lunes, 4 de septiembre de 2017

CAPITULO 33 (PRIMERA PARTE)




Llegamos a casa y cuando nos bajamos del coche las mucamas salen rápidamente y comienzan a bajar las decenas de bolsas de supermercado que ambos tuvimos que cargar. Fue una experiencia divertida y tal vez, solo tal vez, pueda volver a repetirla dentro de un par de meses. 


Pedro las ayuda a ambas y cuando todo está en la cocina, acomodado y súper ordenado, me toma de la mano y caminamos en dirección al recibidor, no sé qué haremos ahora, pero espero que sea divertido. Tengo muchas cosas en mente…


– ¿Qué haremos ahora? –Pregunta Pedro tomándome de la cintura a mitad del corredor.


Sonrío divertida y con mi dedo índice, recorro el contorno del cuello de su camisa.


–No lo sé… ¿Qué quieres hacer tú?



Su mano desciende hacia mi glúteo y lo aprieta levemente con una traviesa sonrisa pintada en su cara. Oh si, Pedro quiere sexo antes del almuerzo y yo también lo quiero.


–Podrías darle un abrazo a tu madre, Paula. –Menciona mi madre saliendo desde algún lugar de la casa. Pedro suelta mi trasero y me toma fuertemente de la cintura. Observo a mi madre acercarse y veo el veneno en su mirada. Oh, no. 


Sé que destruirá mi día, sé que lo arruinará por completo.


¿Qué demonios hace ella aquí? ¿Por qué justo hoy?


–Madre. –Murmuro a modo de saludo como siempre lo hago.


Ella sonríe falsamente, se acerca hacia ambos y luego me da un frío y algo fingido abrazo que me toma por sorpresa y me deja con la boca abierta sin que Pedro lo note. No sé qué sucede aquí, pero sé que si se trata de ella, nada bueno sucederá.


–Te he extrañado, querida. –Murmura fingiendo sentimientos que en ella jamás existieron. Me suelta y luego dirige su sonrisa hacia mi esposo. Lo abraza y besa mis mejillas.


–Querido, que bien te ves.


–Es un placer verte, Carla. –Expresa de manera cortes y algo incomodo. Sabe que no me llevo bien con mi madre y sabe que su presencia en mi casa me molesta, pero jamás comprendió porque realmente y no me atrevo a decírselo. Sé que algún momento él me lo preguntará y haré de todo por evitar la verdad, pero no puedo ocultar a Anabela para siempre.


– ¿Qué iban a hacer? – pregunta fingiendo inocencia. Le lanzo una de mis peores miradas, porque sé que ella sabe lo que MI esposo y yo haríamos. Solo vino a fastidiar lo que alguna vez pudo ser perfecto.


–Paula y yo íbamos a…



– ¡Almorzar! – exclamo desesperadamente y lo interrumpo temiendo que alguna palabra sugerente al sexo se le escape de los labios.


Ella sonríe y luego se mueve algo incomoda. La detesto a cada segundo que pasa. Quiero que se largue de aquí.


–Que bien, puedo almorzar con ambos entonces. –Sugiere buscando la aprobación de Pedro porque es evidente que yo no le importo y ella a mí tampoco me importa. Me vale mierda lo que haga, quiero que se vaya de MI casa.


–Será un placer que nos acompañes, Carla. –Sisea mi esposo y sé que cuando lo dice no está siendo sincero. Mi madre adora el bolsillo de mi esposo, pero Pedro puede notar que hay algo extraño en ella. Ese algo es la verdad que ambas sabemos y que ninguna dirá jamás. –Iré a inspeccionar que el almuerzo marche bien… –Indica mi esposo. –…regresaré enseguida.


¿Qué?


¡No! ¡No me dejes sola, Pedro, mierda no ahora!


Cierro los ojos y evito suspirar fuertemente para que él no lo note. No quiero quedar a solas con mi madre, no ahora, sé que me dirá, sé que pelearemos y sé que todo será completamente desastroso.


Mi madre observa detenidamente a Pedro mientras que desaparece y se pierde en la cocina. Cuando sabe que estamos solas se acerca rápidamente y toma mi brazo con fuerza. Me arrastra un par de pasos hasta la sala de estar y me observa con esa mirada de desaprobación que utilizó durante toda mi vida. Algo hice mal, en realidad para ella todo lo hice mal y ahora viene a darme su lista de errores, personalmente.



–Ahora vas a explicarme qué demonios hacías tú en el restaurante con aquel hombre y quiero la maldita verdad, Paula Chaves.


Me suelto de su agarre y acomodo algunos mechones de mi pelo frenéticamente. No me siento segura justo en este momento y sé que Pedro nos dará nuestro tiempo, pensando que hace algo bien por ambas, pero no, Pedro lo hace todo mal en este instante, tiene que regresar cuanto antes.


–Primero, no puedes venir a mi casa y hablarme de esta manera, madre. –Espeto fríamente mientras que la fulmino con mi mirada. Quiero intimidarla de cierta forma, pero sé que no lo lograré del todo. –Y en segundo lugar, él no es nadie del que debas preocuparte. – espeto haciendo referencia a Damian. –Así que deja de fastidiarme la vida, ya lo hiciste durante muchos años y no voy a soportarte más…


Ella sonríe con ironía y poca importancia hacia mis palabras. 


Que no me importa en lo más mínimo lo que pueda decir, jamás podré herirla como ella me hiere a mí en todas las ocasiones que encuentra. Es ilógica su manera de reaccionar conmigo, pero es obvio que lo haga, no soy su hija biológica, jamás lo fui y por eso me exigió demasiado, quiso llenar un vacío en su vida y yo no fui lo suficientemente buena para ella, jamás podré llenar ese maldito vacio que acapara todo su jodido corazón.


–Eres una completa inútil, estás jugando a la esposa perfecta y además de eso engañas al idiota de tu esposo con esa basura de hombre… –Endosa refiriéndose a Damian. Me observa de pies a cabeza y frunce el ceño con asco. Está observando mi inusual atuendo y sé que también será un problema.


–No tengo un maldito amante, madre. No engaño a Pedro… –Aclaro apretando los dientes para que palabras groseras no se escapen de mi boca. Sigo siendo una dama aunque ella intente hacerme pensar lo contrario. Debo controlarme. No podré soportarlo por mucho tiempo, pero necesito calmarme.


–Ya te lo he dicho y te lo diré siempre, eres una inútil…


Pedro es bueno madre, no es idiota.


Ella me observa por una enésima de segundo y luego niega de manera desaprobadora con su cabeza.


–Te enamoraste de él. –Afirma como si hubiese hecho algo malo. No puedo negarlo, sí, creo, bueno, estoy completamente segura de que si lo hice, porque lo siento en cada poro de mí ser, pero aun no puedo confesarlo, intento procesarlo y cuando termine de aceptar que me deje vencer por el amor, lo diré, pero no aun, es muy pronto. Él sabe que lo siento, pero no estoy preparada para decírselo.


–Basta. –Ordeno inmutable. –Retírate y déjame en paz. Mi esposo y yo estábamos muy bien hasta que llegaste, te pediré con cortesía que te retires de mi casa.


Se ríe en mi jodida cara y luego coloca una mano en su barbilla para observarme con detenimiento, como si fuese un animal exótico o algo que jamás ha visto en su vida. Sé que debo de resultarle extraña, pero su hipocresía me da cólera.


Toma asiento y deja su bolso a un lado en mi amplio y costoso sillón. Se cruza de piernas y luego sonríe.


–Esperaré a que tu esposo anuncie el almuerzo, querida Paula. –Me informa con indiferencia. Su actitud me molesta y no quiero soportarla. Siento que la Paula frágil que llevo dentro intenta ser liberada, Anabela está ayudándola a escapar y sé que si eso sucede todo será mucho más difícil.



– ¿Por qué, madre? –Cuestiono en un vago intento por comprender el porqué de miles de cosas que sucedieron durante muchos años. – ¿Por qué eres así conmigo? ¿Por qué jamás fui lo suficientemente buena?


Me siento destrozada. Por primera vez dejo que esto me afecte realmente. Jamás me atreví a preguntarle el porqué de todo esto, pero ahora que lo hago veo su reacción de sorpresa y al mismo tiempo de fastidio.


Se pone de pie y se acerca cautelosamente a mí. Si, debe decirme la verdad, me parece bien que sea cara a cara. 


Quiero comprobarlo por mi misma que fui el peor error de su vida, lo sé, pero aun así quiero comprobarlo.


–Siempre has querido que sea como ella, siempre deseaste que me pareciera a ella, quisiste hacerme completamente perfecta porque creías que ella lo era… –Murmuro con la voz entrecortada. No quise hablar sobre esto, pero me siento terrible y necesito una mínima explicación.


–No la menciones, ni siquiera pienses en eso porque vas a arrepentirte, Paula. –Me advierte señalándome con un dedo.


Pero no puedo contenerme. Siempre supuse que nunca ocuparía su lugar, pero fue demasiado tener que aceptar que todo este desastre sucedió cuando todo marchaba a la perfección. Ella no se merecía lo que le sucedió, ninguno de nosotros lo merecía, ella era buena y la quería, pero eso mi madre, jamás lo entendió, no es mi culpa…


–Era como mi hermana… –Murmuro intentando contener las lágrimas. No quiero recordarla, no ahora, sé que lloraré porque fue una de las primeras personas a las que aprendía querer, pero… no lo resisto y siento como mis ojos se llenan de lágrimas.


– ¡No llores, mierda! –Grita hacia mi dirección. – ¡Ella ya está muerta! ¡Se murió!



– ¡No lloraré! No pienso derramar ni una maldita lágrima más. Intenté ser todo lo que quisiste que sea, quise ser perfecta, quise que te sintieras orgullosa de mi como lo estabas de Marianela, pero jamás fue suficiente para ti.


– ¡Nunca hiciste nada bien! –Exclama a modo de reproche.


– ¡Me convertiste en una mierda de personas, en una maldita basura que solo presume lo que tiene por fuera, pero que en el interior no tiene nada, destruiste mi vida, me convertiste en una maldita mierda como lo eres tú! –Grito hacia su dirección, pero lo único que percibo es su mano derecha golpeado fuertemente sobre mi mejilla. Mi rostro se voltea y lágrimas se escapa de mis ojos.


– ¡Carla! –Grita Pedro furioso, mientras que entra a la habitación. No elevo mi cara hacia ninguna dirección. No quiero verlo y tampoco debo hacerlo. Me siento completamente avergonzada y humillada. Jamás creí que mi madre se rebajaría de esta manera, utilizar la violencia sin motivo alguno y más cuando tengo la maldita razón en cada una de las palabras que dije anteriormente.


Mi esposo toma a mi madre del brazo fuertemente y la jalonea un poco. Ella aparece asustada y sé porque, Pedro fuera de control es irreconocible.


– ¡Nunca en tu maldita vida vuelvas a golpearla! –Grita fuera de quicio. – ¡Jamás vuelvas a tocarla!


Mi madre intenta soltarse de su agarre y decir algo, pero él no se lo permite.


Pedro, querido, estás haciéndome daño. –Protesta mi madre con la voz entrecortada, pero él no responde al sentido de la razón y la arrastra hacia la puerta de la sala de estar. Está completamente furioso y puedo verlo en sus ojos, en su manera de actuar, no le gustó que mi madre me tocara, el dijo que me protegería de lo que sea y lo está haciendo en este momento.



– ¡Fuera de mi casa, no volverás hasta que le pidas perdón a mi esposa! –Grita en el corredor. Los gritos se pueden oír por toda la mansión, pero simplemente no me importa. Estoy molesta, dolida y no quiero hablar o decir nada. Seco mi mejilla y me quedo sentada en el sillón, ya tendré tiempo de desahogarme como pueda.


–Pero Pedro, querido yo… –Protesta fingiendo inocencia.


– ¡Lárgate, Carla! ¡Lárgate antes de que te eche a la calle yo mismo! –Grita con toda su furia cargada en su tono de voz. 


Me abrazo a mis piernas y oigo como la puerta de la entrada se cierra con un estruendoso portazo.


Lo veo aparecer en la sala de estar y rápidamente corre hacia mi dirección. Se sienta delante de mí en el sillón y toma mi rostro entre su mano. Observo su cara y me detengo en sus ojos, hay preocupación, enfado, tristeza y confusión… sentimientos encontrados al mismo tiempo y sé que le debo una explicación, pero no quiero hablar ahora. No estoy lista.


–Paula, cariño, dime que estás bien, por favor. –Me implora acariciando mi roja mejilla una y otra vez. No puedo responder, no quiero hacerlo tampoco. Me siento completamente estúpida. La humillación del momento me inunda el cuerpo y necesito estar sola.


Me muevo de su lado y me pongo de pie. Seco mi mejilla de nuevo porque una lágrima no deseada escapo y camino en dirección a la salida. Pedro sigue mis pasos en silencio, pero veo la desesperación por no saber qué hacer en una situación como esta. Subo las escaleras y el toma mi mano para que me detenga. Volteo bruscamente y golpeo mi cuerpo contra el suyo.


Pedro… –Digo intentando contener el llanto que guarde durante años muy dentro de mí. Ya no hay ni una sola máscara, todas están destrozadas en el suelo, mi Paula interior, esa Paula frágil, sensible y sobre todo vulnerable salió a flote, las demás desaparecieron y me dejaron completamente sola. No puedo defenderme de mi misma.
   

–Paula, por favor déjame ser parte de esto. –Me implora con dulzura, pero no puedo ceder a su petición, no en este momento.


–Déjame estar sola.


Me suelto de su agarre y corro en dirección a la biblioteca, necesito silencio, paz, quiero esclarecer mis pensamientos, no puedo evitar sentirme como una completa estúpida, mi madre arruinó lo que estaba siendo completamente perfecto, destruyó la muralla que demoré más de diez años en construir para defenderme de sus ataques, me siento completamente quebrada, ya no seré la misma. Cuando él sepa la verdad todo el desastre será completamente inevitable…



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