domingo, 3 de septiembre de 2017

CAPITULO 30 (PRIMERA PARTE)




Regresamos a la cocina tomados de la mano, luego de unos largos minutos de reconciliación. Sus besos me idiotizaron y la manera en la que sus manos recorrieron mi cuerpo con desesperación hizo que quiera apresurar las cosas. Quiero cortar el pastel, que lo pruebe y luego subir a nuestra habitación. Lo necesito, lo anhelo…



Tomo el cuchillo mientras que el se sienta en la silla de la barra de desayuno. Apoya sus codos sobre ella y luego me observa detenidamente. Debo recordar las instrucciones para hacerlo, no puedo leerlas ahora. Por dios, no debe de ser tan difícil cortar un pastel.


–Eres completamente hermosa. –Sisea mientras que estira su brazo y coloca un mecho de cabello detrás de mi oreja. –Jamás me cansaré de decírtelo.


Percibo como mis mejillas arden, sé que soy hermosa, pero que él me lo diga con esa dulzura y ese cariño, me vuelven extraña. No suelo sonrojarme por nada, es solo con Pedro que esto sucede. Hay mariposas en mi panza de nuevo y eso debe de ser una buena señal, debo aprovechar este tipo de momentos.


–Espera. –Me dice cuando voy a hacer el círculo en medio del pastel. Si, ya recordé como debía cortarlo. Me siento presuntuosa. Será sencillo. Todo saldrá a la perfección. –Déjame tomarte una foto.


Busca su celular en el bolsillo de su pantalón y luego lo apunta hacia mi dirección. Ya estoy más que acostumbrada a que me tomen fotografías, Pedro lo hace todo el tiempo y en solo tres días me acostumbre por completo.


–Mírame, preciosa.


Elevo la mirada hacia la cámara y sonrío. Él toma la fotografía y luego observa la pantalla táctil del celular orgulloso. Si, lo sé. Soy lo más hermosos que haya visto jamás, pero eso ya lo sabía desde antes.


–Ahora colócate el delantal.


Lo hago y luego obedezco como la buena esposa que quiero ser. Me toma todo tipo de fotografías, luego le toma un par de fotos a mi perfecta obra de arte y cruza la barra para que nos tomemos fotos, juntos. Yo lo hago encantada. Sonríe en cada una de ellas, creo que ya tiene como veinte fotografías en menos de cinco minutos. Nos besamos, foto, le abrazo, foto, me besa, foto, muecas, foto, cara seria, foto.


– ¿Estás tomando fotografías para evadir el momento de probar mi pastel? –Cuestiono fingiendo estar enfadada. Él eleva sus manos en gesto inocente y me sonríe.


–Jamás haría eso, cariño. –Espeta divertido. Tomo la cuchara de madera y golpeo su hombro, juguetona. Se ríe, luego me toma de la cintura y me coloca en su regazo. –Debe de ser el pastel más delicioso de todos.


–Pruébalo entonces. –Lo reto.


Tomo el cuchillo, hago el círculo en el centro del pastel con sumo cuidado, luego comienzo a cortar una porción. Me alcanza un platito de porcelana blanco y con la misma lámina de cuchillo lo tomo y lo coloco sobre él, como el chef me enseñó. Todo ha salido a la perfección. Observo con disimulo el interior del pastel por si acaso. Todo parece perfecto. Bizcocho, chocolate, bizcocho, chocolate, cobertura. ¡Excelente!


–Cómelo. – ordeno intentando no parecer desesperada.


Comerá mi pastel, estoy aterrada.


Él agarra la cuchara y luego observa el pastel detenidamente. Oh, que no empiece con tonterías, por favor. 


Todo está tan bien. No quiero que lo arruine. Toma un poco y luego se lo mete rápidamente en la boca con el ceño fruncido. Debo admitir que verlo es divertido. Su mala cara se suaviza y percibo como comienza a saborear. Quiero que logre percibir las diferentes texturas, me esforcé mucho porque todo fuese diferente. Si hubiese querido que sea fácil, podía batir el pastel en la licuadora y dárselo como jugo.



– ¿Qué te parece? –Cuestiono muerta de la intriga. Intento sonar segura, pero no lo logro del todo. La verdad es que estoy asustadísima. Su expresión facial no me dice nada y eso me desespera. ¿Y si el pastel no tiene sabor?


Oh, mierda. ¡Habla, Pedro!


–Creo que es el pastel más delicioso que he probado en toda mi vida, Paula. –Musita con una amplia sonrisa en su rostro. Mi pecho se hincha de orgullo y luego suelto una risita liberadora. ¡Le gustó! ¡Le gustó mi pastel!


Intento contener mis emociones, pero no lo logro, me lanzo en sus brazos y lo abrazo fuertemente.


–Oh, Pedro. ¡Acabo de hacer un pastel! –Grito eufórica. Él se ríe y me sienta sobre su regazo.


–Y es delicioso. –Me informa.


Estoy muy feliz. Si pude enfrentarme a la cocina y preparar un pastel, puedo hacer cualquier cosa. Ya nada me detendrá. Oh, si la Paula que no le teme a nada ha vuelto.


Pedro toma otro poco de pastel del plato y lo introduce en su boca. Por sus caras, puedo ver que de verdad le gusta, lo está disfrutando y eso me hace mucho más feliz. Al fin creo que encontré una actividad en la cual destacarme. Si, lo haré, tomaré más clases de cocina, la sonrisa que veo en su rostro vale cada vestido arruinado por preparado, todo esto vale la pena.


–Pruébalo. –Me dice colocando la cuchara delante de mi boca.


– ¿De verdad sabe bien? –Cuestiono dudosa. Yo lo hice y no estoy segura de que a mí me agrade.


–Sabe delicioso.



Abro la boca y él coloca la cuchara sobre mis labios, luego la mueve apropósito y la crema del pastel mancha mi boca. Sé lo que hará. Sonríe y deja la cuchara a un lado, me acuna entre sus brazos y luego me besa dulcemente. Los sabores del chocolate y la crema comienzan a mezclarse en mi boca, siento un ligero sabor extraño y sé que es mi lápiz labial. Él mueve su lengua y yo la mía. Sincronizamos excelentemente bien. Me pierdo por unos minutos y siento que me voy a otra parte. Solo somos el y yo.


Tomamos un receso y respiramos un poco. Abro los ojos y comienzo a reír. Él me observa dudoso, pero ríe conmigo sin saber la razón. Tomo su celular de encima de la mesada y luego lo coloco delante de su cara para que él lo utilice como espejo. Se observa y luego comprende porque ríe. Tiene la mitad de su cara cubierta por labial rojo. Utilizo mis dedos y comienzo a quitárselo. Observo su boca todo el tiempo, me siento completamente idiotizada y excitada… sus labios son tan…


– ¿Te gustó tu pastel, preciosa? –Cuestiona con una sonrisa. 


No puedo dejar de verlos. Se sienten suaves y me gusta besarlos todo el tiempo. Él me lo dijo, pero yo también lo admito, besarlo se ha vuelto adictivo.


–Me gustan tus labios. –Siseo acariciándolos con mi dedo índice.El ambiente ya no es divertido. Todo se volvió más intenso y especial. –Me gustan tus hombros…


Acaricio sus hombros y luego poso mi mirada sobre los primeros botones de su camisa desabrochada. Contemplo su pecho, idiotizada, paso mi dedo lentamente sobre su tórax y luego desabrocho otro botón. Me observa con detenimiento y respira un poco mas agitado que antes.


–Me gusta besarte…



Muevo mis labios y los poso sobre su cuello. Deposito un leve beso, muevo mi mano hacia el dorso de su brazo y le clavo las uñas apropósito. Me encanta hacer eso, sus músculos son duros y trabajados…


Paso mi lengua por la piel de su clavícula y luego chupo levemente. Lo veo cerrar los ojos y sonrío para mí misma. 


Sé lo que haré y nada me detendrá. Desprendo otro botón de su camisa lentamente, beso su pecho y luego repito la misma acción que realice con su clavícula. Sus manos recorren mi cuerpo y cuando una de ellas se posa en mi trasero, enloquezco. Me pongo de pie y el también, lo observo y luego me lanzo hacia sus labios. Él eleva mi vestido hacia mi cintura y aprieta mis nalgas con fuerza. 


Hago volar todos los botones de su camisa mientras que nos besamos y el sonríe. Acaricio su miembro que ya está muy dispuesto y a mi espera. Oh, sí. La Paula pervertida está más despierta que nunca.


–Sabes lo que quiero. –Siseo rozando sus labios con los míos. Estoy seduciéndolo cada vez más con el paso de los segundos, estoy a punto de tenerlo a mis pies. –Sé lo que quieres…


–Dime que deseas, Paula. –Expresa a modo de petición con la voz cargada de excitación. –Dímelo.


Ambos jugamos el juego del otro y eso me resulta de lo más divertido. Estoy muy excitada, puedo hacer lo que sea que este hombre me pida porque sé que valdrá la pena. Elevo mi pierna derecha a la altura de su cintura, ahora estamos mucho más cerca y estoy dispuesta a comportarme como una buena esposa y responder a su petición.



–Quiero que me folles. –Especifico en un leve susurro, que lo deja sin aliento. –Quiero que hagas conmigo todo lo que quieras.


Inmediatamente veo como sus ojos se encienden por completo. Es la luz verde para ambos.



Me carga a horcajadas sobre su cintura y comienza a caminar hacia no sé qué dirección. Por fin vamos a hacerlo, por fin lo tendré de nuevo dentro de mí, por fin podré disfrutar como he anhelado hacerlo desde que se marchó.


– ¡Oh, mierda, cariño! – exclama cuando hundo mis manos en su pelo y muerdo su labio inferior. Se detiene en el recibidor y apega mi espalda a la fría pared. Chillo en mi interior, el frío del muro y el calor de mi cuerpo no es una buena combinación.


–Follame, solo hazlo. –Le imploro entre jadeos. Él coloca uno de sus dedos en mi clítoris, hecho mi cabeza hacia atrás y suelto un leve gemido.


–Cumpliré sus deseos, señora Alfonso–Susurra prometedor. – voy a follarte, Paula...




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