizo hasta que mi trasero toca el piso y cuando oigo que el motor de su coche se enciende, me largo a llorar como una maldita estúpida. Las ruedas rechinan fuertemente y luego escucho como cruza la entrada de la casa. Me dejó sola, se atrevió a dejarme completamente abandonada y confundida en esta situación.
–Esto no es justo. –Me digo a mi misma, pero no logro calmarme. –Mi vida es una mierda.
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