jueves, 7 de septiembre de 2017

CAPITULO 44 (PRIMERA PARTE)




Me miro al espejo para comprobar que todo está en perfección. Me veo increíble. Peino mi cabello con mi mano y luego aliso la falda de mi vestido. Tomo mi pequeño bolso y quito un labial color rosa. Veo atreves del espejo a la chica que acompañaba a Harry. Ella me observa y parece algo incomoda al verme.


¿Y porque no lo estaría? Soy hermosa, está más que claro que la intimido con mi presencia.


– ¿Y tú eres? –Pregunto observándola de pies a cabeza. Intento ser amable pero no es tan fácil. –Es decir, hola.


Espero su respuesta unos segundos, pero percibo que está observándome. Si, lo sé, soy real, soy hermosa, no es necesario que se quede muda.


–Hola. –Me responde a voz baja. Parece ser tímida, todo lo opuesto a mí.


– ¿Eres novia de Harry? –Inquiero indiscretamente. Sé que no fue correcto atacarla de esa manera, pero soy curiosa, quiero saber que sucede. Soy así, no puedo hacer nada al respecto.



–Eh… no. –Me responde sonando dudosa. –Harry es un idiota. –Chista molesta. Sí, eso ya lo sé, es un completo imbécil y solo debo tolerarlo porque es buen amigo y socio de Pedro. Ya sabré que sucede entre estos dos cuando sea la ocasión. Me muero de curiosidad. Molestar a Harry será más que divertido, debo decírselo a Pedro.


– ¿Cómo te llamas?


–Soy Lisette, pero todos me dicen Lisa.


Extiendo mi mano hacia su dirección e intento parecer amable y no intimidarla demasiado.


–Soy Paula Alfonso. – mascullo acomodando la parte superior de mi vestido, para que se acomode mejor y haga lucir la curva de mis pechos. –Harry y mi esposo son buenos amigos. Es un placer.


Ambas regresamos al jardín en donde la fiesta continúa y aun sirven los banquetes de recepción. Algunas personas están sentadas en sus mesas y tras hablan plácidamente en medio del jardín. El día jugó a favor. La chica me acompaña y cuando localizo a mi esposo sonrío de oreja a oreja porque lo veo al lado de Harry platicando animadamente. Acelero el paso hasta llagar hacia ellos. Lisa me sigue como si yo quisiese que lo haga y se coloca al lado de Harry. Me acerco a mi esposo y me posiciono a su lado. Él me toma de la cintura y me besa inesperadamente. Sonrío porque sé que los demás me observan y me aferro a su brazo. Recuerdo que estoy fingiendo y sonrío ampliamente.


–Harry, es un placer verte. –Siseo con una malévola sonrisa en mis labios.


–Lo mismo digo, Paula. –Responde con sorna. Reacciona al ver a su acompañante algo incomoda y nos la presenta a ambos formalmente. Codeo a Pedro con disimulo y luego le sonrío a la chica que parece más que asustada. Está más que claro que hay algo entre ellos, puedo notar esa tención sexual en el ambiente, la reconocería en cualquier lugar.



–Déjame decirte que tu novia me agrada, muchísimo, además su vestido es hermoso. –Canturreo apropósito. 


Aunque obviamente eso no es del todo cierto. No me agrada la gente, solo finjo que lo hacen. Le lanzo una miradita a Pedro y me sonríe con complicidad. Harry me fulmina con la mirada y luego se mueve nervioso. Está más que claro que son algo, pero ninguno de los dos sabe que. Es mejor que Harry reciba mi inoportuno empujoncito antes de que alguien más la reclame.


Los dos se alejan unos pocos metros y platican entre ambos. 


Ella parece decirle algo y él se lo cuestiona. Oh, las peleas de parejitas son tan divertidas de ver. Es obvio que ella está molesta, no quiere estar aquí y por alguna extraña razón tolera a ese tonto.


– ¿Jugando a ser Cupido, señora Alfonso? –Cuestiona Pedro sobre mi oído de manera sensual y provocadora, mientras que posa su mano derecha sobre mi vientre y me acerca más a su cuerpo.


–Tiene veinticinco, ya es momento de que se case y forme una familia ¿no crees?


–No los presiones, cariño. Harry sabe cómo llevar esto. De verdad eres malvada.


–Lo sé. –Respondo. No lo tolero del todo, quiero hacerlo sentir incomodo al menos unos momentos. Estoy aburriéndome en esta boda y necesito algo divertido que hacer. – ¿Qué hora es? –Cuestiono acariciando su pecho con mi dedo índice. Mira su reloj y luego me sonríe dulcemente.


–Apenas son las dos de la tarde ¿Por qué?


¿Cómo se lo digo? Tengo una excelente idea en mente y nos incluye a ambos, pero ¿el aceptara? Espero que sí, sé que funcionará al máximo si lo hacemos además es bueno para ambos, los dos vamos a disfrutar con la adrenalina de saber que alguien puede atraparnos haciendo algo malvado. Oh, a mi Paula interior le encanta eso…


Voy a decírselo sin más preámbulos, pero la voz a través de los micrófonos del maestro de ceremonias me interrumpe. La celebración oficial está a punto de comenzar y nos ordenan a todos los invitados que busquemos alguna mesa disponible. Los demás se mueven hacia donde deben y Pedro me arrastra con ellos. Mi idea fantástica tendrá que esperar para más tarde. Ahora debo comportarme como la esposa perfecta y hermosa que soy.


– ¿En qué mesa estamos?–Pregunto rápidamente al ver que todos se sientan en cualquier lugar. Por dios, odio cuando esto sucede, no es como en mi perfecta boda en la que cada invitado tenía su número de mesa e incluso de silla. Todo salió, maravilloso, pero por lo que veo en esta boda no será así. ¿Con quién nos sentaremos? Soy la cuñada de la novia, debería de estar en la mesa numero uno o la dos como mucho. Que insolencia por parte de la que planeo esto a conjunto con Emma.


–No lo sé. –Me responde encogiéndose de hombros, pero no parece preocuparle la situación. Sé que él no tendrá problema, al fin y al cabo son todos sus familiares así que soy yo la que debe soportar esto y tolerar a toda la manada alemana Alfonso. Genial. –Emma dijo que no había disposiciones exactas.


¡Fantástico!


Minutos después, Pedro y yo nos ubicamos en una de las mesas cercanas a la principal en la que Emma, Laura y Stefan se encuentran. Por suerte somos los únicos, pero más gente sigue llegando y solo quiero contener mi cara de sorpresa al ir descubriendo quien será nuestra compañía durante varias horas. No me agrada la idea de compartir una mesa. ¿Por qué no hay una mesa solo para mí y Pedro? Esa sería una idea que deberían implementar en las bodas. No me agrada demasiado el contacto con los demás.


Tania corre hacia nuestra mesa y se sienta a mi lado con una amplia sonrisa.


–Qué bueno que están aquí, no quería sentarme con los tíos. –Dice con una traviesa sonrisa en dirección a Pedro que se ríe por su actitud. – ¿no te importa, verdad, Paula?



– ¡No, claro que no! –Exclamo no muy convencida.


Bueno, supongo que tendré que aprender a compartir mesa al menos el día de hoy y juro que no volveré a hacerlo jamás. Pedro sigue sentado a mi lado y me toma de la cintura, mientras que su hermana y yo hablamos entretenidamente. A lo lejos veo a Harry y a la chica que observan el lugar. No quiero que se sienten aquí, no quiero compartir mesa, pero Pedro lo arruina todo y eleva su mano hacia la dirección de ambos y los invita a que se sienten con nosotros.


¡Genial!


–No quiero que se sienten aquí. –Espeto acercándome a su oído.


–Paula… –Me advierte Pedro al mismo tiempo que los dos ‘tortolitos’ se acercan.


Ignoro las señales de advertencia de Pedro y espero hasta que ambos se sienten. Lisa se coloca delante de mí y Harry a su lado. Oh, sí, que el plan comience. Ambos siguen incómodos y algo callados durante varios segundos. Barent se acerca a nuestra mesa y antes de que pueda gritar a modo de protesta, se sienta al lado de Pedro. ¡Mierda! 


Mendigo viejo. Bueno, al menos la mesa de seis ya está completa, eso significa que no tendré que tolerar a mi suegra o a los demás Alfonso. Suspiro por dentro, eso me tranquiliza. Será una boda diferente y solo tendré que controlarme lo más que pueda. Podré hacerlo, siempre puedo hacerlo.


Tania y yo seguimos hablando y de vez en cuando le lanzo miradas a Lisa y a Harry que parecen absortos del mundo real. Como si estuviesen perdido en un mar de pensamientos que ninguno sabe comprender. Por dios, me muero de curiosidad por saber que hay entre ambos.


–Adoro tu vestido, Paula. Es precioso. –Murmura Tania con una sonrisa de oreja a oreja, mientras que bebe un sorbo de agua de una finísima copa de cristal. Si, ya sé que es magnífico, todos piensan lo mismo.



Me miro intentando parecer humilde, pero no lo logro. Sí, mi vestido es hermoso, yo soy hermosa, no tengo por qué sentirme avergonzada de la verdad. Soy así. Soy perfecta, no tengo la culpa de serlo.


–Te agradezco, a mí también me encanta. –Alardeo con una sonrisa. –Fui a una elegante tienda en la zona céntrica y en el momento en el que vi este vestido, el lunes y me enamoré de el. –Comento rápidamente para que ya no me hable de esto.


Los novios reaparecen delante de todos sus invitados tomados de la mano de mi sobrina, interrumpiendo la conversación de todos los invitados. Todos nos ponemos de pie y aplaudimos eufóricamente a los homenajeados. A lo lejos veo a Damian tomándoles fotografías a los novios y parece muy concentrado en lo que hace.


Minutos después, los aplausos cesan y todos volvemos a sentarnos. Tres mozos rodean nuestra mesa vistiendo impecables trajes negros y depositan un palto delante de cada uno reluciendo un excéntrico y seguramente costoso plato como entrada. Frunzo el ceño y con el tenedor pincho un par de veces la carne delante de mí. No quiero comer, no tengo hambre.


Tomo la carta que se encuentra delante del centro de mesa y la leo. Quiero saber qué es exactamente antes de hacerlo.


Es comida inglesa típica y muy popular, pero aun así.


–Rollo de salmón ahumado, tostada de pate de granja y mini salchichas en hojaldre. –Lee Tania a voz alta para que todos la oigan. Nadie empezó a comer, pero elevo la mirada y todo observan el plato que tienen en frente, dudosos. ¿Quién empieza primero?


–Tiene buena pinta. –Expresa Barent con una sonrisa y luego clava su tenedor en una de las mini salchichas. Los demás hombres lo siguen y comienza a comer plácidamente.


–Realmente no debería probar ni un bocado. –Murmura Tania alejando su plato. Si, ambas pensamos igual, yo tampoco debo de comer y creo que no lo haré.


–Tienes razón. –Agrega Lisa. –Con lo que me cuesta comenzar una dieta.


Me rio levemente. Si chicas lamento decirles que deberían de hacer dieta. Sé que soy mala, pero mejor no daré opiniones sobre lo que pienso justo ahora. No tengo deseos de hablar. Quiero que todo esto acabe para regresar a casa. Luego coloco mi mano sobre la rodilla de Pedro y la acaricio levemente. Me sonríe y luego besa mi mejilla.


–Come, cariño. –Me ordena dulcemente. –Por favor. –Me pide clavando sus ojos sobre los míos.


–No. –Digo de la manera más dulce que puedo.


–Solo unos bocados.


–Bien. –Respondo rendida. Lo haré solo para complacerlo.


–No toleraré dietas y gimnasio de nuevo. Me morí de hambre para entrar en este vestido de dama de honor. –Confiesa Tania en un alarido.


Oh, por dios. Esto es completamente ridículo. No pueden hablar sobre dietas y gimnasio en una boda. De verdad que son frustrantes. No lograré tolerarlas por mucho tiempo.


–Señoritas, las dos son hermosas, no deben hacer dietas. –Asegura mi esposo dulcemente y ambas se ríen al unísono. 


Tengo que fingir, tengo que hacer que todos crean que me agrada estar aquí y sonrío. Lo beso en la mejilla y luego acaricio su mentón con su dedo índice. Sé que no debo de comportarme así frente a todos, pero qué más da, es mi esposo, tengo el control, hago lo que quiero. Anhelo sexo de nuevo.



–Veo que ustedes dos siguen en la luna de miel. –Comenta Barent cortando su salmón con una traviesa sonrisa en su rostro. Mendigo viejo. ¿Qué le importa? Es mi esposo, hago lo que quiero con él. Además recuerdo algo… cuando quise follarme a mi esposo en su despacho él se entrometió y arruinó el comienzo de la luna de miel, así que será mejor que cierre la boca.


–Eso creo, tio. –Responde Pedro con una sonrisa. –Y tú, come, cariño. –Me advierte nuevamente al ver que ni siquiera toque mi comida.


Minutos después el ambiente tenso comienza a disiparse. 


Todos comen y luego de varios pedidos y suplicas de Pedro, decido probar bocado de lo que tengo en el plato. El paté no está mal y el salmón está tal y como me gusta, pero no como las salchichas, es lo único que me desagrada. Pedro me besa y me acaricia a cada instante, como si se a asegurara de que de verdad sigo a su lado. Dejo que lo haga porque me gusta que sea atento conmigo, nos besamos, hablamos, reímos y comemos con gusto, pero muy en mi interior sigo siendo la Paula malvada y gruñona de siempre.


El primer plato es retirado de las mesas y minutos más tarde el maestro de ceremonias anuncia el primer baile de los novios. Todos aplaudimos. Emma y Stefan se posicionan en medio del césped verde que funciona como pista de baile, rodeada por varios postes de acero cubiertos por jazmines y lirios.


Ambos se miran fijamente y se sonríen el uno al otro. 


Damian está ahí en medio tomando fotografías sin detenerse. Me rio al verlo, parece emocionado y sé que no quiere perderse ningún momento de la boda. Una melodiosa canción comienza a sonar y todos se ponen de pie para contemplar el baile desde sus lugares.


Los novios comienzan a moverse por la pista de baile. 


Pedro toma mi mano y me sonríe. Sé lo que está pensando y también sé que si me pongo a recordar nuestro primer baile, lloraré. Pisé sus pies dos veces y eso lo hizo realmente memorable. Ese día estaba tan nerviosa que no lograba coordinar mis pies y mi lengua.


Apoyo mi cabeza en el dorso de su brazo y suspiro. Aunque jamás lo admití, nuestro primer baile fue una primera vez, fue especial y lindo… que tonta fui.


Todos aplauden ante el beso, luego Laura corre hacia sus padres, ellos la cagan en brazos y ahora los tres están bailando juntos. Son una increíble familia, sé que será perfecto, serán felices por siempre. No puedo contenerme, mis ojos se humedecen ante la imagen, Damian sigue tomando fotografías y sonríe. Todos los invitados miran el cuadro con ternura. Laura carcajea y ambos padres besan sus mejillas. Luego siguen bailando y se oyen algunas risas.


Pedro me rodea la cintura con su brazo y besa mi frente. 


Cierro los ojos y por unos segundos lo abrazo. Lo necesito, no sé si es la canción o el momento, tal vez debe de ser el sol… pero lo necesito, quiero tenerlo cerca de mí a cada segundo.


La canción finaliza y la multitud estalla en aplausos. Me alegra saber que no tenemos que bailar con los novios, eso en mi boda se me hizo tedioso e insoportable. Fue terrible bailar con gente que ni siquiera sabía cómo se llamaba. Me incorporo nuevamente y finjo que nada sucedió. Estoy bien, no voy a llorar, no ahora.


Cada quien regresa a su respectiva mesa y luego los dos fotógrafos se organizan para tomar las fotos de los novios con cada una de las mesas. Esperamos impaciente por unos veinte minutos hasta que es nuestro turno. Damian al verme me sonríe y me guiña un ojo, lo saludo con la mirada y luego escucho atentamente las indicaciones de ambos fotógrafos. 


Las mujeres estarán sentadas y los hombres de pie, detrás de nosotras con los novios y Laura en medio. Nos acomodamos y nos toman cuatro fotos. Luego el otro chico regresa el alto centro de mesa a su lugar y los expertos en
fotografías prosiguen con los invitados restantes, pero Emma y Stefan se detienen delante de nosotros dos y nos sonríen sin motivo alguno.


– ¡Hermanito!–Exclama abrazando a Pedro. –De verdad gracias por el regalo, pensé que…


Pedro sonríe y la abraza, pero parece algo incomodo y me mira de reojo, como si estuviese intentando ocultarme algo.


–No hay de que, Emma. –Le dice en un susurro. Stefan lo abraza y luego mi cuñada se lanza sobre mi emocionada y lloriquea en mi hombro. Frunzo el ceño y cualquiera puede notar que estoy confundida. ¿Qué sucede?


–Gracias a ti también Paula, no creí jamás que Pedro nos regalara la luna de miel a Grecia, de verdad gracias.


Mi boca cae lentamente y mi cerebro se detiene en el proceso de esas palabras. Pedro quita su mirada de mí y la lleva hacia otra dirección, evitándome por completo. Tomada por la sorpresa y la desilusión que siento en este momento, me alejo de Emma y hago mi mejor esfuerzo por sonreír. 


Ahora sí, la Paula de antes regresó. Estoy utilizando una máscara, todo cambio de un momento al otro. Me siento furiosa, decepcionada, dolida…Pedro le regalo la luna de miel que tanto he deseado durante el año que estamos juntos a su hermana y ni siquiera tuvo el coraje de decírmelo.


–Disfruten la boda, se lo merecen. –Espeto fríamente sin quitar mis ojos de Pedro. Ambos nos abrazan nuevamente y luego siguen con sus fotografías. Pedro parece querer decir algo, pero no puede gesticular ni una sola palabra.


–Paula… –Dice finalmente, pero no tengo deseos de oírlo. –No hagas un escándalo.



– ¡No me digas lo que debo hacer! –Chillo intentando contenerme. –sabias que era importante para mí. Podrías habérmelo dicho, Pedro. –Sugiero dolida. Ahora sí, todo se salió de control. Nada está bien.


– ¿Todo en orden? –Cuestiona Barent observándonos con detenimiento. Poso mi vista en los demás invitados de la mesa y todos nos observan. Lisa parece algo confundía, Harry no expresa nada y Tania me hace señas para que le diga que sucede, pero nada me importa. Quiero largarme de aquí, no tengo ánimos para soportar esto.


–Si me disculpan, iré a… –Mierda, no sé qué excusa inventar. –Yo…


–Servirán el plato principal en unos minutos, querida. –Me informa el tio de Pedro. –Acompáñanos.


–Sí, lo haré luego, solo necesito unos minutos. –Les digo a todo claramente perturbada. Tomo mi bolso de mano y luego sonrío para que todos pienses que no me pasa nada. Pedro no se mueve de su lugar y solo siento su mirada implorándome que no haga nada.


– ¿Quieres que te acompañe? –Pregunta Lisette con amabilidad.


–No. –Respondo rápidamente. Que ni siquiera se le ocurra seguirme. Solo me agrada un poco, ni siquiera eso y necesito estar sola. Me molestaré, necesito unos minutos sin ninguna de estas personas a mí alrededor. –Estaré bien.










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