domingo, 3 de septiembre de 2017

CAPITULO 32 (PRIMERA PARTE)




Salgo del baño y observo la habitación. Pedro no está. 


Frunzo en ceño. ¿Se molestó de vedad? Oh, mierda se suponía que no debía molestarse, era solo un juego. Bien, en fin, ya regresará. No voy a rogarle ni a él ni a nadie.


Tomo mi celular porque la lucecita tintinea incesantemente, veo la foto que Pedro y yo nos tomamos antes que se vaya de viaje y cuando desbloqueo la pantalla, veo un mensaje de Damian.


*¿Que haremos hoy, nena?*


Sonrío y tecleo mi respuesta rápidamente.


*Me quedare en casa con mi esposo hoy, mañana podemos vernos si quieres.*


Envío el mensaje y su respuesta es casi inmediata.


*Tu esposo regresó… mmm… ¿sexo pervertido?*


Leo su mensaje y suelto una risotada. No puedo creer que haya dicho eso por mensaje de texto. Pienso que responder pero no sé realmente que decirle. Si o no, no lo sé.


*Enserio, no quieres que responda a esa pregunta, pero estoy muy cansada y me quedare en casa. Podemos vernos mañana ¿de acuerdo?*


*Afortunado tu esposo*


*Ya lo sé*


*Presumida*


*TONTO*


*Gruñona*



No respondo a su mensaje y dejo mi teléfono en el mismo lugar, pero antes de que pueda dar un paso, suena y veo que Damian está llamándome. Si será, pesado…


–Hola. –Digo secamente.


–Oye, para haber tenido sexo salvaje, suenas de muy mal humor. –Musita y sé que sonríe al decirlo.


–Estoy de muy buen humor, el problema eres tú. –Espeto divertida. Lo oigo suspirar y luego sonreír.


–Oye, mañana debo verte, tienes que escoger las fotos para mi portfolio, debo imprimirlo así el lunes me presento a la entrevista.


Oh, mierda. Si, la entrevista, casi lo olvido. Su trabajo depende de la perfección de todo mí ser en sus fotografías... 


Claro, no lo olvidaré de nuevo.


–Bien, mañana podemos vernos en la mañana.


–Bien, te veré mañana.


–Bien, adiós.


–Adiós, nena.


Corro hacia mi armario y busco algo que ponerme. Es jueves, no quiero salir de la casa y el día es terriblemente gris y lluvioso, mucho más que los días normales.


Tomo uno jeans de mi armario, una blusa color negó y un ligero abrigo de punto. Miro mis pies y luego la sección de zapatos, ¿de verdad quiero tacones un día como hoy? Niego con la cabeza y busco en medio de todos los modelos alguna zapatilla, sé que debo de tener dos pares en algún lugar, las encuentro y sí, hay dos pares, uno negro y uno blanco. Sonrío y tomo las zapatillas negras, Pedro le sorprenderá verme de esta manera, pero mi plan fue sorprenderlo desde el principio así que funcionará.


Media hora después, bajo las escaleras de la mansión completamente lista. No llevo maquillaje lo cual me hace sentir extraña y caminar sin tacones me hace creer que daré un paso en falso y me caeré en cualquier momento.


– ¡Pedro! –Grito en medio del recibidor. Lo único que me desespera de la inmensidad de esta casa son las miles de habitaciones que tiene, jamás sabes en donde puede haber alguien. Solo hay silencio, él no responde y eso me hace creer que sigue molesto por lo que le hice al despertar y… 


¡Mierda! ¡No quería que se molestara!


Paula, eres una tonta.


Mi Paula interior me mira y niega con la cabeza levemente, claro, ahora resulta que es mi culpa. Corro hacia el despacho, porque de seguro debe de estar ahí y cuando abro la puerta lo veo de espaldas a mí hablando por teléfono animadamente.


–Sí, lo entiendo, sé que esos contratos son muy importantes, pero le prometí a mi esposa que pasaría el día con ella… –Oh, mi dios, está hablando de mi, creo que voy a llorar. –No, descuida, me mantendré al tanto desde mi casa… -Hay silencio, no dice nada por unos segundos. -sí, es hermosa…– ¡Oh, mi dios! ¡Acaba de decirle a no sé quien que soy hermosa! Bueno eso ya lo sabía, pero se lo dijo a alguien más. –Mañana también me quedare en casa, estuve varios días fuera y la extrañé. –Hay otra pausa y escucho a Pedro sonreír, me tomo el tiempo para observarlo de pies a cabeza. Luce zapatillas como las mías, unos jeans azules y camisa playera color gris. Luce diferente y completamente atractivo. Oh, dios, hay calor a mi alrededor y eso no es bueno o tal vez sí. –Bien adiós.


Cuelga el teléfono y cuando se voltea me ve en el marco de la puerta y parece sorprendido.



–Paula… ¿desde hace cuanto tiempo que estás ahí? –Cuestiona rápidamente.


–Solo un minuto. –Le informo. Ingreso a la habitación y me coloco delante de él. Besos sus labios sin problema alguno y cuando pienso que veré su cara de molestia por lo de hoy en la mañana, me equivoco completamente porque no parece molesto.


–Creí que estarías molesto por lo de hoy en la mañana. –Confieso acariciando su mejilla.


–Me gusta lo que llevas puesto. –Musita acariciando la tela de mi suave abrigo de punto.


–Gracias, pero… ¿entonces no estás molesto? –Cuestiono frunciendo el ceño.


–No, no estoy molesto, cariño. – espeta con una amplia sonrisa. –Además encontré una hermosa manera de castigarte.


– ¿Qué? ¿De qué estás hablando? –Pregunto rápidamente.
¿A qué demonios se refiere? ¿Castigarme? ¿Cómo?


Suelta una malvada sonrisa y luego se voltea un poco y toma un papel de su escritorio, lo observa para comprobar que sea el correcto y luego me lo enseña de manera divertida. Puedo ver como disfruta de lo que hace y eso me confunde demasiado.


Tomo el papel y veo una letra algo desprolija escrita en tinta de bolígrafo azul. Comienzo a leer varios nombres de productos y cosas y comprendo lo que sucede aquí. Oh, no. no puede castigarme de esta manera, no en un lugar así, para eso está el servicio. ¡Está loco!


Niego con la cabeza un par de veces. –No puedes hablar en serio.


Se ríe y luego toma su abrigo y jala de mi brazo hacia las afueras de su despacho.


–Iremos al supermercado, preciosa…



El coche se detiene frente al inmenso local Wal–Mart y aun no puedo creerlo. Pensé que bromeaba, pero cuando aceleró el coche comprendí que de verdad estaba de camino al supermercado. Haremos las compras como si fuésemos personas corrientes y me alarma pensar que tal vez pueda parecerme agradable. Yo jamás fui al supermercado.


–Bien, ya estamos aquí. –Dice cuando el coche se detiene. –Tenemos una larga lista de cosas por comprar, señora Alfonso.


–Este es un castigo un poco fuera de lugar. –Espeto mirándolo de lado.


–Este es un castigo muy práctico. –Me responde con una sonrisa. Se baja del coche, lo rodea rápidamente y me abre la puerta. Bajo de mala gana y caminamos por el estacionamiento al aire libre, evitando la lluvia. Él me abraza y se detiene entes de que las puertas corredizas de vidrio se abran.


–Oye, no quiero que estés molesta conmigo. Si lo intentas, pasaremos un hermoso momento, juntos, estamos haciendo algo inusual y creo que será divertido. –Sisea mientras que quita algunos mechones de cabello de mi cara. –Intentémoslo ¿De acuerdo?


Cruzada de brazos lo observo unos segundos, suelto un leve suspiro y luego le digo que si con la cabeza. El sonríe y toma mi mano suavemente. Las puertas se abren y cuando cruzamos el umbral de vidrio y caminamos un par de pasos nos introducimos en el inmenso supermercado.


Pedro toma un carrito de compras de tamaño grande. 


Comienza a andar como si este fuese su lugar habitual, como si caminase por su oficina, observa todo y sonríe para cualquiera que pase. Yo lo sigo con los brazos cruzados y el ceño fruncido. No debería de estar aquí. Tendríamos que estar teniendo sexo en casa o haciendo cualquier otra cosa.


Este no es nuestro lugar…



Él no le quita el ojo la larga lista que tiene entre las manos y animadamente camina hacia los estantes con diferentes productos. Toma el que está buscando y luego coloca varios del mismo tipo en el carrito. Sigo cruzada de brazos y sigo molesta.


–No puedo creer que estemos haciendo esto. –Espeto disgustada con él y con medio mundo. Se voltea en mi dirección, deja el papel dentro del carrito y se acerca a mí rápidamente.


Sus manos toman ambos lados de mi cara y mi mirada se posa sobre sus ojos. Me pierdo por un momento, pero luego recuerdo que estoy molesta y sé que haga lo que haga no podrá hacerme sentir bien conmigo misma. No me gusta este lugar, no me gusta lo que estamos haciendo y me parece completamente patético que me castigue de esta manera.


–Paula… –Murmura provocando que lo mire nuevamente. –Por favor, cariño, intenta ver el lado divertido de todo esto. Jamás hemos hecho algo así y es una de las experiencias que me gustaría compartir solo contigo.


–No sé hacer las compras. –Siseo descruzando mis brazos colocándolos sobre sus hombros. Él sonríe y luego su mano acaricia mi mejilla con suma dulzura.


–Es como la búsqueda del tesoro y lo mejor de todo, es que estamos juntos. Intenta disfrutar ¿de acuerdo?


Su mirada es suplicante y lleva un leve atisbo de esperanza. 


Si, sé que debo cambiar mi actitud, pero mi Paula controladora y posesiva lucha con mi Paula que quiere cumplir el rol de buena esposa y obedecer a su marido. Es difícil todo esto para mi aun, jamás he hecho esto y tampoco creí que a Pedro le gustaría vivir esta rara experiencia…


Suspiro levemente y luego intento sonreír, pero no lo logro. 


Observo a mi alrededor y veo a todas las mujeres corrientes con sus carritos de compras y sus niños encima de él, parecen disfrutar de lo que haces y no parece ser difícil pero… un momento… ¿porque se supone que no lo estoy haciendo? Soy Paula Alfonso, yo lo hago todo bien, esto debe de ser demasiado sencillo. ¿Por qué una mujer corriente y con tres niños puede hacerlo y yo solo protesto? 


Que tonta soy a veces… esto es como un reto y debo hacerlo perfectamente bien como siempre. Ahora comprendo…


Sonrío porque ya sé como es el juego, ahora lo comprendo. 


Me acerco a Pedro y beso sus labios. Últimamente besarlo es uno de los gestos que mas realizo una y otra vez, es completamente adictivo… es lo que necesito a cada instante. 


Él me toma levemente de la cintura y con su otra mano acaricia mi nuca, nos movemos en sincronía y lentamente hacemos que el beso se vuelva completamente mágico y especial, no hay nada que pueda estropearlo. Siento que el calor empieza a invadir mi cuerpo, quiero acabar con esto y llegar a casa de una vez. Sé que lo lograré.


–Lo haré. –Le digo en un susurro sobre sus suaves labios. Él sonríe y luego vuelve a besarme, pero a una corta distancia oímos a alguien hablar y nuestro beso se interrumpe.


–El amor joven… –Musita una anciana con su carrito de compras. Parece feliz al vernos. –Recuerdo cuando tenía su edad, el amor es tan perfecto y hermoso, eres muy afortunada, querida. – expresa sonriente hacia mi dirección. 


Siento que mis mejillas arden por alguna extraña razón y observo de reojo a Pedro que me mira expectante. Tengo que decir algo, sé que debo hablar y no parecer una persona descortés.


–Lo sé. –Respondo con una de mis mejores sonrisa, pero esa sonrisa no forma parte de una máscara, la Paula que no necesita de antifaces habla por primera vez y admite algo que las otras Paulas lo han hecho sin siquiera comprender el significado. –Soy muy afortunada de tenerlo.


La mujer sonríe ampliamente y luego dirige su mirada a Pedro.


–Querido, tus eres joven y alto, ¿crees que podrías alcanzar una de esas latas de arriba para mí? –Pregunta algo tímida.



–Será un placer. –Pedro sonríe y se acerca hacia el alto estante, alarga su brazo y toma tres latas para la señora de diferentes marcas, ella sonríe agradecida y escoge la marca más conocida, luego nos sonríe a ambos y sigue con su carrito hacia otra dirección. Mi esposo regresa su atención en mí –Finalmente– y toma mis manos. Cambio mi mal humor por algo de ánimo, sé que podré con esto, ya he venido al supermercado de pequeña, recuerdo cuando mamá hacia las compras… tal vez por eso no me agradan estos lugares.


Pedro toma la lista y me va diciendo todo lo que debemos comprar para la alacena inmensa que ocupa todo un cuarto en la gran y amplia cocina. Ambos buscando lo de la lista y cuando veo algo que llama mi atención lo lanzo al carrito sin importarme la maldita y condenada lista hecha por las empleadas. Es mi dinero, mi casa, mi comida, mi todo… yo decido que comprar. Caminamos por varios pasillos y Pedro sigue cargando el carrito. Ya tenemos de todo. Queso, verduras de todo tipo, algunos aderezos, azúcar e incluso muchos, pero mucho paquetes de diferentes cosas que no sé ni para qué sirven. Ahora que lo pienso y que puedo sentirlo, no es tan malo, en realidad esto empieza a resultarme divertido y creo que a Pedro le gusta verme de esta manera. Admito que es mejor estar así, que sentirme enfadada todo el tiempo.


Cuando llenamos un carrito completo con comida Pedro va en busca de otro. Aun faltan los productos de limpieza y por lo que veo en ese papel sé que serán demasiado, ¿Cuándo dinero le da Pedro a las mucamas para que hagan las compras? Todo esto saldrá una fortuna y además ¿Cuándo comemos toda esta comida? Yo ni siquiera como en casa. 


Es completamente desconcertante.


Observo las compras y localizo todo lo que es mío. Pasamos por la sección de pastelería y Pedro y yo cargamos gran parte del carrito con ingredientes y todo tipo de preparados para hacer pasteles. Lo veo entusiasmado con la idea de que cocine y creo que lo haré para complacerlo, al fin y al cabo sé que lo haré bien de todas formas.



Lo veo aparecer con un carrito del mismo tamaño que él te sostengo entre manos. Me sonríe a lo lejos y lo veo observar a ambos lados para comprobar que estamos completamente solos. Frunzo el ceño porque sé que hará algo tonto y sin sentido y lo hace. Toma carrera y luego cuando esta lista se sube al carrito y comienza a andar por en medio del pasillo como si fuese un niño pequeño, hasta que llega hacia mí. 


Me rio en su cara y contemplo su inmensa y radiante sonrisa.


– ¿Qué estás haciendo? –Pregunto entre risas. –Nos van a regañar. –Le advierto rápidamente observando a nuestros alrededores.


–Estabas muy lejos y quería llegar lo más rápido posible para besarte, mi preciosa Paula. –Manifiesta acercándose peligrosamente a mí. Nuestras miradas chocan y su mano comienza a recorrer mi brazo provocando una agradable corriente entre ambos.


–Aún no me has besado. –Resoplo clavando mi mirada en el suelo como señal de inocencia, sonríe otra vez y me toma ambos lado de la cara.


–Voy a besarte todo el tiempo, acostúmbrate, porque esto será para siempre.


Cierro los ojos y dejo que me bese de nuevo. Si sus besos fuesen agua, creo que jamás lograría calmar mi sed, me gustan cada vez más, me vuelvo adicta a su manera de besar, me estoy volviendo una adicta a Pedro



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