martes, 5 de septiembre de 2017
CAPITULO 37 (PRIMERA PARTE)
Sale del coche y cierra la puerta de un portazo. Patea la rueda delantera y observa el daño del automóvil detenidamente. Toma el celular de su bolsillo y se aleja unos metros. No hay ni un solo vehículo en los alrededores y la iluminación es escaza. Me quito el cinturón y luego abro la puerta y me bajo. Necesito un poco de aire, necesito respirar o me volveré completamente loca. Mi cabeza sigue doliendo y aun tengo nauseas. No debí de beber de esa manera, pero ahora lo más importante es intentar explicarle a Pedro que esto no es lo que él cree. Debo decirle lo que sucedió.
Me acerco cautelosamente y lo escucho hablar de mala manera con alguien por teléfono. Cuelga la llamada y cuando se voltea, choca conmigo y parece algo sorprendido. No sé cómo empezar a hablar, necesito que me diga algo, necesito que me demuestre cuáles son sus sentimientos en este momento además del enojo que se apodera de sus sentidos. Estoy confundida y me siento culpable de algo que jamás hice.
– ¿Podemos hablar? –Digo en un vago intento por entablar la conversación que es inevitable.
–No hablaré contigo, Paula. –Me dice duramente. –Regresa al coche.
–Escúchame, Pedro, escúchame por favor. –Suplico como pocas veces lo he hecho en mi vida. La culpa me consume y verlo de esta manera me convierte en una maldita débil. –No es lo que tú crees, jamás te fui infiel, jamás lo haría… –Murmuro intentando aligerar la tensión del ambiente y también los pensamientos que surcan por su cabeza atormentándolo a él y a mí de maneras desiguales.
–Iba a besarte, Paula. –Sumita clavando sus ojos sobre los míos. Veo dolor, enfado, disgusto. Es como si lo hubiera traicionado. Arruiné algo perfecto sin siquiera notarlo. –Ese tipo iba a besarte, iba a sentir tus labios, iba a hacerlo, tu eres mia…
Demasiado tarde.
Mis ojos están inundados de lágrimas y una de ellas se escapa inevitablemente. Verlo así me duele mucho más de lo que me lo podría haber imaginado alguna vez. Me quiere, lo quiero ¿Por qué todo es así de complicado? Jamás lo engañaría y él lo sabe, fue un desliz, un paso en falso, pero pude evitarlo, Pedro lo evito. ¿Yo habría detenido a Damian si me hubiese besado? No sé la respuesta y por eso me siento como una maldita perra. Pedro tiene razón, lo soy de cierta forma.
–Es solo un amigo. –Siseo con la voz entrecortada. –Es el que me tomó una fotografía el día de la fiesta, pero de verdad no lo conocía en ese momento. Yo…
– ¿Qué hacia contigo? ¿Por qué? Dime que sucede entre ambos, dime que sientes por él. –Su voz resuena desesperada y cargada de miedo. Verlo así me rompe el corazón, me siento como una jodida hija de puta. Le hice daño…
–Pedro, por favor no pienses lo que sé qué piensas. No es nadie importante. –Digo con seguridad. Necesito decirle que él es lo más importante que tengo en la vida, pero sé que no es buen momento porque él no me creerá. –Se llama Damian y es solo un amigo.
– ¿Un amigo? –Cuestiona con una leve risita irónica en sus labios que hace que mi mal humor y mis deseos de golpearlo se incrementen dentro de todo mi ser. No me gusta su juego y tampoco pretendo seguir sus reglas. Estoy siendo sincera y a cambio recibí burlas y risitas sin sentido. – ¿Cómo lo conoces? ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Desde cuándo sales con esa mierda? ¿Qué demonios te sucede? Ni siquiera conoces a ese tipo, eres una inconsciente. Me fui a España y seguramente te veías con ese hombre. ¿Qué haría yo si algo te sucediera? ¿Qué no tienes conciencia? –Grita hacia mi dirección.
– ¡Somos amigos!
–Un amigo que intentó besarte, que intento besar a mi esposa. Eso no es un amigo, Paula. –Prosigue fríamente.
Coloca ambas manos en los bolsillos de sus pantalones y me observa lascivamente.
– ¡A la mierda lo que pienses, Alfonso! –Exclamo furiosa. – ¡Vete al maldito demonio! estoy intentando pedirte disculpas cuando ni siquiera hice nada malo y tú te comportas como un detestable y completo idiota.
Me volteo hacia mi lado contrario y camino pisando fuerte sobre el asfalto. No sé a dónde iré pero no a casa, eso es seguro. No quiero verlo por varios días, no volveré a pedirle disculpas, ni siquiera lo intentaré. Esto se acabó y es completamente definitivo. Ya no somos nada. El mes romántico y especial se esfuminó como por arte de magia.
– ¡Paula! –Grita a pocos metros de mí. – ¡Regresa aquí, ahora!
Me volteo a medias y lo reto con la mirada. No funcionará, conmigo.
– ¡Púdrete Alfonso! –Grito y sigo caminando. Escucho sus pasos apresurados detrás de mí, pero no me volteo y tampoco me detengo. Si quiere venir detrás de mí, que lo haga, pero por más que lo intente nada funcionará. Pedro está molesto y yo estoy molesta.
Él me toma del brazo con fuerza y hace que me voltee hacia su dirección. Choco con su torso y siento como me toma de la cintura con una mano, agarra mi cuello y aprisiona mis labios con los suyos desesperadamente. Me toma desprevenida, hunde su lengua en mi boca y muerde mi labio inferior.
–Me vuelves loco, Paula. –Murmura colocándola palma de su mano en la curva de mi trasero apretándolo levemente. –Me vuelves loco de todas las maneras posibles.
Reacciono rápidamente y la Paula pervertida y excitada que está en mi interior se despierta y comienza a ser quien realmente es. Todo se transformo ágilmente. Y no estoy molesta, ni siquiera recuerdo porque peleábamos.
Paso mis manos por su pelo y lo revuelvo mientras que nos besamos. Comienza a caminar y sigo sus pasos torpemente sin separarme de sus labios. Gimo cuando siento el metal del coche sobre mi espalda y su cuerpo muy cerca del mío.
Su erección choca con mi bajo vientre y enloquezco. Mis manos viajan hacia su pecho y así como estamos, en medio de la autopista casi vacía, comienzo a desprender los botones de su camisa.
Nos movemos y abro la puerta del auto. Nos introducimos dentro torpemente. Levanta mi vestido hasta que se arruga en mi cintura, se sienta, desprende sus pantalones y luego rompe mi ropa interior como un completo salvaje. Mi respiración es entrecortada y cuando me coloco a horcajadas sobre él, golpeo mi cabeza con el techo y ambos reímos ligeramente.
– ¿Estás bien? –Cuestiona con una sonrisa. Sonrío y asiento levemente con la cabeza, me baja la parte de arriba del vestido y pasa su boca por uno de mis senos al descubierto.
Inclino mi cabeza hacia atrás y suelto un gemido cuando su lengua recorre la aureola que rodea mis pezones. Oh, mierda. ¿Esto de verdad está sucediendo? ¿O aun sigo borracha e imagino cosas?
–Creí que estabas enfadado. –Jadeo.
–Aun estoy enfadado. –Me responde.
No me importa que este molesto. Al demonio todo. Quiero tener el control de nuevo.
–Dame tu teléfono. –Le ordeno con voz ronca. Él frunce el ceño, vuelvo a pedírselo y cuando me lo da, veo en la pantalla nuestra fotografía juntos. Toco un par de botones y I got you comienza a sonar dentro del coche.
Se mueve, me eleva unos centímetros hacia arriba y luego me penetra lentamente. Su miembro se introduce en mí y me hace enloquecer. Siento como me llena en el interior y como mi estomago se siente un poco presionado por la posición en la que estamos. Oh, dios, esto es fantástico. Adapto mis piernas a su cuerpo y luego arranco los botones que me quedan sin desabrochar de su camisa blanca. Lamo su pecho una y otra vez y luego el comienza a deslizarse avivadamente.
–No confías en mí. –Musito entre jadeos llenos de placer.
Apoyo mis manos en sus hombros y dejo que mis tetas reboten en su cara incesantemente.
–Confío en ti. –Afirma con la mandíbula apretada. Deja caer su cabeza entre mis pechos y besa mi tórax levemente. –No confío en él, no confío en ningún otro hombre. Cuando se trata de ti, todos son mis enemigos.
Mi corazón late fuertemente dentro de mi pecho. Tomo su cara con ambas manos y acaricio su mejilla lenta y delicadamente. Dejo que me bese, que me toque, permito que me haga lo que quiera. Soy suya, aun estoy algo disgustada, el también, pero así somos. Soy suya, el es mío, solo mío.
–Eres mía. Solo mía. –Afirma. Me penetra con más fuerza y hace que lo mire fijamente. –Solo mia y que te quede muy claro ¿De acuerdo?
–Sí, de acuerdo, soy tuya. –Digo una y otra vez. Estoy volviéndome desquiciada. Sus movimientos me hacen vibrar y su manera de tocarme me provoca más deseo y excitación del que ya siento.
–And when you need a place to run to –Canto sensualmente sobre su oído derecho mientras que nos movemos juntos al ritmo de la canción que resuena en los parlantes del coche.
–For better or worse… –El me sonríe y acaricia mi cara desesperadamente. Me siento en el cielo de nuevo. Si podemos superar esto podremos superar lo que sea. Sé que volverá a molestarse, pero lo bueno es que ya es como hacerlo entrar en razón.
–I got you… –Canta sobre mi oído con una sonrisa que me arrebata todos los sentidos y hace que el cielo no sea nada comprado con este momento y este lugar.
–I got you, Pedro.
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