martes, 5 de septiembre de 2017
CAPITULO 36 (PRIMERA PARTE)
Entro a Funclub y la música ensordece mis oídos. Me siento completamente diferente y mi corazón late rápidamente.
Siento adrenalina en las venas. Estoy haciendo algo muy malo y tendré mis consecuencias. Observo el lugar pero hay demasiada gente, será casi un milagro si encuentro a Damian en este lugar. Es mucho más grande, más elegante y divertido que las veces en las que venía antes de casarme.
Tomorrowland comparado con este lugar no es nada.
Avanzo entre la gente y creo mi propio camino. Hay más hombres que mujeres lo cual me resulta mucho más divertido. Lanzo miradas sensuales y una sonrisa brillante a todos los que me observan con la boca abierta. Si, lo sé, soy hermosa y tal vez soy lo más precioso del lugar, pero no es necesario que babeen, chicos.
Me muevo levemente mientras que me dirijo hacia la barra.
Pienso beber hasta que me canse. Pedro se arrepentirá por lo que me hace intencionalmente. ¿Qué no entiende que no quiero compartirlo con nadie? Es mío, solo mío y de nadie más. Debería de estar conmigo en este mismo momento y no en un estúpido partido de futbol. Lo detesto tanto a veces que lo quiero mucho mas… no tiene sentido.
– ¿Qué te sirvo, hermosa? –Pregunta un hombre alto, de gran complexión física con una camisa negra y unos brazos para morirse. Aparto un mechón de cabello hacia atrás como toda una diva y sonrió. Me siento en el taburete recubierto por cuero negro y cruzo las piernas en dirección a un grupo de hombres que me observa detenidamente.
–Dame algo que me vuelva loca. –Le digo entre gritos para que me oiga sobre la música electrónica que se apodera de todos mis sentidos. Me siento como una adolescente, como cuando tenía diecisiete y escapaba de casa y me infiltraba en estos lugares para hacer desastre. Oh, Pedro… si supieras lo que nos espera a ambos…
El chico se voltea y disimuladamente observo su trasero. A mí nadie me puede engañar, todas las mujeres lo hacen y muchas veces no son consientes de ello. Es algo divertido y para nada vergonzoso. Si los hombres hacen eso ¿Por qué las mujeres no pueden hacerlo, también? Mmm… tiene buen trasero, aunque el cuerpo desnudo de Pedro se me viene a la mente rápidamente. Sí, quiero su cuerpo de nuevo…
¡Mierda!
Tiende una bebida color rosa delante de mí con unos leves colores naranjas en medio. Frunzo el ceño, pero sin preguntar qué es lo bebo rápidamente. Es delicioso. Mi garganta quema, pero sinceramente me importa una mierda.
La Paula rebelde de años atrás está de regreso. Pienso hacer lo que se me antoje.
Bebo todo el contenido de mi vaso y siento como el alcohol comienza a hacer efecto en mi interior.
– ¡Oh, mi dios! –Exclamo emocionada. – ¡Cuida mi bolso, guapo!
Me vuelvo completamente loca, dejo mi bolso sobre la barra y corro a la pista de baile cuando una canción de Icona pop comienza a sonar en todo el lugar haciendo que el suelo vibre y que todos bailen animadamente. Oh, acabo de convertirme, siento algo estremecedor en el pecho y comienzo a bailar cuando todo parece estallar. Me muevo de un lado al otro como jamás lo hice en toda mi vida. Unas chicas se acercan a mí y hacemos un grupo de baile rápidamente. Mas gente se suma a nuestra ronda y ahora veo a hombres de mi edad bailando y saltando. Es increíble, me rio sin motivo alguno y bebo de los vasos de finas bebidas que me ofrecen.
¡Que Pedro se joda!
Me muevo de un lado al otro y siento como dos manos me toman de la cintura, me volteo rápidamente con una sonrisa en el rostro y veo a Damian vistiendo su camisa a cuadros color celeste y su pantalón de jean gastado como casi todas las veces en las que nos hemos visto. Me lanzo a sus brazos y lo abrazo fuertemente.
– ¡Viniste! –Grito animada. Me siento completamente feliz. Él acaricia la curva de mi cintura y cuando todo estalla de nuevo empezamos a movernos al compás de todos los demás que saltan de un lado al otro como si no hubiese un mañana. Es una verdadera fiesta. – ¿Cómo me encontraste? –Exclamo acercándome a su oído para que me oiga. Sonríe y baila a mi lado.
–Fácil, nena, buscaba a la más hermosa del lugar.
Sonrío ampliamente y beso su mejilla. Él toma mi mano y seguimos bailando. Conseguí olvidarme de todo y de todos. Soy solo yo, solo Paula, la que siempre quiero ser, sin nada que fingir, sin mentiras. Todo es perfecto.
– ¡Muévete, nena! –Grita y comenzamos a saltar con todos los demás. No sé cómo lo hago con tacones, pero todo lo hago bien, así que eso podría dar una explicación a todo. Me rio sin motivo y dejo que Damian me abrace y me tome de la cintura en determinadas ocasiones. No me molesta, sé que le estoy dando demasiada confianza, pero me siento bien y ya sabe que solo somos amigos. No tengo porque preocuparme. Todo está bajo control como siempre.
Bebo mi cuarto vaso y empiezo a sentir como los líquidos rebotan en algún lugar de mi cuerpo. Estoy completamente feliz y algo perdida. Me tambaleo a un lado sin notarlo y Damian me toma con delicadeza para que no me caiga.
Sonrío y beso su mejilla de nuevo.
–Otro. –Le digo al chico que atiende la barra. El hace una mueca, pero prepara rápidamente lo que le pido.
Tomo mi celular para hacer algo de tiempo. Veo la pantalla y debo hacer fuerza para no dejar que mi mandíbula toque el suelo. Estoy sorprendida. Tengo diecisiete mensajes de Pedro, más de veinte llamadas perdidas y nueve mensajes de voz. Oh, mi dios. Debe de estar enloqueciendo.
Decido abrir un mensaje al azar para ver que tan enojado está.
*¡MALDITA SEA PAULA CHAVES! ¿DONDE MIERDA ESTÁS?*
Suelto una carcajada que dura más de treinta segundos. Si, está enfadado, muy enfadado. Ya no soy Paula Alfonso, su esposa, ahora soy Paula Chaves. Oh, cariñito…
El chico regresa con mi jugo, Me lo entrega y dejo otro billete de cincuenta sobre la mesada. Lo toma y sigue con su trabajo. Voy a beberlo, pero Damian me lo quita de las manos y niega con la cabeza en señal de desaprobación.
–Creo que ya has bebido por hoy, nena. –Espeta duramente.
¿Qué? Oh, cariño, a mi no me das ordenes y tampoco sugerencias. No las necesito.
–No me digas lo que debo hacer.
–Por favor, nena… –Me implora. –Puedes divertirte sin tener que beber de esta manera.
Le arrebato el vaso y bebo de su contenido sin importarme lo que me diga o lo que intente hacer para que deje de beber.
Haré lo que se me antoja. ¿Quién se cree que es?
–Eres igual a mi esposo. –Siseo. –Crees que tienes el control o crees que con un poco de confianza puedes ejercer algún poder sobre mí… –Murmuro acercándome a su boca.
–Pero… ¿sabes qué? nadie puede controlarme, Damian, nadie…
Me alejo un par de pasos y le entrego mi vaso vacio a uno de los chicos que bailaban antes conmigo. Me muevo hacia la tarima y me subo en ella. Ya es demasiado tarde, no me importa más nada. Acabo de perder el juicio y la cordura, esta noche será diferente. Todos me aplauden y veo a la multitud observándome impaciente, mueren por saber que haré. Me siento fantástica, oigo gritos de aliento por encima de la música y muchos halagos. Sí, soy hermosa, lo sé… comienzo a moverme de un lago al otro y todos estallan en gritos de felicidad y emoción. Bailan junto a mi solo que yo estoy en una posición mayor, los observo desde arriba como si ellos estuviesen a mi disposición, soy la reina aquí.
Bailo, me muevo, sonrío, sigo moviéndome y empiezo a perder la cordura. Me mareo un poco y veo como todo se mueve a mi alrededor, pero no me detengo, hay humo color rosa, luces que chocan con mi cara y un parlante hace que mis oídos tiemblen incesantemente. Nada me importa me estoy divirtiendo. Volteo mi cuerpo hacia mi lado contrario y ahora le bailo al publico de espaldas, a todos los hombres les encanta, percibo la envidia femenina en el lugar, me lanzan cuchillos en sus pensamientos y logro esquivarlos todos, soy mejor que ellas.
Siento una mano fría y grande sobre mi tobillo y me volteo rápidamente como un acto reflejo. Observo a Damian a uno metros de mí, me mira con mala cara e intenta hacerme entrar en razón.
– ¡Basta ya, Paula! –Grita saliéndose de control. Huy, otro que también se enojó. Genial… hoy es el día de ‘enfadémonos con Paula porque es una maldita perra’… si, me siento mal por eso, me doy lastima. ¡Mierda! ¿Qué me pasa? ¿Por qué ahora siento deseos de llorar?
– ¡Déjame en paz! –Exclamo intentando ser la Paula malvada que ha desaparecido de mi interior. Él niega con la cabeza, suspira, me toma desprevenida y me carga en sus hombros. Grito, lloriqueo, pataleo como una niña de tres años y golpeo su hombro, pero él no se detiene, cruza toda la discoteca y percibo en mi interior como la furia se apodera de mí. Estoy completamente humillada, acaba de humillarme delante de medio Londres… oh, mi dios, creo que ahora si lloraré.
Me suelta en el piso, me tambaleo un poco y rápidamente me toma de la cintura y apega su cuerpo al mío. Hacemos contacto visual e intento zafarme de su agarre. Estoy muy molesta, voy a golpearlo, por maldito e insolente. ¿Cómo pudo humillarme a si? A mi… Paula Alfonso.
–Cálmate, Paula. Estás completamente, borracha. –Me dice en un susurro, mientras que acerca su boca a la mia.
Observo cómo se contiene. Quiere besarme, quiere hacer lo que tuvo deseos de hacer desde que me conoció y me siento completamente estúpida como para poder detenerlo.
Tal vez si me besa, el enfado se marcha.
– ¡Suéltala hijo de puta! –Grita Pedro entrometiéndose entre ambos. Me paralizo y solo logro ver como Pedro golpea la nariz de Damian hasta que sangre sale fluidamente de ella.
– ¿Qué mierda te pasa? –Cuestiona Damian limpiando la sangre de su nariz que también se derrama por su camisa. Parece desconcertado y su mirada se posa en mí para comprobar que estoy bien.
– ¡Es mi esposa, maldito! –Grita y se lanza sobre Damian nuevamente que se defiende y también golpea a Pedro en el mentón. Todos se detienen y observan la situación con incertidumbre y sorpresa. Me siento completamente humillada.
Intento moverme pero estoy completamente asustada. Mi esposo parece una bestia sin control, está cegado por los celos. Malinterpreto lo que estaba sucediendo aquí y sé que todo será un completo desastre. ¿Qué mierda ha hecho?
Oh, maldición, acabo de arruinarlo todo. ¿Cómo puedo ser tan estúpida? Lo inevitable está sucediendo… estoy en problemas…
– ¡Basta, Pedro! –Chillo acercándome a su cuerpo y tomo su brazo para que se detenga. – ¡Estás fuera de control!
– ¿Fuera de control? –Pregunta exasperado. Hago contacto visual con él y sé que está furioso, desquiciado, completamente fuera de sí, no es mi Pedro. –No sé dónde estás y cuando te encuentro ¡te veo a solo unos centímetros de un tipo! ¡Te comportas como una perra!
Mi boca se abre ligeramente y siento como mi corazón se rompe en mi interior. No puedo creer que esté pensando en eso. ¿Cómo se lo explico? ¿Tengo que darle explicaciones? Me llamó perra… eso es mucho peor. Siento un leve mareo y me tambaleo hacia un lado al punto de casi caer al suelo, pero Pedro me toma con furia y me saca del lugar a rastras.
– ¡Me estás haciendo daño! –Grito cuando corremos hacia su coche. – ¿Qué sucederá con mi auto? –Pregunto. No sé donde deje el mío, pero está más que claro que a él no le importa.
–Cállate. –Me ordena.
– ¡No me voy a callar!–Exclamo.
– ¡Bien! –Me dice elevando el tono de voz.
– ¡Bien! –Grito.
No dice nada, sigue apretando mi brazo con todas sus fuerzas como ya lo hizo una vez. Suelto un sollozo y él me coloca bruscamente dentro de su coche. Mi cabeza comienza a dar vueltas y cuando el automóvil acelera rápidamente por la desierta autopista, percibo algo extraño que sube por mi garganta. Voy a vomitar si no se detiene, me siento fatal, estoy molesta, disgustada, me siento como una idiota y Pedro solo empeora las cosas. Sé que intentar solucionar esto será en vano. No hay solución. Lo inevitable sucedió y ya no hay más de ‘en la misma página’ todo se volverá frío y distante como antes.
–Basta, Pedro. Detente por favor. –Le suplico con la voz entrecortada. Me tiro hacia atrás en el asiento y percibo como mi estomago se revuelve una y otra vez. Mierda ¿Por qué me descontrolé así? No puedo tener el control sobre mi misma y me siento patética. Parezco una adolescente. – ¡Pedro! –Grito eufóricamente porque no me hace caso. Parece perdido en sus pensamientos, su mandíbula está tensa y sus manos aprietan el volante al igual que el acelerador. Nos va a matar si sigue así. – ¡Detente!
– ¡Cierra la boca, Paula! –Grita perdiendo el control. El coche se tambalea de un lado al otro y un estruendo hace que me mueva hacia a delante y luego hacia atrás. Si no fuera por el cinturón de seguridad estaría saliendo del auto.
Pedro golpea al volante y suelta un reguero de insultos hacia todo Londres. Elevo la mirada y veo como el vehículo está hecho pedazos en la parte de adelante por causa de uno de los faroles de luz de la autopista. Oh, mierda. Esto no está nada bien. El coche… el coche más caro que tenemos
Miro a Pedro y Pedro me mira a mí. Parece molesto pero también asustado, me observa detenidamente para comprobar que nada me sucedió y cuando presiento que se acercara a abrazarme o algo así, no lo hace.
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