lunes, 18 de septiembre de 2017

CAPITULO 26 (SEGUNDA PARTE)







Daphne y yo regresamos a la sala de espera. Acabamos de salir del consultorio y ninguna de nosotras puede dejar de sonreír. Sí estoy embarazada, Pedro y yo tendremos un hijo, será padre como lo ha anhelado desde no sé cuánto tiempo.


 Voy a cumplir su sueño, y no puedo sentirme más feliz.


No me atreví a realizarme una ecografía, a pesar de la insistencia de mi suegra, no quería hacer algo así sin que Pedro estuviese a mi lado. Solo dejé que me realizaran las pruebas básicas y el resultado fue el mismo de la prueba de embarazo. Ya no necesito nada más. Está confirmado y ya no me preocupo. Ahora solo debo de encontrar la manera más original e inesperada para decirle que él y yo tendremos un bebé.


—Al fin regresaron —espeta Pedro apareciendo delante de nosotras. Sonrío y me pongo de pie al igual que Daphne—. ¿Dónde estaban? Las he buscado por mucho tiempo, te llamé al celular y no contestaste, cariño —me mira de reojo, como si intentara regañarme en silencio.


Puedo notar la preocupación en su tono de voz, solo necesito calmarlo.


—No tienes de que preocuparte —le digo, acariciando su barba—. Todo está bien, solo andábamos por ahí —beso sus labios castamente.


Él rodea mi cintura con sus brazos y sonríe dulcemente. Me pierdo en el momento, lo amo, lo amo demasiado, muero por decirle lo que sucede, muero por gritarle a todos que soy feliz, que soy más feliz que nunca, me desespero por pensar en todo lo que sucedió antes y, también enloquezco, imaginándome una y otra vez su reacción al decirle que tendremos un bebé.


—¿Cómo no voy a preocuparme, si ustedes no se llevan del todo bien y nunca me las imaginé juntas? ¡Estaba preocupado!



Daphne se ríe, luego se acerca y besa a mi esposo en la mejilla. Sé lo que ella está pensando y solo espero que no me delate, no quiero que nada se le escape. Quiero decírselo yo.


—No te preocupes, cielo. Paula y yo estábamos buscando la forma de entendernos mejor y creo que lo logramos. ¿Verdad, querida?


—Claro que sí —le respondo lanzándole una mirada de complicidad.


Pedro frunce el ceño, pero no hace más preguntas. Me abraza con cariño, mientras que la mirada de su madre nos baña de ternura. Es extraño que ella me mire de esa manera, pero me gusta saber que ahora también le agrado. 


Era la única que me faltaba, sin mencionar a mi madre, claro.


—Cariño, despidámonos de todos y vayamos a casa a descansar —sugiere con el tono de voz un poco bajo.


Sé que está cansado, yo también lo estoy, y regresar a casa es lo primero que quiero hacer. Ya no me importa la luna de miel, los lugares que no visité y demás. Solo quiero estar en casa, en brazos de Pedro, quiero sentirlo a mi lado a cada segundo, solo lo necesito a él…


—Sí, debes descansar tú también, Paula. Necesitas estar tranquila, ya sabes —espeta mi suegra rápidamente provocando que Pedro frunza el ceño.


No quiero que sospeche, necesito irme lo más rápido que sea posible o a esa vieja emocionada se le escapará la noticia de mi embarazo y lo arruinará todo.


—Vámonos a casa entonces, Pedro



****


Pedro se baja del taxi y me ayuda a descender del vehículo con sumo cuidado. La lluvia se hace mucho más fuerte y ambos sabemos que vamos a mojarnos durante ese corto trayecto desde la entrada hasta la puerta principal de la mansión. Debido a que es temprano, ninguna de las empleadas hará acto de presencia con un estúpido paraguas y yo arruinaré mi cabello y mi ropa.


—Vamos, cariño, corre —grita, avanzando a toda velocidad.
Intento seguirlo, pero no lo hago exitosamente, me doy por vencida y camino debajo de la lluvia entre risas al verlo corretear desesperado por no mojarse.


—¡Es solo agua, Pedro!



Él se voltea rápidamente y me ve ahí, parada en medio de la lluvia. Podré pescar un resfriado, pero no me importa, estoy disfrutando del momento.


—¡Apresúrate Paula, te vas a enfermar! —grita, mirándome con mala cara.


Sé que se molestará y pienso en lo que dice. Mi bebé, tengo un bebé en mi vientre y si me enfermo... No será bueno.


Me muevo velozmente y corro unos cuantos pasos hasta que recuerdo que no es bueno correr.


Estoy embarazada, ahora todo lo que haga será peligroso.


Camino rápidamente y cuando por fin llego bajo el techo de vidrio del pequeño recibidor de la puerta, me lanzo en brazos de Pedro que me envuelve y me protege del frío y de la lluvia.


—¿Te mojaste mucho? ¿Tienes frío? —pregunta, sacando las gotas de lluvia de mi cara.


—Estoy bien. Entremos a casa, por favor —le pido con la voz entrecortada. Sí, tengo frío y sí, me mojé demasiado, pero no quiero que me regañe en vano.


Él busca en sus bolsillos y quita de uno de ellos la llave de la puerta. La abre y entramos a toda velocidad. Mi casa se ve como antes, exactamente como lo recuerdo. Todo está en su lugar.


—Bienvenida a casa, cariño —me susurra dulcemente al oído, mientras que me rodea la cintura con sus brazos.


—Al fin en casa —respondo sonriente.


Si, al fin en casa. El único lugar en el quiero estar y junto a la única persona con la que quiero estar.


—Ven, tenemos que darnos un baño caliente y luego a la cama, mi preciosa Paula. Debes estar cansada.


—Sí, lo estoy.


Tomo su mano y subimos las escaleras hasta llegar a nuestra habitación. Entramos al baño con cuidado de no mojar el piso y nos desvestimos lentamente y en silencio.


Abre la ducha y el vapor inunda el cuarto de baño rápidamente. Me quito el sostén y las bragas, me desnudo sin pudor alguno. Suelto mi pelo mojado por la lluvia y lo dejo caer hasta mi cintura provocando que las frías gotas en mi espalda me causen escalofríos.



Su mirada atrapa la mía y nadie puede pronunciar palabra. 


Solo nos miramos detenidamente, contemplando cada detalle, cada segundo...


—Te amo —le digo en un susurro.


No pienso lo que digo. Mi corazón habla a través de mí. Soy sincera, le digo lo que siento. Soy solo Paula, sin máscaras, sin facetas, solo yo. Al desnudo en todos los sentidos.


Pedro da un paso al frente y acorta la distancia entre ambos. Me mira fijamente y desliza su dedo índice por mi mejilla, provocándome un agradable cosquilleo.


—También te amo.


Nos sonreímos y apegamos nuestros labios por unos pocos segundos, luego, él toma mi mano y nos adentramos juntos en la ducha. Meto mi mano debajo del agua para probar su temperatura y sonrío complacida, es perfecta.


No cabemos los dos cómodamente, pero nos vamos turnando para mojarnos bajo la regadera.


Pedro me alcanza una toalla y ayuda a secar mi cabello. No decimos nada, disfrutamos del silencio. Seco mi cuerpo y me aseguro de no pisar ni un charco de agua en el suelo. Mi mente ya es consciente de los cuidados que debo de tener.


—Vamos a la cama, cariño —me dice, tomando mi mano, pero lo aparto dulcemente.


—Voy a secarme el cabello primero —informo—. Espérame en la cama, no voy a demorar.


—De acuerdo —me responde con una sonrisa a medias.


Se acerca, me roba un beso y lo veo cruzar la puerta, luciendo únicamente una toalla que rodea su cintura y termina un poco más abajo de sus rodillas. Se ve sexy y tengo que contenerme para no lanzarme hacia él con desesperación.


Cierro la puerta con seguro y luego de tomar el secador de pelo y dejarlo a un lado, me posiciono delante del espejo. 


Abro la bata de baño, y ahí estoy yo... Completamente desnuda, sintiéndome más extraña que nunca, intentando ver algún tipo de cambio de esta primera vez. Mi vientre plano no se verá así en un tiempo, mi cintura no tendrá las medidas que tiene ahora y mis senos no serán los mismos, pero, muy en el fondo no me importa.



Todos esos miedos y esas inseguridades que siempre intenté ocultar con vanidad, comienzan a desaparecer, todos esos complejos que camuflé con ropa cara y diseños de temporada, ya no me interesan...


Ahora hay algo mucho más importante, ahora hay un motivo mucho más especial. No me importa si tendré que dejar este cuerpo que tanto daño me hizo, no me importa deshacerme de este error de persona que fui durante mucho tiempo, solo me importa el bebé... Mi hijo...


Muevo mis manos hacia mi vientre y dejo que mis dedos acaricien mi piel. Comienzo en la parte baja del estómago y asciendo lentamente. Aún no hay rastros de él, pero está dentro de mí e irá creciendo día a día durante muchos meses...


Oh, por Dios.


Noto que estoy llorando cuando mis ojos ven borrosos debido a la cantidad excesiva de lágrimas. Jamás he llorado tanto en tan poco tiempo, pero tampoco me importa. Este bebé lo cambiará todo. Ya está cambiando muchas cosas para bien, me está cambiando a mí...


—Bebé... —susurro en dirección a mi vientre—. Soy... Soy tu mamá... —sollozo sin poder evitarlo.


Jamás creí que pasaría por una situación así, siempre me dije a mi misma que jamás tendría hijos, que viviría mi vida solo para mí y para nadie más, pero ahora mis pensamientos son muy diferentes. Soy otra Paula...


—Prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para que seas el niño más feliz del mundo...


—¿Paula, todo bien? —pregunta Pedro, golpeando levemente la puerta del baño. Doy un saltito por causa del susto y demoro unos segundos en tranquilizarme.


—Todo está bien, cariño. Saldré enseguida.


Tengo que terminar con esto o él lo notará y, no quiero que lo descubra de esta manera, tengo que sorprenderlo.


Lavo mi rostro y luego enciendo el secador de cabello. 


Necesito fingir que nada sucede, aunque, en realidad, sea todo lo contrario. Tengo que encontrar el momento perfecto para decírselo, pero sé que debo esperar al menos unas dos semanas, hasta que Laura esté del todo bien pero, ¿Podré soportarlo? No, claro que no...



Tal vez, en su cumpleaños o tal vez... No lo sé, solo quiero decírselo, pero soy consciente de que tiene que ser especial.


¿Cómo reaccionará? ¿Qué me dirá? ¿Qué hará? ¿Qué haré yo? Oh, por Dios...







No hay comentarios:

Publicar un comentario