viernes, 8 de septiembre de 2017

CAPITULO 48 (PRIMERA PARTE)




Media hora después siento como mi pecho se ve completamente vacío, como si ya no hubiese dolor en el. 


Elevo mi cabeza que estaba escondida ente mis rodillas y suspiro un par de veces. Me arden los ojos de tanto llorar y la piel de mis mejillas se sienten tiesas por causa de las lágrimas.


Me pongo de pie y luego corro al baño. Lavo mi rostro y me limpio la nariz varias veces para asegurarme de que no hay evidencias de que he llorado por causa de Pedro. Regreso a mi habitación y me acurruco en la cama. Solo puedo pensar en todo lo que sucedió hasta quedarme completamente dormida. No me importa a donde fue o que mierda está haciendo en este momento. Solo quiero saber que sucederá el día de mañana. Siempre supe que nuestro matrimonio era un convenio de unos años, que no duraría demasiado y ahora sé que si las cosas siguen así, no pasaremos del año y medio.


Me cubro con el edredón hasta la barbilla y luego tomo mi teléfono de la mesita de noche. Desbloqueo la pantalla y nuestra foto hace que mis ojos se inunden de nuevo. ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué tiene que hacerlo tan difícil? ¿Por qué no logra entenderme?



Yo no soy el problema, el único culpable aquí es él. No es mi culpa. ¿Por qué demonios tuvimos que hablar sobre este delicado asunto precisamente en este momento? sentía que por fin comenzábamos a entendernos, pero luego… aparecieron estos miles de obstáculos que no pudimos superar. Sé que si no logramos prevalecer esto que es algo menor, jamás lograremos superar mayores. Nuestro matrimonio acabará en cualquier momento y no quiero que se acabe…



****


Abro los ojos por causa de un ruido en la planta baja. Me siento en la cama rápidamente y miro la hora en el reloj. Oh, mierda, son las cinco de la mañana y hay lluvia fuerte que cae sobre el techo de la mansión.


Me pongo de pie, tomo mi bata de seda y bajo las escaleras de dos en dos. Todo está tenuemente iluminado y solo logro oír golpes hacia algún objeto que provienen del despacho de Pedro.


Cruzo el recibidor, luego la sala de estar y recorro el pasillo hacia su despacho. Abro la puerta rápidamente y me horrorizo el verlo de espaldas a mí, golpeando la pared con su puño izquierdo, provocando que sus nudillos sangren, mientras que con su otra mano sostiene una copa de whisky. 


Oh, no, Pedro, no…


– ¡Pedro, detente! –Grito horrorizada, mientras que me muevo velozmente hacia su dirección. Domo mis brazos e intento pararlo. Me coloco delante de él y poso mis manos en su pecho para que reacciones, pero parece perdido en su mundo y en sus pensamientos. Como si no me oyera, como si yo ni siquiera existiese. Comienzo a llorar, mientras que grito para detenerlo pero nada parece hacerlo entrar en razón. Está completamente ebrio, huele a alcohol y a cigarrillos… No quiero ni siquiera saber en qué maldito lugar de mala muerte ha estado.


Pedro, mírame. –Digo entre sollozos, golpeando su mejilla una y otra vez con la palma de mi mano para que despierte y reaccione de alguna manera. –Pedro, estás sangrando, detente por favor –Suplico una y otra vez. Tomo su cara entre mis manos y hago que me mire, pero sus ojos están perdidos y no puede controlarse a sí mismo. –Pedro, por favor… –suplico.


–Eres preciosa, Paula. Preciosa. –Dice acercándose a mi rostro. Podría oler su aliento a alcohol desde el otro lado de Europa. Por más que esté molesta, furiosa o lo que sea, no puedo verlo en este estado, se me parte el alma. Sé que rompí su corazón en mil pedazos, sé que destrocé sus esperanzas y sé que lo herí de mil formas posibles, pero así soy y no puedo cambiar. –Eres la única que quiero, jamás habrá otra mujer en mi vida si no eres tú, eres la única… –Dice con voz de borracho. Por dentro me rio levemente, pero luego me vuelvo seria.


–Vamos a la habitación, Pedro, necesitas una ducha. –Digo intentando parecer amable. Él se ríe y luego bebe otro sorbo de su copa casi vacía. Se la quito de las manos y la dejo a un lado con desprecio. ¿Por qué tiene que hacer esto?


Luego hago que me siga hasta la sala y cuando llegamos allí ambos nos caemos sobre el sillón sin que pueda detenerlo. 


Nuestras miradas se cruzan y aunque este ebrio, en sus ojos veo amor, veo cariño, veo ese algo especial que siempre está ahí cuando lo necesito. Por un segundo quiero seguir llorando, pero sé que no debo hacerlo. Paula Alfonso no llora, al menos no todo el tiempo. Ya he llorado demasiado en menos de veinticuatro horas.


Pedro mueve su mano hacia mi mejilla, la acaricia lentamente, mientras que observa cada centímetro de mi piel y posa sus ojos sobre mis labios. Trago el nudo que tengo en mi garganta y dejo que quite un mechón de pelo que cubre mi rostro. Me siento completamente hipnotizada, sé que va a besarme y así como está –Ebrio y todo– no podré resistirme.


–Eres mi tesoro más valioso, mi preciosa Paula. –Dice acercándose cada vez más. –Eres el único motivo que le da sentido a mi vida, eres la única mujer que yo am…


– ¿Qué yo qué? –Pregunto velozmente. – ¿Qué yo que, Pedro? –Se ríe y luego niega con la cabeza un par de veces.


–No tengo que decirlo si no sientes lo mismo. No tiene sentido. –Espeta clavando su fría mirada en mí. Se pone de pie como puede y camina hacia el recibidor. Demoro unos poco segundos en moverme y lo sigo. Lo ayudo a subir las escaleras a pesar de sus quejas y protestas. Luego llegamos a nuestra habitación y antes de que se arroje a la cama lo arrastro hasta la ducha. Abro el agua fría y así como está, lo meto debajo de ella para que se le quite la borrachera estúpida y sin sentido que tiene.


– ¡Mierda! –Gruñe cuando siente todo su cuerpo congelarse. 


Me rio levemente y luego le doy indicaciones para que se quite la ropa.


–Te jodes, por imbécil, Alfonso –Murmuro conteniéndola risa. 


Pedro parece querer juguetear y me hace una especia de striptease sensual típico de borrachos. Me rio, luego golpeo su espalda con la palma de mi mano y le ordeno que siga dándose un baño. Cuando acaba lo ayudo a secarse por completo. Tomo la toalla que se encuentra en un rincón y al hacerlo muevo su camisa mojada del piso y veo manchas de labial color rosa sobre la tela negra. Siento como un balde de agua helada cae sobre mi espalda. Miro las manchas una y otra vez y luego se las enseño a Pedro que parece tan sorprendido como yo. ¿Dónde demonios ha estado? ¿Por qué hay manchas de labial en su ropa? Oh, mierda, esto no me gusta para nada, esto no está bien.


– ¿Qué es esto? –Cuestiono enseñándole más de cerca las malditas manchas. – ¿puedes explicarme que mierda es esto? –Pregunto de nuevo elevando el tono de voz. Perdí el control de la situación por completo y ahora estoy más molesta que nunca.


–No es lo que crees, Paula. –Dice rápidamente. –No es lo que estás pensando, te lo juro, nada sucedió, yo nunca…



– ¡Vete a la mierda! –Grito arrojándole su camisa mojada a la cara y salgo del cuarto de baño cerrando la puerta con un ensordecedor estruendo. Siento como Pedro me persigue por la habitación. Me zafo de sus miles de intentos por atraparme y luego veo como corre al armario y se coloca unos bóxer. Se tambalea de vez en cuando y toca su cabeza una y otra vez. Deseo que se muera de jaqueca, se lo merece por idiota. No puedo creer que esto este sucediéndome ha estado con mujeres, ha bebido y seguramente despilfarro mi dinero en un lugar de mala muerte.


Me acuesto en la cama y él lo hace conmigo. Intenta abrazarme, pero me suelto de sus intentos y lo golpeo con el codo cuando quiere envolverme con sus brazos.


–Déjame en paz. –Digo con sequedad, pero me toma de la cintura y me hace voltear hacia su dirección.


–Paula…


–No me hables, no me toques. –Digo apartándome por enésima vez. –Deberías de dormir en otro cuarto. No quiero verte. –Digo con frialdad y molestia.


–Eres la mujer de mis sueños, preciosa Paula. –Dice entrecerrando los ojos como si estuviese a punto de dormir. 
–Eres… especial… por eso… te… mucho. –Balbucea sin que pueda entender que quiere decirme y estoy desesperada por saber. Quiero moverme, pero Pedro me rodea con sus dos fuertes brazos y me coloca cómodamente encima de su pecho. Se mueve un par de veces y luego descansa una de sus manos en mi cintura.


Pedro. –Digo elevando el tono de voz, pero no oigo su respuesta. –Pedro. –Repito, pero no me oye. Sé quedo completamente dormido. Sin poder terminar la frase que quería oír y sin darme una explicación de lo que sucedió. Lo único que me intriga saber es ¿Qué sucederá cuando despertemos en la mañana?











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